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sábado, 29 de octubre de 2011

Educación para la muerte

Herculano Pires





Para los materialistas, el título “Educación para la Muerte” significa “Educación para la Nada”. Sin embargo, para aquel, que entrevé la inmortalidad del alma, este título se torna grandioso, pues comprende que la muerte, solo es el término de una experiencia material y el retorno a la vida libre del Espíritu.

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Voy a acostarme para dormir, pero me puedo morir durante el sueño. Estoy bien, no tengo ningún motivo especial, para pensar en la muerte, en este momento. Ni para desearla. Pero la muerte, no es una opción, ni una posibilidad. Es una certeza.
Cuando el Jurado de Atenas condenó a Sócrates a la muerte, en vez de consolarlo, su mujer corrió afligida hacia la prisión, gritándole: “Sócrates, los jueces te condenaron a la muerte”. El filósofo respondió calmadamente: “Ellos también ya están condenados”. La mujer insistió en su desespero: “ Pero es una sentencia injusta” Y él le preguntó: ¿Preferirías que fuese justa?
La serenidad de Sócrates era el producto de un proceso educacional: “La Educación para la Muerte”.
Las religiones nos preparan bien o mal, para la otra vida. Y después que morimos, encomiendan nuestro cadáver a los dioses, como si el cuerpo físico no fuese precisamente, aquello que dejamos en La Tierra al morir, el fardo inútil que no sirve ya para más nada.
Quien primero se preocupó por la “Psicología de la Muerte” y de la “Educación para la Muerte”, en nuestro tiempo, fue Allan Kardec.
El realizó una pesquisa psicológica ejemplar, sobre el fenómeno de la muerte. Por años consecutivos habló al respecto, con los espíritus de los muertos. Y, considerando al sueño como hermano o primo de la muerte, investigó también, a los espíritus de personas vivas durante el sueño. Esto, porque según verificara, los que duermen, salen del cuerpo durante el sueño.
Algunos salen y no vuelven; mueren.
Llegó con anticipación de más de un siglo, a esta conclusión y a las que las ciencias actuales también llegaran, con la misma tranquilidad de Sócrates, a la conclusión de Victor Hugo: “Morir no es morir, sino solo mudarse”.
Las religiones podrían haber prestado un gran servicio a la Humanidad, si hubiesen colocado el problema de la muerte, en términos naturales. Pero nacidas de la magia, amamantadas por la mitología, solo lograron complicar las cosas.
La mudanza simple de que habló Víctor Hugo, se transformó, en las manos de los clérigos y teólogos, en un pasaje dantesco por la selva  de la Divina Comedia.
En las civilizaciones agrarias y pastorales, gracias a su contacto permanente con los procesos naturales, la muerte era encarada sin complicaciones.
Los rituales suntuosos, los ceremoniales y sacramentos, surgieron con el desarrollo de la civilización, en el colmo de la imaginación creadora. La mudanza se revistió de exigencias antinaturales, complicándose con la burocracia de los pasaportes, las recomendaciones, el tránsito sombrío en la barca de Caronte, los procesos de juicios, seguidos de condenaciones tenebrosas y así por delante.
Más tarde, para satisfacer el deseo de sobrevivencia, surgió la monstruosa arquitectura de la muerte, con sus mausoleos, pirámides y momificaciones, que permitían la ilusión del cuerpo conservado y de la permanencia ficticia, del muerto sobre la tierra y  los gusanos.
Morir, ya no era morir, sino metamorfosearse, volverse momia en los sarcófagos o terror maléfico en los misterios de la noche. Las momias, por lo menos, tendrían utilidad posterior, como vemos en la Historia de la Medicina, sirviendo para los efectos curadores del polvo de momia. Y cuando las momias se acabaron, no encontrándose ninguna para más remedio de esa clase, surgieron los fabricantes de momias falsas, que suplían la falta del polvo milagroso.
Jesús enseñó y probó que la muerte se resuelve en la Pascua de la resurrección; que nadie muere, que todos tenemos un cuerpo espiritual y  que viviremos más allá del túmulo, como vivos más vivos, que los encarnados.
Pablo de Tarso, proclamó que el cuerpo espiritual, es el cuerpo de la resurrección (Cáp. 12 de la primera Epístola a los Corintios), mas la permanente imagen del Cristo crucificado, de las procesiones absurdas del Señor Muerto – herejía clamorosa –, las ceremonias de la Vía-Sacra y las imágenes aterradoras del Infierno Cristiano – más impío y brutal que los Infiernos del Paganismo – marcados a fuego en la mente humana a través de dos milenios, aplastan y envilecen al alma supersticiosa de los hombres.
En vano el Cristo enseñó, que las monedas de César solo valen en la Tierra. Hace dos mil años estas monedas impuras vienen siendo aceptadas por Dios, para el rescate de las almas condenadas.
¿Quién podría, en sana consciencia, creer hoy en día en una Justicia Divina, que funciona con el mismo combustible, de la Justicia Terrena?
Es curioso señalar, que en nuestro tiempo, solo nos preocupamos de la Educación para la Vida. Nos olvidamos de lo único que tenemos seguro, sin la menor preparación.
Tomado del libro, “Educación para La Muerte”-  De Herculano Pires
Adaptado por Oswaldo Porras


Silencio y gentileza

Feliz de ti si ya comprendiste el valor del silencio
Entretanto si ya hiciste semejante adquisición, no censures a los compañeros que aún no se deshicieron del hábito de hablar demasiado.
Escúchalos con gentileza y bondad. Es posible que a través de ellos, vengas a obtener, sin pedir, valiosos informes que se relacionan con su propia paz.
Libro de Respuestas, Emmanuel, psicografia de Francisco Candido Xavier, CEU)


(Ver el blog inquietudesespiritas.blogspot.com)