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lunes, 13 de enero de 2014

COMPRENSIÓN Y TOLERANCIA

Comprensión y Tolerancia.-

 La comprensión y la tolerancia para con los demás , acredita unas conquistas superiores logradas por el Espíritu en esta vida y en las anteriores, en las que donde en cada una de ellas encontró la valiosa oportunidad de superarse,corregirse y transformarse. En la propia vida física presente, cuando se adquiere un adecuado conocimiento espiritual, también es posible adquirir estos valores en el espacio de no muchos años de existencia, pues la comprensión de muchos de los por qués de la vida nos lleva consecuentemente a un aumento de nuestra capacidad de tolerancia ante cuestiones sobre las que teníamos una posición rígida, insegura o intolerante, rompiendo preconceptos y desviaciones del alma, procedentes muchas veces de una deficiente educación y formación social de base desde la época de la infancia. Al mismo tiempo esta comprensión derriba muchas veces barreras de fanatismo instaladas en nuestra alma con prejuicios erróneos y dañinos. No obstante lo anterior, he de decir que la predisposición a evolucionar volviéndonos más tolerantes en el corto espacio de unos años, la traemos a esta vida las personas que ya han alcanzado el nivel suficiente como para desear en lo más íntimo alcanzar la verdad que existe en muchas cuestiones importantes de la vida, y esta búsqueda de la verdad que nos libera de los anclajes de la incomprensión dogmática y del fanatismo, nos lleva a su vez a una predisposición para ser más comprensivos y tolerantes con los demás, venciendo al fanatismo y a la intolerancia. Hay que reseñar que estos defectos morales tan relacionados entre ellos, a quienes en primer lugar perjudican es a quienes los llevan consigo en esta vida, pues nos apartan de los demás, que no están dispuestos a soportar en absoluto esta clase de defectos, que les impide la aproximación con quien los mantienen. La persona comprensiva no acusa ni recrimina señalando los errores de sus semejantes, y en cualquier caso siempre prima sobre todo el sentimiento de la piedad y de la comprensión ante los errores de los demás o ante lo que no nos gusta de ellos. Ser comprensivo no supone el hacer causa común con los defectos de los demás, ni secundar los actos negativos, sino el estar dispuesto a perdonarlos y disculparlos sin tenerlos en cuenta, sabiendo que uno mismo los ha tenido o los tiene también, iguales o peores. La comprensión y la tolerancia son virtudes que no son incompatibles con el poder manifestar respetuosamente los desacuerdos, las diferentes opiniones y criterios. Actuar así supone un deber y un derecho al rechazar determinadas actitudes negativas de los demás. La tolerancia se da como resultado del equilibrio espiritual que nos proporciona el Amor. Todos debemos ser comprensivos y tolerantes, porque todos necesitamos que nos comprendan, nos toleren y nos perdonen ; para llegar a lograrlo deberemos serenar nuestros pensamientos y sentimientos, midiendo el efecto de nuestras palabras antes de decirlas, y el sentimiento que nos impulsa a ello. La virtud y la práctica cotidiana de la humildad es la mejor postura que debemos mantener cuando miramos como son o cómo actúan nuestros semejantes. Mediante ellas, llegaremos a ser mas piadosos, tolerantes, firmes y honestos, y sobre todo más leales a los compromisos espirituales que tengamos desde antes de nacer, aunque no siempre seamos conscientes de ello. La humildad se asocia con la comprensión y con la tolerancia porque todas estas cualidades morales nacen en el alma de la misma Fuente de Amor, y nutren nuestra conciencia con la calma y la serenidad interior. Por último, he de señalar que las religiones dogmáticas pueden llevar a la incomprensión y sobre todo a la intolerancia hacia las personas que no mantienen y aceptan ciegamente las ideas religiosas o sociales que ellas sustentan, pero para los que nos consideramos en mayor o menor medida, espíritas , que es lo mismo que decir cristianos en el mas amplio sentido de la palabra, esto no debe ser así, pues el Espiritismo es esencialmente librepensador, no sujeto a dogmas y tan solo sujeto a la razón y a lo que los avances de la Ciencia vayan demostrando como verdades empíricas , haciendo de las virtudes de la tolerancia, la comprensión y la humildad, su bandera constante de ejemplo para todo el mundo.
 -Jose Luis Martín-

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  “Lo que otra persona haga, diga o crea, es cosa que no te importa y debes aprender a dejarla completamente a su libre albedrío.” Krishnamurti- 

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RESURRECCIÓN Y REENCARNACIÓN


Sin el principio de la preexistencia del alma y de la pluralidad de existencias, la mayor parte de las máximas del Evangelio son ininteligibles; es por eso que dieron lugar a ideas muy contradictorias. “La reencarnación es la única doctrina que está a la altura de nuestro concepto de la justicia divina; es la única doctrina que puede explicar el futuro y fortalecer nuestras esperanzas” “Negar la reencarnación, es negar las palabras de Cristo”, escribió Allan Kardec. Sin embargo, Jesús nunca pronunció la palabra reencarnación ni mencionó tal concepto (véase “¿Enseña la Biblia la reencarnación?”, en la pág. 22). Al contrario, enseñó la resurrección de los muertos. Durante su ministerio terrestre resucitó a tres personas: el hijo de una viuda de Naín, la hija del presidente de una sinagoga y su amigo íntimo Lázaro (Marcos 5:22-24, 35-43; Lucas 7:11-15; Juan 11:1-44) Analizando la resurrección de Lázaro, Jesús se enteró de que Lázaro estaba enfermo. Dos días después dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro está descansando, pero yo me voy allá para despertarlo del sueño”. Sus seguidores no lo entendieron, así que les dijo claramente: “Lázaro ha muerto”. Cuando Jesús llegó por fin a la tumba, su amigo llevaba muerto cuatro días, pese a lo cual Cristo ordenó que removieran la piedra que sellaba la entrada del sepulcro. Entonces, gritó: “¡Lázaro, sal!”. En ese momento sucedió algo extraordinario. “El hombre que había estado muerto salió con los pies y las manos atados con envolturas, y su semblante estaba envuelto en un paño. Jesús les dijo: ‘Desatenlo y déjenlo ir’.” (Juan 11:5, 6, 11-14, 43, 44.) Está claro que no se trató de una reencarnación. Jesús dijo que cuando Lázaro estaba muerto, este se hallaba durmiendo, inconsciente. Como indica la Biblia, ‘sus pensamientos habían perecido’. ‘No tenía conciencia de nada en absoluto.’ (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5.) El Lázaro resucitado no era una persona distinta, con un espíritu reencarnado. Tenía la misma personalidad, la misma edad y los mismos recuerdos. Reanudó su vida donde se había interrumpido prematuramente y regresó a los seres queridos que habían llorado su muerte (Juan 12:1, 2). Andando el tiempo, Lázaro volvió a morir. Por tanto, ¿para qué sirvió su resurrección? Como todas las demás que efectuó Jesús, refuerza nuestra confianza en la promesa de Dios de que en su debido momento levantará de entre los muertos a sus siervos fieles. Aquellos milagros de Jesucristo dan mucho más peso a sus palabras: “Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir” (Juan 11:25). Bajo el nombre de resurrección, el principio de la reencarnación era una de las creencias fundamentales de los judíos, siendo confirmada por Jesús y los profetas de una manera formal; de donde se sigue que negar la reencarnación, es negar las palabras de Cristo. Sus palabras serán un día autoridad sobre este punto, como sobre muchos otros, cuando se mediten sin prevención. La reencarnación formaba parte de los dogmas judaicos, bajo el nombre de resurrección; sólo los saduceos, que pensaban que todo concluía con la muerte, no creían en ella. Las ideas de los judíos en este punto, como en muchos otros, no estaban claramente definidas, porque sólo tenían nociones vagas e incompletas sobre el alma y sus lazos con el cuerpo. Creían que un hombre que había vivido podía volver a vivir, sin explicarse con precisión la manera cómo esto podía suceder; designaban con la palabra resurrección, lo que el Espiritismo llama más juiciosamente reencarnación. En efecto, la resurrección supone la vuelta a la vida al cuerpo que está muerto, lo que la ciencia demuestra ser materialmente imposible, sobre todo cuando los elementos de su cuerpo están dispersos y absortos después de mucho tiempo; la reencarnación es la vuelta del alma o del espíritu a la vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente formado para él y que nada tiene de común con el antiguo. La palabra resurrección podía de este modo, aplicarse a Lázaro, pero no a Elías ni a los otros profetas. Si, pues, según su creencia, Juan Bautista era Elias, el cuerpo de Juan no podía ser el de Elías, puesto que se había visto a Juan niño y se conocía a su padre y a su madre. Juan podía, pues, ser Elías reencarnado, pero no resucitado. Respecto a la resurrección futura, Jesús comentó: “Viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán [mi] voz y saldrán, los que hicieron cosas buenas a una resurrección de vida, los que practicaron cosas viles a una resurrección de juicio” (Juan 5:28, 29). Como en el caso de Lázaro, se tratará de la resurrección de gente muerta. No se reunirá a espíritus conscientes con cuerpos resucitados que se hayan descompuesto y tal vez hayan llegado a formar parte de otros organismos vivos. El Creador del cielo y la Tierra, cuya sabiduría y poder son infinitos, tiene la capacidad necesaria para resucitar a los muertos. El espiritismo nos enseña a matar la muerte, porque la muerte es solamente un cambio de posición. La vida continua, y la prueba se tienen cuando vuelven los llamados “muertos”.
 Mercedes Cruz Reyes

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             MIEDO DE LOS ESPÍRITUS

Este es un miedo antiguo de la mayoría de las personas, pues conduce al ser humano al campo de lo “sobrenatural”, al oscuro terreno de la imaginación llevada a lo sombrío. El dominio de los espíritus es la noche, lo oscuro, lo mágico y fantasmagórico. La cultura y la superstición llevaron al ser humano a hacer esas asociaciones. Es preciso que desmitifique esa idea, colocando en la conciencia la razón y la madurez. Tales asociaciones pertenecen a la fase infantil del ser humano y de la propia humanidad. Los espíritus deben ser entendidos como personas, y siendo así, no tienen un poder ilimitado sobre la Vida. Les atribuimos un poder que de hecho no poseen. En cualquier sistema de creencia ellos son considerados casi como divinidades y eso genera el temor que se tiene. Temerles es atribuirles poder sobre su conciencia. Procure una relación con ellos como la que tiene con las demás personas, o sea, de respeto y de límites. Ningún espíritu podrá perjudicar su felicidad si no le da poder. Del otro lado de la vida están los espíritus, que como nosotros, que además de otros aspectos, odian, trabajan, sufren, aman y buscan ser felices. En caso que no crea en su existencia, es un contrasentido tener miedo de aquello en que no cree. Ahora, si usted cree en la existencia de ellos, busque comprender su naturaleza, sus hábitos y límites. De cualquier forma no les tema, pues, entre usted y ellos existe apenas una barrera vibratoria, pero no emocional. Al igual que ellos, continúe buscando su felicidad, independiente del tipo de relación que tenga con ellos. Considere que existen.

 Adenauer Novaes Tomado del Tomado del libro: “Felicidad sin culpas”