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lunes, 26 de mayo de 2014

Nuestra herencia


                                   NUESTRA HERENCIA
                                 

Todos  en la vida portamos además de los bienes materiales que son efímeros y pasajeros, del patrimonio espiritual, que nos acompaña  a todas partes, que constituye el “yo” que en realidad somos.  Es por esa razón  que  no estamos desheredados. Muchas veces vemos que hermanos nuestros que nada poseen en la vida, con una personalidad que nos parece inaudita, sobresalen  de muchos otros que pese a tener mucho poder adquisitivo, nada portan, ni dicen de interesante, por carecer de digamos esa personalidad consciente que sabe estar y lo que dice.
Si invirtiéramos en nuestra vida espiritual, la misma dedicación que ponemos en nuestras obras materiales rentables, sin duda que seríamos mucho más evolucionados, porque la espiritualidad también requiere de constancia, conciencia y dedicación, no para rezar como loritos bien amaestrados, sino para unirnos a Dios en una conversación cotidiana y familiar.  Porque la verdadera oración es la que se formula en medio de la tarea diaria y cotidiana, es recordar y sentir que cada uno de nosotros es un templo de Dios, porque él habita en nosotros y por tanto no necesitamos días ni horas determinadas para comunicarnos y sentir su presencia, porque "el cuerpo físico de los mortales es el templo de Dios pues dentro de cada ser mortal de este planeta, habita un fragmento de Dios, una parte integral de su divinidad" Sin embargo el ser humano, insiste en buscar a Dios fuera y a separar lo espiritual de lo material.
Y es precisamente esta disociación la que hace que nuestras obras sean inconsecuentes, porque una cosa es lo que se hace y dice en el templo material a donde se acude un día determinado y otra muy diferente lo que hacemos en nuestro quehacer cotidiano. Hemos olvidado que “aislar parte de la vida y llamarla religión es desintegrar la vida y distorsionar la religión” Dios no necesita de nuestra oraciones aprendidas en la niñez y recitadas sin conciencia, Él requiere de nuestras obras, para que el rezo del Padre Nuestro sea agua viva en nuestras vidas, para que seamos capaces de santificar su nombre al perdonar y amar a nuestros hermanos, como El nos ama.

"Si el espíritu vive dentro de vosotros, ya no seréis esclavos encadenados por la carne, sino que seréis hijos liberados, porque la nueva ley del espíritu os dota de la libertad del autodominio" Pero para que esta ley pueda actuar, es preciso que nosotros estemos despiertos y atentos a las insinuaciones de nuestro Espíritu, y ese debiera ser el contenido de nuestras conversaciones con Dios. Sentir a Dios y hacerlo partícipe de nuestras penas y de nuestras alegrías y sobre todo de nuestro agradecimiento por ser sus hijos es lo que debiera motivar las oraciones que mantenemos con él en nuestro templo interno en cualquier momento del día y donde quiera que nos encontremos.
Si Jesús vino a traernos la Buena Nueva de que Dios no es un dios castigador, selectivo y lejano, sino que es nuestro Padre, debemos acostumbrarnos a mantener con El un trato cercano y familiar, porque su cercanía es la que nos va a permitir que nuestra religión no sea una costumbre sino “la actitud de un alma individual en sus relaciones conscientes con su Creador” porque en verdad “cada ser humano debe definir su religión según los impulsos que emanan del Espíritu que en él reside y por tanto esta interpretación es única y totalmente distinta a la filosofía religiosa de los demás seres humanos”
Aprendamos a conocer  a Dios no desanimándonos por las desgracias ni dejándonos  abatir por las decepciones. Los candidatos a la vida eterna practican una técnica vigorizante y constructiva para hacer frente a todas las vicisitudes y agobios de la vida mortal. Un verdadero creyente, cada día que vive, encuentra más fácil hacer lo que es justo.
La vida espiritual acrecienta poderosamente la verdadera autoestima. Pero la autoestima no es la admiración de sí mismo. La autoestima siempre está coordinada con el amor y el servicio a los semejantes.
A medida que  nos hacemos mayores y adquirimos experiencia sobre los asuntos del reino de Dios, utilizamos  más tacto en las relaciones con los hermanos inoportunos y más tolerancia para con sus torpezas.
El verdadero creyente no se cansa de hacer el bien, simplemente porque se sienta frustrado. Las dificultades estimulan el ardor de los amantes de la verdad, mientras que los obstáculos sólo sirven para desafiar los esfuerzos de los intrépidos constructores del reino.
Amigos os deseo un martes armonioso bajo la egida del Señor, que la paz, el amor y la luz siga  permitiendo que la vida sea más llevadera a nuestro alrededor. 
Merchita  
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    PERDÓN DE LAS OFENSAS

" Bienaventurados los misericordiosos, porque obtendrán misericordia"
(S. MATEO, cap. V, v. 7.) 

Me estoy recuperando de un ataque. Fué dirigido por la envidia de una colega. No usaré este espacio para narrar los artificios utilizados, ni los daños causados. Mas la "x" que me lleva a abrir este tópicco es obligación que todo cristiano tiene de perdonar a sus agresores. ¡ El dificil arte de perdonar !!!.
Mi primera reacción al saber lo ocurrido, fué la de no creer. Pero después de que me conformé con lo ocurrido, me pegué cuestionando como sería mi reacción al encontrarme con esta persona. Confieso que pensé en decir "pocas y buenas". Pero después de enfriar la sangre y con las ideas debidamente ventiladas, concluí que un combate directo no me llevaría a lugar alguno. Muy por el contrario, me contaminaría con la energía de ella, o sea, me colocaría en su mismo nivel. Sabemos que no es el camino adecuado, pues vibrar en el mal solo hace aumentarlo.
Buscando el tema en la Codificación Espírita, tenemos en el capítulo X del Evangelio Según el Espiiritismo, el mensaje a seguir:
" Perdonar a los enemigos es pedir perdón para sí mismo; perdonar a los amigos es darles una prueba de amistad; Perdonar las ofensas es mostrarse mejor de lo que era. Perdonar pues, mis amigos, a fin de que Dios os perdone, por cuanto si fueseis duros, exigentes, inflexibles, rigurosos hasta por una ofensa leve, ¿Cómo quereis que Dios olvide que cada día teneis mayor necesidad de indulgencia?. ! Ay de aquel que dice "Yo nunca perdonaré", pues pronuncia su propia condenación.

¿Quien sabe, además, si descendiendo al fondo de vosotros mismos, no reconoceréis que fuisteis el agresor?.¿Quien sabe si en esa lucha que comienza por una nimiedad y acaba por una ruptura, no fuistes quien lanzó el primer golpe, si no  se te escapó alguna palabra injuriosa, si no procedisteis con toda la moderación necesaria?. Sin duda que , o vuestro adversario estuvo mal al mostrarse excesivamente susceptible; razón de más para ser  indulgentes y para no considerarlos merecedores de la embestida que le lanzastes. Admitamos que, en dada circunstancia, fuisteis realmente ofendido; ¿quien dirá que no envenenasteis las cosas por medio de represalias y que no hicisteis degenerar en querella grave lo que hubiera podido caer facilmente en el olvido?. Si de vosotros, de hecho, dependía impedir las consecuencias y no las impedisteis, sois culpables. Admitamos finalmente, que de ninguna censura os reconoceréis merecedores: mostraros dementes y con eso solo hareis que vuestro mérito crezca.
Mas, hay dos formas bien distintas de perdonar: el perdón de los labios y el perdón del corazón. Muchas personas dicen en referencia a su adversario: "Yo le perdono", pero interiormente se alegran con el mal que le viene, comentando que él tiene lo que merece.
-' Cuantos no dirán "Perdón" y añaden: "pero no me reconciliaré nunca"; no quiro volver a verlo en toda mi vida". ¿Será ese el perdón según el Evangelio?. No; el perdón verdadero, el perdón cristiano es aquel que lanza un velo sobre el pasado; eso es lo único que os será tenido en cuenta, visto que Dios no se satisface con las apariencias. Él sondea el corazón y los más secretos pensamientos. Nadie se le impone por medio de vanas palabras y simulacros. El olvido completo y absoluto de las ofensas es peculiar de las grandes almas; el rencor es siempre señal de bajeza y de inferioridad. No olvideis que el verdadero perdón se reconoce mucho más por los actos que por las palabras.
Paulo, apostol (Lyón 1861)

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

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EL BUEN MIRAR



-Cuando miramos a cualquier persona, generalmente nuestra mente opera obstruida por la sensación de aprobar o reprobar. Observamos su apariencia, su manera de hablar, de moverse, si es simpática o antipática, pero ese mirar, en la mayoría de las personas, busca automaticamente identificar lo que ella tenga de negativo, de desagradable o reprobable que podamos criticar, aunque solo sea para nosotros mismos.
Ese no es un buen mirar. Por el buen mirar procuramos percibir indicios de lo que esa persona tiene de divino en la intimidad del ser, y si nada encontramos no juzgaamos, entendiendo que las simientes divinas que todos tenemos en esencia del espíritu, un día germinará y crecerá, mostrando la belleza que posee.
Por eso Jesús enfatizó muy sabiamente: "No juzgueis para no ser juzgados...."
Siempre que sienta deseo de criticar o de hablar mal de alguien, piense en las simientes de luz que ese alguien tiene guardadas en la esencia del própio espíritu y haga una vibración de luz y de amor para él.


-Sara Noussainien-
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