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miércoles, 13 de agosto de 2014

La Recriminación y el suicidio

LA RECRIMINACIÓN Y EL SUICIDIO
El suicidio es un acto grave para el que debemos tener una amplitud de espíritu y una actitud de comprensión y tolerancia. Sabemos que poner fin a sus días, es interrumpir una evolución que de todos modos tendrá que continuar. Sabemos el riesgo de encontrarse después de esta desencarnación en un estado de turbación más o menos profundo; resumiendo, sabemos que el suicidio no arregla nada, pero al mismo tiempo conocemos la dificultad y el dolor de vivir ciertas existencias.
Los espíritus no han dejado de llamar nuestra atención respecto a las verdaderas causas del suicidio. Léon Denis, en un mensaje de 1989, viene a establecer un diagnóstico espírita sobre este asunto. He aquí sus palabras: “Estamos frente a un problema real que no puede resumirse en una respuesta moral simplista. Dios no prohíbe el suicidio, pues solamente el hombre es responsable ante su muerte, el suicidio no es pues un acto inmoral y no debe ser considerado como una falta. El suicidio es un estado de desamparo enfermizo cuyas causas son a menudo extrañas al sujeto que va a cometer ese acto.
Las principales causas del suicidio son las siguientes: la falta de amor procedente esencialmente de la familia, de los amigos cercanos que no lo son o que ya no lo son más; el decaimiento en el trabajo si el trabajo es envilecedor, repetitivo y vuelve al espíritu esclavo; el sentimiento de inutilidad en una sociedad no igualitaria que no reconoce el valor de un hombre sino su éxito financiero, tratando al otro de «fracasado»: este adjetivo hace mucho mal y mata ; el sentimiento de inferioridad, marcado por el odio social y la negativa de las diferencias, y por último el despertar repentino de una vida anterior ya suicida podría llevar a una neurosis obsesiva que conduce al acto. En realidad, y en la mayoría de los casos, el suicidio es un crimen familiar, social y político. Es pues tiempo de considerar la desesperación como un llamado a la esperanza, es pues tiempo de considerar el suicidio como una enfermedad del alma que se ahoga en el cuerpo social. No comprometáis nunca vuestro porvenir en este campo, pues la ausencia de amor es una enfermedad que acecha a todos los hombres”.
No maltratéis aquellos que se equivocan, que  no aciertan en su  forma de comportarse, están los que siendo padres fracasan en su función educadora, están los que en su misión de  amigos, defraudan la amistad con la traición despiadada, están los que en su función  de médicos  por su poca dedicación a la tarea de  curar y sanar, se  equivocan por no prestar la debida medicación, enfermando aun más a los que acudieron para que los cure, todos tenemos una labor y una tarea  que no siempre efectuamos debidamente, y lejos de emitir la reprobación es un deber  el tratar con la dulzura reparadora y animadora, desechando el látigo de la reprimenda rígida, que hace al enfermo lanzarse muchas veces a la desesperación, al suicidio, sin apenas hacer ruido.
Procuremos aliviar  a los que enferman, o no cumplen bien su cometido, acordémonos del Padre que apiadado de sus criaturas no deja a nadie desamparados dejados a su suerte.
 El reproche a la ingratitud es una animación para la caída incontrolada en la desesperación, en cambio el amor hace el milagro de animar al enfermo para que de nuevo  recobre la salud, y la esperanza en un mañana más esclarecedor y más luminoso. Nadie debe entregarse a la desesperación ella es mala consejera, ni tampoco ofrecer la  recriminación a los hermanos desafortunados, siempre hemos de emitir un hilo de esperanza, de luz para que el enfermo se anime y deje de verse como  un vicho raro, que no merece la conmiseración.
El suicidio es un acto de cobardía, y no debemos reflejarlo como solución a nuestros problemas, el por el contrario los agrava, nos encierra en la cárcel de la amargura, del fracaso, de la desesperación, lejos de encontrar la muerte el fin con todo, nos pone frente al verdugo de nuestra conciencia haciéndonos sentir de nuevo el mismo mal, más acentuado, menos fácil de solución, agravado por nuestra actitud que nos hace revivir el instante de la muerte y sus efectos dañinos en nuestro organismos periespiritual, que los siente y manifiesta con más intensidad.
Amemos la vida, hasta el punto de que si ella no nos serie, nosotros si lo hagamos, ofreciéndole luz y coraje para enfrentarla en toda sus manifestaciones, porque debemos recordar que Dios no nos da una cruz que no podamos portar sobre nuestros hombros, eso nos debe animar a estudiar todas las oportunidades bajo un prisma de ánimo y esperanza, sin creer que todo está perdido, por nuestro mal actuar, todo lo que tenga que ser será, y mucho más si está escrito en el libro de nuestra vida, aquel que  comenzamos a escribir y en el cual anotamos nuevos datos conforme la vida se desarrolla sea de luz o de  sombras, todo queda escrito y nada se perderá, no esperemos a ser más adultos para comenzar la tarea de nuestra redención la vida pasa deprisa y no podemos esperar a que el tiempo pase sin productividad positiva que nos pueda vivificar el espíritu, que en fin es el que permanece siempre pese a que no nos guste. Nadie muere, solo por esa gran verdad, debemos ser fieles a nuestro organismo físico, tratándolo como es debido, para que al volver al otro lado de la vida, cuando miremos nuestro comportamiento sobre la verdad de la vida, podamos sentir que fuimos fuerte y que pese a todas las contrariedades supimos mantenernos en pie, intentando por todos los medios llegar hasta el fin, no el fin marcado por nosotros, y si el fin que Dios nos señalo para volver a la patria del espíritu.
Si tu estas perdido, despreciado por los que te rodean, no dudes en consolarte con Jesús, El, fiel cumplidor de Su tarea Redentora, en su Evangelio de Amor, te da la oportunidad de esclarecerte y de proporcionarte una respuesta acertada para tus pesares, perdona sin dudarlo a aquellos que no te comprenden, piensa que un día  tendrán la oportunidad de comprender que los que se equivocan y caen deben ser levantados y nunca recriminados. La recriminación en un mal que muchos sufren y  a través del cual se arrojan a la desesperación una puerta farsa, por la que entramos al foso de las lamentaciones, donde la comprensión de nuestra cobardía, nos lleva a desesperarnos aun más.
Frente a la imperfección de aquellos que te rodean, ofrece el ejemplo oportuno, la palabra edificante, la llamada de atención en tu gesto amable, de amor y de ternura, y sentirás un día la alegría y el bienestar de haber servido a la causa de Cristo, con amor y dedicación, y no con el látigo de reproche que puede siempre agravar y generar un mal mayor, del cual aunque tú no lo hayas cometido, influenciado por ti, arrojaste al desespero a tu atribulado hermano, que no supo soportar tu descaro tu recriminación. Es como tratar al enfermo en vez de con la medicina que cura, con el analgésico severo que lo puede empeorar aun más. 
Acordémonos de la conducta de Jesús ante los pecadores, que era siempre de amor y luz, frente a la pecadora el se dirigió a los que la acusaban, diciéndoles que los que estuviesen libres de culpas le lanzasen la primera piedra. Todos portamos  la imperfección, y si queremos comprensión, hemos de ofrecerla, por eso amemos a los débiles y ayudémosles, no desechándoles de nuestro lado, Dios nos ha puesto en la Tierra a todos juntos, para conseguir el mismo fin, que es llegar a El, ofreciéndonos el libre albedrio, para que nunca podamos echar a nadie la culpa de nuestros pesares y desequilibrios. Solo en la amonestación severa, encontraremos el látigo de la desesperación que nos acusará de haber causado males mayores y del cual sentiremos nuestras culpas.

- Merchita-
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LA VIRTUD MÁS MERITORIA

El apego a las cosas materiales, es un indicio notorio de inferioridad, pues, cuanto más el hombre se apega a los bienes de este mundo, menos comprende su destino.
Por el desinterés, al contrario, él prueba que ve el futuro desde un punto de vista más elevado
 "El hombre de bien que, creyendo en su futuro celestial, quiere llenar su vida con nobles y bellas acciones, saca de su fe, la certeza de  felicidad que lo aguarda y  la fuerza necesaria para sus  acciones de caridad, de sacrificio y de abnegación.
  Y, por fin, no hay malas inclinaciones, que con la fe, no puedan ser vencidas."
El Libro de los Espíritus, Allan Kardec, cap. XIX, íten 12.
 Pregunta Allan Kardec a los espíritus responsables por la codificación, cuál sería la más meritoria de todas las virtudes. De ellos obtuvo la siguiente respuesta que nos sugiere una gran reflexión:
"Todas las virtudes tienen su mérito, porque todas son indicios de progreso, en el camino del bien.
Hay virtud siempre que hay resistencia voluntaria a ser arrastrado por las malas tendencias.
Mas la sublimidad de la virtud, consiste en el sacrificio del interés personal, por el bien del prójimo, sin segunda intención. La más meritoria es aquella que se basa en la caridad mas desinteresada".

 El hábito de hacer el bien
 Según los buenos espíritus, esa caridad es espontánea, sin necesidad de lucha interior, en las personas que realizan el progreso. Así, los buenos sentimientos no les cuestan ningún esfuerzo y sus acciones les parecen tan naturales; que el bien se tornó para ellos en un hábito.
Se debe honrar a esas personas, "como a viejos guerreros, que conquistan posiciones".
 Como estamos todavía lejos de la perfección, esos ejemplos nos sorprenden por el contraste y lo admiramos, porque son raros.
Sin embargo, en los mundos inter-dimensionales, más avanzados que el nuestro, eso que nos es excepción, es la regla.
 El indicio más característico de la imperfección, es el interés personal.
  Informan los espíritus orientadores que, en la evaluación de los tribunales de justicia divina (y de la conciencia), fuera la de nuestros defectos y  nuestros vicios, sobre los cuales nadie se engaña, el más característico indicio de la imperfección, es el interés personal.
 Según nos enseñan, las cualidades morales, son generalmente como un objeto de cobre, que no resiste a la piedra de toque. "Un hombre puede poseer cualidades reales que lo hacen para el mundo, un hombre de bien, pero esas cualidades, aunque representan un progreso, no soportan por lo general ciertas pruebas, y basta tocar la tecla del interés personal, para que se descubra el fondo de su pensamiento".

 Indicio notorio de inferioridad

 Dicen los espíritus orientadores al pedagogo de Lyon: "El verdadero desinterés, es un hecho tan raro en la Tierra, que se le puede admirar como a un fenómeno, cuando se presenta. El apego a las cosas materiales, es un indicio notorio de inferioridad, pues, cuanto más el hombre se apega a los bienes de ese mundo, menos comprende su destino. Por el desinterés, al contrario, se prueba que mira el futuro, desde un punto de vista más elevado".
 Y prosiguen: "A  medida que los hombres se aclaren, sobre las cosas espirituales, daran menos valor ha las materiales; en seguida, es necesario reformar las instituciones humanas, que lo entretienen y lo excitan.
Esto depende de la educación".
 Es necesario que el egoísmo produzca mucho mal, para hacer comprender la necesidad de su extirpación
 El egoísmo, que lejos de disminuir, crece con la civilización, que parece excitarlo y entretenerlo, se presenta como un gran mal. Y cuanto mayor es el mal, mas horrible se torna.
Cuando los hombres se hayan separado del egoísmo que los domina, vivirán como hermanos, no  haciendo el mal y ayudándose recíprocamente por un sentimiento fraterno de solidaridad.
Entonces el fuerte será el apoyo y no el agresor del débil, y no se verán hombres desproveídos de lo necesario, porque todos practicaran la ley de justicia.
Ese es el reino del bien, que los Espíritus están encargados de preparar".

 El medio de destruir el egoísmo

Por la práctica de la abnegación, se combate el predominio de la naturaleza corpórea, generadora del egoísmo. De esa forma el Espíritu triunfará sobre la materia.
 En su lógica irrefutable, esclarecen los bienhechores espirituales que, de todas las imperfecciones humanas, "la mas difícil de desenraizar es el egoísmo, porque se liga à la influencia de la materia, de la cual el hombre, todavía muy cerca de su origen, y del cual no puede liberarse.
Todo concurre para mantener esa influencia: sus leyes, su organización social y su educación.
El egoísmo se reducirá con el predominio de la vida moral sobre la vida material, y sobretodo, con la comprensión que el espiritismo nos ofrece en cuanto al nuestro estado futuro real y no desfigurado por las ficciones alegóricas.
 El egoísmo se funda en la importancia de la personalidad. Pues el espiritismo bien comprendido, hace ver las cosas desde un punto tan alto, que el sentimiento personal desaparece de alguna forma, ante la inmensidad.
Al destruir esa importancia, o por lo menos al hacer ver la persona como aquello que de verdad  es, combate necesariamente el egoísmo".
  El principio de la caridad y de la fraternidad, se opone  al egoísmo
 Es por el contacto, como el hombre experimenta el egoísmo de los otros  y que lo torna generalmente egoísta, porque siente la necesidad de ponerse a la defensiva.  
 En el contexto genuinamente cristiano, los buenos espíritus aseguran que solamente "el principio de la caridad y de la fraternidad debe de ser la base de las instituciones sociales, de las relaciones legales del pueblo para el pueblo y del hombre para el hombre, y este pensará menos en si mismo cuando mire, que los otros lo hacen.
Sufrirá, así, la influencia moralizadora del ejemplo y del contacto".
Explica Fénelon à Kardec: "en faz del actual desdoblamiento del egoísmo, es necesaria una verdadera virtud, para abdicar de la propia personalidad, en provecho de los otros que en general no lo reconocen.
Es a esos, sobretodo, a los que poseen esa virtud, es que está abierto el reino de los cielos; a ellos, sobretodo, está reservada la felicidad de los elegidos, pues, en verdad os digo, en el día del juicio, quien que no piense sino en si mismo, será puesto de un lado y sufrirá en el abandono".
Estudio elaborado sobre la condensación del cap. XII, Perfección Moral, del Libro de los Espíritus, de Allan Kardec, traducción de J. Herculano Pires, Editora EME.
Lopes para asociacionfrat.
 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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Desafíos de la Actualidad
 
Orientándonos en cuanto a la magnitud de la doctrina incrustada en su propia esencia, concientes de la importancia del trabajo que es llevado a efecto por el Movimiento Espírita, edificado por cada uno de nosotros, lo que equivale a decir, de nuestra parcela de responsabilidad colocada delante de tamaña grandeza, donde el gran desafío es mantener la fidelidad al ideal que abrazamos. 
Es inevitable que las dificultades permanezcan desafiantes, especialmente porque la Doctrina Espírita no se encuadra en los límites de las escuelas del pensamiento filosófico convencional, tampoco se encuentra delante de las probetas de laboratorios con las investigaciones de la Ciencia en constante perfeccionamiento, tampoco de una Religión cuyos objetivos no están definidos en dogmas ultramontanos, ni estratificados en teologías que no resisten el avance del desenvolvimiento intelecto-moral de la propia criatura.
Allan Kardec, nos refirió que era una ciencia de observación y no estaba ligada a éste o aquél límite del conocimiento; que era una ciencia amplia. Vemos que hoy la Física Cuántica llega a las mismas conclusiones que fueron presentadas por los Espíritus, cuando el átomo era considerado la partícula inicial de la formación de la materia. La Biología Molecular, nos lleva a una visión profunda del ser, en cuanto la Ingeniería Genética, trabajando con otras formas, nos presenta a la criatura humana dentro de padrones antes ya previstos por la Doctrina Espírita, pues se estructura en el pensamiento de Sócrates y Platón, esencialmente, y sus raíces ético-morales están clavadas en la roca viva del Evangelio de Jesús; de ahí que sus consecuencias religiosas van a tener un alcance universal, porque abarcan todas las doctrinas espiritualistas.
No será, evidentemente, la religión del futuro de toda la Humanidad – no tenemos ese sueño y menos esa presunción.
El propio Codificador, nos esclareció que el Espiritismo iluminaría las religiones, porque les ofrecería aquellos fundamentos que ellas aún no poseen o que, poseyéndolos, no les conviene brindar a sus inmensos rebaños.
Lentamente, la comunicabilidad de los Espíritus, la reencarnación, la pluralidad de los mundos habitados, que aún están bajo reserva en algunas doctrinas, despacio van siendo adoptadas por las diferentes denominaciones religiosas. Hoy ya no es extraño para el católico la comunicación de los santos, desde que El Observador Romano, hace algunos años, consideró esa hipótesis como siendo una realidad, con la bendición del Colegio de los Cardenales. El principio de la evolución darwiniana – hasta hace poco tenida como herética – tampoco está ausente de las preocupaciones de la Iglesia de Roma, pues el Papa Juan Pablo II la consideró una realidad legítima.
La Filosofía Espírita, trayendo a Sócrates y Platón a la actualidad, enfrenta el materialismo, conforme previó Allan Kardec, a través de la educación. Es una doctrina esencialmente de educación. Educación en su sentido más profundo, que se expande más allá de la instrucción convencional de las grandes escuelas tradicionales. La educación moral, esta sí, que tiene que ver con la transformación del individuo y se coloca como adversaria del materialismo y de la crueldad, en las palabras textuales del propio Codificador. Su propuesta sociológica es amplia, por cuanto no se vincula a partidos o principios filosóficos de doctrinas político-partidarias, porque la suya es la del Evangelio de Jesús.
De esta forma, se trata de una Doctrina muy compleja y completa, por cuanto toda su estructura se encuentra ya realizada por los Espíritus que se encargaron de la Codificación, cabiendo, al Movimiento que somos, actualizar siempre el pensamiento del Codificador en el lenguaje de las conquistas contemporáneas, sin alterar, en la forma o en el contenido, lo que se encuentra grabado en las obras fundamentales y en La Revista Espírita, de Enero de 1858 a marzo de 1869, cuando estuvo bajo la dirección del insigne maestro.
De esta manera, los diez años que el CEI está celebrando transcurren dentro de las mismas características de aquellos que distanciaron a Allan Kardec de la publicación de El Libro de los Espíritus, a través de dificultades, enfrentamientos, desafíos y males.
Cuando hoy observamos la adhesión de países diferentes en torno a la bandera «Fuera de la Caridad no hay Salvación», no tenemos cómo temer a los enemigos. Por el contrario, solamente nos es lícito comprender que el mañana será mucho más enriquecedor que el hoy.
Siendo así, nos cabe a todos en general y a cada uno, en sus vidas, hacer que la nuestra sea la palabra espírita, la nuestra, la conducta espírita y que nuestra vida refleje la excelencia de los postulados espíritas, para que todos aquellos que nos conozcan puedan aseverar que la Doctrina que esposamos es noble, es digna, es libertadora, porque ellos nos identifican en la condición de cartas vivas que somos de esta extraordinaria religión. 
Nos congratulamos con los queridos amigos del CEI, por el empeño, por los sacrificios, por el esfuerzo, por el ideal que vienen llevando adelante, intimoratos e intemeratos, teniendo la certeza de que esta es la hora.
En la noche más tenebrosa, un segundo después de su plenitud, ya significa el amanecer. La pared más resistente, cuando uno de sus elementos es frágil, se inclina, porque retirada la primera piedra, el primer ladrillo, toda su fuerza desaparece.
Todos debemos estar vinculados unos a los otros, ayudándonos, en una perfecta integración, unificados, para estar fuertes en el sentido real de la palabra, preservando los ideales y manteniendo la dignidad espírita.
Entonces diremos al Padre, autor de nuestras vidas, cuan gratos estamos, los encarnados y los desencarnados, por la concesión magnánima de Su amor, convidándonos, obreros imperfectos que reconocemos ser, para trabajar en la siembra libertadora del Evangelio de Jesucristo.
Empeñados en este compromiso, y desafiados a mantener fidelidad al ideal abrazado, ¡sigamos! El ayer son las bases. El hoy, el comienzo de la construcción. El mañana, el templo de la fraternidad universal albergando a todas las criaturas bajo un solo techo, el Amor. Un espacio general, la fraternidad más allá de los límites de cualquier otra construcción, que es la presencia de Dios en nuestros corazones.
A los compañeros queridos, integrados en el espíritu del Espiritismo, nuestra profunda gratitud.
León Denis 
Tomado de La Revue Spirite No. 53

Del trabajador igualmente incansable de la siembra de la gran luz. 
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           MENSAJE DE ESTE DIA.

                 Curaciones

...Las curaciones verdaderas son el resultado de una decisión superior de encontrarse y ubicarse, cada cual, en el contexto del equilibrio que está vigente en el universo.
No siempre será la cura, la falta de enfermedad o la ausen­cia de miedo; sin embargo, esta se caracterizará por la confianza y por la acción ennoblecida, que superarán los obstáculos, liberan­do al ser del primitivismo que en él subsiste, expresado en las imperfecciones que acarrea de las reencarnaciones desacertadas.
La cura significa liberarse del ego inferior y que el Yo profundo, espiritual, desarrolle su realidad genuina.

Joanna de Ângelis / Divaldo P. Franco - Libro Despierte y sea feliz - Editora LEAL 

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