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lunes, 24 de octubre de 2011

EL ESPIRITU REENCARNADO FRENTE AL ESTADO

Humberto Mariotti





El Ser a la luz del Espiritismo, es un Espíritu reencarnado que vive y permanece en constante transformación moral, al penetrar mediante sus existencias sucesivas en los variados períodos de la historia.
La venida de un Ser a La Tierra, representa para la concepción espírita del hombre y de la vida, una reencarnación del Espíritu, es decir que en todo nacimiento, existe un renacimiento.
Pero el Ser al reencarnar, no penetra en un medio donde su desenvolvimiento resulte una consecuencia de la propia libertad; el Ser reencarna, en una nación determinada, pero estará sujeto a las prescripciones de la Sociedad y el Estado.
 Entra en lo visible, pero se somete al sistema social en vigencia. Reencarna para que se cumplan los determinismos éticos de su propio destino, lo que genera los estados existenciales a través de los cuales deberá pasar.
 La ley de sociedad acoge al Ser, de acuerdo con las esencias morales que él ha desarrollado; se opera en su clima social situaciones por él mismo determinadas. Pero muchas veces esas situaciones no son comprendidas ni interpretadas por la Sociedad y menos por el Estado. Y esto ocurre porque el “sentido de la vida” que los fundamenta, desconoce las profundidades metafísicas del Ser.
El “mundo” de la Sociedad y el Estado es netamente materialista y considera al Ser como un complejo fisicoquímico, el cual podrá ser conformado de acuerdo con los intereses de la “ideología” sobre la cual se asienta.
Para el Estado materialista no hay en el recién nacido una entidad que regresa al mundo; el Ser es para el Estado, primero, un ente social sobre quien tiene absoluto poder y después un “alma” relacionada con Dios, si las instituciones religiosas así lo reclaman y sostienen.
De manera que el Estado está distante de un concepto preexistencial del Ser; el Espíritu reencarnado es antes una “creación”, que una reencarnación, lo que hace que el Estado y la Sociedad no vean en él, nada más que un ente en formación y no una manifestación espiritual.
Ambos organismos están asentados sobre la única realidad para ellos existente: el mundo visible, pues lo invisible y menos lo espiritual no cabe dentro de tal concepción absolutamente materialista. Y al ser el hombre una mera “composición” biológica, el Estado no espera a un Espíritu, que ya estuvo en él, sino que considera a todo nacimiento como la consecuencia del apareamiento de los sexos.


El Ser es la consecuencia de una función erótica de los seres y no una reencarnación del Espíritu.

    Mientras las esencias del Estado y la Sociedad se apoyen sobre estructuras puramente materiales, el hombre no será otra cosa que un mecanismo al servicio de los poderes temporales.


De ahí que la enseñanza que se imparte en las escuelas, sea de carácter materialista; el niño es un instrumento plástico, cuya mente podrá ser modelada, de acuerdo con los cánones doctrinarios del Estado.

     Y es en esto es donde el Espiritismo, pugna por demostrarle al mundo de la cultura, la espiritualidad humana y de toda forma de vida mediante hechos objetivos, que no puedan ser rebatidos por el concepto materialista.


Empero, estos esfuerzos por superar la objetividad del materialismo son condenados por las escuelas idealistas, sin deducir que sólo por los fenómenos mediúmnicos, es como se contendrá el avance del nihilismo contemporáneo.

   Se quiere una espiritualidad determinada y no la que surja de los hechos, y es aquí donde está el debilitamiento de la verdad espiritual, pues se olvida que frente a un Estado materialista sólo los hechos pueden obligarlo a cambiar de rumbo, en las concepciones filosóficas que sustenta acerca del hombre. El Espiritismo no está en contraposición con ninguna filosofía idealista, pero reconoce que sus principios son muy endebles como para conmover las férreas concepciones materialistas del Estado moderno.


Téngase presente que en él, ni siquiera lo cristiano, logra penetrar como corresponde; lo ético para la Sociedad es sólo una regla de conducta conveniente para el mantenimiento del orden; pero de acuerdo con el concepto materialista del Ser, lo ético es un fenómeno carente de objetividad, frente al estado de conciencia imperante.


     La fuerza reemplaza de continuamente a la razón y sobre quien recae esta contradicción moral, es sobre la Sociedad constituida por numerosas colectividades de Espíritus reencarnados. Es así como se generan los grandes contratiempos históricos, que se erigen en los principales factores, para entorpecer las formas normales y pacíficas del desarrollo de la ley de progreso. 


El Estado y la Sociedad no hallan correspondencia armónica entre sí, cuando no se reconocen esencialmente, como una sola expresión del progreso general de la humanidad. Pero cuando la filosofía de la historia llegue a considerar que Estado y Sociedad no son más que la consecuencia moral de la reencarnación de los espíritus, no quedará otra cosa, que admitir una política de paz, fraternidad y entendimiento, puesto que todo Ser, es un mundo moral en pequeño que, a la luz de la reencarnación, puede resultar la base gigantesca de nuevas y avanzadas formas del devenir moral y social.



Esto estaría indicando, que el ser que nace puede resultar el portador de una nueva orientación, en la marcha del progreso y que nada ni nadie, es pequeño e insignificante frente a los demás.

La lógica y la justicia a aplicarse en la consideración del hombre y el ciudadano deberán basarse en la más profunda comprensión espiritual. Nadie pues, es un ente moral degradado para siempre, porque en todo ser reencarnado existe la posibilidad de transformarse en un hombre de bien.
La ley de la reencarnación, lleva al Estado y a la Sociedad a reconocer que en todo Ser, existe un tiempo de transitoriedad, es decir que le permite al Espíritu abandonar su imperfecto clima moral, para penetrar en otro límpido y superior si sus esfuerzos así lo desean.
De manera que a la luz de la filosofía moral del Espiritismo, todo está llamado a transformarse en bien, ya que el mal no es más que un estado transitorio del Espíritu. Para la moral espírita el mal no es fijo ni permanente ni duradero; el mal por razones de evolución está llamado a transformarse en bien en virtud de un proceso dialéctico que ilumina la esencia espiritual del hombre y de la naturaleza.
Cuando el Estado se integre en la concepción espiritista de la vida, los hombres no serán considerados máquinas, sino Espíritus reencarnados que vuelven a penetrar en el proceso histórico, por designio de la voluntad divina, hasta alcanzar su perfeccionamiento moral.
Humberto Mariotti (1905-1982), poeta, escritor, jornalista, conferencista e intelectual espírita. Porteño. Fué presidente de Confederação Espírita Argentina de 1935/1937 Y 1963/1967. Asistió, junto a Manuel S. Porteiro, al Congreso Espírita Internacional de Barcelona (1934). Fué también vice-presidente de la Confederación Espírita Pan-Americana (Cepa) en dos gestiones.
Adaptación : Oswaldo E. Porras Dorta


 "Las dolencias son una especie de drenaje de nuestras imperfecciones; inconscientemente el espíritu quiere expulsar hacia fuera todo lo que le sea extraño a su propio psiquismo.....En realidad toda dolencia del cuerpo es un proceso de cura para el alma".              - Chico Xavier-
( ver el blog elespiritadealbacete.blogspot.com )