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domingo, 25 de enero de 2015

OBSESIONES SUTILES Y PELIGROSAS


FUERZA Y CORAJE
¿Usted se considera una persona con coraje?
¿Y, si tiene coraje, también tiene fuerza suficiente para soportar los desafíos del camino?
En muchas ocasiones de  la vida, no sabemos valorar lo que realmente necesitamos: si fuerza o coraje.
Y hay momentos  en que precisamos de las dos virtudes conjugadas.
Hay situaciones  que nos exigen mucha fuerza, más hay horas en que el coraje se hace más necesario.
E aquí algunos ejemplos:
Es preciso tener fuerza para ser firme, más es preciso coraje para ser gentil.
Es preciso tener fuerza para defenderse,  más es preciso el coraje  para no tomar represalias.
Es preciso tener fuerza para ganar una guerra, más es preciso tener coraje para  rendirse.
Es preciso tener fuerza para estar seguro, más es preciso  el coraje para admitir la duda o el error.
Es preciso tener fuerza para mantenerse en forma, más es preciso coraje para quedar en pie.
Es preciso tener fuerza para sentir el dolor de un amigo, más es preciso el coraje para sentir los propios dolores.
Es preciso tener fuerza para esconder los propios males, más es preciso coraje para demostrarlos.
Es preciso tener fuerza para  soportar  el abuso, mas es preciso coraje para hacerlo parar.
Es preciso tener fuerza para hacer todo solo, más es preciso coraje para pedir apoyo.
Es preciso fuerza para enfrentar los desafíos que la vida ofrece, más es preciso coraje para admitir las propias debilidades.
Es preciso fuerza para buscar el conocimiento, más es preciso coraje para reconocer la propia ignorancia.
Es preciso fuerza para luchar contra la deshonestidad, más es preciso coraje para resistir sus envestidas.
Es preciso fuerzas para vencer las tentaciones, y es preciso coraje para no caer en sus  trampas.
Es preciso tener fuerza para gritar contra la injusticia, más es preciso mucho coraje para ser justo.
Es preciso tener fuerza para decir la verdad, más es preciso el coraje para ser verdadero.
Es preciso fuerza para levantar la bandera de la paz, más es preciso el coraje para construirla en la propia intimidad.
Es preciso tener fuerza para hablar, más es preciso el coraje para saberse callar.
Es preciso fuerza para luchar contra la insensatez, más es preciso coraje para ser sensato.
Es preciso tener fuerza para defender los bienes materiales, más es preciso el coraje  para preservar el patrimonio moral.
Es preciso tener fuerzas para amar, más es preciso coraje para ser  amado.
Es preciso tener fuerzas para sobrevivir, más es preciso el coraje para aprender a vivir.
En fin, es preciso tener mucha fuerza  para enfrentar las batallas del día a día, más es preciso mucho coraje moral, para vencerse a sí mismo.
Fuerza y coraje: dos virtudes con las cuales podemos conquistar grandes victorias. Y la mayor de ella es la victoria sobre las propias imperfecciones.
El coraje de vencerse antes que vencer al prójimo, de disculpar antes que esperar ser disculpado y de amar a pesar de las decepciones y desencantos, revela al verdadero cristiano, al legítimo hombre de valor.
Por esa razón el coraje  es calma segura, fuente generadora de equilibrio que alimenta la vida y eleva al ser  a las altas cumbres de la gloria y de la total felicidad.

 Redacción de Momento Espirita
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"La noche, aunque aparente ser la más oscura, siempre en ella se asomará la Luz rasgando su manto y dejando visible lo que era invisible ante nuestros ojos." -Aurora-
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OBSESIONES SUTILES Y PELIGROSAS

Cuando el hombre se hace dócil a la inspiración  superior, sintoniza, con el programa que  ha de desarrollar,  recibiendo la ayuda que fluye de lo Alto y gracias a ello, logra disminuir las dificultades que son pruebas de resistencia en las luchas y desafíos para sus valores morales.

Los Buenos Espíritus no pueden cambiar el Karma de sus pupilos y devotos, porque les tornarían inoperantes, les atrasaría.  Sin embargo, cuando los ven luchar  en pruebas muy severas, interfieren, auxiliándolos a través  de fuerzas edificantes  con las cuales aumentan sus resistencias, con el fin  de que logren las metas que constituyen su victoria. Igualmente encaminan cooperadores  y amigos que se transforman en palancas  propulsoras  del progreso,  extendiéndoles manos  generosas dispuestas a contribuir a favor de su éxito.

 De la misma forma que las interferencias perniciosas encuentran resonancia en ellos, en razón de las afinidades que existen  por sus pasiones inferiores que caracteriza su estado evolutivo. Tan pronto cambien de objetivos, y aspiren a ideales  de ennoblecimiento y actúen de acuerdo con la ética del bien, se asocian a ellos  los laboriosos Mensajeros del Amor que los estimulan para que prosigan, renovando su entusiasmo, amparándolos ante las naturales desfallecimientos e inspirándoles  en la correcta elección del camino a seguir.   

Las imperfecciones permiten a los adversarios del ayer  los medios para inducir a la obsesión y problemas, ya que los Espíritus perversos e infelices siempre se sirven de las tendencias negativas de aquellos a quienes odian, para estimularlos, llevándolos de ese modo  a perturbaciones  y a penosas situaciones. Si el hombre  se apoya en los recursos de elevación, se vuelve difícil para sus malvados verdugos espirituales encontrar las brechas por las cuales infiltran sus torpes  sentimientos, en la saña de la persecución en que se complacen.

Toda obsesión es siempre el resultado  de la anuencia consciente o no de quien la sufre, por debilidad moral del espíritu encarnado,  que no le interpone defensas  o por deficiencias del comportamiento que propician  el intercambio, en razón de la preferencia psíquica  que le place al mismo mantener.

Cuando el hombre se candidata a una acción meritoria nunca debe esperar  de los otros los ejemplos de virtudes ni las lecciones de elevación continuada, más si examinar las propias disposiciones para verificar  lo que tiene, de lo que puede  disponer en nombre de Jesús para ofrecer.

Mediante este comportamiento, no verá en los otros los deberes de ser siempre Buenos y optimistas, misioneros de la renuncia y de la santificación, y si hermanos tal vez más experimentados y dedicados, con las mismas posibilidades  de errores y flaquezas, requiriendo, en silencio, apoyo y tolerancia.

El candidatearse al bien no hace bueno al individuo, y la incursión en el compromiso de la fe, a nadie renueva de inmediato.

El adquirir cincelar la moral es de un esfuerzo continuado, un largo trabajo, que merece respeto,  no solo a los que triunfan, tan bien  a los que persisten  y actúan sin descanso, aunque no consigan con prontitud los resultados felices.

En las experiencias de elevación, entre otros impedimentos que surgen, la rutina de los acontecimientos es test grave  para ser superado.

Cuando las realizaciones se presentan nuevas, hay motivaciones y entusiasmos para realizarlas. Después a medida  que se hacen repetitivas, con las mismas manifestaciones, tienden a cansar, disminuyendo el ardor de los candidatos a la laboriosidad, llevándolos a la saturación, a la desasistencia. Sucede que no se pueden innovar métodos para los mismos problemas, cada día, ni modificar el paisaje aflictivo de los necesitados diversificándoles los cuadros de dolor y de sombra. Variando en la apariencia, sus matrices causas son las mismas, que se enredan en el espíritu endeudado, aturdido o atrasado, en viaje expurgador…  En esos momentos de cansancio, surgen las tentaciones  del reposo exagerado, de la acomodación, del excesivo tiempo  mal utilizado; abriéndose campo  a la censura indebida, que medra, que alarga, en forma de maledicencia  que esparce agrura y reproche, destruyendo, como plaga infeliz, los surcos donde la esperanza siembra el amor y la ternura que deberán florecer como caridad y bendiciones.

Muchas obras del bien no resisten a este periodo, cuando las intenciones superiores ceden lugar al enfado y a la comodidad, que propician la invasión de las fuerzas destructivas y la penetración de los vigilantes adversarios de la luz…

Una forma  de obsesión peligrosa es aquella que pasa casi desapercibida y se instala lenta y firmemente en los cuadros mentales, estableciendo comportamientos equivocados con apariencia respetable.

Se suele presentar  en personas que denotan grave postura  y saben conquistar a otras por la facilidad de comunicación verbal, tornándolas afables  y gentiles, desde que no tengan sus caprichos e intereses contrariados. Dan impresiones  sociales que no corresponden  a su estado real, por cuanto adoptan comportamientos parásitos  que les acreditan a presumir de meritos  que no poseen.

Interiormente, viven bajo conflictos que disimulan  con habilidad, naciendo ahí,  esa doble actitud hacia la vida, situaciones que inducen  a la neurosis y desarticulan el equilibrio emocional, igualmente bajo el bombardeo de los arpones mentales destructivos de sus enemigos espirituales.

En ese clima psíquico, que rezuma de las experiencias de vidas pasadas, se hospeda el agresor desencarnado que insufla  mayor dosis de interferencia  por los problemas ajenos, desbordando  el egocentrismo que termina por alienarlos en cuanto cobijan y vitalizan las pasiones disolventes.

Este tipo de perturbación espiritual es la más difícil de ser erradicada, en razón de que el paciente niega su situación de enfermo, antes complaciéndose  en ella, porque el narcisismo a que se entrega, se convierte  en auto fascinación por valores que se atribuye y está lejos de poseer, anulando cualquier contribución que le es ofrecida.

Solamente la humildad, que da la dimensión de la pequeñez y flaqueza humana ante la grandiosidad de la vida, faculta una visión legitima, a través  de la cual se puede hacer una justa evaluación de recursos, recurriéndose  a la Divinidad por la oración ungida  de amor, antídoto eficaz para los disturbios obsesivos.

La oración libera la mente bichada de sus clichés perniciosos, abriéndola para la captación de las energías inspiradoras, que fomentan el entusiasmo  por el bien  y la  conquista  de la paz a través  del amor. Para que esa oración  se revista de fuerza des alienante, ella necesita combustible de la fe, sin la cual no pasa de ser palabras destituidas  de compromiso emocional entre aquel  que la dice  y a quien son dirigidas. También son necesarios el recogimiento y concentración para que se exteriorice la potencialidad por la voluntad del que anhela, dirigida con la certeza de que alcanzará el destino.


Este tipo de obseso se caracteriza por el desdén a la oración por creer que no la necesita, dudando igualmente de su eficacia o menospreciando su utilidad.

Exacerbado en sus sentimientos infelices, el obseso se auto realiza, adoptando  una actitud de falsa superioridad con la cual anestesia  los centros de la razón y se deleita en el estado en que se encuentra. A largo plazo, sin embargo, pierde el control de la voluntad,  que deja de dirigir, bajo la pertinaz imposición, volviéndose ostensivamente agresivo y deshaciendo la apariencia, que cede lugar al desequilibrio que se le instala con fuerte penetración en los mecanismos nerviosos.

En ese cuadro de obsesión constrictiva, se encuentran innumerables individuos hospedando adversarios que los vampirizan  por largo tiempo, hasta culminar la venganza con los golpes largos de las caídas en la locura, en el crimen o en el suicidio.

¿Muchas veces se preguntamos  que porque, determinados pacientes portadores de la obsesión, y que frecuentan la Casa Espirita donde se viven los postulados de Allan Kardec, y que se especializan en ese menester,  al tratar  a tales alineados, estos no se recuperan? Muchos inquieren, también, a respecto  de la razón por la que los Mentores Espirituales no liberan a los obsesos y subyugados, en nombre de la caridad.

Nunca será de mas repetirse que, en todo proceso obsesivo, la aparente víctima es el legitimo verdugo apenas transferido en el tiempo, siéndole la deuda la razón del mecanismo perturbador. Vencido por la insania del odio, aquel que fue cincelado se imanta al infractor que le torno desdichado y asume la igualmente indebida posición de cobrador o justiciero, incidiendo, por su parte, en error no menos importante. En cuanto el amor no luzca en el defraudado, ante la mudanza de comportamiento de su adversario, cierto es que el problema permanece. De igual modo, debidamente esclarecido sobre el equívoco en que permanece, el actual sayón, mediante adoctrinamiento por alguien que tenga sobre el autoridad moral y lo sensibilice, puede cambiar de actitud, decidiéndose por abandonar la pugna, lo que no exenta al incurso en la deuda de rescatarla por otro proceso de que se utilizan los códigos de la Soberana Justicia.

En la terapia de desobsesión, los cuidados para con el encarnado no pueden ser menores que los aplicados con relación al enfermo psíquico que le aflige, en desarreglo e infortunio cual se encuentra en la otra dimensión de la vida.

Debe tenerse en mente que el hecho de no ser visto siempre el perseguidor desencarnado, por los hombres, no significa que la tarea de estos, aliada a la de los Guías Espirituales, deba ser la de apartarlos, pura y simplemente. Seres vivos e inteligentes, apenas desnudados de la materia, sufren y aman, odian y luchan, esperando la ayuda que no supieran o no quisieran ofrecerse. Por tanto, el amor debe alcanzar la victima de ayer, que sufre hace más tiempo, amparándola, de modo a que despierte para no sufrir mas ni provocar sufrimiento.

Y como la función del dolor se reviste de un poder terapéutico de liberación para quien lo sabe aprovechar, justo es que el encarnado se modifique para mejor, mediante cuyo comportamiento también sensibiliza a su opositor, a su vez adquiriendo recursos de paz y títulos de trabajo para su crecimiento espiritual.

Sin embargo, hay pacientes, obsesos o no, para los cuales, gracias a su rebeldía sistemática y tozuda acomodación en las disposiciones inferiores, la mejor terapia es la permanencia de la enfermedad, ahorrándoles males mayores.

Hay paralíticos que recuperan los movimientos y marchan para desastres que podrían evitar, si lo quisiesen; portadores de micosis, llagas y pústulas, rehacen la apariencia física, curándose de las dermatosis e infectan la mente y el alma con los contagios de los actos deprimentes y viciosos; ciegos que recobran la visión y la utilizan erróneamente en la observación de los hechos; enfermos por virosis y portadores de limitaciones que se restablecen, arrojándose de inmediato, lúbricos y desesperados, en los laberintos de la insatisfacci6n, de la agresividad, causándose mayor infelicidad...

En el campo de las obsesiones, no son pocos aquellos que, una vez que se mejoran, abandonan las disposiciones de trabajo y progreso, para correr precipitados, de vuelta a los hábitos vulgares en los que antes se complacías...

Aun delante de Jesús, este fenómeno era habitual. En principio, porque conociese la procedencia de los males que afligían a los enfermos e infelices que Le buscaban, como es comprensible, el Señor no curo a todos... Y de entre los muchos curados, quedo memorable la interrogación que El dirigió al ex enfermo del mal de Hansen que le fue expresar la gratitud por el beneficio recibido. "- ¿No fueran diez los curados, por que solo este vino a agradecer?" (*)

Es común hacerse compromiso intimo de renovación y trabajo, en cuanto permanece la enfermedad, negociándose con Dios la salud que se desea por lo que se promete realizar, como si la practica de las virtudes del bien fuese útil al Padre y no un deber de todos nosotros, que nos beneficia y da felicidad.

Tan pronto pasa la agudeza del sufrimiento y el tiempo distancia la mente ex enferma del momento de la dolencia, la ilusión sustituye a la realidad; la voluptuosidad del placer enflaquece los deseos de servir y el cae en la indiferencia, cuando no sucede ocurrir males peores.

Cuanto a aquellos que frecuentan las Instituciones Espiritas, portando obsesiones y no se recuperan, merece que se tenga en mente el hecho de que la visión del medicamento no propicia la salud, si no la ingestión de el y la posterior dieta conforme convenga, al lado de otros factores que permiten el retorno del bienestar. Además, ni todos los males deben ser solucionados conforme a la óptica de quien los padece, mas de acuerdo con programas superiores que establecen lo que es mejor para la criatura. La función del Espiritismo es esencialmente la de iluminación de la conciencia con la consecuente orientación del comportamiento, armando a su aprendiz con los recursos que lo capaciten a vencerse, superando las pasiones salvajes y sublimando las tendencias inferiores mediante cuyo procedimiento se eleva.

En la terapia desobsesiva, el tributo del enfermo, tan pronto razone y entienda la asistencia que se le administra, es de vital importancia; por cuanto, serán sus pensamientos y actos los que responderán por su transformación moral para mejor, con la real disposición y posterior acción para recuperarse de los males practicados, ahora beneficiando a aquellos que le sufrieran los perjuicios y por cuya regularización los mismos se empeñan, a pesar de los métodos equivocados e ilícitos de que se sirven.

La evangelización del Espíritu desencarnado es de suma importancia mas, igualmente, la de la criatura humana que se enzarzo en la delincuencia y todavía no se recupero del delito practicado.

Con frecuencia, es más fácil de objetivarse resultados en la terapia desobsesivas con pacientes de mente obnubilada, de que con aquellos que razonan y no se disponen a la tarea de mudanza interior, de la acción dignificante, ahogados en dudas que cultivan e indisposiciones que les agradan.

En la actualidad, gran numero de pacientes portadores de alineación por obsesión, transita por gabinetes de respetables psiquiatras que les prescriben drogas adictivas de que se encharcan, viciando la voluntad, que pierde los comandos, permaneciendo abúlicos y sufriendo dependencias de demorada erradicación. Sin el control de la voluntad, que sufre la acción barbitúrico de la droga y la perniciosa interferencia de la mente perturbadora, el enfermo tiene dificultad de luchar, utilizándose de los recursos desobsesivas cuyos efectos de él l dependen.

Es claro que no censuramos este procedimiento psiquiátrico, teniendo en vista que, en determinados cuadros de la locura, la providencia es saludable, especialmente en los que presentan gran agitación, en los catatónicos, en los sicótico-maniaco-depresivos - aun cuando se encuentren bajo la inducción de adversarios desencarnados, evitándose, de esta forma, la consumación del suicidio provocado -, pero no su uso genérico.

El futuro próximo contribuirá con criterios más rigurosos y seleccionados en la aplicación de tales terapéuticas, especialmente cuando el prejuicio  científico ceda lugar al discernimiento cultural, que verá en el paciente, no apenas el soma, sino, y principalmente, el Espíritu con sus equipamientos de  periespiritu y materia...

 Trabajo realizado por Merchita
                                                                   
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LA FAMILIA EN LA DOCTRINA ESPIRITA



Según Emmanuel: De todas las instituciones sociales existentes en la Tierra, la familia es la más importante, desde el punto de vista de los alicientes morales que rigen la vida.

La constitución de una familia, es una programación que precede a la estructura física social.

Las Soberanas Leyes de la Vida establecen códigos que se manifiestan  automáticamente, conforme  a las circunstancias, obedeciendo a patrones de comportamiento que determinan los hechos en el proceso de la evolución de los individuos en particular y de la sociedad como un todo.

Los padres, por eso mismo, no son seres fortuitos que aparecen frente a la prole, sin compromisos morales y espirituales. Son los pilares de la  institución doméstica, sobre los cuales se construyen los grupos de consanguinidad y de afectividad.

La palabra familia reaviva en el hombre las sensaciones de seguridad y acogimiento, tal es la importancia  del grupo familiar que es como una estructura capaz de sustentar al hombre en las luchas de la vida.

El hogar terreno, en la visión espirita, representa oportunidad de aprendizaje y practica de las leyes divinas, proporcionando el encuentro con Espíritus amigos de otras existencias, así como  también el debido reajuste con los enemigos de existencias pasadas.

¿Cómo construir y mantener la soñada paz en el hogar? ¿Cómo superar los disgustos y desavenencias en el ámbito familiar? ¿Será posible encontrar en el hogar el soporte necesario para la superación de las aflicciones cotidianas? ¿Cómo debe ser la forma de comportarse el buen espirita dentro del nido familiar?

Es lo que vamos a tratar en esta  charla, con la finalidad de esclarecer dudas e iluminar conciencias que sufren dentro del nido familiar, desengaños, frustraciones, desequilibrio emocional, debido a no saber actuar dentro de la vida que se desarrolla en sus casas.

Si el espirita debe ser prudente, virtuoso, tolerante, humilde abnegado y caritativo, entre sus hermanos del ideal y en el seno de la Humanidad ¡Cuánto más debe serlo en la familia! Si son sagrados los deberes que se han de cumplir entre nuestros hermanos en la Humanidad, mucho más lo son los que tenemos que cumplir en la familia. Porque debemos considerar que, más allá de los vínculos que en esta existencia nos unen con los lazos indisolubles, tenemos siempre  historias pasadas, que se enlazan con la historia presente.

Los que no son espiritas atribuyen todo a la casualidad, nosotros sabemos, sin embargo, que no hay efecto sin causa, y que las contrariedades o alegrías de hoy, son la continuación de nuestras vidas pasadas. Por eso el espirita debe ver en su familia como un grupo que le fue dado en custodia, y para el cual  tiene muchos deberes que cumplir y muchos sacrificios que realizar. El esposo debe ser el apoyo y el sustentáculo de la esposa, debe amarla, respetarla, protegerla, aconsejarla, orientarla y  proporcionarle en todas las circunstancias de la vida, lo que sea necesario. También la esposa debe obediencia, amor, respeto y sinceridad al esposo, siendo este para ella siempre la primera persona a quien debe confiar sus secretos y todas sus tendencias, sin faltar jamás  al respeto y a la obediencia que debe al que Dios le dio como guía en este mundo de dolor.

El sentimiento más elevado del ser humano es el amor, que caracteriza su procedencia espiritual. Generado por el Amor, se expresa a través de ese atributo superior, que viene conquistando poco a poco en su proceso antroposocial, moral y espiritual.

Cuando en la familia se dan temperamentos opuestos, o uno de ellos tiene mal genio, pese a existir amor entre ambos, se torna difícil la unión, y no suelen estar compenetrados. Es muy difícil prescribir reglas para casos particulares.

El espirita debe tener presente, que siempre debe escudarse en su prudencia, con mucho tacto y paciencia a toda prueba. Es cuando debe estar unido con lo Alto, tener mucho amor a Dios, recordar siempre la paciencia y la abnegación del Maestro, y permanecer en contacto con su Guía Espiritual por medio de la oración y por la práctica de la indulgencia hacia los que lo atormentan.

Dios no da pruebas superiores a las fuerzas de aquel que las pide, solo permite las que pueden ser cumplidas. Si tal no sucede, no es por falta de posibilidad, sino por falta de voluntad. Las pruebas rudas, son casi siempre un indicio de fin de sufrimiento del Espíritu, cuando las acepta con el pensamiento puesto en Dios.

En la unión de los sexos, a la par de la ley divina material, común a todos los seres vivos, hay otra ley divina, inmutable como todas las leyes de Dios, exclusivamente moral: la ley de amor. Quiso Dios que los seres se uniesen no solo por los lazos de la carne, más también  por los del alma,  a fin de que el afecto mutuo de los esposos se transmitiese a los hijos, y que fuesen dos, y no uno solamente, para amarlos, cuidarlos y hacerlos progresar.

La conducta de los padres ante los hijos debe ser, como un bello modelo de todas las formas de virtud, para que el ejemplo pueda llevar un día a la comprensión o por lo menos la tolerancia a una parte de los suyos. Y no siendo así, no han de rebelarse, han de sacrificarse y si fuera necesario, recordar de que el hoy es el resultado del ayer, y que si sufren resignados obtendrán un día su recompensa.

Vemos a nuestro alrededor, incluso a veces dentro de nuestra propia familia a hermanos que sufren mucho dentro del ámbito familiar, que a pesar de sacrificarse, de ser tolerantes y abnegados, no consiguen la comprensión de los familiares, siendo maltratados psicológicamente e incluso materialmente, desprecio, burlas, desden e indiferencia es lo que reciben de aquellos a los que ama. Más esto no debemos olvidar que es recompensado por nuestro Padre, que todo tiene en sus manos, que todo lo sabe y todo lo puede.

El espirita debe sentir el mismo amor por todos sus hijos y no debe olvidar que los más necesitados de su misericordia  son los menos provistos de bondad y comprensión. Hay hijos que se llevan de la mano a todas partes, y hay otros que no basta cogerlos de la mano, hay que arrastrarlos. Nos olvidamos  de que ese  bebe, al que amamos, por el que sentimos un amor especial, el amor más grande que existe dentro de la mujer el de madre hacia su hijo, es el que ha de vencer las pruebas que luego vendrán, los desafectos que surgirán, cuando empiece a surgir en ese bebe,  a la edad de diecisiete años el enemigo del ayer, solo ese amor puede conseguir el entendimiento con aquellos que vinimos a luchar en el campo terrenal. El amor de madre, permite perdonar y dar  a cambio de nada. Una madre olvida fácilmente las ofensas de sus hijos. Por eso la familia es el mayor foco de unión para los espíritus.

 En la familia los padres son bases donde los hijos se alimentan e instruyen para poder caminar un día hacia su destino, y si en esa base reciben un trato especial eso es un gran beneficio que les ayuda ante las pruebas.

Es necesario el ejercicio de la piedad en el centro de las actividades domésticas, entre tanto, no podemos  dejar de reconocer, que en la antigüedad la mujer salvo raras excepciones, solo estaba capacitada para desarrollar su tarea en el hogar ejerciendo como esposa y madre, pero hoy en día la mujer está capacitada para ambas cosas, la tarea en el hogar y el trabajo fuera de casa, pero también es verdad, que muchas relegan las primeras a un segundo lugar, sufriendo más tarde las amargas consecuencias.

Obtienen mejores logros económicos, pero pierden los valores tan esenciales como son los de educar a un hijo, darle tu cariño, conocerle y tratar de hacerlo un hombre de bien, la vida más tarde les pasa factura, sufriendo en su propia alma la frialdad de esos hijos que están muy distantes de ellos para comprenderles.

Dios pedirá cuentas a las madres y a los padres sobre lo que hicieron con sus hijos, es fundamental pensar que no puede eludir la mujer esta responsabilidad, alegando en muchos casos, que necesitan de dinero para poder vivir, muchas ponen esa excusa, para eludirse de su tarea  en la lucha que supone y el trabajo de educar a los hijos.

Del sacrificio que en muchos casos supone  la convivencia con los hijos  rebeldes, con el esposo ingrato, con la mujer adultera, con el esposo mujeriego, son tantas las deficiencias que encontramos en los miembros de la familia, aun el mundo necesita de muchas variaciones para poder cobijar a familias bien dirigidas. Eso acontecerá cuando la tierra ascienda en su escala evolutiva, pero hoy en día lamentablemente los que la habitamos distamos mucho de saber, desarrollarnos perfectamente dentro del núcleo familiar.


Debemos tener en cuenta   que Dios a querido  que los seres estuviesen unidos no solo por los lazos de la carne, sino por los del alma, a fin de que ese afecto mutuo se transmitiese a los hijos.  En las condiciones ordinarias del matrimonio ¿Se toma  siempre en cuenta esta ley de amor?   De ningún modo, lo que se busca muchas veces  no es la satisfacción del corazón, sino la del orgullo, de la vanidad, de la ambición, en una palabra de todos los intereses materiales.

No miramos que ni la ley civil, ni las obligaciones que impone, pueden suplir la ley de amor, si esta ley no preside la unión en la pareja,  lo que se ha unido por intereses, se separa por si mismo, el juramento que se hace en el altar  resulta al final un perjurio, una formula banal. ¿Es pues superflua la ley civil? No ciertamente que no, la ley civil tiene por objeto arreglar las relaciones sociales y los intereses de la familia, según las exigencias  de la civilización, y por ello, es útil y necesaria, pero variable; debe ser previsora, porque no podemos vivir como los salvajes, es el corolario de la ley de Dios. Aquí entramos en el divorcio, que tiene el objetivo  separar legalmente a los que están separados  de hecho.

Moisés, no siendo el afecto mutuo el único objeto del matrimonio, permitió la separación pues la vio necesaria, en muchos casos, en donde la convivencia se hace insostenible. De Hecho cuando el hombre se perfeccione, y el egoísmo y el orgullo haya desaparecido de su alma , las uniones serán fundadas por la simpatía y no por  la vanidad ni la ambición, entonces no dará lugar a repudio, como sucedía  al principio de los tiempos cuando la humanidad  no estaba  pervertida.

Solo un inmenso y sincero amor reciproco podrá superar todas las dificultades en la pareja.

“No hay unión particular y fatal entre dos almas. Lo que hay es la unión de todos los espíritus, pero en grados diversos, según el orden que ocupan, es decir, según la perfección que hayan adquirido. Cuanto más perfectos, tanto más unidos.” Ítem 298 del libro de los espíritus.

 No existe una única formula  e infalible para la conquista de la felicidad en el matrimonio. Existe, sin embargo, determinadas condiciones y ciertos preceptos, dictados por la providencia y por la experiencia de los cónyuges bien sucedidos,  que si son observados podrán ofrecer a los jóvenes alguna garantía de que su matrimonio sea lo más venturoso posible.

 Son muchos los hijos que se revelan contra la forma de proceder de sus padres, encelados, y encorajados hacen de la vida en el hogar un mar de disgustos y rebeliones, después, cuando estos hijos  son padres y pasan por las mismas circunstancias, ellos entonces comprenden, y ven que no llevaban razón, que las relaciones en la familia  no son nada fácil, pues los lazos de la sangre no crean forzosamente la unión entre los espíritus.

Los espiritas no deben olvidar que si tienen hijos no los tiene por acaso. No fue por casualidad, más si obedeciendo  a un plan providencial para su bien y el de sus hijos, por lo que ellos nacieron. Quien sabe si son, enemigos y que tienen cuentas que ajustar, que Dios  los puso unos al lado de los otros, para satisfacer un pago que de otra forma no podrían hacer.

¡Quien sabe si la mujer abandonada de otra existencia, que sirvió solo apenas para satisfacer caprichos viene ahora a reclamar el apoyo, al que tiene derecho! Por eso el espirita debe tener mayor cuidado en la educación de sus hijos, y más aun, ha de velar por los hijos  que vienen cargados de imperfecciones y son causa de grandes disgustos.

El espirita que conoce todas estas cosas y muchas otras más, no puede  considerar la vida como un simple paseo, más si, como una secuencia de hechos que lo herirán hasta lo más profundo del alma, que lo aran sufrir y derramar lagrimas. Más justamente por eso debe ser fuerte, y abnegado, caritativo para con todos, y muy especialmente para con las imperfecciones de sus hijos, depósitos sagrados que el Padre le concede, para que sea su protector y guía, a fin de hacerlos avanzar por lo menos un paso, en el caso de no poder hacer más.

Todos sabemos muy bien que el Espíritu, se encarna, no nace, no crece, no envejece y no muere con respecto a la carne. Es una centella cósmica de la llama Creadora, que es Dios; por lo tanto, no renace ni es destruido. El ego espiritual desciende vibratoriamente al mundo carnal para desenvolver la ciencia y tener noción de si mismo, pasando  a existir como entidad emancipada, pero subordinado a las leyes del creador, pues, aunque sea un espíritu eterno y disponga de su libre albedrío, jamás se aísla del todo. Su auto conocimiento lo adquiere de su mundo interior que es el resultante de su contacto con el mundo exterior.

Por eso el espíritu del hombre no vive los periodos de la infancia, juventud, y vejez, tal como sucede con el cuerpo físico. Nacer, crecer, envejecer y morir son simples etapas restringidas sobre la concepción del tiempo y del espacio que media entre la cuna y la tumba. El espíritu se manifiesta temporalmente por medio de su equipo de carne, nervios y huesos, que son un instrumento de trabajo en el aprendizaje conciencial en el ambiente del planeta.

Los padres deben ayudar a sus hijos a dominar el instinto animal propio del linaje carnal y hereditario. Los hijos necesitan  de la experiencia y disciplina impuesta por sus padres, en la fase infantil, a fin  de frenar las manifestaciones instintivas que se traen de otras existencias y que comienzan  a manifestarse desde la cuna. Sin lugar a dudas, que el amor desenvuelve las sublimes cualidades del espíritu, pero es la severidad y la autoridad paterna,  exceptuada de sentimiento peligrosos, lo que realmente ayuda a los niños a dominar sus impulsos inferiores.

No es el padre quien crea el espíritu de su hijo. El cuerpo procede del cuerpo más el Espíritu no procede del Espíritu. El padre forma el cuerpo, cumpliéndole, no obstante, auxiliar el desenvolvimiento intelectual y moral del hijo, para hacerlo progresar.

La familia por tanto, puede ser un bendecido camino para  el paraíso, como generar conflictos, desafíos y luchas emotivas, que pueden terminar con la separación, y a veces, conforme dicen las noticias, en el  crimen.

Por encima del sentimiento  ególatra del que muchos padres se ven dominados hacia sus hijos, debe prevalecer el concepto de hermandad universal, porque la realidad del espíritu inmortal no debe sacrificarse a las simpatías que provoca el cuerpo carnal.

La familia humana es un conjunto de almas oriundas de la misma fuente divina, difiere apenas, en su periferia, por ser en la tierra cónyuges, hijos, padres o parientes cuya vestimenta corporal consanguínea y as central contemporiza la reunión de los afectados en el pasado, en un entrenamiento afectivo, cuya meta definitiva es la futura familia Universal.

Padres e hijos y demás miembros de la familia son un grupo de espíritus cuyo interés general es el reajuste espiritual reciproco.

A medida que el espíritu avanza toma conocimiento de la Ley de reencarnación, comprende que los preconceptos de razas y distinciones  del mundo material no dejan de ser más que peligrosas ilusiones que oscurecen la autenticidad del espíritu inmortal. Cuando comprendamos la realidad de la vida terrena nos integraremos a la familia universal y compartiremos los sufrimientos ajenos, participaremos de las mismas vicisitudes, haciendo la propia  felicidad en la alegría de servir y aliviar el dolor del prójimo.

Bajo la vestimenta carnal de nuestro pariente puede encontrarse el espíritu cruel que nos hizo desgraciados en el pasado, mientras que en otro, que nos resulta antipático, se encuentra un excelente compañero de aquellas épocas. Así, resulta bastante tonto apegarse al orgullo del linaje o a la raza, porque la indumentaria carnal del espíritu, además de ser provisoria, jamás demuestra la verdadera afinidad del corazón.

 Cuando Jesús dijo que había que abandonar a nuestro padre y a nuestra madre para seguirlo incondicionalmente, se refería a la necesidad que el hombre  tenía de librarse de los lazos consanguíneos, que en realidad es el sustentáculo de la familia humana, aislada en el seno de la humanidad. El Maestro invita a los hombres a entregarse  definitivamente a la familia universal que es eterna. 

No aconsejo el desamor ni la rebeldía entre los miembros de la misma familia, pero si expuso la necesidad de mantener los principios espirituales por sobre todas las tendencias inferiores y transitorias de la carne. El hombre debe aprender a superar el amor egocéntrico, estimulado por la sangre del linaje familiar, a fin de integrarse al Amor de cristo que es universal.

 No son los verdaderos lazos de la familia la consanguinidad y si lo son los de la simpatía y los de la comunión de ideales, los cuales prenden a los Espíritu antes, durante y después de las encarnaciones.

Hay pues dos clases de familia: la familia por los lazos espirituales y la familia por los lazos materiales. Las duraderas son las primeras que se fortifican  por la purificación y se perpetúan en el mundo de los Espíritus, a través de las varias emigraciones del alma.

Todos los establecimientos  de enseñanza propiamente en el mundo, pueden instruir, más solo el instituto de la familia puede educar. Por esa razón,  la universidad podrá hacer al ciudadano, más solamente en el hogar puede edificar el hombre.

Las escuelas instructivas en el planeta podrán renovar siempre sus métodos pedagógicos, con estos o aquellos, procesos nuevos, de conformidad con la psicología infantil, más la escuela  educativa del hogar solo posee una fuente de renovación que es el Evangelio, y un solo maestro como modelo, que es la personalidad excelsa de Cristo.

El hombre y la mujer, en el instituto conyugal, son como el cerebro y el corazón del organismo domestico.

La tarea doméstica  nunca a de ser una válvula par goces improductivos; porque  constituyen trabajo y cooperación con Dios. El hombre o la mujer que desean al mismo tiempo ser padres y gozadores de la vida terrestre, están ciegos, y terminaran sus locos esfuerzos, espiritualmente hablando, en la valla común de la inutilidad.

El hombre y la mujer surgen en el mundo con tareas específicas que se integran, con todo, en un trabajo esencial, dentro del plano de evolución universal. Hoy en día más que nunca,  la mujer guiada por la obtención de los goces materiales y el dinero para conseguirlo, abandona el hogar y deja al cuidado de sus hijos en manos ajenas, olvidando que es en la niñez donde el espíritu es más dócil y donde se le puede Adiestrar para que surja el hombre de bien, es donde los padres pueden ganarse el cariño de sus hijos para que más tarde cuando crezcan, sea en ellos el respeto y el cariño lo que los lleve  a cuidarles en la ancianidad.

Pues muchas veces los arrojos juveniles, los anhelos de gozos, llevan a los jóvenes al olvido de los padres, incidiendo en grave error, del que se arrepentirán  en su momento apropiado, especialmente cuando se tornen, también progenitores, dando lugar, a trastornos perturbadores bajo la instigación de la conciencia de culpa.

Sabemos que muchos padres no cumplen los deberes que les pertenecen, dejando a los hijos al abandono, rehusando atenderlos en sus necesidades urgentes y sufrimiento, conduciéndose livianamente y sin ningún escrúpulo. No obstante, esa conducta enferma no justifica que aquellos que los sufrieron ofrezcan la misma moneda de ingratitud y el equivalente  pan amargo de la falta de respeto, a fin de no caer por la pendiente de la locura  y de la perversidad.

El mayor mandamiento preconizado por Jesús, recomienda que el amor deba ser incesante e inevitable, coronándose del perdón de las ofensas recibidas. En el grupo familiar, ese amor debe ser más importante, conduciendo  al perdón a un grado tan elevado, que cualquier resentimiento por hechos infelices sean superados por los lazos de la comprensión de las dificultades emocionales en que los progenitores vivían, en razón  de su inmadurez moral, también de sutiles causas que eran remanente de existencias anteriores, generando antipatías y malestar, que generalmente son recíprocos.

En la exteriorización de ese sentimiento de amor, la caridad es llamada a contribuir, sustentando al ser moral  y amparando  sus aspiraciones del bien, de la belleza y de la serenidad, en el sano deseo de contribuir a favor de la felicidad general.

Hay familias desunidas que viven en un clima de permanente perturbación, en las cuales las luchas encarnizadas se disputan entre sus miembros, no excluyendo a nadie.

El campo de batalla de las reparaciones espirituales se presenta organizado, con el fin de que los que litigan comprendan la dichosa oportunidad de estar juntos para ampararse unos a los otros, disculparse en las ofensas que se lanzaron anteriormente, encontrando un nuevo rumbo emocional para la experiencia de la felicidad.

Cada espíritu renace, no en el grupo de la propia afectividad, entre corazones generosos y dignos, y si en el clan donde tiene necesidad de depurarse por medio de l paciencia, por la resignación, por el silencio y por la bondad, preparándose para el enfrentamiento con los demás grupos sociales donde debe desarrollar los objetivos superiores, de la existencia.

Además de las familias consanguíneas, que ofrecen  los equipos para los renacimientos físicos, existen también aquellas de naturaleza espiritual, cuyos vínculos son más fuertes, ligando a los individuos que la constituyen.

No obstante, frente a la necesidad de evolucionar, los espíritus retornan en los grupos que  serán más útiles para su redención que en aquellos  que les proporcionarían Más alegrías y bendiciones.

El espirita debe aprender a ejercer primero la piedad con su propia familia y a recompensar a sus padres, porque esto es bueno y agradable delante de Dios.

La lucha en familia es problema fundamental de la redención del hombre en la Tierra. ¿Cómo vamos a ser benefactores de muchas personas, si aun no aprendimos a servir a cinco o diez criaturas? Esta es una pregunta dirigida a todos los discípulos sinceros del Cristianismo.

Buen predicador y mal  servidor son dos títulos  que no se coordinan.

En lo referente al sexo, no existen justificaciones para los excesos que contrarían o inferiorizan  el sexo. El proceso sexual no es responsable por las debilidades humanas, ni orgullo como muchos ostentan. El imperativo sexual no está limitado a las funciones fisiológicas o procreativas, ni es tampoco tener sensaciones eróticas y voluptuosas, que algunos abusan hasta alucinarse. Bajo el esquema espiritual, el sexo masculino simboliza al alma que dirige; por lo tanto es más activa, mientras que el sexo femenino, indica a la entidad en sumisión, siendo de orden pasivo, en su actuación carnal. En consecuencia, a medida que  el espíritu asciende  del primitivismo de “hombre animal” hacia la diafanización del espíritu sublimado, la concepción del sexo evoluciona para el intercambio sublime de amor puro.

Hay posesión y voluptuosidad en el transitorio orgasmo genético a través  de la tracción carnal en la vida física, pero en lo íntimo de ese acto, el ser,  se adiestra en el proceso de afinidad espiritual, que atrae a los seres en la vida angélica. Solamente la elevada comprensión de que la función sexual es un recurso divino y procreador, puede aportar tranquilidad mental  y estabilidad emocional. El sexo, es el asunto más palpitante en el presente, puesto que es excitado o motivado, por la literatura, poesía, radio, televisión ilustraciones y hasta exposiciones pornográficas.

La terapéutica más indicada, para los problemas del sexo enfermizo la tenemos en el Evangelio, un medicamento ofrecido por el Maestro. Muchos hombres sabios o santificados absorbidos por su dedicación de naturaleza espiritual superior son apáticos y hasta inhibidos sexualmente, elevándose por encima de las necesidades sexuales animalizadas. Esos seres crean una segunda naturaleza, algo rara, en la que las fuerzas y energías inferiores pasan a fortalecer propósitos elevados. Debilitan el instinto, reducen la exigencia animal de la carne y alivian la situación erótica.

No debemos olvidar la recomendación bíblica de “creced y multiplicaos” en el sentido de que las criaturas humanas generen el mayor número de cuerpos carnales, a fin de solucionar a la mayor brevedad posible el problema de billones de Espíritus necesitados  de encarnar para liquidar deudas del pasado. El renacimiento físico es el camino  de la rehabilitación espiritual en contacto con el fenómeno y acontecimientos de la vida material, por cuyo motivo, cuantos más cuerpos se generen, más pronta es la redención de las almas afligidas y erráticas del Más Allá.

El calor del hogar es la alegría de la descendencia de la familia, que prolonga la configuración ancestral de los padres en el mundo físico; son dadivas inmerecidas para los espíritus negligentes, que no supieron otrora, apreciar los valores inestimables de la vida en familia.

El hombre que despreció a su compañera honrada,  o la mujer que traicionó a su compañero, solo merecen  una existencia fría y vacía de afectos, y agravados por la imantación Kármica  a otros espíritus de condición inferior, que los ayudan  a sentir la gravedad de su falta cometida en el pasado. Aquel que desprecia lo mejor recoge lo peor.

Los hijos son los huéspedes aunque  no siempre deseados, que por fuerza de los conflictos del pasado, hoy se encuentran para sustituir el odio por el amor, la venganza por la comprensión. El hogar funciona como una escuela de confraternización y ajuste de sentimientos para aquellos que han litigado en vidas anteriores.

El apóstol Pablo aconseja el ejercicio de la piedad en el centro de actividades domesticas, mientras tanto, no elude la piedad que llora sin coraje ante los enigmas aflictivos, mas aquella  que conoce las zonas neurológicas de la casa y se esfuerza por eliminarlas, aguardando la decisión divina a su tiempo.

 Conocemos numerosos hermanos que se sienten solos, espiritualmente, entre los que se les agregaron al circulo personal, a través de los lazos consanguíneos, entregándose por eso, a lamentable desanimo. Es imprescindible, con todo examinar la transitoriedad de las ligaciones corpóreas, ponderando que no existen uniones casuales en el hogar terreno. Preponderan hay, las pruebas salvadoras o regenerativas. Nadie desprecie, por tanto, ese campo sagrado de servicio por muy afligido que se sienta por la incomprensión. Constituirá una falta grave despreciarles las infinitas posibilidades de trabajo iluminativo.

Es imposible auxiliar el mundo, cuando aun no conseguimos ser útiles en una casa pequeña “la casa en que la Voluntad de Dios nos situó, a titulo precario. Antes de la gran proyección personal en la obra colectiva, el discípulo debe aprender a cooperar, a favor  de los familiares, en el día de hoy, convencido de que semejante esfuerzo representa una realización esencial.

Comencemos en la intimidad del templo doméstico a ejemplificación de los principios que poseemos, con sinceridad y firmeza, uniformizando el propio procedimiento, dentro y fuera de el. Fe espirita en el clima familiar, es fuente del Espiritismo en el campo social. Callemos todo impulso de cólera o violencia, amoldando el Evangelio de forma para restablecer la armonía en si mismo delante de otros. La humildad construye para la vida eterna.

Proporcionar a los niños los fundamentos de una educación sólida y bien orientada, sin infundirles miedo o fantasías, comenzando por darles nombres simples y naturales, evitando la pompa de nombres famosos, susceptibles de crearles embarazos futuros.

El hogar es la primera escuela. Siempre que nos sea posible convertir el santuario familiar en un dispensario de socorro a los menos felices, con la aplicación de aquello que sea menos necesario para la manutención domestica.

La Sara de Cristo no tiene fronteras. Si estamos solos con nuestra fe, en el receso del hogar, el espirita debe atender fielmente al testimonio del amor que le cabe, acordándose de que responderá en cualquier tiempo, por los principios que abraza. Las luces humanas nos sitúan siempre en el papel que debemos desempeñar.

Al menos una vez a la semana hacer el culto del evangelio en el hogar, con todos aquellos que comparten su fe, estudiando  la verdad e irradiando el bien, a través de oraciones y comentarios en torno de la experiencia diaria a la luz de los postulados espiritas. Quien cultiva el Evangelio en casa, hace de su propia casa un templo de Cristo.

Evitar el lujo superfluo en los aposentos, objetos y costumbres, imprimiendo en todo características de naturalidad, desde los hábitos más simples hasta los pormenores arquitectónicos de la propia morada. No hay verdadero clima espirita cristiano, sin la presencia de la simplicidad en nosotros.

Asumir  compromisos en la paternidad y en la maternidad constituye engrandecimiento del Espíritu, siempre que el hombre y la mujer les comprendan  el carácter divino. Los padres del mundo, admitidos a las asambleas de Jesús, precisan comprender la complejidad y la grandeza del trabajo que le asiste. Es natural que se interesen por el mundo, por los acontecimientos vulgares, todavía, es imprescindible no perder de vista  que el hogar es el mundo esencial, donde se debe atender a los designios divinos, en lo tocante a los servicios más importantes que les fueron concedidos. Los hijos son las obras preciosas que el Señor les confía a las manos, solicitándoles cooperación amorosa y eficiente.

Recibir encargos de ese tenor es alcanzar nobles títulos de grandeza. Por eso, criar a los hijos y perfeccionarlos no es servicio fácil. La mayoría de los padres  humanos viven desviados, a través de varios modos, sea en los excesos de ternura o en la demasiada exigencia, más a la luz del evangelio caminaran todos rumbo a la era nueva, comprendiendo que, si para el padre  o madre son necesarios profundos dotes de amor, al frente de esas cualidades debe brillar el divino don del equilibrio.

No solamente los padres humanos están rodeados  de obligaciones, también lo están los hijos, que necesitan vigilarse a si mismos, con singular atención.

Casi siempre la mocedad sufre de extraños olvidos. Estima crear rumbos caprichosos, desdeñando sagrados experiencias de quien le precedió, en el desdoblamiento de las realizaciones terrestres, para volver, más tarde, con desanimo, al punto de partida, cuando el sufrimiento o la madurez de los años le restauran la comprensión.

Los hijos están marcados por divinos deberes, junto a aquellos a los que fueron confiados por el Supremo Señor, en la senda humana. Es indispensable prestar obediencia a los progenitores, dentro del Espíritu de Cristo, porque semejante actitud es justa.

Si muchas veces los padres rehúsan la claridad del progreso espiritual, escogiendo el estancamiento o estacionamiento en zonas inferiores, ni aun mismo en circunstancias de ese orden seria razonable relegarlos al propio infortunio. Claro está que los hijos no deben descender al hervidero de la insensatez o del crimen por atenderle a los venenosos caprichos, más al contrario siempre  el recurso adecuado para retribuir  de los benefactores los inestimables dones que les deben.

No olvidemos de que el hijo descuidado, ocioso o perverso es el padre inconsciente del mañana y el hombre, inferior del que no fluirá la felicidad doméstica.

En lo referente a la vida conyugal tenemos las palabras de Pablo “Así también vosotros, cada uno en particular, ame a su esposa, o propia mujer como  a si mismo, y la mujer reverencie a su marido”

Las tragedias de la vida conyugal acostumbran poblar la senda común. Explicando el desequilibrio, se invoca a la incompatibilidad de los temperamentos, los desencantos de la vida íntima o las excesivas aflicciones domésticas.

El marido disputa compañías nuevas o entretenimientos perjudiciales, al paso que, en muchos casos, se abre la mente femenina al imperio de las tentaciones, entrando en falso rumbo. Semejante situación sin embargo, será siempre extraña en los hogares formados sobre las escuelas en la fe, en los círculos cristianos.

Los cónyuges, con Cristo, acogen por encima de todo, las dulces exhortaciones de la fraternidad. Es posible que los sueños alguna vez, se deshagan al toque de las pruebas salvadoras, dentro de los nidos afectivos, construidos en el árbol de la fantasía. Muchos hombres y mujeres exigen, por vasto tiempo, flores celestes sobre ásperos terrenos, reclamando de las otras actitudes y directrices  que ellos son incapaces de adoptar, y el matrimonio se les convierte en una institución detestable.

El cristiano con todo, no puede ignorar la transitoriedad de las experiencias humanas. Con Jesús es imposible destruir los divinos fundamentos de la amistad real. Debemos buscar el lado útil y santo de la tarea y que la esperanza sea la lámpara encendida en el camino.

¿Tiene la esposa un nivel inferior a  tu expectativa? Acuérdate de que ella es madre de tus hijos  y sierva de tus necesidades.  ¿Tu esposo es un ignorante y cruel? No olvides que el es el compañero que Dios te concedió…

Por ultimo hermanos, todo espirita debe tratar de tener a Jesús consigo, por eso debe dedicar una de las siete noches de la semana al Culto del Evangelio en el hogar, a fin de que Jesús pueda pernoctar en nuestra casa.

Preparemos la mesa, coloquemos agua pura, abramos el Evangelio desarrollemos el mensaje de la Fe, enlacemos a la familia y oremos. Jesús vendrá de visita.

Cuando el hogar se convierte en santuario, el crimen se recoge al museo. Cuando la familia ora, Jesús se demora en casa. Cuando los corazones se unen en la fe, el equilibrio ofrece bendiciones de consuelo y la salud derrama vino de paz para todos.

Jesús en el hogar es vida para el hogar.

No aguardemos a que el mundo nos traiga la certeza del bien invariable. Descendamos, de nuestra casa cristiana, a la luz del evangelio para el mundo atormentado.

Cuando una familia ora en casa, reunida en las suavidades del evangelio, toda la calle recibe el beneficio de la comunión con lo Alto.

Si alguien, en un edificio de apartamentos, alza los ojos al Cielo la oración de la comunión en familia, todo el edificio se beneficia, como lámpara ignorada, encendida en la ventana.

No nos apartemos de la línea direccional del evangelio entre nuestros familiares. Continuemos orando fieles, estudiemos con nuestros hijos y con aquellos que amamos las directrices del Maestro y, cuando sea posible, debatamos  los problemas que nos afligen a la luz clara del mensaje de la Buena Nueva y examinemos las dificultades que nos perturban ante la inspiración consoladora de Cristo. No demandemos la calle, en esa noche, sino para los inevitables deberes que no puedas dejar. Demorémonos en el hogar ara que el Divino Huésped hay también se pueda demorar.
Y cuando las luces se apaguen a la hora del reposo, oremos una vez más, comulgando con El, como El procura hacer, a fin de que, ligado a nosotros, podamos, en casa, una vez por semana en siete noches, tener a Jesús con nosotros.

 Amigos,  son muchos los libros que he mirado para extraer este trabajo. Podríamos estar aquí días enteros estudiando lecciones sobre la familia, para poder así saber como hemos de comportarnos en ella, porque cada familia es un mundo diferente, y la lección en cada hogar es según las circunstancias del hombre, y sus necesidades, además de su elevación, pues todos sabemos muy bien, que a mayor conocimiento es mayor la responsabilidad, ante Dios.

El Espirita en todas las situaciones de la vida, ha de portarse como buen, hijo, buen esposo, buen padre, buen hermano y buen ciudadano, así, como practicante de la ley divina, cuyo sentido practico está en la enseñanza y en el ejemplo del señor y Maestro. ; Será luz para iluminar a los que están a su alrededor. Será mensajero de paz y amor para todos y llevará la paz  de las Moradas de la luz hasta los hombres de la Tierra.

El espiritismo es eficiente, para hacernos progresar, pues su solución  definitiva es que debemos amar, amar y amar…

Si, amar a los que no nos quieren, a los que nos odian, a los que nos protegen o nos persiguen, a los que nos hacen el bien o nos desean el mal. El espirita que consiga tener  el amor  como ley y lo ponga en práctica, no estará en tinieblas. Este mandamiento, que es la ley para la convivencia humana en general, lo es más en el seno de la familia. La vida de quien lo ejerza fluirá placidamente en esta vida y después  de ella alcanzará la felicidad.

 Trabajo realizado por:
Mercedes Cruz Reyes (Merchita)

                                     
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