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martes, 27 de marzo de 2012

Inicio del espíritu humano y de su Reencarnación

Ricardo di Bernardi



   En la actualidad, podemos afirmar que la evolución humana viene desenvolviéndose desde el surgimiento de la vida en el planeta. No obstante, los seres claramente definidos  como humanos solo surgieron recientemente. El hombre es la primera especie  que desenvolvió la inteligencia a nivel suficiente  como para estudiar el mundo donde vive,  y este estudio lo coloca  como centro de las investigaciones además de ser su propio investigador. El Espíritu humano, ahora  ya no es solo un principio espiritual, sino un espíritu propiamente dicho,  capaz de aprender  cómo está constituido, como funciona su cuerpo y como la vida se transmite de generación  en generación: sobretodo es capaz de estudiar su propia evolución…

    Todos los fenómenos  de la naturaleza pueden ser explicados por las leyes naturales. Las leyes  físicas, químicas y  biológicas nos dan el mecanismo de la vida, y nos dan respuestas  sobre las minucias  del microscopio celular o sobre la magnitud del microcosmos.

    No obstante, estas mismas  leyes, que funcionan automaticamente, deberán ser regidas por una ley universal coordinadora de todas  y omnipresente a nivel del macro y del microcosmos. Esta ley omnipresente la llamamos Dios. Siendo perfecta, ha de ser inmutable, pues solo lo imperfecto sufre cambios buscando el perfeccionamiento progresivo.

    Por la regularidad y constancia de la Ley Universal,  sacamos en conclusión que no hubo un momento de la creación. Se trata de un proceso eterno. Dios irradia constantemente  y se proyecta de su Esencia Perfecta centellas divinas  o principios espirituales, que proviniendo de un ser perfecto solo podrá tener un destino:  la evolución infinita rumbo a la perfección. Jesús nos dijo: “Ninguna de las ovejas se perderá”.

     La encarnación primera, fue para nosotros, hoy seres humanos,  hace incontables millones de años, cuando las centellas divinas se sumergían en la dimensión física  uniéndose a expresiones más simples  de la organización material.

    El Espíritu <<durmió>>  en los átomos y paso el gran sueño por el reino mineral, soñó en las organizaciones vegetales, se agitó por las especies animales  para despertar al  fin   en la especie humana, rumbo a la conciencia superior  en seres futuros.

    Allan Kardec pregunto a los espíritus en la cuestión 540 del “El Libro de los Espíritus” Sobre la acción de los espíritus desencarnados en los fenómenos de la naturaleza, coloca la siguiente afirmativa: Es así que todo sirve, que todo se encadena  en la naturaleza, desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que también comenzó por ser átomo”.

    No existen por tanto seres privilegiados, o creados por la ley universal ya superiores a otros.  La distancia entre minerales, vegetales,  y animales es simplemente consecuencia del mayor o menor camino recorrido en el camino evolutivo del ser. El progreso  se hizo omnipresente  en todos los niveles de la vida,  dando oportunidad  a todos  para  un único destino,  la evolución infinita.

    La Tierra en sus fases primitivas se presentaba, en temperatura incandescente llegando seguramente  hasta los 2000 grados centígrados, al lado de descargas eléctricas colosales.

    En determinada época comenzó el enfriamiento  que continuó por millones de años. Durante ese proceso, los materiales más pesados  pasaron a ocupar la región más central de la Tierra, su núcleo,  en cuanto los menos pesados permanecen encima, formando la parte externa.

    La Tierra sufrió acentuadas modificaciones en su aspecto, por las nuevas condiciones  de movimiento (rotación y traslación), además del enfriamiento.  Las fuerzas de la atracción del Sol estabilizaron la órbita del planeta. El movimiento de rotación determinó  el achatamiento de los polos.

    El nacimiento de la Luna, hija de la Tierra, pasó a ser un ancla magnética, actuando en el equilibrio del movimiento de traslación terrestre. En todo ese proceso se admite la presencia de una fuerza mayor, o Ley,  como un impulso determinista a orientar  en el sentido de la organización creciente del orbe. Una fuerza neguentropica.
Los océanos, generados en parte por las erupciones volcánicas de rocas fundidas  y en parte colosales lluvias motivadas por la evaporación continua, se salaron por la descomposición de las sales minerales de las rocas descompuestas por las altas temperaturas.

    Las aguas calientes y después templadas formaron el caldo  adecuado al surgimiento de la vida.

   A causa de su tamaño, la Tierra ejerció fuerza gravitacional suficiente  para mantener presos los gases que quedaron girando a su alrededor y que, de otro modo,  habrían escapado para el espacio. Estos gases eran en esa época  diferentes de los encontrados hoy en la atmosfera de nuestro planeta.

    Según las evidencias científicas, la antigua atmosfera estaba compuesta de vapor de agua, hidrogeno, metano y amoniaco, las combinaciones de estos elementos  existentes en la atmosfera, estimulados por las abundantes  descargas eléctricas, generaron los primeros aminoácidos.

    Todos los seres vivos, desde el virus  y las amebas hasta los de constitución superior, están constituidos de proteínas. Las proteínas son moléculas gigantes  que son el resultado  de la combinación  de cien a tres mil aminoácidos.

    A medida que las moléculas  de aminoácidos, durante millones de años, se acumulaban en los océanos, algunas reaccionaban químicamente formando moléculas mayores y más complejas.

  A medida  que los compuestos minerales  o gases primitivos fueron obrando  internamente, pasaron a ser capaces  de asimilar una energía  o fluido llamado vital, no existente en los minerales más solamente   en las composiciones orgánicas.

  En el libro “Evolución en dos Mundos”, psicografiado por Francisco Cándido  Xavier, el autor espiritual se expresa así: “La Tierra inmenso horno atómico, estaba habilitada para recibir las simientes de la vida y, bajo el impulso de los genios  constructores  que operaban en el orbe que nacía, vemos el seno de la Tierra recubierto de mares  templados, invadido por gigantesca masa viscosa a esparcirse en el regazo del paisaje primitivo.

   De esa jalea cósmica, se vierte el principio inteligente, en sus primeras manifestaciones… Más adelante  completa: “Las monadas celestes se expresan en el mundo a través de la red  filamentosa del protoplasma de que se les derivaría la existencia organizada en el constituido globo”.

   Con las primeras células vivas, fue integrado el fluido vital en la dimensión física del planeta, pues se había formado el campo vibratorio  capaz de atraerlo.

   Los principios espirituales iniciales, expresión de la Ley Cósmica Universal, Dios, pasaron a sumergirse, a reencarnar, en la materia animada por el principio vital.

    La esencia espiritual, incluso en la fase inicial, encierra en estado latente todas las infinitas posibilidades  de un desenvolvimiento ilimitado. Si provino de un ser perfecto,  ha de ser  a su imagen y semejanza, esto es, contener latente  la perfección.

     Las limitaciones que la materia ofrece a la manifestación del principio espiritual lo fuerzan a adquirir creciente capacidad de manifestación, y esto se refleja  a su vez sobre el cuerpo material el cual recibe de vuelta el influjo energético de la centella espiritual impulsándolo a la transformación progresiva. Hay por tanto un estimulo reciproco de transformación evolutiva entre materia y espíritu.

    Los primeros seres vivos, surgidos de los minerales, se presentaban todavía cristalizados, como los virus, intercambiando poco con el medio externo. Enseguida surgen los primeros seres unicelulares realmente libres,  que prodigiosamente se multiplican en la temperatura templada de los océanos: las amebas y las bacterias primitivas. Estos seres rudimentarios  solamente revelaban un sentido: el del tacto, que dio origen  a todos los otros en función del perfeccionamiento de los organismos superiores. Los seres iniciales se movían a lo largo de las aguas, donde encontrarían el oxigeno necesario para la vida, pues en la tierra firme todavía no existía  en proporción suficiente  para su desenvolvimiento.

    Los reinos vegetal y animal parecían confundidos en las profundidades oceánicas. No existían formas definidas.
Las primeras bacterias rudimentarias pasan a labrar los minerales  en la construcción del suelo, preparando el surgimiento de los vegetales. Colonias de protozoarios  surgen de la asociación de amebas. Colonias estas que se  constituyen  en las primeras sociedades vivas.

    Las experiencias del tacto, de la absorción de partículas alimenticias, de los intercambios gaseosos con el medio (intercambio entre los seres vivos), van paulatinamente siendo registradas en los archivos del principio espiritual de los seres vivos en evolución.

    Cuando ocurre la experiencia de la muerte, la estructuración biológica se desintegra y es transformada y reintegrada en otros materiales. La experiencia individual es peculiar a cada ser, no obstante permanece en cada monada espiritual, que nuevamente retoma el escenario de la vida, atraída por sintonía  de  la naturaleza energética, en otro cuerpo recién formado. La palingenesia o reencarnación es la gran ley guardiana de la evolución. Nacer, vivir, morir, renacer, progresar siempre, este es el destino de todos los seres.

    El principio espiritual vuelve a reencarnar, cada vez más vivo por las experiencias acumuladas. La simple ameba posee, ya, todas las propiedades  biológicas fundamentales, como movimiento, respiración, digestión, secreción, sensibilidad y reproducción. Paralela  y concomitantemente posee también el psiquismo primitivo, por su componente extra físico.

    Nada se pierde, ningún acto, ninguna prueba pasa sin dejar impresión a nivel del psiquismo primitivo. Las reacciones instintivas cada vez se esfuerzan más,  pues el ser espiritual ya trae archivadas las experiencias anteriores, y pasa a dirigir reflejos automáticos de sobrevivencia. Tan pronto es asimilado un acto, la economía de la naturaleza lo deja fuera de la conciencia, porque no es necesario gastar más tiempo en aprenderlo. La cualidad asimilada es transmitida al inconsciente, el archivo más profundo del psiquismo, volviéndolo instinto. Por eso el instinto es persistente y sabio, no necesita de adiestramiento, puesto que ya se realizo: obra sin reflexión, pues es etapa ya aprendida.

    Después de numerosos siglos, surgen las algas y otros vegetales, donde el principio inteligente reintegrado a la vida física utiliza la clorofila  para absorber  no solo la energía solar  sino también el fluido vital, que se distribuye  por la organización biológica. Aparecen las algas nadadoras, de mayor movilidad y sensibilidad, expresando mayor vivencia del principio espiritual muchas veces reencarnadas. Posteriormente surgen  las algas verdes pluricelulares, inaugurando el ciclo de la reproducción asexuada. 

    Continuas metamorfosis se suceden e incontables siglos pasan en nuestra historia. La monada espiritual pasa por numerosas especies que siempre se forman en función de la necesidad de exteriorización cada vez mayor, del psiquismo siempre creciente del ser en evolución.

    El molde espiritual plasma siempre las nuevas  y adecuadas vestimentas físicas. Aparecen los primeros animales.  Las esponjas, animales muy semejantes  a los vegetales, dan testimonio de la transformación del reino vegetal  en animal. Son animales fijos, que cada vez evolucionan  más. Surgen los atropados, dromaterios  y anfiterios. Los esqueletos iniciales  externos se vuelven internos en animales superiores. La vida en el agua nos lleva a los peces que pasan a transformarse en anfibios, viviendo en el medio acuático y terrestre.

    Posteriormente, los seres optan por la vida en la tierra que les amplía las posibilidades. Aparecen entonces los reptiles  que por la dificultad del nuevo medio, diferente del acuático, pasan a arrastrarse  por la tierra. De los reptiles terrestres, cada vez más adaptados  e integrados al nuevo medio, pasando por los reptiles alados, llegamos a las aves dentadas  o a los mamíferos. Mamíferos cuadrúpedos  y después bípedos.

¿Cómo surgió la especie humana en este proceso evolutivo? Sin duda alguna  la naturaleza  no nos discriminó. Somos el resultado de un proceso evolutivo.

Extraído del libro “Reencarnación y evolución  de las especies” de Ricardo Bernardi.
 Realizado por Merchita 



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