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jueves, 9 de junio de 2016

Los Agéneres

EL ESPIR

LIBERTAD MORAL
Mercedes Cruz
Uno de los mayores objetivos del hombre es conseguir su libertad moral. Muchos son los que están presos en sus debilidades, es uno de los más debatidos conceptos, puesto que la vida cambia totalmente de rumbo, cuando descubrimos la forma de caminar sin coacción, con tranquilidad, superando las condiciones que nos son impuestas, ofreciendo un profundo y trascendental significado al valor y al sentido de la vida.
Las enseñanzas de la reencarnación elevan a la criatura, preparándola por medio del conocimiento de la verdad, al saber el hombre de donde viene y hacia dónde va pasa a vivir en libertad real, escogiendo lo que quiere hacer, como hacerlo y por qué hacerlo.
La reencarnación dice: aquel que domina hoy, mañana servirá; quien perjudica ahora, más tarde resurgirá perjudicado.
La criatura es lo que de sí misma ha hecho, compitiéndole luchar en contra de las malas condiciones para superarlas y, aprovechando las circunstancias positivas, para conquistar los peldaños de la escalinata de su progreso.
Ser libre espiritualmente y respetar la libertad de nuestro prójimo, es un deber impostergable para quienes descubrieron la verdad.
La libertad de conciencia es inviolable. No se puede hurtar. Aunque se destruya el cuerpo ella permanece incorruptible.
La libertad es como la dignidad. Nadie la substrae.
El cristianismo fue la doctrina que se propagó los derechos iguales de los hombres, y les enseñó que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre, herederos del amor pleno.
Trabajando por la libertad humana, Jesús demostró que la vida terrena tiene fines híper físicos, dando las bases para un comportamiento antiesclavista.
Los hombres se diferencian por sus conquistas morales que son permanentes, en cuanto a las posiciones sociales, económicas y políticas son transitorias, pues son bienes que constituyen una mayordomía, cuando son relevantes y de los cuales dará cuentas al Administrador Universal.
Un hombre encarcelado puede ser más libre allí, que aquel que se cree liberado para moverse por las calles.
El hombre es su conciencia y es ahí donde puede ser totalmente libre, pese a los límites que le sean impuestos...
El derecho de la libertad ajena, es una conquista intima que un día sublimará las pasiones primarias del mundo, abriendo inmensas posibilidades para la vida digna, altruista y feliz. En la actualidad, esto aún no es reconocido por los gobiernos arbitrarios y las personas caprichosas y egoístas.
Esta libertad, sin embargo, tiene sus límites, que son aquellos que corresponden a los derechos ajenos, difiriendo de los que disfrutan los animales en las praderas, en los aires y en los mares, donde la vida se presenta bajo otras condiciones.
Ella resulta de una conciencia cósmica, trabajada por el conocimiento del bien y de la vivencia del amor, como nos enseñó Jesús.
Cuando el hombre sea interiormente libre, aunque esté en situaciones física, social, política o económica ultrajantes, al haber encontrado la verdad, será feliz, pues en el país de su conciencia, el todo lo puede y todo lo realiza.

Extraído del Libro hacia las estrellas de Divaldo Pereira Franco

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PRESENTES DE AMOR

Cuando usted hubiere beneficiado a alguien, consolide su bondad con el silencio sobre la dádiva que hizo para que usted no humille a quien la recibe.


No se ponga en contra de quien hable por el simple placer de la contradicción.


Suministre una información sin despreciar a quien la pide.


Converse sin desear parecer mayor o mejor que los circunstantes.


Habitúese a evitar confrontaciones para no herir susceptibilidades de quien oye.


Tolere el apunte menos feliz de algún amigo, sin irritación y sin venganza.


Cultive la paciencia en los momentos difíciles, absteniéndose de agravar tribulaciones y problemas.


No tiente al corazón ajeno con promesas que no desee y no pueda cumplir.


Realice el bien por la alegría de servir, sin cobrar tributos de gratitud.


No exija la cooperación de los demás en tareas que usted pueda realizar por sí mismo.


Esparciendo esos presentes de amor, estará usted efectuando, en la organización cambios de la vida, sus mejores inversiones de paz y felicidad.

Andre Luiz

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LOS BUENOS ESPÍRITAS

* El Espiritismo bien comprendido, pero, sobre todo, bien sentido, conduce forzosamente a los resultados expresados anteriormente, que caracterizan al verdadero espírita como al verdadero cristiano, que son la misma cosa. El Espiritismo no creó ninguna moral nueva; facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la moral de Cristo, dando una fe sólida y esclarecida a los que dudan o vacilan.
Pero muchos de los que creen en los hechos de las manifestaciones, no comprenden ni sus consecuencias, ni su alcance moral; o, si los comprenden, no se las aplican a sí mismos. ¿A qué se debe esto? ¿A falta de precisión de la doctrina? No, porque no contiene ni alegorías ni figuras que puedan dar lugar a falsas interpretaciones; su esencia misma es la claridad y esto es lo que constituye su fuerza, porque va directo a la inteligencia. Nada tiene
de misteriosa y sus iniciados no están en posesión de ningún secreto oculto para el vulgo.
Para comprenderla, ¿es preciso una inteligencia fuera de lo común? No, porque se ven hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que inteligencias vulgares y aun de jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices más delicados con admirable precisión. Esto depende de que la parte de algún modo material de la ciencia, sólo requiere vista para observar, mientras que la parte esencial requiere cierto grado de sensibilidad que se puede llamar la madurez del sentido moral, madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado.
En algunos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al Espíritu desprenderse de las cosas de la Tierra; la niebla que los rodea les quita la vista del infinito; por esto no rompen fácilmente ni sus gustos, ni sus costumbres, ni comprenden nada mejor de lo que ellos poseen; la creencia en los Espíritus es para ellos un simple hecho, pero modifica muy poco o nada, sus tendencias instintivas; en una palabra, sólo ven un rayo de luz insuficiente para conducirles y darles una aspiración poderosa y capaz de vencer sus inclinaciones. Se apegan más a los fenómenos que a la moral, que les parece banal y monótona; piden sin cesar a los Espíritus que les inicien en nuevos misterios, sin preguntar si se han hecho dignos de entrar en los secretos del Creador. Estos son los espíritas imperfectos, de los cuales algunos se quedan en el camino o se alejan de sus hermanos en creencia,
porque retroceden ante la obligación de reformarse, o reservan sus simpatías para los que participan de sus debilidades o de sus prevenciones. Sin embargo, la aceptación del principio de la doctrina es un primer paso que les hará el segundo más fácil en otra existencia.
El que puede con razón ser calificado de verdadero y sincero espírita, está en un grado superior de adelantamiento moral; el Espíritu que domina más completamente la materia, le da una percepción más clara del porvenir; los principios de la doctrina hacen vibrar en él las fibras que permanecen mudas en los primeros; en una palabra, fue tocado en el corazón; su fe es también a toda prueba. Uno es como el músico que se conmueve con ciertos acordes, mientras que el otro sólo comprende los sonidos. Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones; mientras el uno se complace en un horizonte limitado, el otro, que comprende alguna cosa mejor, se esfuerza para librarse de él y lo consigue cuando tiene una voluntad firme.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

ALLAN KARDEC
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LOS AGENERES
Allan Kardec
REVISTA ESPIRITA, febrero de 1859
Repetimos muchas veces la teoría de las apariciones, y recordamos en nuestro último número a propósito de los fenómenos extraños que relatamos. A ellos remitimos nuestros lectores, para la inteligencia de lo que sigue a continuación.
Todo el mundo sabe que, en el número de las manifestaciones extraordinarias producidas por el Hombre, está la aparición de manos, perfectamente tangibles, que cada uno puede ver y palpar, que presionada y estrechada, después de repente, no ofrecen sino el vacío cuando las querían agarrar por sorpresa. Ahí está un hecho positivo, que se produjo en muchas circunstancias, y que numerosos testigos oculares dan fe. Por extraño y anormal que parezca, lo maravilloso cesa desde el instante en que se puede de él dar cuenta por una explicación lógica, entra, entonces, en la categoría de los fenómenos naturales, aunque de orden bien diferente de aquellos que se producen bajo nuestros ojos, y con los cuales es preciso guardarse para no confundirlos. Se pueden encontrar, en los fenómenos usuales, puntos de comparación, como aquel ciego que se daba cuenta de la claridad de la luz y de los colores por el toque de la trompeta, más no por la similitudes, es precisamente la manía de querer asimilar todo aquello que conocemos, que causa decepciones a ciertas personas; piensan poder operar sobre esos elementos nuevos como sobre el hidrógenos y el oxígeno. Ahora, ahí está el error; esos fenómenos están sometidos a condiciones que salen del circulo habitual de nuestras observaciones ̧ es preciso, antes de todo, conocerlos y con ellos conformarse, si se quiere obtener resultados. Es preciso, sobretodo, no perder de vista ese principio esencial, verdadera `piedra principal de la ciencia espirita; es que el agente de los fenómenos vulgares es una fuerza física, material, que puede ser sometida a las leyes del cálculo, al paso que en los fenómenos espiritas, ese agente es constantemente una inteligencia que tiene su propia voluntad, y que no podemos someter a nuestros caprichos.
¿En esas manos había carne, piel, huesos, uñas reales? Evidentemente, no, no eran sino una apariencia, más de tal forma que producía el efecto de realidad. Si un espíritu tiene el poder de tornar una parte cualquiera de su cuerpo etéreo visible y palpable, no hay razón que no pueda ser del mismo modo con los otros órganos. Supongamos, pues, que un espíritu extienda esa apariencia a todas las partes del cuerpo, creeríamos ver a un ser semejante a nosotros, actuando como nosotros, al paso que eso no sería sino un vapor momentáneamente solidificado. Tal es el caso del fantasma de Bayonne. La duración de esa apariencia está sometida a condiciones que nos son desconocidas; ella depende, sin duda, de la voluntad del espíritu, que puede producirlas o hacerla cesar a su voluntad, más en ciertos límites que no está siempre libre para transponer. Los espíritus, interrogados en cuanto a ese asunto, así también sobre todas las intermitencias de cualquier manifestación, siempre dijeron que actúan en virtud de un permiso superior.
Si la duración de la apariencia corporal es limitada para ciertos espíritus, podemos decir que, en principio, ella es variable, y puede persistir por un mayor o menor tiempo, que puede producirse en todo tiempo y a todas horas. Un espíritu, cuyo cuerpo fuese así visible y palpable, tendría para todos nosotros toda la apariencia de un ser humano, y podría hablar con nosotros, sentarse en nuestro hogar como una persona cualquiera, porque, para nosotros, sería uno de nuestros semejantes.
Partimos de un patente hecho, la aparición de manos tangibles, para llegar a una suposición que es la consecuencia lógica; y, sin embargo, no nos habríamos dado a entender si la historia de Bayona del niño no había sido puesto en nuestro camino, mostrando su posibilidad. Un espíritu superior, interrogado sobre ese punto, respondió que, en efecto, se pueden encontrar seres de esa naturaleza sin dudarlo; aseguro que es raro, más que eso se ve. Como para entenderse es preciso un nombre para cada cosa, la Sociedad Parisiense de estudios Espiritas los llama ageneres para indicar que su origen no es el producto de una generación. El hecho siguiente, que paso recientemente en parís, parece pertenecer a esa categoría:
Una pobre mujer estaba en la iglesia de Saint-Roch, y pedía a Dios viniera para ayudarla en su aflicción. A la salida de la iglesia en la calle Saint-Honoré, ella encontró a un señor que la abordó diciéndole: ¿“Mi brava mujer, estarías contenta por encontrar trabajo? - ¡Ah! Mi buen señor, dijo ella, pedí a Dios que me ayudase a encontrarlo, porque soy muy infeliz. -¡Pues bien! Id a tal calle, en tal número, llamáis la señora T..., ella te lo dará. Y continuó su camino. La pobre mujer se encontró, si tardar, en la dirección indicada – tengo, en efecto trabajo por hacer, dijo la dama en cuestión, más aun no llame a nadie, como es que venís a buscarlo? La pobre mujer, percibiendo un retrato colgado en la pared, dijo: - Señora, fue ese señor de allí, el que me envió. - ¿Ese señor1 repitió la dama espantada, más eso es imposible; es el retrato de mi hijo, que murió hace tres años. – No sé cómo eso ocurrió, más os aseguro que fue ese señor, que acabo de encontrar saliendo de la iglesia donde fui a pedir a Dios para que me ayudase; el me abordo, y fue muy bueno el quien me envió aquí.
En lo que acabamos de ver, no habría nada de sorprendente en que ese Espíritu, del hijo de esa dama, para prestar servicio a esa pobre mujer, de la cual había, sin duda, oído la oración, se le apareció bajo su forma corporal para indicarle la dirección de su madre. ¿En que se tornó después? Sin duda, en lo que era antes: en un Espíritu, a menos que no haya juzgado oportuno mostrarse a los otros bajo la misma apariencia, continuando su paseo. Esa mujer, así, habría encontrado un ageneres, con el cual converso. ¿Más, entonces, se diría que no se presentó a su madre? En esas circunstancias, los motivos determinantes de los espíritus nos son completamente desconocidos; ellos actúan como mejor les parece, o mejor, como dijeron, en virtud de un permiso sin el cual ellos no pueden revelar su existencia de manera material. ¿Se comprende, de resto, que su visión podría causar una emoción peligrosa a su madre, y quien sabe si no se presentó a ella, durante el sueño, o de otro modo? ¿Y, además de eso, no podría ser una forma de revelarle su existencia? Es más que probable que fue testimonio invisible de la entrevista.
El fantasma de Bayonne nos parece debe ser considerado como un agéneres, por lo menos en las circunstancias en que se manifestó, porque para la familia siempre tuvo el carácter de un espíritu, carácter que él jamás procuró disimular: era su estado permanente, y las apariencias corporales que tomó no fueron sino accidentales, al paso que el agéneres, propiamente dicho, no revela su naturaleza, y no es, a nuestros ojos, sino un hombre común; su aparición corporal puede, si es preciso, tener larga duración para poder establecer relaciones sociales con uno o con varios individuos.
Pedimos al espíritu de San Luis consentir en esclarecernos diferentes puntos, respondiendo a nuestras preguntas.
1. ¿El espíritu del fantasma de Bayonne podría mostrarse en otros lugares y a otras personas que no fueran su familia?- r. Si, sin duda.
2 ¿Eso depende de su voluntad? – R. No precisamente; el poder de los espíritus es limitado; no hacen sino lo que les es permitido hacer.
3. ¿Qué ocurriría si fuese presentado a una persona desconocida?- R. Sería tomado por una persona común. Más os diré una cosa; existen, algunas veces, en la Tierra, Espíritus que revisten esa apariencia, y que son tomados por hombres.
4. ¿Esos seres pertenecen a los espíritus inferiores o superiores? – R. Pueden pertenecer a los dos; esos son hechos raros. De ellos tiene ejemplos la Biblia.
5. raros o no, basta que sean posibles para merecer atención. ¿Qué ocurriría, tomando semejante ser por un hombre común, si se le hiciese una herida mortal? ¿Sería muerto? – R. desaparecería súbitamente, como el joven de Londres- (ver el número de diciembre de 1858, fenómenos de bi-corporidad.)
6. ¿ellos tienen pasiones? –R. Si, como los Espíritus, tienen las pasiones de espíritus según su inferioridad. Si toman un cuerpo aparente, algunas veces, es para gozar las pasiones humanas; si son elevados, es para un fin útil.
7. ¿Pueden ellos procrear? – R. Dios no lo permitiría, sería contrario a las leyes que estableció para la tierra; ellas no pueden ser eludidas.
8. ¿Si un ser, semejante se nos presentase, habría un medio de reconocerlo? – R. No, apenas por su desaparición que se hace de forma inesperada. Es el mismo hecho del transporte de muebles de un terreno al sótano, hecho que ya leísteis,
Nota. Alusión a un hecho de esa naturaleza reportado en el comienzo de la sesión.
9. ¿Cuál es la finalidad que puede llevar a ciertos espíritus a tomar ese estado corporal; es antes para el mal que para el bien? – R: frecuentemente para el mal; los buenos espíritus disponen de la inspiración; actúan sobre el alma y por el corazón. Vosotros lo sabéis, las manifestaciones físicas son producidas por espíritus inferiores, y estas son de ese número. Mientras tanto, como ya dije, los buenos Espíritus también pueden tomar esa apariencia corpórea con un fin útil; hablo de modo general.
10.¿En ese estado, pueden tornarse visibles o invisibles según su voluntad?- R. Si, una vez que pueden desaparecer cuando lo quisieran.
11. ¿Tienen un poder oculto, superior al de los hombres?- R. No tienen sino el poder que les da su posición como espíritus.
12. ¿Ellos tienen la necesidad de alimentarse? – R. No, el cuerpo no es un cuerpo real.
13. ¿Entretanto, el joven de Londres no tenía un cuerpo real, y todavía almorzó con los amigos, y les apretó la mano. ¿En que se tornó la comida ingerida? – R. ¿Antes de apretar la mano, donde estaban los dedos que la presionan? ¿Por qué no queréis comprender que la materia desaparece también? El cuerpo del joven de Londres no era una realidad, una vez que estaba en Boulogne; era, pues, una apariencia, ocurría lo mismo con el alimento que parecía ingerir.
14. ¿Teniendo a un ser semejante en casa, sería un bien o un mal? – R. Seria antes un mal; de hecho, no se pueden adquirir muchos conocimientos con esos seres. No podemos deciros mucho, esos hechos son excesivamente raros y no tienen jamás, un carácter de permanencia. Sus desapariciones corpóreas son instantáneas, como las de Bayonne, suelen ser mucho menos.
15. ¿Un espíritu familiar protector, algunas veces, toma esa forma? – R. No; no tiene el las cuerdas interiores? Las toca más fácilmente de lo que lo haría bajo la forma invisible, o si lo tomásemos como uno de nuestros semejantes.
16. Se preguntó si el conde de Saint- German no pertenecía a la categoría de los ageneres? – R. No; era un hábil mistificador.
La historia del joven de Londres, narrada en nuestro número del mes de diciembre, es un hecho de bi-corporidad, o mejor, de doble presencia, que difiere esencialmente de aquel en cuestión. El ageneres no tiene cuerpo vivo en la tierra; solamente su periespiritu toma la forma palpable. El joven de Londres estaba perfectamente vivo; mientras que su cuerpo dormía en Boulogne, su espíritu, envuelto por el periespiritu, fue a Londres, donde tomo una apariencia tangible.
Un hecho casi análogo nos es personal. Mientras estábamos pacíficamente en nuestra cama, uno de nuestros amigos nos vio varias veces en su casa, aunque bajo una apariencia no tangible, sentada a su lado y conversando con el cómo lo hacíamos habitualmente.
Ella fue, en retrospectiva, en relación a nuestras obras favoritas. Para hacer un experimento, nos ofreció un refrigerio, y he aquí nuestra respuesta: “No necesito de ellos, una vez que no es mi cuerpo el que está aquí; vosotros lo sabéis, no hay ninguna necesidad de producir una ilusión. Una circunstancia, bastante bizarra, se presentó en otra ocasión. Sea predisposición natural, sea el resultado de nuestros trabajos intelectuales, serios desde nuestra juventud, podríamos decir desde la infancia, el fondo de nuestro carácter siempre tuvo una extrema gravedad, aun mismo en edad en la que no se piensa nada más que en el placer. Esa preocupación constante nos da un encuentro muy frío, excesivamente frío; al menos es por lo que somos frecuentemente censurados; más, bajo esa falsa apariencia glacial, el espíritu siente, tal vez más vivamente, como si tuviese más expansión exterior.
Ahora, en nuestras visitas nocturnas a nuestro amigo, este quedo sorprendido por hallarnos diferentes; éramos más abiertos, más comunicativos, casi alegres. Todo respirando, entre nosotros la satisfacción y la calma del bienestar. ¿No está ahí un efecto del espíritu desligado de la materia?
Traducido al español por M. C. R

Enviado por el Blog de los espiritas.
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