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domingo, 15 de marzo de 2015

¿ Amar a la familia o comprarla ?

Cuanto peor te va todo más debes insistir

    Las lecciones de psicología profunda que nos ofrece Joanna de Ángelis nos presentan una visión más justa de la evolución psicológica del ser humano y su vinculación con las vidas olvidadas, temporalmente, pero que inciden en nuestro yo actual, condicionando y forzando una revisión de nuestra conducta a la luz de nuestra responsabilidad, inscrita en el periespíritu. El esfuerzo aplicado en la reforma íntima, proyectada hacia el futuro, debe ser independiente de los resultados que se produzcan en el plano físico, o dicho de otra forma, no vinculemos nuestras conquistas morales, eternas, a nuestra situación social, pasajera. Debemos actuar bien sin esperar reconocimiento, recompensas inmediatas, y sin desfallecer en el intento, insistiendo una y otra vez, pues cada nuevo intento nos acerca un poco más al objetivo de superación de nuestras imperfecciones. Aplicando esta reflexión a nuestras intenciones de reforma y a las terapias espíritas propuestas para la evolución positiva de la sociedad debemos comprender que lo más importante es el esfuerzo empleado en nuestro cambio personal hacia ese hombre/mujer integral propuesto por Joanna de Ángelis, sin reparar en los resultados exteriores, sin condicionar esa reforma íntima y su continuidad a una mejora de nuestras condiciones materiales y sociales, de bienestar económico y físico y de aceptación social. Esta renuncia a la interrelación directa entre el esfuerzo realizado y el objetivo deseado no debe producir una sensación de fracaso ni de angustia desmotivadora, el bien en sí mismo tiene su premio, siendo apropiado realizarlo como una contribución más a la necesaria evolución del individuo, de la sociedad y de nuestro planeta hacia su siguiente grado evolutivo. Puede ser desconcertante que a un mayor empeño en el bien la realidad inmediata nos entregue más dolor e incomprensión, pero es necesario tener en cuenta las múltiples cuestiones y condicionantes que inciden en nuestras vidas, añadiendo a todo esto las necesidades de ajuste con la aplicación de las leyes de causa y efecto (Karma) de todas las personas involucradas en los procesos evolutivos relacionados con nosotros, interdependientes unos de otros. La auténtica conquista, el verdadero triunfo está en la lucha contra nosotros mismos, contra nuestro ego que se resiste a cambiar, que lucha aferrándose a la sombra con la que convive, antagónica a la evolución. Delante de una situación difícil, de un problema irresoluble, de imposiciones insalvables, meditemos en nuestro interior acudiendo a nuestro self, a nuestro yo profundo, procurando las fuentes de inspiración divina; ¿He actuado siempre de forma correcta? ¿He hecho todo lo que estaba en mi mano? ¿He obrado siempre con nobleza y respeto hacia los demás? Habrá momentos en nuestra vida en que no encontraremos respuestas a nuestras preguntas y el dolor nos arrastrará de regreso hacia nuestra sombra, que acecha siempre. Pero si recordamos al Maestro de Nazaret, trasladando a nuestra memoria su ejemplo, nos daremos cuenta que podemos estar delante de un momento crucial en el que debamos cargar nuestra cruz y ascender el Gólgota de nuestros sentimientos, siempre solos en el momento del testimonio, inseguros en el uso de nuestros talentos, luchando por mantener nuestra condición de espírita cristiano y defender nuestro ideal con el ejemplo. Ahora, justo cuando la tormenta socaba los cimientos de nuestra fortaleza interior, cuando nuestros proyectos más queridos se tambalean amenazando ruina, cuando el dolor ha logrado derribar las compuertas que lo contenían, cuando las lágrimas humedecen nuestro caminar lento y pausado, justo entonces estaremos cumpliendo con una parte de nuestro compromiso al venir a esta tierra, amargo pero necesario. Si en esos momentos nos mantenemos firmes en la fe, si aceptamos todos los acontecimientos como parte de un aprendizaje, entonces comprenderemos la realidad del amor ilimitado y oiremos voces amigas recordándonos que todo en este mundo es pasajero y que, realmente, nunca hemos estado solos. Justo entonces, al comprenderlo, brillará nuestra luz. El trabajo es nuestro, los resultados de Dios. Por eso, cuando peor nos vaya en la vida más debemos insistir: más amor, más humildad y más aceptación.

Jesús Valle

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¿ Siempre aceptan los Espíritus su reencarnación?

Casi siempre es aceptada voluntariamente e incluso, solicitada con ansia por el Ser que se dispone para afrontar su próxima reencarnación, aunque a veces su miedo al fracaso o al sufrimiento humano de la vida que le espera, le hacen desistir casi desde su comienzo, y se acobardan ante una decisión que postergan para mas adelante.
Salvo en casos de seres en estado de sufrimiento, la vuelta a la carne siempre es mas triste y dura que el regreso después al plano espiritual.
Estos casos en los que ante la dificultad de la vida humana que tienen que afrontar, rehuyen el momento de afrontarlo, pueden explicar algunos casos de abortos espontáneos y naturales que suceden de modo imprevisto , inexplicados por la medicina, pero en los que la causa básica puede ser la renuncia a culminar su regreso al Ser reencarnante , por temor al sufrimiento o al fracaso , dificultando el proseguir adelante con su proyecto de vida humana.
Lo anterior, como hemos aclarado, vienen a ser casi casos excepcionales, porque a partir de cierto nivel evolutivo, sin embargo, es condición indispensable que la reencarnación la determine y acepte el libre albedrío del Ser inmerso en un proceso evolutivo con las experiencias en los mundos materiales como la Tierra , tal como así suele ser, llevados por un impulso interno, estudiado y decidido para mejorar o evolucionar en el plano físico.

- Jose Luis Martín -

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Los hombres honrados no temen la luz ni la oscuridad”

- Thomas Fuller -

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   ¿ AMAR A LA FAMILIA O COMPRAR A UNA FAMILIA ?

Desde niños una costumbre se instala en nosotros: arreglar los problemas comprando cosas. ¿Ya has percibido como esa situación es tan común? 
 
Empieza cuando los niños miran las publicidades de la televisión e insisten con sus padres para que les compren juguetes y dulces. 
 
A su vez, padres y madres también son llevados a creer que sus hijos serán más felices si tienen más y más cosas materiales. 
 
Es el consumismo instalándose. En vez de enfrentar esa crisis educando a los niños, frecuentemente los padres los satisfacen. 
 
Es una actitud que refuerza la creencia que se puede tener todo y que las cosas materiales son la razón de la felicidad. 
 
Muchos padres, incluso, intentan compensar las largas horas de ausencia de sus casas haciendo compras exageradas. 
 
Llenan a los hijos de objetos y, con rapidez, ellos aprenden a negociar. Se tornan cada vez más exigentes y consumistas. 
 
En la adolescencia las compras continúan: los aparatos electrónicos sustituyen los juguetes. Son los celulares, computadoras y juegos electrónicos, inmediatamente sustituidos cuando surgen los modelos nuevos. 
 
Las mesadas son más grandes y luego los hijos desaparecen de sus casas acompañados de los amigos. Están siempre trasnochando, con acceso fácil al alcohol, al tabaco y a las drogas. 
 
El siguiente paso es comprarles un automóvil nuevo, un apartamento... 
 
Surge entonces la pregunta: En las casi dos décadas que han vivido con sus padres, ¿qué aprendieron? ¿Qué ejemplos recibieron? 
 
¿Conocen de verdad a sus padres? ¿Están preparados para amar o para comprar? 
 
¿Y qué decir de los padres? ¿Realmente conocen a sus hijos? ¿Saben de sus sueños y aspiraciones? ¿Ya han escuchado sus frustraciones y problemas? 
 
Entonces, el joven alcanza la adultez. Y las situaciones infelices continúan siendo arregladas a base de las compras. 
 
Ropas, zapatos, automóviles, vinos, joyas. La ostentación encubre la infelicidad. 
 
Es falsa esa felicidad basada en tener las cosas. Ella estimula al materialismo y destruye lo más bello que tenemos: la convivencia familiar, el establecimiento de los recuerdos preciosos. 
 
Amar a la familia incluye el sustento de sus necesidades, el proveer el estudio de los hijos, garantizar la alimentación y el ocio. 
 
Sin embargo, muy distinto es sustituir la presencia del amor por un regalo - por más preciosamente envuelto que venga. 
 
Un hijo es una dádiva Divina. Una responsabilidad que incluye no solamente ofrecerle cosas materiales, sino darle también el soporte emocional, psicológico. 
 
Es necesario hablar a los hijos, conocerlos, averiguar lo que piensan, reflexionar acerca de lo que hacen. 
 
Lo mismo se aplica al matrimonio: después de algunos años de convivencia, las conversaciones, antes tan íntimas, son sustituidas por los regalos, como flores y joyas. 
 
Poco a poco la complicidad, el interés y hasta la atracción se disipan. 
 
¿Y los padres? Envejecen solos, cercados por enfermeros o personas pagadas para celar por ellos. Viejos padres aislados con sus manías y conversaciones que nadie quiere escuchar. 
 
¡Cuán felices serían con visitas y conversaciones más largas! 
 
Por todo eso, reflexiona hoy: ¿Estoy amando o comprando a mi familia?

- Redacción de Momento Espírita -
                           
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DEJAD A LOS NIÑOS VENIR A MÍ
1. Bienaventurados los que tienen puro el corazón porque ellos verán a Dios. San Mateo, cap. V, v. 8).
2. Le presentaron, entonces, niños, para que los tocase; y como sus discípulos apartaban con palabras ásperas a los que les presentaban, Jesús viendo eso se indignó y les dijo: Dejad a los
niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque el reino de los cielos es para los que se les asemejen. Os digo en verdad, que todo aquel que no recibiere el reino de los cielos como un niño, no entrará en él. Y habiéndolos abrazado, los bendijo, imponiéndoles las manos.
(San Marcos, cap. X, v. de 13 a 16).

3. La pureza de corazón es inseparable de la sencillez y de la
 humildad, excluye todo pensamiento de egoísmo y orgullo; por esto Jesús toma la infancia como emblema de esa pureza, como la tomó también por el de la humildad.
Esta comparación podría no parecer justa si se considera que el Espíritu del niño puede ser muy viejo, y que trae, naciendo otra vez a la vida corporal, las imperfecciones de que no se ha
despojado en las existencias precedentes; sólo un Espíritu que alcanzó la perfección podría darnos un modelo de la verdadera pureza. Mas es exacta desde el punto de vista de la vida
presente; porque el niño no habiendo podido aún manifestar ninguna tendencia perversa, nos ofrece la imagen de la inocencia y del candor. Tampoco Jesús dice de un modo absoluto que el
reino de Dios es para ellos, sino para aquellos que se les asemejen.

4. Puesto que el Espíritu del niño vivió ya, ¿por qué no se
 manifiesta desde el nacimiento, tal cual es? Todo es sabio en las obras de Dios. El niño tiene necesidad de cuidados delicados, que
solo la ternura de una madre le puede dar, y esa ternura aumenta con la debilidad y la ingenuidad del niño. Para una madre, su hijo es siempre un ángel, y así debía ser para cautivar su solicitud, pues,no tendría con él, el mismo desprendimiento si en vez de la gracia ingenua, encontrase bajo los rasgos infantiles, un carácter viril y las ideas de un adulto, y menos aún si conociese su pasado.
Además, sería preciso que la actividad del principio inteligente fuese proporcionada a la debilidad del cuerpo que podría resistir a una actividad muy grande del Espíritu, como se ve en los niños muy precoces. Por esto, desde que se aproxima la encarnación, el Espíritu, entrando en perturbación, pierde poco a poco la conciencia de sí mismo, y por espacio de cierto período, permanece en una especie de sueño durante el cual todas sus facultades se conservan en estado latente. Este estado transitorio es necesario para dar al Espíritu un nuevo punto de partida, y hacerlo olvidar, en su nueva existencia terrestre, las cosas que podrían estorbarle. Su pasado, sin embargo, reacciona sobre él, que renace a la vida mayor, más fuerte moral e intelectualmente, sostenido y secundado por la intuición que conserva de la experiencia adquirida.
Partiendo del nacimiento, sus ideas vuelven a tomar gradualmente impulso, a medida que se desarrollan los órganos,pudiendo decirse que durante los primeros años, el Espíritu es
verdaderamente niño, porque las ideas que forman el fondo de su carácter están aún adormecidas. Durante el tiempo en que sus instintos dormitan, es más flexible, y por lo mismo, más accesible a las impresiones que pueden modificar su naturaleza y hacerlo progresar, lo que hace más fácil la tarea impuesta a los padres.
El Espíritu reviste, pues, por un tiempo, la túnica de lainocencia, y Jesús dice la verdad cuando, a pesar de la anterioridad del alma, toma al niño por emblema de la pureza y de la simplicidad.


Tomado del "Evangelio según el espiritismo"

Allan Kardec                                                                   *********************************