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martes, 29 de julio de 2014

Comunicado mediúmnico

    
     
TRANSFORMAR VUESTROS SENTIMIENTOS


Cuando los pensamientos se agrupan y las palabras las expresan, formando cadenas de grandes dimensiones, unas te atrapan y envuelven, otras te alivian y te transportan con gran esperanza.
Así van y vienen las energías a través de las palabras y pensamientos. 
El amor es una energía que envuelve a los hombres llenos de esperanza y bienestar, una envoltura donde solo te sientes transportado con toda las bellezas que podáis ver o sentir.
Sin embargo, es todo lo contrario cuando los pensamientos son de odio, venganzas o rencores, ahí hay una transformación muy negativa en donde las palabras por muy dulces que quieras ponerlas, nunca podrán transmitir amor o bondad, solo causan daño pues las ondas o sentimientos así son dados.
Las personas con una cierta sensibilidad tienden a percibirlas sin saber muchas veces porque se sienten mal, de ahí que seáis conscientes de vuestros pensamientos y sentimientos para poder envolver a todo lo que hay a vuestro alrededor, para poder dar con el corazón sin pedir nada, es la caridad que todos ignoráis, pero es la más pura, pues el bien que se transmite es beneficioso para el ser humano.
Comenzar por  fijaros en vuestros pensamientos y ser conscientes de ellos.
Ya dijo Jesús, lo que sale por la boca del corazón viene.
Estar atentos y vigilantes para poder dar, para poder ir cambiando este mundo en donde vivís, en donde se os da la gran oportunidad de aprender y evolucionar para poder llegar a todos esos lugares en el universo, donde los pensamientos solo sean envolturas de amor, envolturas de bien estar. Esas esferas que todo hombre de bien sueña y un día logrará.
Es el momento de cambiar y ser consciente de toda evolución que os pueda ayudar, para eso debéis ir progresando con toda esa evolución que hay en vuestro interior, que lleváis guardada y no sabéis sacar para darla al mundo.
Poco a poco se irá logrando, siempre que intentéis lograr que en vuestro corazón pongáis sentimientos nobles, en vuestro pensamiento bondad y comprensión, en vuestras palabras, dulzura unida al amor; de esa forma iréis logrando la gran transformación de este planeta en donde habitáis. Podeis ir transformándolo en un lugar hermoso donde los corazones puedan sentirse en paz.
Por el bien de esta humanidad, luchar no parar ni decaer. Con todo el amor vuestros hermanos que unidos a vosotros luchamos por intentar y lograr un mundo nuevo, un mundo lleno de paz que envuelve a todo espíritu, para el bien de su evolución.
Nunca decaer, luchar y amar por el bien en el amor.
22 – 12 – 2012 
Mª Carmen
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                                LA PRUEBA DE LA POBREZA MATERIAL


Queridos amigos, hola buenos días, la pobreza en la actualidad se está haciendo presente en los hombres, la falta de trabajo dificulta que el pueda ganarse un salario para el sustento de la familia. Sin embargo hemos de tener presente que En la pobreza y en la riqueza el ser adquiere experiencias valiosas que constituyen su patrimonio de crecimiento en el rumbo Infinito, en la marcha inexorable por la búsqueda de Dios, ampliando la capacidad de servir y amar, porque nadie está libre, de que a la noche, suene la voz que le dirá: ¡Que insensato! Esta misma noche tomaran tu alma… ¿Y qué sentido tendrá todo cuanto fue almacenado, si no fue aplicado con elevación y sabiduría?
Francisco de Asís, Miguel Ángel, Vicente de Paul y tantos nobles Espíritus  que vivieron en este mundo, sabían que el trabajo, las privaciones  y el sufrimiento desarrollan las fuerzas viriles del alma, en tanto que la prosperidad las aminora. En el desprendimiento de las cosas humanas, unos encontraron la santificación  y otros el poder  que proporciona el genio.
La pobreza nos enseña a compadecernos de los males de los demás, haciéndonos conocerlos mejor; nos une a todos los que sufren; da valor a mil cosas hacia las cuales son indiferentes los dichosos. Los que no han conocido sus lecciones ignoran uno de los aspectos más conmovedores de la vida.
No envidiemos a los ricos, cuyo esplendor aparente  oculta tantas miserias morales. No olvidemos que bajo el cilicio de la pobreza se esconden las virtudes más sublimes, la abnegación y el espíritu de sacrificio.
Reflexionemos en los talentos divinos que nos bendicen en todas las esferas de la existencia y, deseando la felicidad y la victoria, a todos los amigos que se mueven, en el mundo, bajo el peso de la fortuna transitoria, con difíciles problemas  a resolver, anotemos  con imparcialidad como empleamos, día a día, los créditos del tiempo y los tesoros de la vida, para que vengamos a saber con seguridad lo que estamos haciendo realmente de nosotros.
Consideremos los talentos imperecibles que ya retenemos en la intimidad de la propia alma y recordemos  que transportamos en el corazón y en las manos los recursos inefables para extender, infinitamente, los tesoros de trabajo y las riquezas del amor.
La prosperidad es peligrosa por las tentaciones  que da, por la fascinación que ejerce sobre los Espíritus. Puede, sin embargo, ser la fuente de un gran bien cuando se dispone de ella con prudencia y mesura. Con la riqueza se puede contribuir  al progreso intelectual de los hombres, al mejoramiento de las sociedades, creando instituciones benéficas o escuelas, haciendo participar  a los desheredados de los descubrimientos de la ciencia y de las revelaciones de la belleza. Pero, sobre todo, la riqueza debe orientarse  hacia aquellos que luchan contra la necesidad, en forma de trabajo y de socorro.
Jesús cuando un hombre se le acerco para pedirle que recomendase a su hermano que dividiese la herencia con él, que era motivo de litigio entre los dos, el Maestro le respondió, interrogando. ¡Hombre! ¿Quién me designó  para juzgaros  o para hacer vuestras particiones? Y enseguida a continuación, y tras una breve reflexión, agregó: Tened cuidado de preservaros de toda avaricia, por cuanto, sea cual fuere la abundancia en la que el hombre se encuentre, su vida no depende de los bienes que posee.
Para que esa lección se tornarse inolvidable, narró entonces la parábola del rico que era dueño de tierras, quien cuidaba de ampliar la fortuna hasta el exceso, y cuando no tenía ya más donde almacenar los bienes, se propuso dormir y gozar, y disfrutar de todo lo que le pertenecía,  olvidado de que en aquella noche el Señor de la Vida tomaría su alma.
La misión inteligente del ser humano en la Tierra, es la de promover el progreso propio así como el general, y ahí reside el fin providencial de la riqueza, que estimula la creatividad con fines nobles y la dignificación espiritual, mediante la ampliación del pensamiento que se despoja de las corazas del mito para realizar obras a favor de su crecimiento emocional y moral.
Amigos , que Dios siga iluminando nuestras vidas. Merchita 

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          El Egoísmo

El egoísmo es hermano de la soberbia, y procede de las mismas causas. Es una de las más terribles manifestaciones del alma y el mayor obstáculo para los mejoramientos sociales. Sólo él neutraliza y hace estériles casi todos los esfuerzos del hombre orientados hacia el bien. Así pues, combatirlo debe constituir la preocupación constante de todos los amigos del progreso y de todos los servidores de la justicia.

El egoísmo es la persistencia de ése individualismo feroz que caracteriza al animal, como un vestigio del estado de inferioridad que hemos tenido que sufrir. El hombre es, ante todo, un ser sociable; está destinado a vivir con sus semejantes, y no puede hacer nada sin ellos. Abandonado a sí mismo, sería impotente para satisfacer sus necesidades y desarrollar sus cualidades.

Después de Dios, es a la sociedad a quien debe el hombre todos los beneficios de la existencia, todas las ventajas de la civilización. Goza de ello, pero precisamente este goce, esta participación de los frutos de la obra común le imponen el deber de cooperar en la obra misma. Una estrecha solidaridad le une a la sociedad; se debe a ella, como ella se debe a él.

Permanecer inactivo improductivo, unútil, en medio del trabajo de todos, sería un ultraje a la moral, casi un robo; sería aprovechar las labores de los demás, aceptar un préstamo que nos negásemos a restituir.

Formamos parte integrante de la sociedad, y todo lo que le atañe a ella nos atañe. Con esta comprensión del vínculo social y de la ley de solidaridad es con lo que se mide la dosis de egoísmo que existe en nosotros. El que sabe vivir con sus semejantes y para sus semejantes, nada tiene que temer de este grande mal. Posee un criterio infalible para guzgar su conducta. No hace nada sin indagar si lo que proyecta es bueno o malo para aquellos que le rodean, sin preguntarse si sus actos son nocivos o beneficiosos para la sociedad de la que es miembro. Si sólo parecen ventajosos para él y perjudiciales para los demás, sabe que, en realidad, son malos para todos, y se abstiene en absoluto de ponerlos en práctica.

La avaricia es una de las formas más repugnantes del egoísmo. Pone de manifiesto la bajeza del alma que, acaparando riquezas utilizables para bien común, no sabe siquiera aprovecharse de ellas. El avaro, en su amor al oro, en su ansia de adquirirlo, empobrece a sus semejantes y permanece él mismo indigente, pues sigue siendo pobreza esa prosperidad aparente que acumula sin provecho para nadie; una pobreza relativa, pero tan lamentable como la de los desdichados, y justo objeto de la reprobación de todos.

Ningún sentimiento elevado, nada de lo que constituye la nobleza del Ser puede germinar en el alma de un avaro. La envidia, la insaciabilidad que le atormentan lo condenan a una penosa existencia, a un porvenir mas miserable aún. Nada iguala a su desesperación cuando, más allá de la tumba, ve sus tesoros repartidos o dilapidados.*

Los que busquéis la paz del corazón, huid de ese vicio bajo y miserable. Pero no caigáis en el exceso contrario. No derrochéis nada. Sabed usar de vuestros recursos con sensatez y moderación.

El egoísmo lleva en sí su propio castigo. El egoísta no ve más que su persona en el mundo; todo lo que le es extraño, le es indiferente. Así pues, las horas de su vida están sembradas de tedio. Encuentra en todas partes el vacío, tanto en la existencia terrenal como después de la muerte, dado que, hombres o Espíritus, todos le rehúyen.

Por el contrario, el que coopera en la medida de sus fuerzas en la obra social, el que vive en comunión con sus semejantes haciéndoles aprovecharse de sus facultades y de sus bienes, como él se aprovecha de los de ellos, todo lo que hay de bueno en él, ése se siente más feliz. Tiene la
conciencia de obedecer a la ley, de ser miembro útil de la sociedad. Todo lo que se realiza en el mundo le interesa; todo lo que es grande y hermoso le conmueve y le emociona; su alma vibra al unísono con todas las almas esclarecidas y generosas, y el tedio y el desencanto no hacen presa de él.*

Nuestro papel no es, pues, el de abstenernos, sino el de combatir sin descanso por el bien y por la verdad. No es sentado o acostado como hay que contemplar el espectáculo de la vida humana, sino de pie, como un zapador, como un soldado dispuesto a participar de todas las grandes tareas, a facilitar los caminos nuevos, a fecundar el patrimonio común de la humanidad.

Aunque el egoísmo se encuentra en todas las categorías de la sociedad, este vicio es más bien propio del rico que del pobre. Con demasiada frecuencia, la prosperidad seca el corazón, en tanto que el infortunio, haciéndonos conocer el peso del dolor, nos enseña a compartir el de los demás. El rico, ¿sabe siquiera a costa de cuántos trabajos y de qué duras labores se crean las mil cosas de que se compone su lujo?

No nos sentemos jamás ante una mesa bien servida sin pensar en los que padecen hambre. Esta idea nos hará sobrios y mesurados en nuestros apetitos y en nuestros gustos. Pensemos en los millones de hombres encorvados bajo los ardores del estío o ante las duras intemperies, y que, mediante un escaso salario, extraen del suelo los productos que abastecen nuestros festines o adornan nuestras moradas. Acrodémonos de que, para alumbrar nuestros aposentos con una luz resplandeciente y para hacer brotar en los hogares la llama bienhechora, unos hombres, semejantes nuestros, capaces como nosotros, de amar y sentir, trabajan debajo de la tierra, lejos del cielo azul y del alegre sol y, con el pico en la mano, perforan durante toda su vida las entrañas del planeta. Sepamos que para adornar nuestros salones de espejos y cristales resplandecientes, para producir la multitud de objetos de que se compone nuestro bienestar, otros hombres, por millares, semejantes a condenados junto al fuego, pasan la existencia entre el calor devorador de los altos hornos y de las fundiciones privados del aire, gastados, destrozados antes de tiempo, no tendiendo como perspectiva más que una vejez sufriente y de privaciones. Sepámoslo: toda esa comodidad de que gozamos con indiferencia es mantenida a costa del suplicio de los humildes y del padecimiento de los débiles. Que este pensamiento nos penetre y nos obsesione; como una espada de fuego, desterrará el egoísmo de nuestros corazones y nos obligará a consagrar al mejoramiento de la suerte de los débiles nuestros bienes, nuestro tiempo y nuestras facultades.

Pero, gracias al conocimiento de nuestro porvenir, la idea de solidaridad acabará por prevalecer. La Ley del retorno a la carne, la necesidad de nacer en condiciones modestas constituirán un estímulo que reprimirá al egoísmo. Ante estas perspectivas, el sentimiento desmedido de la personalidad se atenuará para darnos una noción más exacta de nuestro puesto y de nuestro papel en el universo. Sabiendo que estamos unidos a todas las almas, que somos solidarios de su adelanto y de su felicidad, nos interesaremos más por su situación, por su progreso y por sus trabajos. A medida que ese sentimiento se extienda por el mundo, las instituciones y las relaciones sociales mejorarán; la fraternidad, esa palabra trivial repetida por tantas bocas, descenderá a los corazones y se convertirá en una realidad. Nos sentiremos vivir en los demás, gozaremos con sus goces y sufriremos con sus males. No habrá entonces una sola queja que quede sin eco, ni un solo dolor que quede sin consuelo. La gran familia humana, fuerte, apacible y unida, avanzará con paso más rápido hacia sus magníficos
destinos.

Léon Denis
Después de la Muerte. Capítulo 46.

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                     EL PLAN DE HOY PARA MI ESPIRITU                       
           



Me sentiré mas alegre que nunca ,no me lamentare de nada,
Hoy agradeceré a Dios la alegría y la felicidad que me regala....
Tratare de ajustarme a la vida y aceptaré al mundo como es 
y me adaptare a el... Si algo sucediera que me desagrade, 
no me mortificaré, ni me lamentaré......Agradeceré 
que halla sucedido, por que así se puso a prueba mi voluntad
de ser feliz..............
Hoy seré dueño de mis nervios, de mis pensamientos
y de mis impulsos...Por que para triunfar tengo que tener 
el dominio de mi mismo.
TRABAJARE alegremente, con entusiasmo, con amor haré
de mi trabajo una diversión, comprobare que soy capaz de trabajar con alegría.... No pensare en los fracasos, Si las personas a quienes tengo aprecio me desprecian, las ofreceré al Señor.
Seré Agradable.......Si comienzo a criticar a una persona, cambiare la critica por elogio...
todas las personas tienen sus defectos y sus virtudes,
Olvidaré los defectos y concentrare mi atención en sus virtudes.
Hoy evitare conversaciones y disgustos desagradables....
Voy a Eliminar dos plagas: LA PRISA y LA INDESICIÓN,
Hoy viviré con calma con paciencia por que la Prisa es la enemiga de una vida Feliz y triunfadora, No permitiré que la prisa me acose, ni que la impaciencia me abrume...
Hoy le haré frente a todos los problemas con decisión y valentía, y no dejare ninguno para mañana....
No tendré miedo, actuare valientemente .El futuro me pertenece...
Olvidare todo lo desagradable del pasado, Hoy tendré confianza en Dios, me ayudara y ayudara a los que luchan y trabajan...
No envidiare a los que tienen más dinero más belleza o más salud que yo...
Tratare de resolver los problemas de HOY, el futuro se resuelve por si mismo. El destino pertenece a los que luchan...
Hoy tendré un programa que realizar. Si algo se me queda sin hacer no me desesperare, lo haré mañana...
No pensare en el PASADO, No guardare RENCOR a nadie...
Practicare la Ley del Perdón...
Asumiré mis responsabilidades ,y no echaré la culpa
de mis problemas a otras personas ...
Hoy comprobare que DIOS me Ama y me Premia....
Haré un bien a alguien.......Acaso a quien?, quizás a mi mismo.....
Buscare algunas personas para hacerlo pero sin que lo descubra...
Seré cortés y generoso. Tratare de pagar al Mal con Bien.....
Y al llegar la Noche, comprobaré que Dios me premió un día de plena felicidad
Y mañana haré otro día como el de hoy......

- Mary Lis Fernandez -
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