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jueves, 26 de febrero de 2015

El Mal

AÑORANZA
De todos los dolores de la Humanidad, posiblemente la más aflictiva sea la que constituye en la separación de los afectos por el fenómeno de la muerte.
Aunque todos sabemos que la muerte es la etapa final de los que viven en la Tierra, no nos preparamos para recibirla. Es por lo que ella siempre nos sorprende, partiéndonos el corazón por la tortura moral.
Para los que acompañan a féretro hasta lo que se denomina la última morada del cuerpo, el momento debería ser de serias reflexiones.
¿Qué es lo que existe al final, más allá del túmulo? ¿Para donde van las almas que se fueron abrazados por el sueño de la muerte? ¿Cómo diluir el dolor de la separación?
Que existe vida más allá de esta existencia ya fue suficientemente comprobado.
Sea por la revelación religiosa que, desde tiempos inmemoriales se refiere al Espíritu inmortal, sea por la rama de la Ciencia médica  y psicológica  que presentaron variados estudios, concluyendo por la existencia de un mundo invisible, donde viven los que dejan el cuerpo carnal.
Jesús, el Maestro Excelso, probo más de una vez que la muerte es una ilusión de los sentidos físicos. En el Tabor, se transfiguro, frente a las miradas atónitas de Pedro, Tiago y Juan, se presentó teniendo el lado derecho e izquierdo las figuras venerables del Legislador Hebreo Moisés y la del Profeta Elías.
Ahora, ambos habían vivido entre los hebreos hacia muchos siglos. Con todo, allí se presentaron  tan vivos, que Pedro pensó erguir tiendas para que ellos habitasen, allí mismo en el Monte Tabor.
Jesús, después de Su muerte en la cruz, Se presentó a los apóstoles y a los discípulos varias veces, en ambientes cerrados y al aire libre, demostrando que proseguía vivo.
Los que mueren continúan viviendo, en el mundo que les es propio, el espiritual, que solamente no detectamos  por la grosería de nuestra visión material.
Tenemos la prueba de que prosiguen vivos, en los sueños  en que con ellos nos encontramos, cambiamos confidencias, amenizamos la añoranza.
Esas son las experiencias individuales de todos nosotros.
A pesar de todo, la añoranza se alarga con los días, tanto más fuerte cuanto más se demoran los meses y se amontonan los años.
Por eso, solamente la oración puede amenizar la larga añoranza. Cuando oramos a Dios por los que partieron, ellos  sienten nuestras vibraciones, como si fuesen abrazos de cariño y, en la misma intensidad, los retribuyen, por los hilos del pensamiento.
Un día, más tarde o más temprano, habremos de reencontrarnos en la Espiritualidad, cuando traspasemos los umbrales de la muerte.
Entonces, diremos adiós a los que permanecen para recibirnos con un ¡Hola, usted llegó!, de los que nos precedieron y nos vienen a recibir en el portal de la tumba.
 - Mercedes Cruz-
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EL MAL
Si tenemos en cuenta que en el Universo no hay más que una única fuente creadora de energía, la Fuente Divina o Dios, y que de esa fuente fluye constantemente la Energía Dios- Amor, Vida, Ley, Orden, Unión, Sentimiento, Inteligencia, Sabiduría, Armonía, Equilibrio, Fuerza,- podremos deducir y afirmar que el mal no ha salido de la Fuente Divina y, por lo tanto, no ha sido creado, no tiene entidad propia, no tiene existencia individualizada. Solo “es” y tiene existencia eterna aquello que ha salido del Seno divino, aquello que ha sido creado por el Designio Divino. El Mal no está en la esencia de Amor Divino, por tanto el mal, no  ”es”.

   Sin embargo todos diremos que el mal existe porque lo estamos viendo cada día, que el mundo está lleno de mal, que continuamente se realizan actos malos, criminales y perversos, que el mal tiene más potencia que el bien en nuestro planeta, que el mal alcanza formas muy estudiadas a través de los rituales mágicos.

   La historia humana nos enseña que el hombre se ha sentido siempre influenciado por el “mal” y algunas veces, hasta dominado por “entidades del mal”, por “fuerzas del mal”. La idea de que el mal era una entidad real condujo al hombre a darle una categoría superior, a considerarlo como una forma de la divinidad, como una entidad que tenía fuerza y poder por encima de la capacidad humana, y por ello lo deificó. En todas las culturas se crearon dioses del mal, malignos, que necesitaban sacrificios y adoraciones para aplacarlos y conseguir que su fuerza negativa  no alcanzara al hombre.

   El grado de valoración que el Ser humano ha dado al “mal” ha sido alto y continúa perdurando hasta nuestros días. Actualmente podemos ver como todas las religiones nos hablan del “castigo de Dios”, de “las penas eternas del infierno”, de “la condenación eterna”, de “la maldición divina” y de imágenes que nos muestran a Dios irritado, enfadado, castigador, cruel, despiadado, en una palabra: “malo”.

   Se ha dicho al hombre que debe ser “temeroso de Dios”, que debe tener “temor de Dios”, aunque lo suavicen al decir que es el “santo temor de Dios”. Y es que en la conciencia humana se ha formado a través de los tiempos, una imagen incorrecta de Dios, más parecida a una condición humana que a una condición divina, y por ello no se ha comprendido la realidad divina ni se ha entendido el significado de los atributos de Perfectibilidad y de Inmutabilidad, así como tampoco se ha comprendido la verdadera realidad de la Creación ni de las Leyes Divinas que la rigen y que  determinan como deben ser los diferentes componentes que configuran todo lo creado y qué caminos deben seguir. Estos desconocimientos son  los que han propiciado que la mente humana creara y formara las imágenes de las entidades malignas como el Demonio, Satanás, Lucifer y todos los demonios a los que  se les ha situado y concedido una fuerza maligna opositora a Dios, como si Dios estuviera en un plano de igualdad o nada pudiera hacer ante sus opositores.

   Aún se admite como “Libro Sagrado” que contiene la “palabra de Dios” el conjunto de libros del Antiguo Testamento que componen la primera parte de la Biblia. Se admite y se acepta al pie de la letra, todo lo que se dice en dichos libros, porque “ha sido dicho por Dios”, sin pensar ni razonar si lo que se dice que él dijo es armónico con su Esencia de Amor y coincidente con sus Leyes. Esta aceptación generalizada es la que nos tiene que hacer pensar y caer en la cuenta, de la enorme influencia y del gran arraigo que la idea del “mal” ha conseguido tener en nuestros Espíritus, ya que no es más que el concepto del “mal” que tiene predominio en nuestros pensamientos, el que nos hace admitir como correcto y “verdadero”, el hecho de que Jehová o Dios, ordene a los israelitas que aniquilen a los pueblos vecinos porque no siguen sus leyes y porque el “pueblo escogido” es el que debe tener la “tierra prometida”.

   Con la aceptación del mal como algo connatural en la Creación, se forma en el Ser humano un estado de disposición interna que le conducirá a admitir fácilmente la “división” entre Seres creados y aceptará, como si fuese una realidad eterna, la existencia de Seres buenos y malos, de ángeles “caídos” y de “Espíritus puros”, de “Espíritus del Señor” y de “Espíritus de las Tinieblas”.  Al creerlo como verdadero y elevarlo a la categoría de “auto de fe” por los dignatarios de las iglesias, les proporciona una base desde la cual nos hablarán de la existencia real del demonio y de la lucha que debe mantenerse en contra de él. Se le da tanto valor y capacidad al poder del “mal”, al demonio, que deben prepararse  verdaderos especialistas para luchar contra él, capaces de exhorcitar al demonio cuando dicen que ha tomado posesión de un cuerpo humano.

   El mal es una constante en el Ser humano desde sus primeras encarnaciones hasta la actual Era evolutiva. Nuestros Espíritus han creído y creen aún, en la identidad del mal, en la personificación del mal, en  las altas potestades del mal, en los ángeles malos.

    Si hemos dicho que el mal no ha sido creado, que no existe como tal, y por otro lado apreciamos como la mente humana lo admite como verdadero, entonces deberemos preguntarnos: ¿ qué es el mal? ,¿cómo se forma y aparece?. Para dar respuesta a estas preguntas analicemos si pudiera ser que el “demonio”, figura alegórica del Espíritu del mal, se encontrase donde quiera que haya espíritus encarnados en la materia.

    Lo primero que se desprende de esta reflexión, es que el demonio es, en efecto, una figura alegórica y no una realidad, y que el Espíritu del mal lo encontramos donde haya espíritus encarnados en la materia, y no en otro lugar. El razonar y el buscar el por qué el Espíritu del mal se encuentra solamente en donde haya espíritus encarnados en la materia, nos conducirá a dar respuesta a las preguntas anteriores y nos aclarará lo que podemos entender como “Espíritus del mal”. Esto nos será necesario para poder comprender las razones en las que se basan los Seres de Luz para programar muchas encarnaciones y determinar las pruebas concretas que deben figurar y contenerse en la encarnación.

   Será importante que entendamos con claridad qué es y qué debemos entender por Espíritu del mal, porque nos ayudará a conocer como actúa y por qué actúa de la forma como lo hace, aunque sepamos que toda la acción esté sujeta y controlada por Entidades Superiores, responsables de mantener el Orden Cósmico, que son las que determinarán el grado de influencia que pueden producir los Espíritus del mal con sus acciones y, también adónde pueden producirla y adónde no.

   El conocimiento de cómo tiene lugar el movimiento de la energía negativa por parte de las personas que se mueven en vibraciones bajas o malas, nos permitirá eliminar la confusión y la ignorancia que existe en relación al “al” como elemento de acción entre los Seres. Sabremos qué posibilidades tiene una persona que esté vinculada al Espíritu del mal, de hacer llegar a otra persona sus malos pensamientos. De ese modo podremos borrar los miedos y los temores que crea la ignorancia sobre lo que es la “magia negra”, el “mal de ojo”, el “Trabajo maligno”, o cualquier otra imagen que la mente humana haya formado sobre la acción de la energía del mal. Podremos saber cuáles son las condiciones que deben darse para que nos pueda afectar un pensamiento, un sentimiento, un deseo o una acción, que una persona puede dirigir hacia nosotros. Lo que tantas veces se oye decir: “me están haciendo mal”, “me están haciendo un trabajo”, “me han hecho vudú”, para saber en qué medida es posible que tenga lugar y nos afecte, se requiere un conocimiento lo más exacto posible de la Ley de Vibración Energética y de la Ley de Afinidad Vibratoria, ya que este conocimiento, de producirse el hecho, nos permitirá saber cómo podemos neutralizarlo o impedir que nos alcance.

   Como hemos visto anteriormente, el mal es el efecto o la consecuencia de nuestras ignorancias, de nuestras actuaciones contrarias a la Ley Divina del Amor y a la Ley de Fraternidad. Sabemos que toda ignorancia deberá ser sustituida por el conocimiento conveniente que conduzca al Ser a tener la argumentación y las razones firmes que le permitirán no incurrir de nuevo en el error,. Y sabemos que los conocimientos se adquieren por medio de las pruebas y las situaciones diversas que obligatoriamente deberemos de pasar y vivir en una nueva encarnación, que habrá sido programada básicamente para que se alcance el objetivo de separarnos del “mal”.

   Pero recordemos que las situaciones negativas aparecen y se inician con el ejercicio equivocado de la libertad del Ser. El Ser es libre de actuar si lo desea, puede moverse por el camino del mal, por el camino contrario al señalado por las Leyes Divinas.

   Cualquier actitud negativa, como puede ser la formada por los celos, la envidia o el resentimiento, es generadora de fuerzas internas capaces de originar impulsos, en aquellos Seres que no tienen el conocimiento de las Leyes  Divinas bien asimilado, que le llevarán a desear el mal a la persona que es el punto de origen de la actitud negativa. Si estas actitudes negativas producen un cierto efecto a la persona que las recibe, la persona que las emite puede sentir una sensación de poder, una sensación de estar por encima de la voluntad de sus semejantes y dar lugar a que, sintiéndose orgullosa de su poder, persista en su actuación maligna, produciendo mayores energías negativas, que reiteradamente dirigirá hacia los Seres que están en su entorno. En estas circunstancias, este Ser se habrá convertido en un Ser malo, dominado por la energía del mal que él mismo ha generado y que no le será posible escapar a su influencia y dominio, ya que esta actitud ha cerrado, por falta de afinidad vibratoria, toda posible comunicación con el Ser espiritual que es su protector y que es quien podría ayudarle a tomar el camino correcto, sino todo lo contrario, sus vibraciones le relacionan estrechamente con las entidades espirituales negativas que, por afinidad, le darán mayor fuerza a sus vibraciones bajas.

   Cuando llega el momento de desencarnar para el Ser que reiteradamente ha generado energías negativas, produciendo formaciones energéticas densas, inevitablemente arrastrará consigo todo el campo vibratorio generado por él y este campo negativo continuará aislándole de la influencia de su protector por falta de afinidad vibratoria, y lo sumirá en la densidad vibratoria baja, oscura y negativa, que será apoyada por entidades afines a dichas energías. Se habrá convertido en un Espíritu del mal.

   El Espíritu del mal sentirá satisfacción en poyar y alentar a los Espíritus encarnados que generan las vibraciones negativas de los defectos morales.

   Establecidos los lazos de afinidad entre él y el Ser encarnado que emite vibraciones parecidas a las suyas, le potenciará sus energías negativas y si persiste mucho tiempo, la afinidad vibratoria entre ambos, llegará a dominarlo por completo y a obligarlo a que se mueva y actúe en la dirección del mal, cada vez con mayor intensidad. Se habrá establecido una relación de dependencia entre el Ser espiritual malo y los Seres encarnados malos. Pero esta afinidad vibratoria no se basará en la relación de amistad o de fraternidad porque, siendo Seres de vibración negativa, no pueden emitir ni sentir vibraciones positivas. La relación será siempre de dominio, de imposición, de sojuzgamiento, de desprecio e incluso de burla, por parte del Espíritu del mal sobre el Ser encarnado, el cual pasará a ser su instrumento en el campo físico.

   Pero todo el movimiento citado, como sabemos, está controlado y registrado por las Leyes Divinas, cuyos ejecutores son los Seres espirituales guías y protectores, tanto del Ser espiritual malo como de los Seres encarnados malos.

   Aunque a los Espíritus del mal les parezca que pueden hacer lo que les plazca y pueden  ir allá donde les venga en gana, la realidad es que todos sus movimientos, todas sus acciones y todas sus emisiones de energía, están vigiladas y controladas por los Seres de Luz, con la colaboración de los guías espirituales y protectores.

  (Art. Extractado de “La Encarnación y Desencarnación del Ser espiritual”, de la Colección Ciencia Cósmica).

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    LOS TRES  ASPECTOS FUNDAMENTALES DEL ESPIRITISMO
La Doctrina espirita está formada por 3 pilares fundamentales: 
Ciencia, Filosofía Y Moral.
En el apartado de la Moral, la doctrina espírita se basa en la moral de Jesús.
- En ocasiones reencarnan espiritus superiores con el objetivo de grandes misiones y no únicamente como expiación y prueba. 
Este es el motivo de la venida de Jesus a la tierra, el de UNA GRAN MISION. 
A.C.M.
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MÉDIUMS Y MEDIUMNIDAD

El problema de la mediúmnidad es, fundamentalmente, problema del médium.
El problema del médium es, esencialmente, problema de la mente.
El problema de la mente es, por sobre todo, problema del Espíritu.
El problema del Espíritu es, principalmente, consecuencia de la moral.
Buena mediúmnidad implica una vida mediúmnica sana que, a su vez, deriva de una mente equilibrada, y ésta es consecuencia de un Espíritu metodizado, acostumbrado al ejercicio de una moral consolidada, ya sea en la vida pública y en la privada.
No existe mediúmnidad mayor ni mediúmnidad menor. Existe médium más dedicado, celoso de sus deberes, y médium irresponsable, negligente ante sus obligaciones.
No existen médiums mejores ni peores. Existen mentes ajustadas al programa de Cristo y mentes asaltadas por el torbellino de las sensaciones de la carne.
No existen mensajes más profundos ni mensajes superficiales. Existen Espíritus más profundos y Espíritus más triviales que se dedican a cuestiones más elevadas de la verdadera vida o que se pierden en pequeñeces de la vida diaria, lejos del respeto y de la dignidad.
No conocemos médiums auténticos ni médiums inauténticos. Estamos acostumbrados a ver conducta noble y conducta innoble; vida moral tortuosa y vida moral pura.
Por tales razones el problema de la mediúmnidad es, igualmente, problema del carácter.
El médium es, en todo lugar y en todos los tiempos, alguien que cumple un mandato, paga deudas y crece interiormente, adquiriendo bendiciones de la misericordia divina.
Es inútil querer ser intérprete de exposiciones vibrantes, viviendo desajustadamente una vida plena de perturbaciones emocionales.
De poca valía es la manifestación brillante, ornada con bellas palabras, cuando no se es lo suficientemente fuerte para transformar el mundo íntimo del instrumento.
¿Conservará su aroma el perfume exhalado por un vaso enlodado? De la misma manera, ¿quién se anima a beber agua, por más pura que ésta sea, si el vaso que la contiene es sucio y emana mal olor?
Por igual motivo, ¿cuál es el hombre que se atreva a tomar el cieno con la esperanza de hallar algo de valor dentro del lodo miasmático?
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El médium que es portavoz de Espíritus brillantes, con nombres y títulos que impresionan a primera vista, pero que no vive el programa establecido por las leyes morales, es semejante a esos vaso ordinarios rotulados de valiosos y portadores de perfumes exquisitos. Ninguno de ellos es utilizado.
Por tal razón decimos que el problema de la mediúmnidad es, fundamentalmente, problema del médium.
La mediúmnidad es una facultad. El médium es un instrumento.
La mediúmnidad es un ministerio. El médium es un servidor.
Sin el instrumento bueno y útil, no hay ministerio elevado y digno.
Sin sufrimiento es imposible la mediúmnidad. El médium debe ser siempre consciente de su responsabilidad, disponiendo su corazón y su alma, su Espíritu y su cuerpo, su conducta y su pensamiento para colaborar eficientemente en la transmisión fiel del mensaje de que es portador.
El agua sin filtrar, es siempre una amenaza para la salud de quien la bebe. El agua sin hervir es siempre susceptible de ser foco de innumerables bacterias.
El médium que no haya alcanzado el hervor a través del sufrimiento, es propenso a conducir enfermedades en las comunicaciones que transmite. Médium que no pasó por el filtro del testimonio, es casi siempre alguien que puede transmitir terribles males a quienes beben en su fuente.
En Jesús tenemos el ejemplo: Médium de Dios. En Él tenemos el ejemplo de la vida. Llevado a la angustia y a los testimonios, permaneció fiel. Quien aspire a los servicios de la mediúmnidad debe aspirar a los sufrimientos del Señor.
Antes del deseo de brindar comunicaciones, es preciso guardar en lo íntimo el ansia de equilibrar la propia alma. Antes de ser vehículo de Espíritus desencarnados, muéstrese intermediario feliz de sí mismo. De lo contrario estará expuesto a repetir errores, sustituyendo personas y conservando los mismos defectos. Varían los médiums y continúan las causas deplorables de las comunicaciones insulsas, defectuosas, cuyos resultados, poco útiles, son frutos estériles.
Mejórese el médium, y tendremos la mediúmnidad provechosa y nítida. Perfecciónese el Espíritu y tendremos comunicaciones más lúcidas. Elévese la moral y tendremos intercambio más identificado con la verdad.
Sirva el médium a los objetivos sagrados de su mandato y tendremos médiums seguros. A ellos los conocemos por seguros e inseguros, conforme a la clasificación del eminente codificador Allan Kardec.
Por tanto, tengamos cuidado. El gran escollo de la mediúmnidad es el médium. El gran problema del médium es su moral.
De ahí la razón del Maestro al aseverar claramente: Se conoce al cristiano por sus obras.

Página psicografiado por el médium Divaldo Pereira

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