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jueves, 19 de diciembre de 2013

MISIÓN DEL HOMBRE INTELIGENTE EN LA TIERRA


3. No os sintáis orgullosos por lo que sabéis, porque ese saber tiene límites muy estrechos en el mundo que habitáis. Pero aun suponiendo que seáis uno de esos personajes inteligentes de ese globo, no tenéis por esto ningún derecho de envaneceros. Si Dios, en sus designios, os ha hecho nacer en un medio donde pudisteis desarrollar vuestra inteligencia, es que quiere que hagáis uso de ella para el bien de todos; porque es una misión que os da, poniendo en vuestras manos el instrumento con cuya ayuda podéis desarrollar, a vuestra vez, las inteligencias atrasadas y conducirlas a Dios. La naturaleza del instrumento, ¿acaso no indica el uso que debe hacerse de él? La azada que el jardinero pone en las manos de su operario, ¿no le muestra que debe cavar? ¿Y qué diríais si ese operario, en vez de trabajar, levantara la azada para golpear a su patrón? Diríais que es horrible y que merece ser expulsado. ¡Pues bien! ¿No sucede lo mismo con aquél que se sirve de su inteligencia para destruir la idea de Dios y de la Providencia entre sus hermanos? ¿No levanta también la azada contra su señor que se la dio para laborar el terreno? ¿Tiene derecho al salario prometido, o por el contrario, no merece se expulsado del jardín? Y lo será, no dudéis de ello, y arrastrará existencias miserables y llenas de humillaciones hasta que se incline ante Aquél a quien todo se lo debe.

La inteligencia es rica en méritos para el futuro, pero con la condición de ser bien empleada; si todos los hombres dotados, se sirviesen de ella según los designios de Dios, la tarea de los Espíritus sería fácil para hacer avanzar a la Humanidad; infelizmente, muchos hacen de ella un instrumento de orgullo y de perdición para sí mismos. El hombre abusa de la inteligencia como de todas las otras facultades, y, sin embargo, no le faltan lecciones que le adviertan que una mano poderosa pueda quitarle aquello que ella misma le dio. (FERDINANDO, Espíritu protector, Bordeaux 1862).

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 LO MARAVILLOSO Y LO SOBRENATURAL

7. Si la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones fuese una concepción aislada, producto de un sistema, podría con alguna apariencia de razón ser sospechosa de ilusión; pero que se nos diga ¿por qué se la encuentra tan viva entre todos los pueblos antiguos y modernos, y en los libros santos de todas las religions conocidas? Esto es, dicen algunos críticos, porque en todo tiempo el hombre ha amado lo maravilloso. – ¿Qué es, pues, lo maravilloso según vosotros? – Lo que es sobrenatural. – ¿Qué entendéis por sobrenatural? – Lo que es contrario a las leyes de la Naturaleza. – ¿Acaso conocéis estas leyes con tanta perfección que os sea posible marcar un límite a la potencia de Dios? ¡Pues bien! Probad entonces que la existencia de los Espíritus y sus manifestaciones son contrarias a las leyes de la Naturaleza; que esto no es y no puede ser una de estas leyes. Seguid la Doctrina Espírita y ved si se eslabona con todos los caracteres de una admirable ley que resuelve todo lo que las leyes filosóficas no han podido resolver hasta este día. El pensamiento es uno de los atributos del Espíritu; la posibilidad de obrar sobre la materia, de hacer impresión sobre nuestros sentidos y como consecuencia de transmitir su pensamiento, resulta, si podemos expresarnos así, de su constitución fisiológica; luego no hay en este hecho nada de sobrenatural, nada de maravilloso. Que un hombre muerto y bien muerto, resucite corporalmente, que sus miembros dispersos se reúnan para volver a formar su cuerpo, he aquí lo maravilloso, lo sobrenatural, lo fantástico; eso sería una verdadera derogación que Dios no puede cumplir sino por un milagro, pero no hay nada de esto en la Doctrina Espírita.

8. Sin embargo, se dirá, admitís que un Espíritu puede levantar una mesa y mantenerla en el espacio sin punto de apoyo; ¿acaso no es esto una derogación de la ley de gravedad? – De la\ ley conocida, sí, ¿pero la Naturaleza ha dicho su última palabra? Antes que se hubiese conocido la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera dicho que una pesada máquina llevando muchos hombres, pudiera triunfar a la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo ¿no debería parecer maravilloso, diabólico? El que hubiera propuesto, hace un siglo, transmitir un despacho a 500 leguas, y recibir la contestación en algunos minutos, hubiera pasado por un loco; si lo hubiese hecho, se hubiera creído que tenía el diablo a sus órdenes, porque entonces sólo el diablo era\ capaz de ir tan aprisa. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido, no tendría la propiedad en circunstancias dadas, de contrabalancear el efecto de la gravedad, como el hidrógeno contrabalancea el peso del globo aerostático? Hacemos esta observación de paso, que es una comparación, mas no una asimilación, y únicamente para demostrar, por analogía que el hecho no es físicamente imposible. Pero fue precisamente cuando los sabios, en la observación de estas especies de fenómenos, quisieron proceder por vía de asimilación que se engañaron. Por lo demás el hecho existe; todas las denegaciones no podrán hacer que no sea, porque negar no es probar; para nosotros no hay nada de sobrenatural; es todo lo que podemos decir por el momento.

9. Si el hecho está constatado, se dirá, nosotros lo aceptamos, aceptamos aún la causa que acabáis de señalar, la de un fluido desconocido; pero, ¿qué prueba la intervención de los Espíritus? En esto está lo maravilloso, lo sobrenatural. Sería menester aquí una demostración que no estaría en su sitio y tendría por otra parte doble colocación, porque resalta de todas las otras partes de la enseñanza. Si embargo, para resumirla en pocas palabras, diremos que está fundada, en teoría, sobre este principio: todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente; en la práctica: sobre la observación que los fenómenos llamados espiritistas, habiendo dado pruebas de inteligencia, debían tener su causa fuera de la materia; que esta inteligencia no siendo la de los asistentes – esto es resultado de la experiencia – debía estar fuera de ellos; puesto que no se veía el ser en acción,debía ser un ser invisible. Desde entonces fue, que de la observación se llegó a reconocer que este ser invisible, al cual se ha dado el nombre de Espíritu, no es otro que el alma de aquellos\ que han vivido corporalmente, y que la muerte ha despojado de su grosera envoltura visible, no dejándoles más que una envoltura etérea, invisible en su estado normal. He aquí pues, lo maravilloso y lo sobrenatural reducidos a su más simple expresión. Una vez acreditada la existencia de seres invisibles, su acción sobre la materia resulta de la naturaleza de su envoltura fluídica; esta acción es inteligente, porque muriendo, ellos no han perdido más que su cuerpo, pero han conservado la inteligencia que es su esencia; ahí está la llave de todos estos fenómenos reputados sin razón sobrenaturales. La existencia de los Espíritus no es pues un sistema preconcebido, una hipótesis imaginada para explicar los hechos; es un resultado de observaciones y la consecuencia natural de la existencia del alma; negar esta causa es negar el alma y sus atributos. Aquellos que crean poder dar, de estos efectos inteligentes, una solución más racional, pudiendo sobre todo dar razón de todos los hechos, que tengan la bondad de hacerlo y entonces se podrá discutir el mérito de cada uno.

10. A los ojos de estos que miran la materia como la sola potencia de la Naturaleza, todo lo que puede ser explicado por las leyes de la materia es maravilloso o sobrenatural; y para ellos, maravilloso es sinónimo de superstición. Bajo este título la religión, fundada sobre la existencia de un principio inmaterial, sería un tejido de supersticiones; no se atreven a decirlo en voz alta, pero lo dicen bajito, y creen salvar las apariencias concediendo que es necesaria una religión para el pueblo, y para hacer que los niños sean sabios; luego, de dos cosas una, o el principio religioso es verdadero o es falso; si es verdadero, lo es para todo el mundo; mi falso, tan malo es para los ignorantes como para las gentes ilustradas.

El Libro de los médiums
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       Aprender del sufrimiento
El sufrimiento es la gran escuela del aprendizaje humano. Hay verdad en la frase atribuida a Hegel: «el ser humano no aprende nada de la historia, pero aprende todo del sufrimiento». Prefiero la formulación de san Agustín en sus Confesiones: «el ser humano aprende del sufrimiento, pero mucho mas del amor».
El amor fati (el amor a la realidad pura y dura) de los antiguos y retomado por Freud se impone en los días actuales en que la humanidad se ve asolada por una gran crisis de sentido subyacente la crisis económico-financiera . 
Debemos reaprender a amar de forma desinteresada e incondicional a la Tierra, a todos los seres, especialmente a los humanos, a los que sufren, respetarlos en su diferencia y en sus limitaciones. El amor es una fuerza cósmica que «mueve el cielo y las estrellas» al decir de Dante. Sólo quien ama, transforma y crea.
Los grandes se reúnen, están confusos y no saben exactamente  qué hacer. Es que aman más el dinero que la vida. Si hubiese amor, aprobarían lo que se está proponiendo: una «Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad», base para un «Nuevo Orden Global y Multilateral» que contemple a toda la humanidad, incluida la Tierra. 
Pero no. Perplejos, prefieren repetir fundamentalmente las fórmulas que no resultaron. Entre tanto cabría preguntar: ¿qué capacidad tienen 20 gobiernos para decidir en nombre de 172? ¿Dónde están los títulos de su legitimidad? ¿Simplemente que son los más fuertes?
De todo esto veo que se pueden sacar algunas lecciones útiles para las próximas crisis que se están anunciando.
La primera es que los gobernantes, por encima de sus diferencias, pueden unirse ante un peligro global. Aunque sus soluciones no representen una salida sostenible de la crisis, el hecho de que estén juntos es significativo, pues dentro de poco nos enfrentaremos a una crisis mucho peor: la de la insostenibilidad de la Tierra y de los efectos perversos del calentamiento global. Este traerá consigo la crisis del agua y de la inseguridad alimentaria de millones y millones de personas. Tal situación forzará una unión de los pueblos y de los gobiernos, mayor que esta del G-20 en Londres, si quieren sobrevivir. Si grande será el peligro, mayor será la posibilidad de salvación, decía un poeta alemán. La solución solamente vendrá de una política mundial asentada en la cooperación, en la solidaridad, en la responsabilidad global y en el cuidado de la Tierra viva.
La segunda lección es que no podemos prolongar más elfundamentalismo del mercado, el pensamiento único que arrogantemente anunciaba que no había alternativas al orden vigente, como si la historia hubiera sido congelada a su favor y hubiese destruido el principio-esperanza . No podemos confiar más en la mera razón funcional, desvinculada de la razón sensible y cordial, base del mundo de las excelencias y de los valores infinitos (Milton Santos, nuestro gran geógrafo) como el amor, la cooperación, el respeto, la justicia y otros. Esta vez, o elaboramos una alternativa, es decir, un nuevo paradigma civilizatorio, con otro modo de producción, respetuoso de los ritmos de la naturaleza y un nuevo patrón de consumo solidario y frugal o tendremos que aceptar el riesgo de desaparición de nuestra especie y de un grave daño a la biosfera. La Tierra puede continuar sin nosotros. Nosotros no podemos vivir sin la Tierra.
La tercera lección es constatar que la economía, como eje estructurador de toda la vida social, se vuelve hostil a la vida y al desarrollo integral de los pueblos. Debe ser reconducida a su verdadera naturaleza, la de garantizar la base material para la vida y para la sociedad.
Vivimos tiempos de grandes decisiones que representan rupturas instauradoras de lo nuevo. Bien notaba Keynes: «la dificultad no estriba tanto en formular de nuevas ideas como en sacudirnos las viejas». Las viejas se desmoralizaron. Sólo nos queda confiar en las nuevas. En ellas está un futuro mejor.
 Leonardo Boff