Entradas populares

viernes, 20 de julio de 2012

DIOS Y EL HOMBRE


No hay ser humano, por indiferente  que sea, que no haya meditado alguna vez, en las horas de silencio a la Naturaleza y a su propio corazón  preguntándoles el secreto de las cosas, el porque de la vida, la razón de ser del Universo. Todos hemos  intentado alguna vez levantar el velo de la muerte, conocer nuestro destino,  saber si Dios es una ficción o una realidad. Ante la dificultad de resolverlo,  la incoherencia  y la multiplicidad de las teorías que se han presentado, las deplorables consecuencias de la mayor parte de los sistemas conocidos, todo este desconcertado conjunto, a terminado fatigando al espíritu humano, le ha hecho caer en la indiferencia y el escepticismo.

Sin embargo el hombre tiene  necesidad de saber; necesita el rayo que lo reanime, de la esperanza que lo consuela  y de la certidumbre que lo guía y lo sostiene.

La criatura humana jamás podrá definir o identificar racionalmente la Realidad Absoluta del Creador, por más que sea una partícula divina. Si el hombre lograra tal solución, seria otro Dios para ser descubierto, descrito, identificado. Así como las hojas no pueden sentir o representar  al árbol; y las gotas de agua no pueden describir la naturaleza inmensurable del océano, la parte no puede definir el todo, ni el creado a su Creador. Las células del hombre jamás podrán explicar los pensamientos, sentimientos y la correcta configuración del ser humano.

Lo que sobre todas las cosas le importa al hombre es saber: Que es, de donde viene y cual es su destino. Las ideas que nos formamos sobre el Universo y sus leyes y sobre el papel que cada uno de nosotros debe representar en este vasto teatro, tienen una importancia capital, pues con arreglo a ellas debemos dirigir nuestras acciones.

El hombre que ignora su destino se parece a un viajero que recorre maquinalmente  un camino sin conocer el punto de partida  ni el de llegada, ni por que viaja y, por consiguiente, está dispuesto a detenerse siempre ante el menor obstáculo y perder el tiempo por no importarle nada el fin que debía alcanzar.

El reino de Dios está en el hombre así como en la naturaleza del roble futuro reside en la semilla. Si consideramos a Dios como Espíritu Total y Cósmico, como “llama” o “luz” infinita, por siempre  y más allá del tiempo y del espacio, obviamente, los espíritus de los hombres o hijos de Dios han de ser entonces, centellas emanadas de esa eterna, e infinita energía.

Dios es el centro hacia el cual converge y se orientan las potencias de todo el Universo. Es el foco de donde emanan  todas las ideas de justicia, de solidaridad y de amor; el fin hacia el cual se encaminan todos los seres, consciente o inconscientemente. Dios es la inteligencia suprema causa primera de todas las cosas. De todas nuestras relaciones  con el Gran Arquitecto de los mundos dimana la armonía universal, la comunidad, la fraternidad. En efecto, para ser hermanos se necesita tener un mismo padre, pues bien, ¿Qué otro padre que Dios podríamos tener?

Para vislumbrar esta verdad, el pensamiento debe desprenderse de los preceptos mezquinos y de las prácticas vulgares, rechazando las formas groseras con que las religiones han revestido al supremo ideal. Debe estudiarse a Dios en la majestad de sus obras.

Muchos se preguntan ¿Quién ha hecho a Dios?  Esta pregunta no tiene sentido. Dios no es un ser  que se añade a la serie de los seres. Es el Ser universal sin limites en el tiempo y en el espacio y, por tanto, infinito y eterno. No puede haber ningún ser superior a El. Dios es la fuente y el origen de toda vida.

Por El se ajustan, unen y armonizan todas las fuerzas individuales que sin El estarían aisladas y divergentes. Abandonadas a si mismas y no estando regidas por una ley y una voluntad superior, esas fuerzas solo hubieran producido caos y confusión. La existencia de un plan general, de un fin común en los cuales toman parte todas  las potencias del Universo, prueba la existencia de una causa, de una inteligencia suprema, que es Dios.

El alma de la criatura humana es vitalizada por el Creador. A medida que el hombre amplia su conciencia, en permanente contacto y en forma educativa con la materia de los mundos planetarios, abarca mayor área de lo divino y va percibiendo a Dios con más precisión. 

El acaso o un accidente imprevisible, no pueden  producir fenómenos  y hechos tan inteligentes como es la Vida en el Universo. Los astros que se mueven  en dirección a un objetivo correcto y útil, con estructuras estables, perfectas y complejas, demuestra que existe una inteligencia poco común y muy superior, comparado  al más avanzado índice de intelecto humano.

Si el hombre supiese describir satisfactoriamente la forma y la esencia de su Creador perdería el constante estimulo de acelerar su ascensión para una vida espiritual superior.

Mientras la criatura vibre en un estado espiritual primario, no está preparada para entender a Dios y su manifestación Cósmica. El espíritu del hombre necesita emanciparse del instinto primitivo a través del cultivo de los valores divinos, que están adormecidos  en su propio “yo”. El hombre debe superar el linaje  animal que le plasmo el organismo carnal y realizarse como ser espiritual e integral; necesita  adquirir el estado  angélico para liberarse  definitivamente de las reencarnaciones.

Hasta que esto suceda, debe el hombre  asumir una actitud sensata y tranquila; procurar entender  los designios divinos a través del respeto y amor a todas las criaturas, que son manifestaciones palpables de la mente Creadora.

El vació y la oscuridad de las doctrinas religiosas y los abusos que han engendrado, son causa de que muchos Espíritu caigan en el escepticismo. Se cree fácilmente que todo termina con la muerte, que el hombre no tiene más destino que desvanecerse en la nada.

Conforme sea en la criatura su experiencia, sabiduría, sensibilidad y evolución, así será su concepción de Dios, sea fantasiosa o realista, nunca alcanzará la solución que sobrepase su capacidad mental.
La idea de Dios  y de su existencia es innata en el hombre, porque este es un espíritu, una centella de luz que despierta y evoluciona  constantemente en forma inconsciente en el seno del Espíritu Eterno del Creador. Jesús decía “el reino de Dios está en el hombre” y conforme asegura la Génesis  “El hombre fue hecho imagen de Dios”.

Los viejos maestros de la espiritualidad de Oriente, hace miles de años, afirmaban que Dios es el macrocosmos, el mundo grande, y el hombre, el microcosmos, el mundo pequeño. Además, corroboran sus enseñanzas explicando: “lo que está arriba, también está abajo, porque el átomo es la miniatura perfecta  de una galaxia que palpita en el Cosmos.

La idea de Dios siempre evolucionó conforme al progreso, entendimiento y cultura de la humanidad. A medida que vamos  comprendiendo la vida nuestro psiquismo va percibiendo con más precisión la Verdad Cósmica.

No es la lucha para liberarnos  de la materia lo que nos ara sentir a Dios sino que ha de ser el binomio “sentir” y “saber” lo que nos ofrecerá la realidad del infinito, pues la libertad sin sabiduría es poder sin dirección. No es suficiente creer en Dios para que la criatura se salve. ¡Creer en Dios no es lo mismo que vivir en Dios! El hombre que no desenvuelve en si mismo los atributos divinos se parece al enfermo, que confía en el medicamento pero no acata la prescripción medica, siguiendo la línea de un enfermo obstinado.

Creer en Dios no quiere decir que se ha encontrado. A Dios el hombre lo encuentra individualmente a través del estudio, de la abnegación, del servicio al prójimo, y sobre todo,  en la acción totalmente desinteresada.

Si los atributos esenciales del Creador forman una Verdad, la cual sintetiza el Amor, la Sabiduría y el equilibrio infinito, el hombre debe activar en si mismo estos principios a fin de aproximarse a Dios. Poco adelanta al hombre creer en Dios, si no desenvuelve en si mismo los atributos divinos, que los tiene latentes en lo intimo de su espíritu. La creencia puramente intelectual y especulativa no tiene ninguna finalidad si no modifica la forma de actuar y sentir. La creencia en Dios tiene muy poco o nada de valor, cuando el hombre explota, maltrata, roba, destruye y mata al prójimo. ¿De que le sirve la creencia en Dios al rico si persiste en ser avaro, y egoísta? El que posee fortuna y , especula con la desgracia ajena y atesora dinero para si, rodeado de comodidades, lujos, placeres censurables y olvida a su hermano que gime de dolor, tirita de frió y padece hambre, jamás corresponde a la creencia divina  por más que milite en algún movimiento religioso o espiritualista.  No importa si debido a su creencia trata de fortificar su fe construyendo iglesias, arreglando templos, contribuyendo con tómbolas o iniciativas de caridad. ¡Generalmente lo hace por ganar el Cielo!

De nada vale que un hombre sea un creyente  si aun, no consiguió modificarse interiormente.  Son muchos los hombres que creen en Dios, pero son dictadores, ministros corrompidos, parlamentarios que comercian su posición, magistrados interesados, gobernadores deshonestos, comandantes inhumanos, profesionales competentes pero carentes de ética, religiosos fanáticos, sacerdotes lujuriosos.

Comprender a Dios exige de los hombres una realización interna, que consiste en buscar constantemente la sabiduría y el equilibrio psíquico y una acción externa de renuncia y servicio fraterno para todos los seres de la naturaleza. Solo así podrá comprobar que está regido por la sublime inspiración de la creencia. Jamás tendrá autenticidad y  fidelidad, si odia, destruye, engaña y cultiva un fanatismo separativista.

El hombre necesita creer para recibir los impulsos íntimos de comunión con su Creador, buscando su ascensión espiritual.  Es ignominiosa la creencia que divide a los hombres y los transforma  en ruina, odio, tragedia, desavenencias y falsedades, cuyas acciones desmienten el valor autentico de los instintos inferiores de la animalidad. No se puede elaborar una creencia en Dios, cuando esta conduce a sus seguidores a luchas anti fraternas y religiosas, que aniquilan el placer espiritual de vivir.

El mal es una condición transitoria, de cuyo reajuste resulta un beneficio para el futuro. Un criminal solo destruye el “cuerpo” carnal y provisorio de la victima, sin llegar a dañar su espíritu inmortal. La ley de causa y  Efecto otorga una nueva existencia física a la victima, otorgándole más provecho y compensación porque fue perturbado en su ciclo de evolución espiritual. El homicida, bajo la misma Ley rectificadora, es atraído hacia el camino del sufrimiento, a fin de rectificar ese desvió mórbido que late en su alma y es colocado oportunamente  en la ruta del perfeccionamiento espiritual, a fin de proseguir y despertar los valores eternos de la inmortalidad y alcanzar su propia ventura.

El mal es tan solo un accidente en el camino de la evolución, la fase negativa que perturba, pero se corrige, perjudica y después compensa, y que desaparece cuando el espíritu alcanza la fortificación y contextura definitiva, de su conciencia.

En los reinos de la vida física, el sufrimiento y el dolor son características fundamentales  para el perfeccionamiento y belleza de las formas y de los seres, bajo la égida de la Justicia verdadera. El dolor y el sufrimiento indeseables, aunque no agraden al hombre, son manifestaciones implacables que subliman  a todos los seres creados por Dios a fin de alcanzar  estados  y niveles superiores.
El hombre por su primitivismo utiliza los recursos y objetos físicos, para manifestar el sentimiento religioso que lleva innato en el alma. A medida que se espiritualiza mejora su concepción respecto a Dios y abarca una mayor área de manifestación Divina. Por eso, Cristo advertía en su evangelio “Buscad la Verdad y ella os libertará”.

Percibir la existencia de Dios es puramente una cuestión de sensibilidad psíquica, pues cuando la criatura siente que existe como una individualidad o conciencia definida en el seno del Cosmos, también, siente en lo intimo de su alma la naturaleza divina y creadora del Padre. El hombre no es un ser estático o el producto del acaso accidental, que después  de haber sido creado fue abandonado como una causa sin inteligencia o discernimiento evolutivo. En verdad, es una entidad que evoluciona constantemente, cuyo linaje inferior se apresura y eleva por sobre su especie animal, que le brinda su cuerpo carnal.

Las religiones día a día se debilitan, ante la obstinación de sus responsables que aun conservan y divulgan postulados anacrónicos, supersticiosos y místicos, que no resisten el más diminuto análisis científico.

El hombre del siglo atómico reacciona irónicamente, ante la concepción Biblia y tradicional de un Dios antropomorfo, que puede alegrarse u odiar, premiar o castigar, perdonar o sentenciar. Ya no cree en una divinidad que solo se preocupa con amigos y enemigos de ciertos pueblos. La Administración Sideral providenció la codificación del Espiritismo, a través  del trabajo fecundo de Allan Kardec, entregando una doctrina sin dogmas, y cuyos postulados  retoman los temas de la Creación, la Vida del Espíritu Inmortal, pero sin forzar el progreso  de la ciencia y el avanzado raciocinio del hombre moderno.

El sentimiento ilumina y clarifica la razón, pues mientras el intelecto planifica, investiga y saca sus  conclusiones, el corazón sublima  la actividad mental, que sobrepasa los límites comunes de las formas físicas del mundo transitorio.

El dogmatismo religioso, actualmente aísla a las personas por fuerza de las preferencias devocionales, exigencias dogmáticas y excéntricas, expuestas por la religión y según el temperamento y costumbres de cada pueblo. En cambio la libertad del culto y la libre investigación que proporciona la actividad científica, puede unir fraternalmente a los hombres y  hermanarlos en la búsqueda de Dios y de la vida inmortal.

No existen antipatías ni competiciones, cuando los investigadores se basan  en el mismo proceso de investigación espiritual. A medida que el hombre abarca una mayor área de conciencia espiritual, se libera de los dogmas, formulas, ritos y símbolos que lo aíslan de la pureza iniciativa y  siente con  más precisión la frecuencia divina.

No importan los aspectos que de Dios tenga la humanidad ignorante de la Realidad Divina, lo que más importa es que puedan sentirlo o identificarlo a través de las sabias y justas Leyes, que rigen la Creación.

La sabiduría y el poder de la Divinidad son perceptibles en los sencillos fenómenos de la naturaleza, en las constantes mutaciones de las cosas y de los seres orgánicos del mundo, y ante la sabia intervención humana.

Las criaturas entregadas a la práctica del Evangelio de Jesús y que llevan una vida de constante servicio de amor al prójimo, del cual Francisco de Asís es una de las figuras más representativas, perciben con más rapidez la Realidad Divina, que además se encuentra implícita en el precepto evangélico que dice: “Llamad y se os abrirá”, o “Pedid y se os dará”. De esta forma, los hombres alcanzan la realización por la comunión con Dios.

Cuando el hombre, venga de donde venga, sea religioso, ateo, librepensador, etc., entra en el Espiritismo, se abre ante el un campo tan amplio de investigaciones, que, de momento, no se da cuenta de tamaña  grandiosidad. A medida que va ampliando sus estudios y sus experiencias, más ancha se torna la perspectiva de lo que antes le era desconocido, y en todo comienza a ver la grandeza de Dios.

Tanto es así, que se queda maravillado ante tanta justicia, tanto amor, belleza y poder. Entonces ve lo que significa su individualidad en esta Creación, comprende que su vida es eterna, por lo menos en principio, y que no se encuentra aquí por acaso, que no es un ser llegado a la Tierra sin motivo ni razón, más que su existencia está ligada al concierto universal de la Creación. Comprende que jamás será abandonado, pues está sujeto a una ley que a todos abarca, y que, con los demás seres humanos, alcanzará por sus esfuerzos, más temprano o más tarde, su felicidad, su belleza y su sabiduría.

Debemos ser agradecidos a nuestro Padre, debemos adorarlo  por su grandeza, admirarlo por las maravillas de la Creación y respetarlo por ser uno de sus hijos. Porque en verdad fuimos creados por Dios. El es nuestro Padre, nuestro bien y nuestra Esperanza.


Trabajo realizado por Merchita
.Extraído de diversos libros, entre ellos El porqué de la Vida de León Denis, El tesoro de los Espiritas de Miguel Vives, entre otros. 




NO ESPERES QUE TU VIDA CAMBIE, CAMBIA TU   Y TU VIDA CAMBIARÁ
Desconozco el autor





Ver los  Blog        inquietudesespiritas.blogspot.com
                             elblogdeazucena.blogspot.com
                                       marinamiesdeamor.blogspot.com
                             boletin-nuevaesperanza.blogspot.com
                             ade-sergipe.com.br
                                      ceesinfronteras.es/eventos.htm
                                             espiritistas. es