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jueves, 2 de febrero de 2012

ELUCIDACIONES SOBRE EL ESPÍRITU




Muchos son los que suponen  que la muerte es un punto final  a nuestros problemas, y otros muchos  se creen privilegiados  de la Infinita Bondad, por haber abrazado  actitudes superficiales, en los templos religiosos.

El viaje a través del sepulcro, no obstante, nos enseño una lección grande y nueva: la de que nos hallamos indisolublemente  ligados a nuestras propias obras.

Esto es el propósito de la vida, trabaja en nosotros y con nosotros, a través de todos los medios, con el  fin de conducirnos a la perfección.

La prisión redentora de la carne, espera por nuestra vuelta.

Nuestros actos tejen alas de liberación o cadenas de cautiverio, para nuestra victoria o para nuestra derrota.

A nadie debemos nuestro destino, si no a nosotros mismos.

Aunque nos veamos en las ruinas  de nuestras realizaciones deplorables, no debemos perder la esperanza, si Dios nuestro Padre  no prescinde  de la justicia para ponerse de manifiesto, esa misma justicia no se revela sin amor.

Si somos victimas de nosotros mismos, también somos beneficiarios  de la Tolerancia Divina, que nos abre los santuarios  de la vida física, para que sepamos expiar y resolver, restaurar y resarcir.

El pasado habla por nosotros con gritos de acreedor exigente, amontonando sobre nuestras cabezas  los frutos amargos  de las siembras que hicimos… De hay  los desajustes y las enfermedades que nos asaltan la mente, desarticulando nuestros vehículos de manifestación.

Nadie avanza al frente sin pagar las deudas que contrajo.

¿Cómo trillar la ruta de los Ángeles, son los pies hundido en el camino de los hombres que nos acusan de nuestras faltas, obligando a nuestra memoria  a sumergirse en las sombras?...

El Cielo representa una conquista, pero no una imposición.

La Ley Divina, cimentada en la justicia indefectible, funciona con absoluta igualdad para todos.

Por tal motivo, nuestra conciencia refleja las tinieblas o la luz de nuestras creaciones individuales.

La Luz, aclara nuestra vista, nos ilumina la estrada. Las tinieblas, cegándonos, nos encadenan en la cárcel de nuestros errores.

El Espíritu, en armonía con los Designios Superiores, vislumbra el horizonte próximo y camina, valeroso y sereno, con el fin de superarlo. No obstante, aquel que abusa de la voluntad y de la razón, rompiendo la corriente de las bendiciones divinas, crea la sombra en torno de si mismo, aislándose en pesadillas aflictivas, incapacitándose  para continuar hacia el frente.

Aun sufriremos por mucho tiempo los efectos de las uniones con nuestros cómplices y asociados de intemperancia  y desarreglo, pero, disponiendo de nuevas oportunidades de trabajo en el campo físico, nos es posible  rehacer el destino, resolviendo oscuros compromisos, y sobre todo, promoviendo nuevas siembras de afecto y de dignidad, de esclarecimiento y de ascensión.

Ciñéndonos a las leyes  que prevalecen en la esfera carnal, tendremos la felicidad  de reencontrar viejos enemigos, que se hallan bajo el velo del temporal olvido, facilitándosenos, así, la valiosa reaproximación.

Somos espíritus endeudados, con la obligación de darlo todo a favor de nuestra propia renovación. Comencemos a articular ideas redentoras y edificantes, des ahora, favoreciendo la reconstrucción de nuestro futuro.

Dispongámonos a disculpar a los que nos ofendieron, con el sincero propósito de rogar el perdón a nuestras victimas.

Somos herederos de un pasado culpable, la esfera de las formas  fisicas, simboliza  la puerta de salida  del infierno que hemos creado.

Pidamos y supliquemos al Señor nos conceda fuerzas para obtener  la victoria. Victoria que nacerá en nosotros para lograr la comprensión. ¡Solamente, con el precio del sacrificio, en el reajuste, conseguiremos el pasaporte libertador!

Solo con el Amor que es la fuerza divina y que tomamos puro de la vida  con el que el Señor nos creo, nos enredamos  en pungentes laberintos, en lo tocante a la ley… Amor mal interpretado…. Mal conducido…  con el inventamos  el odio y el desequilibrio, la crueldad y el remordimiento, que nos sitúan indefinidamente  en las sombras…

Cada uno de nosotros. Espíritus endeudados, al nacer en la carne, trasporta consigo un trozo de cielo que sueña conquistar, y un vasto manto de infierno que plasmó en si mismo. Cuando no tenemos fuerzas suficientes para continuar al encuentro del cielo que nos confiere oportunidades  de ascensión, retornamos al infierno que nos fascina en la retaguardia…

 Merchita (Extraído del libro Acción y Reacción)



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