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jueves, 18 de diciembre de 2014

Esclavitud

        

La obsesión es una llaga moral del Espíritu

La obsesión es una yaga moral del Espíritu, su generalización es muy amplia, tornándose periódicamente, una virosis de contacto rápido, como resultado del proceso evolutivos de las criaturas exige su imposición como una necesidad sanadora de los cuantiosos compromisos negativos que permanecen en la economía de la sociedad.

En la Antigüedad Oriental, así como después, durante la Edad Media, se presentaba con características epidémicas y barría a los pueblos, les daba una tregua y retornaba intempestivamente. En sus diversos aspectos, ha sido muchas veces confundida, con la locura, a desafiado a los estudiosos del comportamiento, de la salud, de la religión y de las ciencias de la mente. En ciertas ocasiones, sutil, asume proporciones inesperadas, llevando a extremos lamentables a aquellos que caen en sus redes.

Por la imposibilidad de enfrentarla, de reducirla, con recursos hábiles y eficaces, la humanidad ha sufrido considerándola un castigo divino, utilizando por desconocimiento de su génesis, métodos de combate no menos crueles. La obsesión puede influir maléficamente en la organización física, produciendo patologías tan complejas como dañinas. Ya que se trata de la ingerencia de la presencia psíquica de un desencarnado en un encarnado.

Allan Kardec la estudió profundamente, siendo el primer investigador en penetrar en sus causas, analizarlas y presento las terapias compatibles, capaces de disminuirlas o erradicarlas completamente. Antes que el, Jesús, diversas veces, enfrento y atendió a obsesos y obsesores, socorriéndolos con Su inefable amor y libertando a unos de los otros, mediante la fuerza restauradora de que era poseedor. Su dialogo con esos enfermos son profundos, presentando a la sicopatología un admirable capitulo, que permanece oscuro en las áreas de las doctrinas especializadas.

El espiritismo, en cambio, por lidiar con los factores causales, analiza el problema y lo elucida, proponiendo métodos correctos para atender a los que se encuentran involucrados, al tiempo que suministra terapias preventivas, que impiden la instalación de la enfermedad. La obsesión tiene sus raíces fijas en los antecedentes morales de ambos litigantes. Egoístas e irreflexivos, no miden las consecuencias de sus actos venales, pasando a vincularse uno en el otro a través de las cadenas del odio, de la venganza, que los hace cada vez más infelices. Arrastrándose, de ese modo, por siglos de sufrimientos dolorosos, pasando de victimas a verdugos y recíprocamente, hasta que el amor les encienda la luz de la esperanza en las sombras donde permanecen y el perdón los torne verdaderos hermanos en la senda evolutiva.

El amor es el primer medicamento para la terapia obsesiva. Ya que abre las puertas de la esperanza y esclarece las finalidades de la vida, proporcionando el perdón que suaviza los dolores producidos por las ulceras del odio. Si por el contrario persisten en el resentimiento y el malquerer, el rencor y la desconfianza, la obsesión permanece como un acido quemando los delicados engranajes de la casa mental y produciendo las alineaciones tormentosas. La mediumnidad es la gran oportunidad que posibilita la identificación y la cura de las obsesiones. El paciente victima de la obsesión, es portador de mediumnidad, que necesita conveniente educación, con el fin de aplicarla en finalidades relevantes. La obsesión es una dolencia grave, aun cuando se presente en un cuadro simple, que puede ser de forma depresiva o de morbo que afecta la salud física. Es por eso que se impone la transformación moral del paciente y el cambio de actitud emocional del agente que la desencadena, consciente o no.

La obsesión existe, porque existe un debito, por parte del que la sufre. Las leyes de la vida disponen de recursos para la reeducación de los incursos en sus códigos de justicia. La intemperancia y precipitación de los individuos, perturbados en si mismos, los llevan a los desagravios y venganzas, produciendo esos innecesarios procesos de sufrimientos. Lamente infeliz, a través de la monoidea de agraviar, descarga ondas de odio sobre su desafecto que, desprovisto de recursos morales, tales como la invigilancia, la caridad, el amor , las capta por medio del campo del periespiritu, con el cual aquella sintoniza por afinidad vibratoria hasta transformarse en una idea perturbadora en su propio psiquismo. A veces, por la acción de la voluntad, condensa sus vibraciones, presentándose con aspectos terroríficos durante la vigilia y el parcial desdoblamiento producido por el sueño, y provocando por medio de pavor, que se transforma en una patología alucinante.

En la sucesión de sus interferencias consigue dominar la mente culpable, que se le hace sumisa, dando curso a los más graves fenómenos de subyugación, que la ignorancia, por muchos siglos, consideró como posesión demoníaca y que los científicos rotularon esquizofrenia. De la misma forma, la constante ingestión psíquica de la onda mental enfermiza produce variados disturbios orgánicos, que facilitan la instalación de gérmenes destructivos de la salud o provocan, por si misma, alteraciones celulares, ulceraciones, disfunciones de diversos órganos. En consecuencia, la desobsesión es la terapia especializada y única poseedora de recursos para la liberación del alineado. Mediante el esclarecimiento del espíritu enfermo, imbuido de la falsa idea de justicia, se deberá disuadirlo del propósito infeliz, demostrándole el error en el que se encuentra e inducirlo a la certeza de que el amor de Dios todo lo resuelve.

Es necesario la concienciación de la victima, para que busque la rehabilitación por medio de un cambio de comportamiento mental y espiritual. La reforma moral del obseso hará que su actual perseguidor constate su esfuerzo en mejorarse, demostrando arrepentimiento de las acciones infelices, y serenando el animo, se torna amigo del antiguo verdugo, avanzando con el para la ruta del bien. La desobsesión también puede realizarse más allá de la esfera física, por la intervención de los benefactores espirituales, cuando constatan el esfuerzo del alma para rehabilitarse y auxiliar a su perseguidor. En los procesos que afectan al organismo fisco, además del recurso espiritual liberador conveniente la terapia medica correspondiente, para la reorganización del mismo. El abuso del sentimiento, que lleva a la vampirización psíquica, es también un motivo de obsesión, que genera prolongados disturbios. Los deseos perturbadores lanzan petardos mentales que alcanzan a aquellos a los cuales son dirigidos, produciendo extrañas y desagradables sensaciones. Cuando son recíprocos, dan curso a una interdependencia psíquica que afecta tanto al área de la emotividad, así como de la organización somática, generando sufrimiento.

La criatura es siempre responsable por su propia vida. Solamente hay agravios, obsesión y sufrimiento, porque se eligen comportamientos enfermizos en detrimento de aquellos otros que son positivos. Con las poderosas energías del amor, es con lo que podemos disolver las cadenas del mal, es esta, la solución para la desobsesión, se libera el ser del sufrimiento que su negligencia generó, favoreciendo con la salud integral, resultado de una mente en armonía con la vida, a una organización física equilibrada y la emoción como la razón dirigidas hacia el bien, hacia el progreso, hacia la felicidad.

Médium Divaldo Pereira Franco
Extraído del libro "Plenitud"

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ALABEMOS EL DOLOR

El tiempo es un calmante y un amigo, un remedio y una bendición.
La existencia en la carne es simple pasaje por un túnel oscuro, y nuestra felicidad nace,  no de los años que tardamos al atravesar el mundo, más si de los bienes que dentro de él conseguimos improvisar.
 Todo en la carne es como vemos un día – mañana lleno de sol, crepúsculo de sombras y noche cerrada a nuestra mirada.
Felices  aquellos que encienden las estrellas en el firmamento del propio corazón, para que la jornada se torne menos dolorosa,  en la noche de niebla, que procede a la alborada siguiente.
Perdonemos  a la vida y a las criaturas por las angustias que impusieron a nuestra sensibilidad.
Las manos heridas son más seguras que los brazos acostumbrados a dominar.
Las grandes torturas son grandes bendiciones. En el mundo, nuestro sentimiento de personalismo  no nos permite esa realidad. Más la muerte opera en nosotros completa reforma cuando no recelamos la verdad tal cual es.
Bendigamos el dolor  que golpea el alma, en todos los pasos del día del ayer. Poco a poco, se transforma nuestro sufrimiento en el oleo bendito que sustentará la claridad  de la candela frágil de nuestra experiencia en la Tierra.
 Sin la lucha, dormiríamos en la materia densa, sin cualquier provecho. Dios, sin embargo, que es nuestro padre de Infinita Bondad, permite que la aflicción  nos acompañe, en el mundo, en la condición de abnegación instructora y, con el transcurso del tiempo, la paz se convierte en nuestro compañero para todas las situaciones y problemas terrestres.
Estudiemos y trabajemos cada día más. Sea la fe religiosa para nosotros un medio de ayudar a todos, para que estemos actuando, de hecho, en nombre de Cristo, que tantos dones nos concedió.

Jamás nos arrepentiremos de la obra que vamos levantando, en el terreno de nuestro propio corazón – obra de amor, entendimiento, humildad y perdón.
La vida responde a nuestro esfuerzo con la misma intensidad de nuestro impulso, en la creación del bien.
Esperemos el paso de los días.
Trabajemos en la sementera de nuestra Consoladora Doctrina,  en ambos márgenes de nuestro camino con Jesús y guardemos la certeza de que no nos faltará el amparo del Señor.
Llegaremos un día a la playa segura, después de la tempestad. No será, con todo, el puerto engañoso de la victoria en la Tierra, más si el refugio dulce de la serenidad y de la comprensión, donde nuestro espíritu podrá realmente reposar y prepararse, ante el futuro que se desdoblara mañana.
Las simientes del Evangelio, caídas de nuestras manos, un día serán arboles robustos y preciosos, proporcionándonos  alegrías que nuestra imaginación no podrá valuar, sin embargo.
Encontraremos la fuerza preciosa para el sacrificio bendecido que nos garantizará la sublime ascensión.

Por el espíritu Isabel Campos – del libro. Cartas del corazón, Médium: Francisco Cándido Xavier.

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No hagais a los demás lo que no quereis que os fuese hecho, sino que, por el contrario, hacerles todo el bien que está en vuestro poder hacerles.
Allan Kardec
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ESCLAVITUD

Todos tenemos más o menos una idea de lo que es un esclavo, hemos visto películas de esclavos, romanos, africanos…  Normalmente nos los figuramos con poca ropa, sucios,  y con cadenas en pies y manos, también la pigmentación de la piel  es negra, con ojos tristes y muy grandes, con la vaga esperanza de alcanzar su libertad.
Observamos que estos hermanos se diferencian mucho, de nuestra situación, la mayoría  llevamos ropa de marca más o menos la que nos podemos permitir, con coche, algunos moto, buenos perfumes   que dicen de nuestra presencia haciéndola grata,  y con la expresión en nuestros ojos  de alguien que vive en libertad, sin opresiones y orgullosos de  nuestra individualidad y autenticidad.
La televisión, el cine y la literatura  han dibujado  la abismal diferencia entre esos esclavos  quemados por el sol, con cadenas  y golpeados con el látigo por el capataz y nosotros, vestidos a la última moda y caminando orgullosos por nuestra autonomía observando el mundo  con nuestros ojos lleno de libertad y con un horizonte lleno de oportunidades.
La esclavitud es la situación en la cual un individuo está bajo el dominio de otro, perdiendo el primero su libertad. Este fenómeno se remonta a determinadas civilizaciones antiguas. Tiene su origen en la práctica de aprovechar la mano de obra de los cautivos en las guerras. Ejemplos históricos de esclavitud son la colonización de América o las prácticas del antiguo Imperio romano. En la Grecia Antigua, el mismo Aristóteles sostenía que la esclavitud era un fenómeno natural. Otros pensadores, como Mintz y Elkins, consideraban que existía una relación recíproca entre capitalismo y esclavitud. El comercio de personas esclavizadas en África fue el común denominador del siglo XVII, cuando los europeos necesitaban más mano de obra en América: personas con mucha resistencia física e inmunidad frente a las enfermedades. A partir del siglo XVIII empezaron a aflorar los primeros movimientos abolicionistas de la esclavitud. La Convención sobre la Esclavitud, promovida por la Sociedad de Naciones y firmada el 25 de septiembre de 1926, entra en vigor desde el 9 de marzo de 1927. Termina oficialmente con la esclavitud y crea un mecanismo internacional para perseguir a quienes la practican. Las Naciones Unidas, como heredera de la Sociedad de Naciones, asumen los compromisos de la Convención. Sin embargo, ya en el siglo anterior, numerosas potencias habían tomado medidas legislativas para acabar con la esclavitud.
El mundo se deshumaniza en un momento en que podría humanizarse. Muchos problemas pueden resolverse sin revoluciones ni exigencias heroicas. La historia nos demuestra que las reivindicaciones de las gentes desdichadas sólo se han conseguido mediante movimientos sociales poderosos, lentos y a veces trágicos
La abolición de la esclavitud fue un proceso lento que se resiste a generalizaciones ya que las aboliciones respondieron a diversos factores, que se combinaron de formas distintas de acuerdo a cada caso en particular. Ahora bien, para acercarnos al análisis, podemos convenir en el hecho de que las causas ideológicas, sociales, políticas y económicas, jugaron un papel importante.
Es un hecho que la esclavitud como forma legal de trabajo ha sido abolida en todos los países del mundo, pero día a día descubrimos que fue tan sólo una abolición de derecho, porque de hecho la esclavitud -bajo formas diversas- subsiste en la actualidad.
La esclavitud como forma de trabajo legal ha sido abolida en todos los países del mundo pero la abolición no implicó su desaparición: la esclavitud es una realidad que subsiste.
Todo esclavo tiene dentro de sí, el deseo de la libertad. La vida en el mundo está llena de diferencias sociales y de la preservación por los bienes; olvidando el hombre que lo que tiene es apenas un préstamo de la misericordia de Dios, pues por Su voluntad los espíritus que animan el  cuerpo de señores podrían estar ahora, en la carne de un negro humillado y explotado que solo recibe, a cambio  de su sudor, nada más que una choza infectada y el látigo impiadoso.
Los caminos de los hombres son extraños e insondables. Cuando la criatura  vive en un clima mental donde caben todas las virtudes y con el espíritu abierto  al entendimiento de todas las situaciones, es la disposición idónea  tanto en la tierra como en el plano espiritual para que su espíritu sirva bien.
El ser esclavo, no prohíbe a la criatura  vivir en un clima mental superior; por el contrario, por la contingencia de la subalternidad, tiene mayores motivos para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia  y de la humildad, tiene mayores  motivos  para educar al espíritu en las líneas de la tolerancia y de la humildad, de la comprensión y del deber. Le basta no asilar al monstruo de la revuelta, ni entregarse a la hoguera de la envidia para que la existencia le sea sumamente provechosa. De la misma forma, privado de todos los recursos materiales  y morales sabe, más fácilmente, entender  las dificultades ajenas y no existe nadie tan pobre que no tenga algo de si mismo para dar, sea una palabra de cariño, o un gesto de compasión.
Nunca debemos olvidar que el Sol baña y vivifica el lirio del campo, también atiende  a las necesidades del pantano, y la misma vida de Dios que anima a los hombres, anima, también, a las serpientes más temidas.
El alma es esclava siempre de sus debilidades. Por eso no hay labor más eficaz para esto, que combatirlas hasta lograr hacerlas desaparecer.
Cuando sufrimos  y aceptamos con humildad ese sufrimiento, estamos también, con el espíritu preparado  para las más duras realidades y con la mente abierta a la comprensión de todos los problemas. La continuidad,  como se puede percibir, dice respecto a nuestras disposiciones espirituales y no a nuestra situación en el mundo material.
Negro o blanco, el hombre que se siente respetado y reconocido, jamás se revolverá contra sus bienhechores. Cada ser tiene la existencia que le es necesaria. Ningún ser, ante los dictámenes de la providencia  podría surcar otros caminos que no sean, lo que la vida, espontáneamente le ofrece. Aunque el hombre  no busque a Dios, siempre que no abrigue la rebeldía y venza, paso a paso, su caminata, aprovechara su existencia íntegramente.
La búsqueda de Dios es un objetivo de la filosofía que no hace falta a la realidad, pues Dios está dentro de nosotros mismos,  con nuestro consentimiento o sin el. Dios es la vida y la vida es luz.
Todos tenemos  nuestro libre albedrio y nadie recibe pruebas del Señor para las cuales no esté preparado. Todos podemos recibir ayuda en la lucha, pero no es licito el que les perdamos nuestro concurso, debemos andar con nuestros propios pies y escoger el propio camino.
Cualquier situación que enfrentemos, la solución que intentemos en ella, será desastrosa si no podemos comandar la lucha. Si permitimos, en nuestro propio barco, a cada viajante que entre, comandar el timón imprimiendo la ruta, que mejor le parece, tengamos por seguro que no llegaremos a ninguna parte. Somos capitanes y debemos enfrentar los rigores de la tempestad. De la misma forma que el armador no entrega el barco a cualquier marinero, la Providencia  Divina, con más justa razón, no coloca a sus hijos bajo la tutela de Espíritus inhabilitados. Como el buen capitán consulta sus propias cartas de navegación para conducir el barco.
Donde nos vemos incapaces,  somos espíritus inmortales que, de experiencia en experiencia, tenemos juntados grandes recursos. No sabemos solo lo que nos han enseñado en esta vida, sabemos todo lo que ya vivimos, actuando cada uno en una misma cosa de forma diferente, debido a que somos diferentes.
Todos debemos aprender a aceptar las cosas que nos llegan y contra las cuales somos impotentes. El hombre negligente y que se entrega a la indisciplina mental, es foco permanente de complicaciones. Es muy difícil que nos ajustemos al deber y a la disciplina, los dos imperativos, mayores para garantizarnos la tranquilidad del Espíritu.
Generalmente, los corazones  generosos no se saben defender del mal porque  no cogitaron acerca de él. Acostumbrados a vivir espontáneamente, junto a la sinceridad, relajan la vigilancia que, aparentemente, no se torna necesaria. Aprenden a confiar en los otros y solo descubren que los otros mienten cuando caen en una gran desilusión. Aunque esto  es peligroso,  hay que admitir, que es preferible vivir confiando, pues la desconfianza en los que nos rodean  genera inquietud constante. Los más complicados  procesos patológicos de la mente tienen  su etiología  en la desconfianza habitual. El hombre desconfiado vive como un animal acorralado, divisando cazadores imaginarios que lo quieren abatir y, en el delirio de la persecución, crea un mundo de angustias e inseguridades.
La  duda es un acido destructivo que ataca al espíritu, consumiendo sus energías superiores. Es  un  polarizador de todas las energías negativas que nos circundan, es como una fábrica de inquietudes, liberando poderosas corrientes de antipatía y de perturbación. Las fuerzas de la vida no funcionan como nuestra cabeza; ellas son eternas y justas y cada uno de nosotros recorre caminos recogiendo el resultado de su siembra.
 Cundo vemos un acontecimiento como deplorable e injusto, este puede ser un auge de suprema felicidad para la redención del espíritu que en esos pasos tiene la oportunidad de resarcir deudas del pasado. Lo que es bueno y lo que es malo nosotros podemos definirlo  con los viejos patrones  de la tierra, de acuerdo con la alegría o el sufrimiento que nos acusan, sin embargo, lo que es justo o injusto, son definiciones que nos escapan al entendimiento por desconocer los autos del proceso cósmico.
 El hombre considerado más insignificante puede ayudar  al considerado como más poderoso. Tenemos necesidad de no interferir, en las vidas de nuestros hermanos,  hurtándoles la oportunidad de la experiencia. Las decisiones son de cada uno, porque ellas representan  el momento  en que el espíritu extravasará sus propios problemas y resolverá sus complicadas necesidades interiores. Las personas  que nos rodean  son personajes de un mismo drama y nos inclinamos hacia cada una  de acuerdo con las reminiscencias  de experiencias  pretéritas que están archivadas  en nuestro inconsciente. En razón de eso, nuestras decisiones tienen vinculación con una realidad que no nos es dado percibir.
El amor no es flor pasajera que la primavera pone encanto; es como el carbón de la tierra que precisa de siglos para transformarse en joya. De la misma forma, la gestación del odio es larga y se funda en realidad del ayer.
Todo el Universo obedece a leyes precisas e inmutables, y no es el destino de los hombres las criaturas superiores de la tierra, los  que están a merced de las fuerzas del acaso. Todo viene y va, en la vida, a su tiempo. Debemos aprender a aceptar las cosas como contingencias necesarias, incluso cuando no podemos entenderlas, confiando en el Conductor Celeste que no está distante de ellas.
Acordémonos del Sermón de la Montaña cuando Jesús aseguró que los humillados serán exaltados  y los que padecen por causa de los hombres serán aliviados. Debemos siempre ante acontecimientos desagradables tener paciencia sin asilar nuestro corazón con conclusiones angustiantes, muchas veces indebidas.
Todos sabemos qué sin el Sol la vida fenecería y bendecimos su presencia vivificante en el Universo, sin por eso conocer su intimidad e indagarle los secretos. Sabemos, también, como saben los propios salvajes, que existe un Ente Superior que todo lo creó y a todo prevé, que como incomparable Maestro rige la armonía de la vida Universal, sin por eso haberle visto, imaginándole de mil formas. Son certezas que no discutimos y  que nos sustentan el ánimo, aunque no podamos  entenderlas en su plenitud. Mientras somos ignorantes, esa fuerza interior  deberá animar nuestro raciocinio, a medida que evolucionamos vamos entendiéndola, sustituyendo nuestro impulso místico por el conocimiento  de las causas y de los fenómenos. El hombre teje por si mismo  su propio futuro, preparando su propio camino, el contenido del mañana  es la evolución constante. Las escenas de hoy continúan una historia pasada.
La experiencia de la reencarnación es para extinguir el mal y no para perpetuarlo.
La venganza no forma parte de la Justicia Divina, esta funciona en el tribunal de la propia conciencia de cada uno y mientras no sobrevenga una sentencia de absolución, seremos reos ante nosotros mismos.  Fue por ese motivo que Jesús  nos enseño que Dios está dentro e nosotros.
Antes de reencarnar, llevamos la memoria espiritual activada en los acontecimientos anteriores que nos generaron los conflictos, también somos preparados para los momentos de decisión. En la hora de elección, los impulsos son equivalentes, porque si ellos conocen el problema en el inconsciente, en ese mismo depósito inconsciente existen, contenidos morales para contornarle. Por eso las decisiones son los instantes supremos del espíritu y no es lícito interferir en ellos.
Cuando volvemos al otro lado y no nos acordamos de existencias pasadas y no sabemos los males que hemos cometido y nuestra conciencia está tranquila. Muchas veces nos  preguntamos ¿Cómo  vamos a pensar en una nueva encarnación? Eso sucede porque acabamos de ingresar en el plano espiritual, porque aun estamos impregnados  de energías groseras del plano terrestre. A medida  que nos adaptemos a la esfera en que estamos, con el pasar del tiempo, esa influencia decaerá y podremos enseñorearnos de una vasta faja  del pasado, identificaremos con ello nuevas experiencias, con el beneplácito de nuestros Mentores que organizaran las tareas y acentuaran  los detalles de la reencarnación.
Cuando el espíritu no puede fruir de esa facultad, los instructores Mayores deciden por el, programándole la experiencia en el grupo que le corresponde  y activándoles la memoria en el momento preciso para que pueda  integrarse en ese grupo. Los que ganaron ya muchos valores, deciden hasta donde pueden, y los que permanecen  en la retaguardia aceptan las decisiones  que no alcanzan. Con todo, ninguno de nosotros permanecerá estacionado por no tener  y no poder, siempre que coopere en querer, aceptando las imposiciones  de la realidad.
Existen, los espíritus incapaces, cuyo consentimiento es suprimido, por aquellos que les tutelan la evolución. Ahí ocurren las reencarnaciones compulsorias cuando el  que reencarna ingresa en un grupo que lo acepta y corre el riesgo de su presencia. Se sujeta a las programaciones del grupo en hipótesis, con el cual, naturalmente, tiene ligaciones afectivas y,  como no se preparó previamente, los frutos que podrá recoger serán limitados.
Los hechos surgen y desaparecen al paso de los días que los cubre con el polvo del olvido para la gran mayoría de los espectadores. Sin embargo, los protagonistas son marcados por ellos. Principalmente para aquel que los causo, sin soportar las consecuencias. La conciencia es un tribunal permanente  y hace que el espíritu se juzgue, natural y automáticamente, sin necesidad de interferencias exteriores. Cuando  el espíritu se siente culpable, por un hecho infeliz, ese sentimiento de culpa pasa a ser  una sentencia condenatoria que nos va a exigir reparaciones permanente, hasta que  en la conciencia, la contabilidad de nuestro mal cometido de el pago de la pena  por resarcido. No hay culpa que no tenga un precio dentro de nosotros mismos, y que no carguemos indefinidamente hasta pagarla. Nadie lesiona a nadie, impunemente. La Justicia Divina   colocó en cada mente  humana una especie  de condensador de sustratos emocionales, donde quedan retenidas todas las imágenes y vibraciones, historia y consecuencias de cada acto  responsable del ser humano, ese condensador de vez en cuando, o de una sola vez, descarga energías diferentes, de emociones diversas, que llevan a los deudores  a cierto tipo de angustia exacerbada,  y a los vencedores de sí mismo a la exaltación de ideales cada vez más nobles. Debemos procurar no apartarnos jamás de las líneas de justicia y de bondad, de tolerancia y del perdón, a fin de tener siempre  la conciencia tranquila  y el corazón des nublado  del panorama doloroso  de las angustias.
El secreto de la felicidad es vivir de tal forma que nuestra conciencia no registre culpas que puedan suscitarnos problemas de reparación.
Cada Espíritu es un mundo y gravita en torno de otros mundos que le son afines; nosotros conocemos de cada uno, apenas algunos detalles insignificantes en el cómputo general de cada individualidad.
Todo guarda una enseñanza, incluso las cosas peores y, por eso, nuestros ojos deben mirar para aprender. Quien conoce el olor del estiércol del corral, sabe dar mayor valor al perfume del jardín, aunque no  deje de ir al corral donde precisa coger la leche  que sirve a la mesa, ni deje  de  ir al jardín porque las flores no alimentan. Tenemos en la vida duras realidades y tiernas bellezas, necesidades y placeres y debemos transitar entre ellas con el mismo espíritu  de elevación, conscientes de que, por muchos siglos aun, nos serán inseparables.
El hombre para discernir precisa conocer lo cierto y lo errado, precisa conocer el lado bueno  y el lado malo de las cosas, precisa, en fin, conocer la vida, porque es la vida  que contiene  cosas buenas  y cosas consideradas malas. Lo que no precisa y no debe, es vivir el lado malo de las cosas, porque es eso lo que lo contamina  y le pierde.
Llegará un día, en la faz de la Tierra, en que las ciencias del Espíritu  catalogaran como enfermedades el orgullo y el egoísmo, la vanidad y la ambición y el orden social les obligará a severo tratamiento, una vez que son fuentes permanentes del  mal y de la intranquilidad que reinan en el globo. El hombre que rebasa los límites de la normalidad, camina hacia la locura declarada, y es una fuente generadora de desequilibrio, en potencial.
El mal del mundo nace en el corazón del hombre egoísta y orgulloso, que no sabe perdonar, ceder u obedecer, comprender y ayudar, guardando las debidas  proporciones de si mismo como frágil criatura, necesitada de todo y de todos.
Lo malo es que la Humanidad sabe eso hace milenios y continúa siendo la misma. El mensaje de Jesús no tuvo otro sentido sino el de convocar a los hombres hacia la humildad y la caridad, a fin de que pudiesen amarse los unos a los otros. El Maestro incitó a los buenos a tolerar y ayudar a los débiles, para que las pruebas de los hombres se abreviasen  con la extinción del mal sobre la Tierra.
¿Y qué es lo que hicimos hasta ahora? Estamos lejos muy lejos del Paraíso terrestre para cuando los tiempos sean llegados.
Los actos humanos deben ser juzgados por la intención que los motiva, no por los efectos que puedan llegar a tener, por fuerza de las cosas. El mal se elimina a si mismo, sin que nadie  se erija  en justificador. Va creando gérmenes de la propia destrucción, hasta que no puede contenerlos más. Cada uno responde por sus actos, a pesar de que el mal que genere, pueda resultar beneficiosa para centenares de personas. La vida es una escuela en que contra más se vive, más se aprende. No podemos responsabilizarnos por lo que los otros hacen más allá de los límites de nuestras decisiones, cada hombre siembra, con sus pensamientos y actos  siendo la cosecha fruto del tiempo y de la vida.
Es te mundo no está a la deriva, ni la propia Naturaleza está abandonada: cuando sus fuerzas naturales llegan a un punto de desequilibrio, ella se autocorrige.
La felicidad no es tener poder, ni vagabundear, ni gozar los placeres de este mundo: La felicidad es tener la conciencia tranquila por el deber cumplido con amor. Solo el amor importa mientras el more en nuestros corazones, ni dolores ni tinieblas perturbaran nuestra paz, porque  el es caritativo y perdona, ayuda, soporta, comprende y por encima de todo, nos hace cada vez mejores ante la vida y ante Dios.
Ninguna comunidad puede progresar y vivir en paz cuando las personas  que la componen no se respetan mutuamente. Cuando se vive feliz y con respeto, la vergüenza nos ayuda  a no violar las reglas de la comunidad. Todo ser humano  debe observar rigurosamente el deber y la disciplina, el respeto y la solidaridad. Cualquier función que realicemos  hagámosla con amor y aremos brotar de ella nuestro reconocimiento. Debemos respetar las reglas, cumpliéndolas con ese amor  y con toda nuestra responsabilidad como hijos de Dios.
 Cuando consigamos vencer todos los escrúpulos y perjuicios y nos abracemos con amor, encontraremos  al fin del sendero nuestros corazones modificados, pues el amor genera amor y cubre la multitud de nuestros pecados. Cuando el hombre en la Tierra conozca el verdadero potencial  de una vibración de amor, de un gesto de fraternidad, de una palabra de consuelo y de perdón, movilizará esa energía, que está dentro de si mismo, para transformarse a si mismo y el mundo que lo rodea  pues el amor es la única semilla que produce eternamente.
El amor, el respeto la verdadera fraternidad es la única cosa de valor en este mundo porque nunca mueren y siempre aumentan nuestras riquezas espirituales, nuestra felicidad todo en la vida tiene su razón de ser y cuando podamos penetrar  en los recuerdos  de nuestro propio  pasado, encontraremos muchas explicaciones para las cosas aparentemente inexplicables.
Nuestras vidas están entrelazadas. Convivimos en la vida con mucha gente, tenemos muchos lazos afectivos, y cada lazo afectivo tiene su historia, buena o mala, porque  los sentimientos  se estructuran en los siglos. Amor y odio, solo en los cuentos  de fantasía nacen a primera vista. Ellos nacen  y se fortalecen o se rompen en el transcurso de los siglos. Convivimos con acreedores y deudores del pasado, teniendo que pagar  y recibir  de los que comparten  con nosotros la existencia. Por esa razón,  quien sabe amar siempre, dando y perdonando va resolviendo todos sus problemas Karmicos dentro de la mayor naturalidad, al mismo  tiempo que va facilitando, a los que le deben, saldar sus deudas con menores humillaciones y mayores alegrías.
Jesús dijo que el amor cubre la mayoría de los pecados; las pruebas están ahí  a nuestro frente, y en las historias de nuestros compañeros. Cuando los hombres comprendamos eso, veremos  que el pedido de Jesús , para que nos amasemos  los unos a los otros, mucho más que un consejo religioso, es una ley a la que no podemos dar la espalda, ante la vida, para así ser felices.

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Este trabajo ha sido extraído del Libro, Esclavitud de Salvador Gentile.
Realizado por Merchita