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martes, 3 de noviembre de 2015

La forja del pensamiento


    ENCUENTRO CON DIOS

Señor, tantas fueron las veces que mis ojos miraban el cielo en busca de respuestas.
Observé los dolores del mundo y me pregunté dónde está Tu justicia, dónde Tu bondad, dónde Tu infinito amor.
Además, me pregunté: ¿Qué eres Tú? ¿Dónde vives?
Sin embargo, aquel día tenía de llegar. Y llegó. Y nosotros nos encontramos.
El hospital estaba especialmente frío aquella noche de otoño.
Yo hacía mis visitas, observando el cuadro de cada paciente por el cual yo, como médico, era el responsable.
Entonces, fui sorprendido por la madre de uno de mis pacientes, que gritaba desesperadamente mi nombre.
Su hijo, que contaba siete años en esa época, tenía crisis continuas de convulsiones. Su cuerpo frágil, afectado por el cáncer, se debatía en la camilla.
Después de estabilizarlo y, teniendo en cuenta mis cuarenta años en el área de la oncología, sabía que la muerte no tardaría en llegar para aquel frágil muchacho.
Todavía, ocurrió algo inusitado: tal vez porque me acordé de mi nieto, sano y feliz, las lágrimas comenzaron a brotar incesantes de mis ojos y, aun esforzándome mucho, no pude contenerlas.
Sujeté la mano de aquel niño y, con el apoyo de la madrecita que ahora compartía sus lágrimas conmigo, sentí su pulsación volviéndose cada vez más débil, hasta cesar completamente.
Inmediatamente, me puse a pensar en palabras de consuelo para aliviar el corazón de aquella  madre que acababa de perder a su hijo. Pero, las gruesas lágrimas que corrían por mi rostro no me permitían consolar a nadie.
Y cuán sorprendido me quedé cuando aquella señora, secándose las propias lágrimas, me abrazó y dijo: No llore, doctor. Dios quiso que mi hijo no sufriese más.
Dios siempre actúa a nuestro favor, continuó la señora. Somos nosotros que, egoístas, muchas veces no somos capaces de ver Su misericordia en todo lo que nos rodea, incluso cuando sufrimos.
Perplejo, no logré acompañar el razonamiento de aquella sabia mujer: ¿Cómo podemos encontrar la misericordia en el sufrimiento?
Y ella, como leyendo mis pensamientos, aseveró: Dios es como un padre que trata a su hijo enfermo: permite que el vástago tome la medicina, aunque amarga, pero que traerá alivio y cura para el cuerpo enfermo.
Dios permite que tomemos la medicina amarga del sufrimiento, a fin de que sanemos nuestro Espíritu de todo el mal que, quizás, aún pueda en él existir.

* * *
En la respuesta tan simple de aquella señora, yo Te encontré.
En aquella camilla, no sólo estaba el hijo de la resignada mujer. Todos los dolores del mundo, por los cuales yo también lloraba, estaban allí representados.
Mientras yo veía injusticia y dolor, ella veía oportunidad y regeneración. Al tiempo que yo perdía un paciente para la muerte, ella entregaba un hijo para la vida. Yo veía el final. Ella, el comienzo.

* * *
Dios en todo se revela. Bajemos la guardia de nuestro orgullo, de nuestro materialismo, de nuestro egoísmo, a fin de percibirlo.
En el verde de los bosques, en el canto de los pájaros, en los que sufren, en los que ríen y dentro de nosotros... ¡Allá está Él!
¡Pensemos en eso!

Redacción del Momento Espírita.
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   LA FORJA DEL PENSAMIENTO

Queridos amigos, hola buenos días,  el pensamiento es la esencia misma de la vida espiritual, es una fuerza que vibra con una intensidad creciente, a medida que el alma se eleva del ser inferior al espíritu puro  y del espíritu puro hacia Dios.

Las vibraciones del pensamiento se propagan  a través del espacio y nos traen pensamientos y vibraciones similares. Cuando comprendamos y sepamos valorar la naturaleza  y la extensión del poder de esta fuerza, no tendremos  nada más  que muy elevados y nobles pensamientos.

En nuestra inconsciencia y en nuestra debilidad, atraemos hacia nosotros seres malos, cuyas sugestiones nos perturban, alteran  la comunión espiritual y se oscurece por culpa de nuestra inferioridad… . Fluidos envenenados  se extienden por toda la tierra, y la lucha entre el bien y el mal se desarrolla en el mundo invisible lo mismo que en el mundo material.

Todo es afinidad y analogía en el mundo invisible. Los que buscan el secreto de las tinieblas, eleven sus pensamientos con el fin de atraer a los genios inspiradores,  a las fuerzas de lo bueno y de lo bello, elevándolo  no solo en los momentos de estudio y de experiencia, sino siempre, a todas horas, como un ejercicio saludable y regenerador.  Los pensamientos buenos, son los que lentamente, afinan y depuran nuestro ser, engrandecen nuestras facultades, nos hacen aptos para sentir las más delicadas sensaciones, fuente de nuestra felicidad en el porvenir.

 En el hombre, la inteligencia y el desarrollo del cerebro están en correlación intima. La inteligencia no puede manifestarse sin el desarrollo del cerebro. A medida que el ser asciende en la escala humana, desde  el más salvaje al más civilizado, la frente crece, el cráneo se ensancha, al mismo tiempo que la inteligencia se desenvuelve. Cuando el desarrollo exterior  ha alcanzado su apogeo, el pensamiento aumenta el poder intenso del cerebro multiplicando sus líneas y trazando surcos. Dibuja estrías, circunvalaciones innumerables, eleva cimas. Hace del cerebro un mundo maravilloso y complicado, hasta el punto  de que el examen de este órgano, en el cual vibran  aun las impresiones de la vida que acaba de huir, es uno de los espectáculos  más cautivadores para el fisiólogo.

En esto tenemos una prueba de que el pensamiento trabaja y moldea el cerebro y de que hay entre ellos una intima relación. El cerebro es el instrumento admirable,  la clave de donde el pensamiento hace brotar todas las armonías de la inteligencia y del sentimiento. El pensamiento imprime  a las moléculas  del cerebro movimientos vibratorios de variada intensidad, es de esta forma como ejerce su acción.

Lo mismo que los sonidos y la luz, los sentimientos y las ideas se expresan en vibraciones que se propagan, por la extensión, con diversa intensidades. Los pensamientos  de odio y de ira, los tiernos llamamientos de amor , el lamento del desgraciado, los gritos de pasión, los arranques de entusiasmo, van a través del espacio diciendo a todos  la historia de cada uno y la historia de la humanidad. Las vibraciones  de los cerebros pensantes , de hombres o de espíritu, se cruzan o entrecruzan hasta lo infinito sin confundirse jamás. En torno nuestro, en todas partes, en la atmosfera, giran y pasan como ríos sin fin, corrientes de ideas, oleadas de pensamientos que impresionan a los sensitivos y son a menudo causa de perturbación y de error  en las manifestaciones.

Por la orientación y la persistencia de nuestros pensamientos, podemos modificar  las influencias que nos rodean  y ponernos en relación con fuerzas e inteligencias similares.

Nuestro estado mental es como una brecha por la cual pueden penetrar  en nosotros amigos y enemigos.  Del hombre depende recibir las inspiraciones más diversas, las más sublimes hasta las más groseras.  Los sensuales atraen en si  espíritus sensuales que se asocian a sus deseos, a sus actos,  acrecentando su intensidad; los criminales  llaman a espíritus  asesinos que les impulsan  a continuar en la senda del mal. El inventor es ayudado por los buscadores del más allá. El orador percibe imágenes  que fijará  en formas de lenguaje propias para conmover a las multitudes. El pensador, el músico, el poeta, recibirán vibraciones  de las esferas donde se rinde culto a lo bello ay a lo verdadero; almas poderosas les traerán los tesoros de la inspiración, el soplo que pasa por la frentes soñadoras y comunica el talento al genio.

Así, de un plano a otro, el espíritu responde a los llamamientos  del espíritu. Todos los planos espirituales están ligados entre sí. Los instintos de odio, de crueldad, de libertinaje, atraen a los espíritus del abismo.  La frivolidad atrae a los espíritus ligeros, pero la acción del hombre de bien, su llamamiento a los espíritus celestes, se eleva y repercute de nota en nota, en ascendente escala, hasta las más altas esferas, al mismo tiempo que, de las regiones profundas  del infinito, descienden sobre el las ondas vibratorias, los efluvios del pensamiento eterno que le penetran de una corriente de fuerza y de vida. El universo entero vibra bajo el pensamiento de Dios.

Amigos os deseo un lindo día, vigilemos nuestros pensamientos, ellos al igual que nuestra conducta deben mejorarse, para mejorar nuestras sintonías.

 Merchita .......Extraído del libro de León Denis “En lo Invisible”


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¿Cual es el verdadero sentido de la palabra caridad ?

-Benevolencia para con todos, indulgencia con las imperfecciones ajenas, perdón de las ofensas.


El amor y la caridad son complemento de la ley de justicia, porque amar al prójimo es hacerle todo el bien que esté a nuestro alcance y que quisiéramos que a nosotros se nos hiciese.


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NO OLVIDES NUNCA

ENFERMEDADES DE SERES QUERIDOS O PROPIAS, LA MUERTE DE UN SER AMADO, LA PERDIDA DE EMPLEO, ROPTURA MATRIMONIAL Y DE FAMILIA, SON ESTAS COSAS QUE SUCEDEN QUE NOS HACEN PERDER LA CALMA, LA ECUANIMIDAD...NO LO PERMITAS...MANTENTE FIRME CON LA FE EN DIOS, SU PODER Y SU SABIDURIA. 

PENSEMOS SIEMPRE CON LA FORTALEZA DE DIOS EN NUESTRO INTERIOR. SEAMOS CASTILLO, FORTALEZA, Y NO TENGAMOS MIEDO ANTE NINGUNA SITUACION. DIOS ESTA CON NOSOTROS. 

DEBEMOS DE TENER LA FE EN DIOS DE FORMA TAL, QUE CUALQUIER ACONTECIMIENTO, TRABA O PRUEBA QUE SE NOS PRESENTE...NO NOS SAQUE DE NUESTRO CENTRO ESPIRITUAL Y NOS HAGA PERDER EL EQUILIBRIO. 


- Rey Formoso-
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Lenguaje que debe tenerse con los

 Espíritus

280. El grado de inferioridad o superioridad de los
Espíritus, naturalmente, indica el tono que conviene tenerse con ellos. Es evidente que cuanto más elevados están, más derecho tienen a nuestro respecto, a nuestras consideraciones y a nuestra sumisión. No les debemos menos deferencia que cuando vivían y además por otros motivos: en la Tierra hubiéramos considerado su rango y su posición social; en el mundo de los Espíritus nuestro respeto sólo se dirige a la superioridad moral. Su misma elevación les pones sobre las puerilidades de nuestras formas aduladoras.
Por las palabras no es como podemos captar su benevolencia; es por la sinceridad de sentimientos. Sería, pues, ridículo, darles los títulos que nuestros usos consagran a la distinción de las clases y que, viviendo, podrían haber lisonjeado su vanidad; si realmente son superiores, no solamente no hacen caso de eso, sino que les disgusta. Un buen pensamiento les es más agradable que los honores más laudables; si fuese de otro modo no estarían más elevados que la Humanidad.
El Espíritu de un venerable eclesiástico que en la Tierra fue un príncipe de la Iglesia, hombre de bien, y que practicaba la ley de Jesús, respondió un día a uno que le evocaba, dándole el título de Monseñor: “Al menos deberías decir ex Monseñor, porque aquí no hay otro señor que Dios; debes saber que yo veo algunos aquí que en la Tierra se arrodillaban delante de mí y ante los cuales yo mismo me inclino ahora”.
En cuanto a los Espíritus inferiores, su carácter nos traza el lenguaje que conviene tener con ellos.
En el número los hay que, aunque inofensivos y aun benévolos, son ligeros, ignorantes y atolondrados; tratarles del mismo modo que a los Espíritus formales, como lo hacen ciertas personas, sería lo mismo que si nos inclináramos delante de un aprendiz o de un asno cubierto con el birrete de doctor. En tono familiar es el más adecuado para ellos, y no se formalizan por esto; al contrario, se prestan a ello con gusto.
Entre los Espíritus inferiores los hay que son infelices. Cualesquiera que puedan ser las faltas que expían, sus sufrimientos son títulos tanto más grandes para nuestra conmiseración, pues ninguna persona puede vanagloriarse de evadirse de esta palabra de Jesús: “Que el que esté sin pecado le lance la primera piedra”.
La benevolencia que les manifestamos es un consuelo para ellos; a falta de simpatía, deben encontrar la indulgencia que quisiéramos que se tuviera por nosotros.
Los Espíritus que revelan su inferioridad por el cinismo de su lenguaje, sus mentiras, la bajeza de sus sentimientos, la perfidia de sus consejos, seguramente son menos dignos de nuestro interés que aquellos cuyas palabras manifiestan su arrepentimiento; al menos les debemos la piedad que concedemos a los más grandes criminales, y el medio de reducirles al silencio es el de manifestarse superior a ellos. No se dedican sino a la persona que ellos creen que nada tienen que temer; porque los Espíritus perversos reconocen a sus señores en los hombres de bien como en los Espíritus superiores.
En resumen, sería tanta irreverencia el tratar de igual a igual a los Espíritus superiores, como ridículo el tener una misma deferencia para todos sin excepción. Tengamos veneración para los que lo merecen, reconocimiento para los que nos protegen y nos asisten; para todos los otros una benevolencia de la cual necesitaremos, puede ser, nosotros mismos un día. Penetrando en el mundo incorpóreo, aprendemos el modo de conocerle, y este conocimiento debe arreglar nuestras relaciones con aquellos que lo habitan. Los antiguos, en su ignorancia, les levantaron altares; para nosotros sólo son criaturas más o menos perfectas y no elevamos altares sino a Dios.
Texto sacado de “EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS”

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