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lunes, 6 de abril de 2015

Filosofía de la Reencarnación





EL DEBER DEL HOMBRE EN LA SOCIEDAD

                                   Ante la Humanidad

Para comenzar quisiera recordar que somos almas, espíritus encarnados que por Creación y misericordia Divina estamos aquí, pero en si  dónde estamos?
Siendo el universo tan inmenso, que no tiene  ni inicio ni final,  que nuestro sistema solar se pierde en la inmensidad. En donde estamos, que estamos haciendo….
Nuestra casa, la tierra es el tercer planeta  del sistema solar, su forma, su contextura es completamente diferente a los otros planetas… aquí tenemos todo lo necesario para nuestro vivir… el agua, el aire, las plantas, los animales, todo…
El hombre de  la  época de las cavernas hasta está época en la que nos encontramos, ha cambiado mucho…. con tantos avances científicos, tecnológicos, con los cuales ahora podemos estar todos por ejemplo unidos desde distintas parte de este planeta, compartiendo una enseñanza, una doctrina…
Es así que todo sirve, Todo se encadena en la naturaleza desde el átomo primitivo hasta el arcángel, que a su vez a empezado por ser Átomo. Admirable ley de armonía cuyo conjunto no puede apreciar nuestro espíritu limitado…
En ese plan evolutivo que tenemos, por misericordia divina, nada se estanca, todos vamos tarde o temprano a llegar a ese estado…de ser Arcángel…
 Estamos en  el camino correcto, siendo la tierra un mundo de prueba y expiación, en el que el mal sobre puja al bien.
 Como saber, evaluar lo que estamos haciendo? Como saber si estamos en el camino cierto…?
En la pregunta 625,  Kardec  realiza esta pregunta a los espíritus superiores,

625. ¿Cuál es el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al hombre, para que le sirviese de guía y modelo?
«Contemplad a Jesús».
Jesús es para el hombre el tipo de la perfección moral a que puede aspirar la humanidad en la tierra. Dios nos lo ofrece como el modelo más perfecto, y la doctrina que enseñó es la más pura expresión de su ley; porque estaba animado del espíritu divino y es el ser más puro que ha venido a la tierra.
Y en la pregunta 766:
766, ¿La vida social es natural?
Y ellos responden  que: «Indudablemente. Dios ha hecho al hombre para vivir en sociedad, y no le ha dado inútilmente la palabra y todas las otras facultades necesarias a la vida de relación».
No fuimos creados para vivir solos, aislados, somos seres gregarios por naturaleza. 
Actualmente la humanidad  está muy convulsionada, como lo indica  Miquel vives:
 La humanidad gime, llora, se desespera por lo mucho que sufre; el egoísmo todo lo devora; las víctimas de la maldad se suceden las unas a las otras, las religiones se han desviado del camino; son escasos los hombres de bien, los cuales son siempre intermediarios entre la humanidad y la Providencia.”
 Los espiritistas somos los encargados de traer la luz ya que nosotros sabemos porque la humanidad sufre, por que llora, por que se desespera; sacrifiquémonos, pues, para poder explicar la causa de sus sufrimientos, de sus lágrimas, de su desesperación; obremos de manera de dar a conocer que el dolor depura, eleva, purifica, ensalza y así cumpliremos nuestra misión.

En el Evangelio Según en Espiritismo, en el capitulo XVII  Sed perfectos, encontramos la lectura sobre “El Deber”

El espiritu  Lázaro,  nos dice “que el Deber es una obligación moral primero con respecto a sí mismo, y en seguida con respecto a los otros.” 
Dice que el deber es muy difícil de cumplir, porque es el antagonismo de las seducciones del interés y del corazón.

El deber íntimo del hombre está abandonado a su libre albedrío: el aguijón de la conciencia.   El deber del corazón fielmente observado, eleva al hombre;
Pero este deber
¿Cómo se precisa?
¿En dónde empieza?   
¿En dónde se para?
"Empieza, precisamente, en el punto en que amenazáis la felicidad o el reposo de vuestro prójimo y termina en el límite que no quisierais ver traspasar para vosotros".
Al final nos dice:
“El deber engrandece y radia bajo una forma más elevada en cada una de las etapas superiores a la humanidad; la obligación moral no cesa nunca en la criatura de Dios; debe reflejar las virtudes del Eterno, que no acepta un bosquejo imperfecto, porque quiere que la hermosura de su obra resplandezca ante él.

            El hombre en el mundo

En la lectura del: El hombre en el mundo,  Un Espíritu protector,  Nos dice que tengamos en nuestros corazones un sentimiento de piedad.  Que purifiquemos nuestros corazones,  que analicemos nuestros pensamientos y no permitamos que  tome raíces en él ningún pensamiento mundano o fútil;
Que  elevemos nuestro espíritu hacia Dios a fin de tener la disposición necesaria y poder recibir  las semillas que debe germinar en nuestros corazones,  y producir esos  frutos de caridad y de justicia.
Para ello, no es necesario vivir místicamente o estar todo el tiempo en oración y a la evolución mental,  sino  vivid con los hombres de nuestra época como deben vivir las personas, y sacrificarnos a las necesidades, aun a las  frivolidades del día; pero sacrificarnos con un sentimiento de pureza que pueda santificarlas.
Recordemos cuando el maestro nos dijo la parábola de la semilla, indicando que hay muchos tipos de personas  con genios de naturaleza diferente, con caracteres opuestos;  no choquéis con ninguno de aquellos con quienes os encontraréis.
Sed alegres, sed felices, pero con la alegría que da una buena conciencia y con la felicidad del heredero del cielo que cuenta los días que le aproximan a su herencia.

La virtud no consiste en revestirse de un aspecto severo,  ni rechazar los placeres que vuestras condiciones humanas permiten;  basta dedicar todos los actos de vuestra existencia al Criador que os ha dado esta vida, basta que cuando empecéis o acabéis una obra, dirijáis vuestro pensamiento al Criador y pidáis, por un impulso del alma, ya sea su protección para salir bien, ya sea su bendición por la obra concluida.
No hagáis nada nunca sin remontaros al orígen de todas las cosas; no hagáis jamás nada sin que la memoria de Dios venga a purificar y santificar vuestros actos.

La perfección es completa, como ha dicho Cristo, con la práctica de la caridad absoluta; pero los deberes de la caridad se extienden a todas las posiciones sociales, desde el más pequeño hasta el más grande. El hombre que viviese solo, no tendría con quién ejercer la caridad; únicamente en el contacto de sus semejantes y en las luchas más penosas, encuentra esta ocasión. El que se aísla, pues, se priva voluntariamente como el egoísta. (Cap. V, núm. 26).
No os imaginéis, pues, que para vivir en comunicación constante con nosotros, para vivir a la vista del Señor, sea preciso revestir el silicio y cubrirse de ceniza; no, no, lo repito; sed felices según las felicidades de la humanidad, pero que en vuestra felicidad no entre nunca, ni un pensamiento, ni un acto que pueda ofenderle o hacer bajar la frente de los que os aman y dirigen. Dios es amor y bendice a los que aman santamente. (Un Espíritu protector. Bordeaux, 1863).

La familia

. Pero ¿dónde comienza en realidad nuestro primer deber del hombre ante la sociedad?Podemos decir que en el reducto del hogar, en la familia, ahí renace en cada existencia un hombre nuevo, El Amor hacia la familia como núcleo vital es nuestra evolución humana"
En el libro Nuestro Hogar, capítulo 20 Nociones del Hogar, el espíritu André Luiz, nos trasmite la explicación de la señora Laura sobre el hogar y la familia, y dice así en una de sus partes:
(…) El hogar es como un ángulo recto en las líneas del plano de la evolución divina. La recta vertical es el sentimiento femenino, envuelto en las aspiraciones de la vida. La recta horizontal es el sentimiento masculino, en marcha de realizaciones en el campo del progreso. El hogar es conquista sublime que los hombres van realizando lentamente.
Al analizar este pensamiento, está claro que la familia tiene la gran responsabilidad y sobre todo los padres, de educar desde el nacimiento a sus hijos, alma ligada a ellos de encarnaciones pasadas, que busca la aproximación y el perfeccionamiento hacia Dios; pues cuando estábamos viviendo en el plano espiritual, nuestra verdadera casa; hicimos, en su momento, ese compromiso educativo, que desafortunadamente olvidamos una vez que estamos aquí.
En la lección 117 “En familia”, del libro Pan Nuestro, a través de la psicografía de Francisco Cândido Xavier, Emmanuel se expresa así:
(…) La lucha en familia es problema fundamental de la redención del hombre en la Tierra. ¿Cómo seremos benefactores de cien o mil personas, si aún no aprendimos a servir a cinco o diez criaturas?
Nos corresponde reflexionar que no podemos aspirar a una proyección de más amplia responsabilidad ante la vida, si no supimos cuidar y guiar la educación y los buenos hábitos en la familia, que es la llave para enriquecer una sociedad que debe proyectarse hacia una profunda convicción moral, basados en el respeto, la solidaridad, la fraternidad y el amor.
En las palabras del apóstol Pablo, registradas en (Efesio, 6:4) nos dice:
(…) Y vosotros, padres, no provoquéis la ira a vuestros hijos, sino criadlos en la doctrina y amonestación del Señor.
En la lección 135 “Padres”, del libro Viña de Luz, EMMANUEL, comenta: (…) Asumir compromisos en la paternidad y en la maternidad, constituye engrandecimiento del espíritu, siempre que el hombre y la mujer les comprendan el carácter divino. Recibir encargos de ese tenor es alcanzar nobles títulos de confianza”.
La familia y la sociedad en general, están llamadas a organizar su vida entorno al Evangelio de Jesús, único camino que centra el corazón y la mente del ser humano. El Evangelio no habla a los embriones de la espiritualidad, sino a las inteligencias y corazones que ya se muestran susceptibles de recibir ese concurso. Los hijos, son las obras preciosas que el Señor les confía en sus manos, solicitándoles cooperación amorosa y eficiente, comprendiendo que para ser madre o padre, son necesarios profundas dotes de amor y frente a esas cualidades debe brillar el divino don del equilibrio.
Pero también los hijos tienen responsabilidades ante sus padres. Pablo de Tarso, escribiendo a sus amigos de la iglesia de Éfeso, registrados en (Efesio, 6:1) dijo: (…)Vosotros hijos, sed obedientes a vuestros padres, en el Señor, porque esto es justo.”
 En la interpretación de Emmanuel sobre estas palabras de Pablo en la lección 136 “Hijos”, del libro Viña de Luz dice:
(…) No solamente los padres humanos están rodeados de obligaciones, sino los hijos igualmente, necesitan vigilarse a sí mismo con singular atención.
Casi siempre la juventud sufre de extraño olvido. Estima rumbos caprichosos, desdeñando sagradas experiencias de quien la precedió, para más tarde, desanimado, volver al punto de partida, cuando el sufrimiento o la madurez de los años le restauren la comprensión.
No nos olvidemos que el hijo descuidado, ocioso o perverso, es el padre inconsciente de mañana, y el hombre inferior que no disfrutará de la felicidad doméstica”.
Concluimos diciendo que si nos hemos referido a la familia consanguínea, no podemos olvidar el concepto más amplio que nos trasmitió Jesús: la familia somos todos ya que la familia es el Universo.

EL DEBER DEL HOMBRE ANTE DIOS Y LAS LEYES DIVINAS

Dios es un ser vivo, sensible, consciente. Dios es una realidad activa. Dios es nuestro Padre, nuestro conductor, nuestro mejor amigo. Por Él y solamente en Él nos sentiremos felices y verdaderamente hermanos.
El mayor mandamiento de la Ley de Dios, nos lo revelo Jesús cuando contesto a uno de los fariseos intérpretes de la ley diciéndonos; Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y gran Mandamiento. Y el segundo es semejante; Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos afirmo Jesús Guía y Maestro de la humanidad terrestre, que dependía toda la Ley y los profetas. Nosotros tenemos el deber como hijos de Dios Amar a nuestro Padre con toda la fuerza de nuestro espíritu, sin embargo ese amor solo será completo y la ley Divina integralmente cumplida, si también e igualmente amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Ya que constituye la expresión más completa de la caridad , porque resume todos los deberes del hombre para con el prójimo, y siendo la Ley de Dios todo amor y justicia, nuestro Padre amando igualmente a todos, jamás podrá permitir que lleguemos a Él sin pasar por nuestro prójimo. Independientemente de la religión que seamos, no, nos será posible amar a Dios, sin amar uno solo de nuestros hermanos sus hijos. Porque así es que tendremos la fraternidad aplicada, pues, si jamás queremos el mal para nosotros, igualmente no lo desearemos a los otros. Así a la medida que vayamos evolucionando rumbo al Padre, llevaremos con nosotros a nuestro prójimo.
No podemos pedir perdón a Dios por nuestros errores, mientras no perdonamos igualmente, a nuestro prójimo y a él guardamos rencor. Nos cabe la tarea de examinar nuestra conciencia, para saber cómo nos gustaría que procediesen  con nosotros en cada circunstancia y, de ahí, adoptar ese procedimiento para con el prójimo. El hombre debe atender las obligaciones pertenecientes a la vida material, respetando las leyes vigentes y honrando los compromisos asumidos, sin descuidar de cumplir la Ley de Dios, a través del cultivo de los valores espirituales que conducen a la perfección. Debemos respetar los derechos de cada uno como cada uno desea que se respeten los suyos. Siendo condenable todo prejuicio material que podamos causar a otro.
Todo esto parece sencillo conmovedor, más cuando hablamos del Amor que debemos dar al Padre, nos es necesario entender mejor algunos principios básicos con los que contamos para nuestro desenvolvimiento y evolución hacia los brazos del Padre Creador de todos y todo cuanto existe. Ya vimos antes y sabemos que todo nuestro aprendizaje en la tierra mira el dominio del amor, sentimiento por excelencia, pero como adquirir este sentimiento sin comprender antes que todos somos creados iguales, simples e ignorantes. El hombre en su punto de partida, no posee más que instintos. Una vez que ha adelantado y se ha también corrompido, solo tiene sensaciones. Pero cuando se instruye y purifica posee sentimientos. Y el punto cumbre del sentimiento es el amor. Cuando nosotros implantemos definitivamente la Ley del Amor en nuestros corazones, esta sustituirá la personalidad por la fusión de los seres extinguiendo las miserias sociales, dando lugar a los sentimientos nobles de fraternidad y respeto por los semejantes.
La aplicación de la Ley de Amor se traduce en la obra del Padre, así como en los medios que la providencia Divina nos concede para el necesario desarrollo de los sentimientos, que ciertamente, nos rescatara de la materia. Ninguno de los hijos de Dios  es menos amado por un Padre al cual nuestras perfecciones no nos permiten describir, pero que si que nos podemos dar una idea de cuales son algunos de los atributos que Dios debe poseer en grado supremo y perfecciones infinitas, y cuales aquellos que Dios para ser Dios, no puede ser o tener. Es así que siendo eterno, inmutable, inmaterial, omnipotente, soberanamente justo y bueno. Dios es infinitamente perfecto, Él no deja desprovisto  a ninguno de nosotros sus hijos. Dios a través de la reencarnación, nos asegura la oportunidad de progreso espiritual, por medio del reencuentro con aquellos a los cuales nos unimos en otras vidas, pudiendo reparar los posibles errores del pasado, y ejercitar la práctica del amor, promoviendo así, nuestra elevación espiritual.
La mejor manera de vencer nuestros instintos y acelerar nuestro progreso esta en nosotros mismos, nos cabe el deber de estudiar, comprendiendo y vivenciando las enseñanzas  de Jesús, ahora renovadas por el espiritismo que nos recomienda: Amar para ser Amados. Debemos un respeto y gratitud para nuestro hermano mayor, sin olvidarnos que solo por Él se va al padre. Del cumplimiento de esta Ley depende nuestro progreso moral, nuestra paz y nuestra felicidad en la tierra y en el espacio. No siendo letra muerta, pues todos sabemos que el señor dijo que debíamos amarnos como hermanos, y por poco instruido que sea el hombre, sabe que el Señor dijo también que debíamos amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldecían, orar por los que nos ultrajan y persiguen, y que volviéramos bien por mal. No en vano el Padre nos envió el espíritu más grande que ha venido a la tierra. No en balde vino este espíritu elevadísimo a ser ultrajado, martirizado y clavado en cruz, después de haber probado su gran misión con sus hechos y doctrina. No en vano Allan Kardec y los espíritus de luz nos lo enseñaron como modelo. Es el camino, la verdad y la vida; fuera de sus enseñanzas no hay salvación posible. Por eso comprendiendo Allan Kardec la importancia del evangelio, aclaró algunas palabras y conceptos para que estuvieran al alcance de todas las inteligencias, en cuyas aclaraciones tomaron una parte muy directa elevados espíritus, dictando comunicaciones que, por su orden moral, llegan al alma.
Del amor derivan todas las virtudes, todos tenemos en lo íntimo esa centella divina, cabiéndonos hacerla germinar y desarrollar, ajustándonos así a la ley del amor. Un día todos seremos virtuosos y, en consecuencia felices. Amar, en el sentido profundo del término, es aceptar a los otros como son, haciéndoles todo el bien a nuestro alcance. Dios nos creó para la felicidad, fruto de la relación fraterna con nuestro prójimo. La caridad solo es verdadera y capaz de promover la evolución del espíritu, cuando es practicada con abnegación y un constante sacrificio de todo interés egoísta, más para eso, ella tiene que ser inspirada y sustentada en la Fe, que es el resorte propulsor. Para ello la misión del Señor es algo que siempre hemos de tener presente en beneficio de nuestro espíritu, por el consuelo, la resignación y la paciencia que puede inspirar su sacrificio. Porque todos estamos en la tierra para ser probados y muchos en expiación. Cuando las pruebas son de aquellas que anonadan al espíritu, y las expiaciones son tan dolorosas que apenas se puede sufrir, entonces es de gran utilidad el recordar, no solo los mandamientos, sino los sufrimientos, y la resignación del Señor. Estos recuerdos de tan grandes hechos, nos inducirá a la resignación, a sufrir los grandes dolores sin quejarnos, a sufrir las grandes pruebas con ánimo sereno, esto hará que obremos como  hombres de bien; no solamente sacando provecho recordando, sino que si al recuerdo unimos el amor al señor, la admiración y la súplica, si tanto nos identificamos con Él, podemos recibir gran protección de lo alto, y, a veces, su misma influencia. El no abandonara a los que confíen en Él, como no abandonaba a los sinceros cristianos de todas las épocas.
Si todo en la creación se atrae y compenetra, no puede dejar de existir esa Ley entre la criatura y su Creador. Dios tiene la Ley hecha y todo lo ha creado para sus hijos; pero es a nosotros que nos toca alcanzarlo. Pues si los deseos y malos pensamientos atraen malas influencias, no hay duda de que los pensamientos y buenos deseos hacia el bien, atraen buenas influencias. Siendo así cuanto más las atraerá para aquel que ame mucho al Padre, le adore en espíritu y verdad y procure seguir sus mandamientos. Si en realidad nosotros amasemos al Padre nos hubiéramos evitado tantas disensiones, conflictos, guerras, hubiéramos dado ejemplo con indulgencia, tolerancia, distinguiéndonos de los demás por dominar en nuestro corazón los sentimientos de amor. De aquí viene que muchos de nosotros no hagamos ningún daño, pero tampoco ningún bien, y por poco, , más que el descuido se apodera de nosotros, caemos en ridículo haciendo una mala propaganda de la doctrina que sustentamos. Otras veces caemos bajo la obsesión, haciéndonos concebir y propagar teorías extrañas, que vienen a perturbar la marcha de la humanidad, sembrando la duda en unos y la división en otros. Esto mismo también acontece cuando por falta de instrucción todo lo encontramos bueno y maravilloso, como cuando penetramos en regiones que por no ser aún bien exploradas y entendidas, hacemos afirmaciones y adoptamos principios que ni consuelan, ni edifican y solo sirven para llevar la confusión a las inteligencias exaltadas.
Hemos de tener en cuenta, que la humanidad en el grado de adelantamiento moral que nos encontramos, todavía estamos llenos de errores, de maldad, de hipocresía, de egoísmo, de orgullo; cada ser de los que vivimos en este mundo, desprendemos algo de nosotros mismos, de lo que somos. Por esto debemos entender que para limpiarnos de vicios, hemos de saturarnos de fluidos e influencias superiores a las que nos rodean en este mundo, y además para que estas lleguen a nosotros, hay que ponerse en condiciones de poderlas recibir. Para ello contamos con un recurso valiosísimo en nuestra andadura de espíritus eternos, se llama oración, a través de ella es que  nos ponemos en comunión con el Padre cuando es hecha con fervor, con la firme voluntad de elevarnos por sobre la materia, poniendo en nosotros todo el amor y adoración posible al Padre, buscando sentir desde lo más hondo del alma, para elevarnos en busca de nuestro símil en el espacio; como los seres que habitan en el cuya principal misión es la caridad universal. No dejándonos sin amparo a ningún hombre que con su voluntad llega a ellos. Establecemos así una corriente fluídica que nos circunda de luz, limpiándonos de fluidos imperfectos que se habían apegado a nosotros, protegiéndonos además de ellos.
Debemos pues agradecer como hijos a nuestro Padre por habernos creado, siendo respetuosos con la grandeza del Creador, debiendo adorarle por su omnipotencia, amarle por su sublimidad; y ese agradecimiento, ese respeto, esa adoración, ese amor, ponerlo de manifiesto al todo poderoso tanto como nos sea posible, ya sea para portarnos como buenos hijos ante tan sublime y amoroso Padre, como para atraer hacia nosotros su influencia y la de los espíritus buenos que tanto necesitamos en nuestro estado de atraso y en un mundo en donde impera la ignorancia y el dolor.

                                MANUEL AMADEO BUENDÍA 

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               Filosofía de la Reencarnación

En principio, solo a través de la razón se puede llegar al pleno convencimiento de que la reencarnación es una realidad; sin embargo cuando se penetra en el estudio de este apasionante y trascendente tema, se descubren que además existen pruebas e indicios claros e incontestables que la confirman, obtenidos a través de una observación meramente científica. Esto nos lleva a la conclusión de que la reencarnación, no es simplemente una teoría , sino que es una realidad subjetiva pero evidente y hasta palpable. Este convencimiento cuando se llega a consolidar en nuestra mente , colabora a una nueva forma particular de ver y de entender la vida.
La idea de la reencarnación está basada en la creencia de la existencia de Dios , Principio de Todo lo Creado, con atribuciones de perfección infinitas; así solo lo podemos imaginar como infinitamente justo, sabio y bueno que rige mediante leyes justas, sabias y perfectas toda la Creación , de la que forma parte la existencia del alma o espíritu.
De ahí la creencia de que los Seres humanos somos creaciones de Dios, hechos a Su imagen y semejanza en cuanto a nuestra esencia espiritual; no nos podemos referir a una semejanza física, pues esa grandiosidad cósmica , Perfección absoluta y Causa de todo cuanto existe, no está contenida en una forma física y limitada, sin embargo, somos Seres de Su misma esencia espiritual eterna, porque por Voluntad Suya, procedemos de Él, con todos Sus atributos en germen y en proceso de constante desarrollo y perfección.
Del hecho real de la reencarnación se desprende una filosofía ética que explica de modo lógico y claro, las desigualdades humanas, e ilumina el concepto de la Justicia Divina: a cada cual según sus obras.
La reencarnación forma parte del proceso de la vida, por lo que no es ningún milagro ni ningún hecho paranormal por lo que una vez estudiada y analizada vemos como forma parte de la Naturaleza.
La reencarnación tiene como fundamento la realización de la evolución del Espíritu a través de los tiempos, en un proceso de aprendizaje y desarrollo continuo de los atributos Divinos que poseemos, hasta llegar a alcanzar una meta de Perfección y felicidad totalmente sintonizados e integrados en el servicio a nuestra Fuente de Origen ( Dios). Todos tenemos un mismo punto de partida, que es la creación por ese Principio, Dios Padre-Madre Perfecto, y la Perfección total de Dios es la meta inalcanzable que precisamente es la meta a alcanzar.
Cada existencia humana viene a ser para su Espíritu como un eslabón que se une y relaciona por detrás y por delante con las anteriores y posteriores existencias humanas, diferentes, pero solidarias entre sí.
De la reencarnación se deduce lógicamente, la preexistencia del Ser Espiritual humano antes del nacimiento, y la supervivencia después de la muerte.
Con la idea de la reencarnación el concepto que podamos tener del Amor de Dios se engrandece, porque por ella todos estamos llamados a alcanzar antes o después esa meta divina, con arreglo al esfuerzo y empeño que cada uno hagamos por conseguirlo, y para esto, Dios en su infinito Amor y Justicia, ha dispuesto que podamos tener tantas y tantas oportunidades como nos sean necesarias, corrigiendo nuestros errores y desarrollando las facultades de la Divinidad Creadora.
Bajo un punto de vista reencarnacionista , también se comprende en mayor profundidad que todos somos iguales ante Dios y hermanos, porque todos somos sus hijos creados de Su propia Esencia ( a Su imagen y semejanza ),y estamos destinados a la suprema felicidad en unión con El, al que podemos por eso llamar y sentir como “Padre”..
Por último, se comprende también como por la Reencarnación, y la Ley de Causa y Efecto que la acompaña y regula, los Seres humanos somos artífices de nuestro propio destino .

-Jose Luis Martín -

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Os he revelado los grandes secretos. No los digáis mas que a aquellos que pueden comprenderlos. Vosotros sois mis elegidos, veis el término, la multitud no ve mas que un corto trecho del camino”.
-Krishna -

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JESÚS Y LOS SUFRIMIENTOS


Cuando era procurado por los portadores de enfermedades, Jesús siempre les preguntaba si realmente deseaban la salud, o si creían que el los podía curar.
           
Era de fundamental importancia para el restablecimiento  del enfermo  la seguridad intima sobre estos dos requisitos: querer y creer.

Complementándose uno en el otro, se tornan esenciales para el restablecimiento físico y psíquico del candidato a la cura.

El querer en profundidad, sin reservas, altera completamente el cuadro psicofísico del individuo, que se transfiere del estado de desarmonía en que se encuentra para el de equilibrio, auxiliando al organismo en la restauración de sus equipamientos damnificados.

La dolencia no es más que un síntoma de trastorno del espíritu, en realidad el portador de la misma.

El acto de querer liberarlo de los elementos perniciosos, generadores de los disturbios que se presentan en la emoción, en la mente  y en el cuerpo.

Quiere decirse, abandonando la acomodación parasitaria o el medio de asumir responsabilidades nuevas ante la vida, de ese modo arrebatando las cadenas de la rebeldía persistente, de auto compasión, de las sombras en las cuales el individuo se oculta.

Quien quiere, acomete; y lo hace, de forma que elige los resultados almacenados.

El creer es una decisión grave, de madurez  emocional  y humana.

La creencia vive innata en el hombre, aguardando los estímulos que la hagan desenvolverse,  enriqueciendo de fuerzas la vida.

Hay una creencia automática, natural, herencia característica de las generaciones pasadas, que induce a la aceptación de los hechos, de las ideas y experiencias, sin análisis racional.

Y existe otra que es el resultado de la elaboración de la lógica, de las evidencias de los acontecimientos con los cuales la razón concuerda.
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Se cree, por tanto, por instinto y por conocimiento experimental.

Cuando se quiere, despojado de duda, la creencia en el éxito ya se encuentra en el ánimo del deseo exteriorizado.
 El recelo hay no tiene guarida, ni las vacilaciones producen desconfianzas.

El paisaje mental se baña de luz y los componentes de la infelicidad se diluyen bajo los rayos poderosos de la voluntad bien dirigida.
Querer y creer conducen a la lucha, mediante la decisión  de salir de la zona sombría para el campo del éxito.

Después la victoria feliz, estos dos valores morales deben proseguir comandando la integridad emocional, para impedir la recaída.

En el episodio del paralítico, que fue descendido por el tejado y puesto a su lado, como en otros variados, las dos cuestiones son puestas en evidencia por el Maestro.

A la pregunta directa: “¿Tú crees que yo te puedo curar?”, el enfermo respondió: “si”, demostrando la fe que lo dominaba, al mismo tiempo retratando querer recuperar la salud, tal es el esfuerzo emprendido para estar allí.

Necesitó de amigos y personas solidarias; se sometió al esfuerzo de se conducido, aumento sus dolores, y, porque quería, lo consiguió.

Sensibilizado por el esfuerzo, Jesús lo liberó de la dolencia, de la que el, sin rebeldía, deseaba despojarse.

 En tus dificultades y dolores, abandona la complacencia para con ellas y toma  la  segura decisión de querer ser feliz y creer que lo conseguirás.

Nada te impide la tentativa. Basta que establezcas, en lo íntimo, el deseo fuerte de liberación.

Si la duda se presenta, ahuyéntala.

Perturbado por el pesimismo, contempla a los triunfadores que lucharon antes que tu.

No les fue diferente el esfuerzo para la victoria.

Ellos iniciaron la labor sin que lo supieses y ahora ves solamente su resultado.

 Además, apela a Jesús con firmeza, cierto de que tu rogativa no quedará sin respuesta, y ábrete al influjo de fuerza restauradoras, no le oponiéndole barreras.

Si quieres la paz y la salud, y crees en su inmediata conquista, no dejes tu momento de conseguirla, pues ese momento es ahora.

Redacción de Momento Espirita 

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La felicidad depende de las cualidades propias del individuo y no del estado material del medio en que se encuentra.”

(Allan Kardec in “Revue Spirite” - marzo/1865)

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PARA ELEVAR EL PENSAMIENTO, 

CONSIDEREMOS QUE :


  La vida es bella

Si observamos el paisaje, es encantador. En las muchas veces que estamos con ojos de melancolía, lo vemos de forma triste y depresivo, pero no es el paisaje; cuando estamos alegres, un poco de barro  pútrido se nos 
presenta como una oportunidad de transformar el jardín; cuando estamos tristes, la fuente cantarina parece un ojo que vierte lágrimas de dolor.
El paisaje es el mismo; nuestra disposición  de mirarla es lo que hace  luminiscente o sombrío el  paisaje desolador. Así que cuando ponemos el aceite santo del amor en el corazón y  en las lentes claras de la alegría, la vida es siempre hermosa.

- Joana de Ángelis-

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