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viernes, 31 de octubre de 2014

Transgresión y regresión


                                 
                                        Tempestades de la Vida 


Hay noches muy oscuras en que el viento violento y ruidoso trae la tempestad inclemente. 

Los truenos y los relámpagos invaden la madrugada como si fuesen a durar para siempre. 

No hay como ignorar los sentimientos que toman por asalto nuestros frágiles corazones. 

El miedo y la inseguridad nos quitan nuestro sueño, y pasamos minutos interminables, imaginando lo peor, temerosos de que el cielo pueda, de un momento para otro, caer sobre nuestras cabezas.

Sin, no obstante, cualquier aviso, el viento se va calmando, las gotas de lluvia comienzan a caer con menos violencia y el silencio vuelve a imperar en la noche. 

Adormecemos sin darnos cuenta del final de la intemperie, y cuando despertamos, con el sol de la mañana besándonos la frente, ni siquiera nos acordamos de las angustias de la noche. 

Las ramas caídas en la calzada, el agua aun enlodada en la calle, nada, ninguna señal es suficientemente fuerte para que nos acordemos del temporal que hace pocas horas nos asustaba tanto. 

Así aun somos nosotros, criaturas humanas, presas al momento presente. 

Descreídos, al punto de casi sucumbir delante de cualquier dificultad, sea una tempestad o revés de la vida, por creer que ella podría aniquilarnos o herir irremediablemente. 

Hombres de poca fe, es lo que somos. 

Hace mucho tiempo fuimos invitados a creer en el amor del Padre, soberanamente justo y bueno, que no permite que nada que no sea necesario y útil nos ocurra. 

Incluso así continuamos unidos a la materia, creyendo que nuestra felicidad depende apenas de los tesoros que el óxido roen y que el tiempo deteriora. 

Permanecemos sufriendo por dificultades pasajeras, como la tempestad de la noche, que por más estragos que pueda hacer en los tejados y en lo jardines, siempre pasa y tiene su indiscutible utilidad. 

Somos para Dios como criaturas que aun no se dieron cuenta de la grandiosidad del mundo y de las verdades de la vida. 

Almas aprendices que se asustan con truenos y relámpagos que, en las noches oscuras de la vida, haciéndonos recordar de nuestra pequeñez y de nuestra impotencia delante de todo. 

Si aun lloramos de miedo y no tenemos coraje bastante para enfrentar las realidades que no nos parecen favorables o agradables, es porque en nuestra intimidad el mensaje de Cristo aun no se hizo certeza. 

Nuestra fe es tan insignificante que ante la menor contrariedad gritamos que Dios nos abandonó, que no hay justicia. 

Se trata, sin embargo, de una miopía espiritual, derivada de nuestro deseo constante de ser agraciados con bendiciones que, por ahora, aun no son merecidas. 

Nos falta coraje para creer que Dios no se equivoca, que esta característica no es de el, sino sólo nuestra, caminantes imperfectos en esta ruta evolutiva. 

Nos falta humildad para creer que, cuando hacemos la parte que nos cabe en la tarea, todo ocurre en la hora correcta y de la forma adecuada. 

Los dolores que nos llegan y nos tocan son oportunidades de aprendizaje y de cambio para un nuevo estadio de evolución. 

Así como la lluvia, que aunque nos parezca inconveniente y asustadora, en algunas ocasiones, también los problemas son indispensables para la purificación y renovación de los seres. 

Por eso, cuando las tempestades pesaran fuertemente sobre nuestras cabezas, sepamos percibir que todo en la vida pasa, así como las lluvias, los dolores, los problemas. 

Todo es fugaz y momentáneo. 

Pero todo, también, tiene su motivo y su utilidad en nuestro desarrollo. 

Equipo de Redacción del Momento Espírita. 


                                         
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¡ PUES VAYA UN CASTIGO, TENER QUE VOLVER OTRA VEZ AQUÍ ! 

Por lo general, la encarnación no es un castigo para el Espíritu, según piensan algunos, sino una condición inherente a la inferioridad del Espíritu, así como también un medio para que
progrese. A medida que progresa moralmente, el Espíritu se desmaterializa,es decir, se depura al liberarse de la influencia de la materia;su vida se espiritualiza, sus facultades y percepciones se amplían; su felicidad es proporcional al progreso realizado. No obstante, como actúa en virtud de su libre albedrío, puede por negligencia o mala voluntad retardar su adelanto; prolonga, por consiguiente, la duración de sus encarnaciones materiales, que entonces se convertirán en un castigo, dado que por sus faltas permanece en las categorías inferiores,obligado a recomenzar la misma tarea. Así pues, del Espíritu depende abreviar, por medio del trabajo de purificación realizado sobre sí mismo, la duración del período de las encarnaciones

- EL GÉNESIS -

                        
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       EN LAS MUERTES PREMATURAS

¿De qué modo el espíritu de un niño que ha muerto a tierna edad puede responder con conocimiento de causa, si cuando vivía no tenía aún conciencia de sí mismo? “Cuando el niño muere, su alma es un espíritu que todavía está envuelto en los pañales de la materia. Con todo, una vez desprendido de la materia, goza de sus facultades de espíritu, porque los espíritus no tienen edad. Eso prueba que el espíritu del niño ha vivido anteriormente. Sin embargo, hasta que esté por completo desprendido de la materia, puede conservar en su lenguaje algunos rastros del carácter infantil".


EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS (282.35)

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TRANSGRESIÓN Y REGRESIÓN
André Luiz



En la Doctrina Espírita, la medianidad y la reencarnación son importantes herramientas de aprendizaje y consuelo, pero los principios de la Codificación Kardeciano en torno a ellas no siempre son respetados.

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La transgresión del compromiso mediúmnico ocurre con frecuencia.
Médiums de curación que transforman el gesto de auxilio en actos de coreografías estudiadas, huyendo a la simplicidad del recurso espiritual.
Médiums de efecto físicos que cultivan intereses inmediatos y pierden la facultad de producir fenómenos, envolviéndose en el fraude y el ridículo.
Médiums psicógrafos que descuidan la vigilancia y la disciplina, desatendiendo el estudio doctrinario y escribiendo obras que en vez de esclarecer, confunden.
Médiums de toda naturaleza que sucumben a los elogios, rechazan la convivencia con la humildad, desarrollan sentimientos de inhabilidad y omnipotencia, haciéndose sordos a las ponderaciones de compañeros con mayor experiencia y sembrando falsedad como si fuese verdades.

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De la misma forma que la mediumnidad es victima de desvíos de su finalidad Espírita, también la reencarnación es blanco de interpretaciones inconvenientes.
Es Espiritismo ilustra que las vidas sucesivas son instrumentos de la Providencia Divina para la evolución espiritual, resaltando que el olvido de experiencias anteriores es útil para comenzar la nueva existencia. En esta oportunidad, los engaños de otrora se manifiestan como tendencia indeseables que deben ser corregidas y la voz de la conciencia es el eco de la resolución tomada en el sentido de mejorar.
A pesar de este concepto, claro y preciso, hay los que abogan por la regresión de la memoria, abarcando las vidas pasadas, como tratamiento a los males de ahora.
Sin embargo, conviene reflexionar, solamente el esfuerzo en el Bien es capaz de renovar propósitos, camino hacia la paz interior. Es ilusorio cualquier otro medio que aparte al Espíritu de la participación activa, en el proceso de transformación íntima.

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Así pues, ante las pruebas que te afligen, no imagines que el alivio de tu dolor este en el conocimiento del pretérito.
Al contrario, la solución que Dios te propone no es que conduzcas la memoria en dirección al pasado, bajo la influencia del sueño hipnótico sino que avances el corazón hacia el futuro, bajo la inspiración del Evangelio de Jesús, amando, sirviendo y trabajando por el autoperfeccionamiento, con la certeza  de que la felicidad autentica es una laboriosa conquista y no una simple oferta.

(Página psicografiada por Antonio Baduy Filho, en Ituiutaba, MG., Brasil)


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jueves, 30 de octubre de 2014

Los Finados

EL DESTINO DE LAS NACIONES


 “Es, en gran parte, en el seno de las familias donde se prepara el destino de las naciones.”
Esa afirmación es del papa León XIII y tiene un sentido muy profundo.
Al decir que el destino de las naciones es preparado en el seno de las familias, por cierto el papa quiso referirse a los valores que son practicados dentro de los hogares.
Sí, porque aquellos que hoy gobiernan los países y conducen el destino de sus ciudadanos, ya fueron niño y convivieron en el seno familiar.
En tesis, en sus decisiones siempre tendrán gran peso las directrices por las cuales fueron conducidos a lo largo de la infancia y juventud.
Quien contesta esa tesis, estará negando, por eso mismo, la eficacia de la educación.
Henri Lacordaire, el ilustre vicario de la catedral de Notre-Dame, de París, dice: “La sociedad no es más que el desenvolvimiento de la familia: si el hombre sale de la familia corrupto, corrupto estará para la sociedad.”
Los valores morales vividos en la familia, principalmente por los padres, son decisivos en la formación del hombre de bien de cualquier país.
Es así que el destino de las naciones es resuelto en el seno de las familias, pues es el hogar que forma al ciudadano.
Es el hogar que forma o deforma al profesional de todas las áreas.
Es la familia que traza el camino que sus miembros deben recorrer.
Es por esa razón que el cultivo de las virtudes dentro de los hogares es esencial para mejorar esa célula básica de la sociedad llamada familia.
En las resoluciones tomadas en el día a día de cualquier persona, pesaran las lecciones aplicadas en la formación de sus caracteres desde la infancia.
Si las lecciones fueron de corrupción, de falta de respeto a la vida, de supremacía de la fuerza bruta, de egoísmo y de preconceptos variados, esas serán las directrices que irán a guiar sus actos.
Si las lecciones fueran de honestidad, respeto por el semejante, fraternidad, valorización de la vida en su más amplio sentido, esas virtudes van a basar sus decisiones.
Es así que la construcción de un mundo mejor depende de las lecciones que están siendo pasadas hoy en el seno de las familias.
Que no se construye un edificio comenzando por el tejado, sino por las bases, por los pilares. Y la base de cualquier sociedad, son los hogares.
Si en las bases fueran quedando los pilares sólidos de las virtudes, todo el edificio tendrá seguridad y nobleza.
Pero, si las bases estuviesen podridas por la corrupción de las costumbres, entonces el edificio estará gravemente comprometido y tiende a desmoronarse.
Es necesario y urgente que las familias piensen en eso con cariño, pues el edificio social depende de cada uno de nosotros.
Si no deseamos guerras, corrupción, violencia, necesitamos obrar hoy, fundamentando los pilares de los hogares con los pilares de la paz, de la honestidad, de respeto a la vida.
Ese es el único camino, no hay otro. No habrá un país moralizado sin ciudadanos moralizados. No habrá una nación pacificada sin la pacificación de sus habitantes.
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La moral, como enseñó Jesús, el Sabio de todos los tiempos, es la regla del bien proceder.
Por eso, existen algunos valores que no pueden ser olvidados ni sin negligencia en el contexto educacional: la justicia, el amor y la caridad.
Esas son las virtudes básicas para una sociedad más feliz. Jesús las vivió y enseñó como el resumen de todas las leyes, de la siguiente forma: “amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo”.
Una enseñanza simple y eficaz. Basta hacer. He ahí el gran desafío para quien desea construir una familia pacificada, una ciudad justa, una nación de bien, un planeta mejor.
Redacción del Momento Espírita

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         EN PAZ


Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
Amado Nervo

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

(La tumba no es paz, no es reposo, no es sueño. Es la iniciación de otra vida más espléndida, plena de posibilidades: cosecha merecida para el espíritu que sembró belleza, esperanza y amor en los corazones. Y fué Don Salvador Sellés, el magnífico poeta español, que en notable poesía contestó el pensamiento de Nervo, diciéndole:
NO, AMADO NERVO! NO DIGAS ESO POR SANTA DESPEDIDA!

! Ah, no! No digas eso por santa despedida,
Jamás, Jamás estamos en paz con nuestra vida,
La vida es la señora, la Diosa, la Maestra,
La Vida !Qué de cosas recóndidas nos muestra!
Viniste con la frente desnuda a sus vergeles,
y partes coronado de palmas y laureles.
Si entramos y salimos lo mismo por el mundo,
inútil es la vida y el paso es infecundo.
El que los rosales planta, no siempre coge rosas;
más veces coge espinas, que flores olorosas;
más las espinas esa de pérfido rosal,
nos hieren y nos curan por Ley Providencial.
Las vidas sucesivas, son místicas escalas:
por ellas, en el éter, abrimos grandes alas.
Las existencias buenas corrigen a las malas,
y el alma va vistiendo del serafín las galas.
No hay como la vida, ni cáliz de amargura;
fué el premio del martirio y el don de aquella vida.
Cuando murió el Gran Mártir, en lo alto de la cruz,
apareció una estrella que lo inundó de luz.
La estrella de los cielos sobre Jesús venida,
que se nos vuelva néctar si por amor se apura.


Por AMADO NERVO

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SOBRE FINADOS • Francisco Cándido Xavier

En una de nuestras reuniones públicas, fue comentada la cuestión de nuestros homenajes a los hermanos desencarnados. ¿Cómo se sienten ellos con nuestras conmemoraciones y recuerdos?
En torno a esa pregunta, fueron entretejidos numerosos comentarios. Y, al inicio de nuestras  tareas, el Libro de los espíritus nos ofreció para estudio la cuestión nº 353, que se vincula al asunto, las explicaciones de los compañeros fueron de las más diversas.
Al término de la reunión, nuestro querido Emmanuel escribió la páginas que aquí se expone. Es una oración que nos sensibilizó y nos hizo recordar a todos el Día de los Difuntos.”

NOTA – El problema de las conmemoraciones del día de los Difuntos, también como el de los funerales y de homenajes prestados a los muertos, mereció un tópico especial del capítulo VI de El Libro de los Espíritus. La posición doctrinaria, al contrario de lo que generalmente se piensa, es favorable para esos homenajes, desde que son sinceras y no solo apenas convencionales. Los Espíritus, respondiendo a la pregunta de Allan Kardec al respecto, mostraron que los lazos de amor existentes entre los que partieron y los que quedaron en la Tierra justifican esos actos. Y declararon que en el Día de los Difuntos los cementerios quedan repletos de espíritus que se alegran por el recuerdo de los parientes y amigos.

ORACIÓN POR LOS CASI MUERTOS· Emmanuel


¡Señor Jesús!...

Mientras que los hermanos de la Tierra el resto de nosotros – los compañeros desencarnados – en las fronteras de la cenizas, rogándote amparo a nuestro favor, también nosotros, de corazón reconocido, te suplicamos apoyo y auxilio para todos ellos, principalmente considerando aquellos que corren el riesgo de marginalizarse en las tinieblas!...
Por los que perdieron la fe, recusando el sentido real de la vida, y yacen casi muertos de desesperación; por los que desertaron de las responsabilidades propias, anestesiando transitoriamente el propio raciocinio, y surgen casi muertos de inanición espiritual; por los que se entregaron a la ambición desmesurada y se rodearon sin cualquier provecho de los recursos de la Tierra, y repuntan de lo cotidiano casi muertos de penuria en el alma; por los que se hipertrofiaron en su sepultura de inteligencia , helando el corazón para el servicio de la solidaridad, y aparecen casi muertos al frio de la indiferencia; por los que acreditaron en la fuerza ilusoria de la violencia, lanzándose al fuego de la rebeldía, y se destacan casi muertos de vacia angustia; por los que se perturbaron por ausencia de esperanza, confiándose al desequilibrio, y se revelan casi muertos de inútil aflicción; por los que abrazaron el desanimo por norma de acción, parando de trabajar, y reposan casi muertos de inercia; y por lo que se hirieron hiriendo a los otros, encarcelándose en las cadenas de la culpa, y están casi muertos de tardío arrepentimiento!...
¡Señor!...
   Para todos nuestros hermanos que atraviesan la experiencia humana casi muertos de sufrimiento y agravios, complicaciones y problemas creados por ellos mismos, nosotros te rogamos auxilio y bendición!...
   Ayúdalos a liberarse del visco de sombra en la que se enredaron y tráelos de nuevo a la luz de la verdad y del amor, para que la luz del amor y de la verdad les revitalice la existencia, a fin de que puedan encontrar la felicidad real contigo, ahora y para siempre.

EL CREDIARIO DE LA MUERTE · J. Herculano Pires (Hermano Saulo)

La muerte solo existe para los que quieren morir. La necrofilia o el amor a la muerte – en el sentido negativo de la palabra – es una dolencia mental y psíquica, una tendencia mórbida de ciertos temperamentos, hoy bien definidos en psicología. No se trata de la aberración sexual a la que se aplicaba la palabra tiempos atrás, más si de aquella “aberración de la inteligencia”, a la que se refería Allan Kardec, que lleva al individuo a negar su propia capacidad de vivir y de sentir la vida.
Todo aquel que le gusta destruir y se destruye a sí mismo, aniquila sus propias fuerzas vitales y mata las esperanzas de vida que los otros alientan y defienden, es necrófilo. Sabemos que la muerte no existe, porque nada se acaba, todo se transforma. El aniquilamiento total del ser por el simple fenómeno de la muerte – un fenómeno biológico de mutación – no puede ser más admitido por una persona ilustrada, pues el avance actual del conocimiento positivo supero mucho las ilusiones negativas del materialismo.
A pesar de esa nueva, innegable realidad, los necrófilos se apegan a la idea de la muerte como total aniquilamiento del ser. Y por eso se desesperan, entregándose a la propia destrucción, apresando a la propia muerte “en el muérdago de sombra en la que se enredaron”, según la expresión de Emmanuel. Y entregándose al escepticismo auto destructor, compran la muerte por anticipación, en el breviario “del desespero y de las aflicciones inútiles”. Son esos los “casi muertos” por los cuales los “muertos” en el día de Finados, oran del lado de allá de la vida.
La oración de Emmanuel por los “casi muertos” no es una oración de efecto religioso o literario. Es una señal de los tiempos, revelándonos que, al otro lado de la vida, aquellos que en nuestra ignorancia llamamos muertos velan por “los casi muertos” de la tierra y poden a Dios por ellos. El verdadero muerto no es el que dejó su cuerpo en el túmulo, más si el que se sirve del cuerpo para vivir en la tierra como un muerto ambulante. Que esa oración nos recuerde las palabras de Isaías: “Tus muertos vivirán”.

Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del periódico Diario de S. Paulo, en la década de 1970

Traducido al Español por : M. C. R

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miércoles, 29 de octubre de 2014

Retazos de un viaje astral

                                   
                                         

                                                RETAZOS DE UN VIAJE ASTRAL 
             

 Nana Pereira ( nombre figurado), del Grupo Espírita "Fraternidad de Andre Luiz", de Brasil, por medio de Facebook, relata lo siguiente:

 " Me gustaría hablar de cómo fue la primera vez que salí del cuerpo.
Eran las tres de la madrugada.
Comencé a orar pidiendo mi sueño de vuelta, porque a la seis horas yo tendría que salir para ir a trabajar.
 Pero de repente vi una luz roja y fui en dirección a ella, cuando miré por el lado y percibí que estaba en la cama. Quedé con miedo, pero luego se me  pasó, y terminé de entrar en la luz roja. Fuí a otra ciudad para hablar con un amigo. Él estaba  durmiendo y él se  creería que yo estaba allí, pero yo no estaría.
Volví para mi propio cuerpo pero no me pude meter direactamente; de repente salí de nuevo y fui a una casa; comencé a orar porque yo no sabía que hacer y una voz me dijo:
Vete y serás orientada. Yo fui y hablé con una familia muy pobre; pedí permiso para entrar en su casa y ella me dijo que no; yo le respondí que le podía dar mi recado allí mismo. Yo le dije a la mujer que a partir de aquel momento su vida iva a cambiar. Ella lloró y nos abrazamos; yo regresé y tuve que esperar mucho para volver a comandar mi cuerpo.Pero cuando pude volver a comandar en él,  oré y lloré porque con todas las experiencias lindas que tuve, esa sin duda fue la más maravillosa.
¡ Qué pena que nadie crea en mí !
Pero no me importa
¿ Usted me podría esplicar esa experiencia maravillosa que tuve ?......"

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EL SUICIDIO SEGÚN LA DOCTRINA ESPIRITA

Cuando en la Tierra abundan las desgracias, los pesares, el suicidio suele ser el recurso de los cobardes. Muchos son los hombres, que  débiles en sus fuerzas, desesperados ante la situación, por la que pasan, optan por quitarse la vida, creyendo que así acaban con todo.
El suicida, es antes de nada enfermo del alma, en virtud de que es merecedor de nuestro mejor cariño, pensamientos y oraciones. Es un individuo víctima por un estado desvirtuado de ser y de sentir la Vida en su mayor extensión.
El lenguaje humano carece de vocablos comprensibles para definir las impresiones absolutamente inconcebibles que pasan a contaminar el “yo” de un suicida después de las primeras horas que siguen al desastre, que suben y se agrandan, se convierten en trastornos y se radican y cristalizan cada vez más en un estado vibratorio y mental que el hombre no puede comprender, porque está fuera de sus posibilidades de criatura que, gracias a Dios, se conservó exento de esa anormalidad. ¡Entenderlo y medir con precisión la intensidad de esa dramática sorpresa, sólo lo puede hacer otro espíritu cuyas facultades se hayan quemado en las efervescencias del mismo dolor!
En esas primeras horas, que por sí mismas configuran el abismo en que se precipitó el suicida, semi-inconsciente, atormentado, desmayado sin que, para mayor suplicio, se le oscurezca del todo la percepción de los sentidos, se siente dolorosamente confundido, nulo y disperso en sus millones de filamentos psíquicos violentamente alcanzados por el malvado acontecimiento.
 El Más Allá de la tumba es, antes que nada, simplemente la vida real, lo que encontramos al entrar en sus regiones ¡es vida! Una vida intensa desarrollándose en modalidades infinitas de expresión, sabiamente dividida en continentes y grupos como la Tierra lo está en naciones y razas; con organizaciones sociales y educativas modelo, que servirán de modelo para el progreso de la humanidad. Allí en lo Invisible, más que en mundos planetarios, es donde las criaturas humanas toman su inspiración para los progresos que lentamente aplican en el orbe.
Después de la muerte, antes que el espíritu se oriente gravitando hacia el verdadero “hogar espiritual” que le cabe, será siempre necesario la estancia en una “antecámara”, en una región cuya densidad y aflictivas configuraciones locales corresponderán a los estados vibratorios y mentales del recién desencarnado. Ahí se detendrá hasta que sea naturalmente “des animalizado”, es decir, que se desprenda de los fluidos y fuerzas vitales de que están impregnados todos los cuerpos materiales. La estancia en ese umbral del Más Allá será temporal, aunque generalmente penosa. De acuerdo al carácter, las acciones practicadas y el género de vida y muerte que tuvo la entidad desencarnada –así serán el tiempo y la penuria en ese lugar. Existen algunos que sólo se demoran ahí algunas horas. Otros llevarán meses, años consecutivos, volviendo a la reencarnación sin alcanzar la Espiritualidad.
Los que  se suicidan  el caso asume proporciones especiales, dolorosas y complejas. Estos se demorarán ahí, generalmente, el tiempo que todavía les quedaba para concluir el compromiso de la existencia que prematuramente han cortado. Trayendo grandes cargas de fuerzas vitales animalizadas, además del bagaje de las pasiones criminales y una desorganización mental, nerviosa y vibratoria completas, es fácil entrever cual será la situación de esos infelices para los que existe un solo bálsamo: la oración de las almas caritativas.
Por muy larga que sea esa etapa, la reencarnación inmediata será la terapia indicada, aunque dolorosa, lo que será preferible a pasar muchos años en tan desgraciada situación, completándose así, entonces, el tiempo que faltaba para terminar la existencia cortada.
Allí la cuenta del tiempo se hace eterna, el espíritu queda estacionado en el momento exacto en que hizo  caer para siempre su propia armadura de carne. A partir de ese momento, el terror, confusión, engañosas inducciones y suposiciones insidiosas, es lo que existe a su alrededor.
Aquel es un lugar maldito y desean volver a sus casas, sin consuelo y sin paz el espíritu que se suicida,  igualmente ignora dónde se encuentra, qué significado tiene su espantosa situación, intentando huir de ella, afligidos y desesperados, no ven que  lo que les sucedes es patrimonio de su propia mente en lucha, afectada de maleficios indescriptibles.
Una y otra vez el suicida intenta huir de ese lugar maldito y desea volver al hogar, emprendiendo carreras como  un loco furioso.  Prisionero maldito , sin consuelo y sin paz, sin descanso en ningún lugar, son arrastrados por corrientes irresistibles, como imanes poderosos, al torbellino de nubes sofocantes y perturbadoras.

Sumergido en las sombras, por su cobarde acción, el suicida, se ve como en callejones sin salida,  en cavernas, en espacio pantanoso rodeado de abruptas murallas, se sienten como sepultado vivo en la profundidad tenebrosa de algún volcán.  Se sienten como encarcelados en el sub suelo con la visión macabra  de la descomposición de su cuerpo bajo el ataque de los gusanos hambrientos, siguiendo su curso natural de destrucción orgánica, acabando con sus carnes, vísceras, sangre y con su cuerpo,  en fin, que desaparece para siempre en un banquete asqueroso, su cuerpo, que es carcomido lentamente. Estos y otros síntomas deprimentes es el castigoinevitable del renegado que osó insultar a la naturaleza destruyendoprematuramente lo que sólo ella podía decidir y realizar.

El suicida sigue vivo, en espíritu, ante su cuerpo  putrefacto siente como le alcanza la corrupción… en su cuerpo astral, le duelen. Los mordisco monstruosos de los gusanos. Le enfurece hasta la locura  la martirizante repercusión que lleva  a su periespiritu  todavía animalizado y lleno de abundantes fuerzas  vitales, a reflexionar  sobre lo que le pasa en su antiguo cuerpo físico, como el eco de un rumor reproduciéndose, ya que el suicidio es como una red envolvente en donde la víctima – el suicida - sólo se debate para confundirse cada vez más, enredarse y complicarse.

“Por encima de todas esas terribles consecuencias del suicidio, está, vigilante  y compasiva, la paternal misericordia de Dios, que siendo Justo y Bueno no quiere la muerte del pecador,  y si que viva y se arrepienta”.

En las peripecias que el suicida sufre después del acto que le llevó a la tumba prematuramente, el Valle siniestro de los suicidas  sólo representa una etapa temporal, siendo dirigido por un movimiento de impulso natural, con el que se afina, hasta que se  deshagan las pesadas cadenas que le unen al cuerpo físico, destruido antes de la ocasión prevista por la ley natural. Es necesario que se desprendan de él los fluidos vitales que revestían su cuerpo físico, unidos por afinidades especiales de la naturaleza al periespiritu, que guardan en él reservas suficientes para una vida completa, que se pierdan, por fin, las mismas afinidades, labor que en un suicida está acompañada de muchas dificultades, de una lentitud impresionante, para, sólo entonces, obtener un estado vibratorio que le permita el alivio y progreso.

A las impresiones y sensaciones penosas, oriundas del cuerpo carnal, que acompañan al espíritu aún materializado, las denominamos repercusiones magnéticas, en virtud del magnetismo animal, existente en todos los seres vivos, y sus afinidades con el periespiritu. Se trata de un fenómeno idéntico al que siente un hombre que tuvo el brazo o la pierna amputados, picazón en la palma de la mano que ya no existe, o en la planta del pié, igualmente inexistente.

Conocimos en cierto hospital a un obrero que tenía ambas piernas amputadas, sintiéndolas tan vivamente así como los pies, que, olvidando de que ya no los tenía, trató de levantarse, cayendo estrepitosamente.

 Esos fenómenos son fáciles de observar. Es decir que, en función de la índole de su carácter, imperfecciones y grado de responsabilidad general así será el perjuicio de la situación, y la intensidad de los padecimientos a experimentar, pues, en estos casos, no son sólo las consecuencias del suicidio las que afligen su alma, sino también el pago por los actos pecaminosos anteriormente cometidos.

En general aquellos que se arrojan al suicidio, esperan librarse para siempre de los sinsabores que creen insoportables y de sufrimientos y problemas considerados insolubles por la tibieza de la voluntad sin educación, que se acobarda muchas veces ante la vergüenza del descrédito o de la deshonra y de los remordimientos deprimentes que ensucian su conciencia, consecuencias de acciones practicadas contra las leyes del Bien y la Justicia.

Los hechos irremediables, sin embargo, se imponen a los hombres como a los  espíritus con una majestuosa naturalidad. en el Más Allá de la tumba, las vibraciones mentales largamente violadas del alcohólico, del sensual, del cocainómano, etc., etc., podrán crear y mantener visiones y ambientes nefastos, pervertidos. Si, además, traen los desequilibrios de un suicidio, la situación podrá alcanzar proporciones inconcebibles.

¡La mente edifica y produce! ¡El pensamiento es creador, y, por tanto, fabrica, corporifica, retiene imágenes engendradas por él mismo, realiza, fija lo que pasó y, con poderosas garras, lo conserva presente hasta cuando se desee! El suicida en el Valle Siniestro de los Suicidas vibrando violentamente y reteniendo con las fuerzas mentales el momento atroz en que se suicidan, crean  los escenarios y respectivas escenas que viven  en  sus últimos momentos en la Tierra.


El suicida  tiene fragmentos de un cordón luminoso, fosforescente, despedazado, como violentamente roto, que se desprende  en astillas como un cable compacto de hilos eléctricos reventados, desprendiendo fluidos que deberían permanecer organizados para determinado fin. Ese detalle, aparentemente insignificante, tenía una importancia capital, pues era justamente donde se establece  la desorganización del estado del suicida.

Hoy sabemos que ese cordón fluídico-magnético, que une el alma al cuerpo físico y le da la vida, solamente deberá estar en condiciones apropiadas para separarse de este, con ocasión de la muerte natural, lo que entonces se hará naturalmente, sin choques, sin violencia. Con el suicidio, sin embargo, una vez roto y no desprendido, rudamente arrancado, despedazado cuando todavía estaba en toda  su pujanza fluídica y magnética, producirá gran parte de los desequilibrios que se han mencionado, ya que, en la constitución vital para la existencia que debería ser, muchas veces, larga, la reserva de fuerzas magnéticas aun no se había extinguido, lo que lleva al suicida a sentirse un “muerto-vivo” en la más expresiva significación del término.

1ºEl hombre es un compuesto de triple naturaleza: humana, astral y espiritual, es decir, materia, fluido y esencia. Ese compuesto podemos también denominarlo: cuerpo físico, cuerpo fluídico o periespiritu, y alma o espíritu, de este último se irradian vida, inteligencia, sentimiento, etc., etc. es la centella donde se verifica la esencia divina y que en el hombre señala la herencia celeste. De esos tres cuerpos, el primero es temporal, obedeciendo sólo a la necesidad de las circunstancias que le rodean, destinado a la desintegración total por su propia naturaleza putrescible, oriunda del barro primitivo: es el de carne. El segundo es inmortal y tiende a progresar, desarrollarse, perfeccionarse a través de los trabajos incesantes en las luchas de los milenios: es el fluídico o periespiritu; mientras que el espíritu, eterno como el origen del que proviene, luz imperecedera que tiende a volver a brillar  siempre hasta retratar en grado relativo el brillo supremo que le dio la vida, para gloria de su mismo Creador. Es la esencia divina, imagen y semejanza (que lo será algún día), del Todopoderoso Dios.

2. Viviendo en la Tierra, ese ser inteligente, que deberá evolucionar hacia la eternidad, se denomina hombre siendo, por tanto, el hombre un espíritu encerrado en un cuerpo de carne o encarnado.

3. Un espíritu vuelve varias veces a tomar un nuevo cuerpo físico sobre la
Tierra, nace varias veces para volver a convivir en las sociedades terrenas, como hombre, exactamente como éste cambia de ropa muchas veces...

4. El suicida es un espíritu criminal, fracasado en los compromisos que tenía con las Leyes sabias, justas e inmutables establecidas por el Creador, y que se ve obligado a repetir la experiencia en la Tierra, tomando un cuerpo nuevo, ya que destruyó aquel que la Ley le confiara para instrumento de auxilio en la conquista de su propio perfeccionamiento, depósito sagrado que debía haber estimado y respetado antes que destruirle, ya que no tenía derecho a faltar a los grandes compromisos de la vida planetaria, establecidos antes del nacimiento en presencia de su propia conciencia y ante la Paternidad Divina, que le dio la vida y medios para ello.

5. El espíritu de un suicida volverá a un nuevo cuerpo terreno en condiciones muy penosas de sufrimiento, agravadas por los resultados del gran desequilibrio que el gesto desesperado provocó en su cuerpo astral, es decir, en su periespiritu.

6. La vuelta de un suicida a un nuevo cuerpo físico responde a la Ley. Es la Ley inevitable, irrevocable: una expiación irremediable, a la que tendrá que someterse voluntariamente o no, porque no hay otro recurso sino la repetición del programa terrestre que dejó de ejecutar, en su propio beneficio.

7. Sucumbiendo al suicidio, el hombre rechaza y destruye una ocasión sagrada, proporcionada por la Ley, para la conquista de situaciones dignas y honrosas para la propia conciencia, pues los sufrimientos, cuando son heroicamente soportados,  con voluntad soberana de vencer, son como una esponja mágica para eliminar de la conciencia culpable las tinieblas infamantes, que son el resultado, en muchas ocasiones, de un pasado criminal, en anteriores etapas terrestres. Pero, si en vez del heroísmo salvador, el hombre prefiere huir a sus pruebas, valiéndose de un atentado contra sí mismo que revela la degradación moral e inferioridad de su carácter, retrasará el momento de satisfacer sus más anhelados deseos, ya que jamás se podrá destruir porque la fuente de su vida reside en su espíritu y éste es indestructible y eterno como el foco Sagrado del que descendió.

8. Raramente el suicida permanece mucho tiempo en la Espiritualidad. En función del daño producido, se reencarnará con rapidez o retrasará su vuelta a un cuerpo físico en el caso que existan circunstancias atenuantes que permitan su ingreso en cursos de aprendizaje educativos, que facilitaran las luchas futuras, favoreciendo su rehabilitación.

9. El suicida es como un clandestino de la Espiritualidad. Las leyes que regulan la armonía del mundo Invisible no admiten su presencia antes de la época fijada; y son tolerados, amparados y convenientemente encaminados porque la excelencia de esas mismas leyes, derramada del seno amoroso del Padre Altísimo, estableció que sean incesantemente renovadas las oportunidades de corrección y rehabilitación a todos los pecadores.

10. Renaciendo en un nuevo cuerpo carnal, se enfrentará de nuevo el suicida a la programación de los trabajos a los que imaginó erróneamente poder escapar por el suicidio; experimentará nuevamente tareas, pruebas semejantes o absolutamente idénticas a las que pretendió esquivar; pasará inevitablemente por la tentación del mismo suicidio, porque él mismo se colocó en esa difícil situación acumulando para la reencarnación expiatoria las amargas consecuencias de un pasado delictivo.
Sin embargo, podrá resistirse a esa tentación, ya que en la espiritualidad fue debidamente aleccionado para esa resistencia. Si, no obstante, fallase por segunda vez –caso improbable–, se incrementará su responsabilidad, multiplicando la serie de sufrimientos y luchas rehabilitadoras, ya que es inmortal.

11. El estado indefinible, de angustia inconsolable, inquietud aflictiva, tristeza e insatisfacción permanente, las situaciones anormales que aparecen y permanecen en el alma, la mente y la vida de un suicida reencarnado, indescriptibles a la comprensión humana y sólo asimilables por él mismo, solamente le permitirán el  retorno a la normalidad al terminar las causas que las provocaron, después de existencias expiatorias, donde sus valores morales serán puestos a prueba, acompañados de sufrimientos, realizaciones nobles y renuncias dolorosas de las que no se podrá librar... pudiendo exigir esa labor suya la perseverancia de un siglo de luchas, de dos siglos... tal vez más... según sea el grado de sus propios méritos y su disposición para las luchas justas e inalienables.

 Ese deplorable estado de cosas, para las que el hombre no tiene vocabulario ni imágenes adecuadas, se prolonga hasta que se agoten las reservas de fuerzas vitales y magnéticas, lo que varía según el grado de vitalidad de cada uno. El mismo carácter individual influye en la prolongación del delicado estado, cuando la persona haya estado más o menos atraída por los sentidos materiales, groseros e inferiores. Es pues, un trastorno, que sólo el tiempo, con una extensa ristra de sufrimientos, conseguirá corregir.

¡Es innegable, no obstante, que estamos todos subordinados a una Dirección Mayor, independiente de nuestra voluntad!... que lo mejor que todos podemos hacer, ante cualquier situación nefasta  que se nos presente  es encomendarnos a Dios, resignándonos buenamente a las peripecias que  nos sobrevengan... ¡De nada vale desesperarse, sino para ser todavía más desgraciados! Se puede escapar y restablecerse de un tiro de revolver o curarse de la ingestión de un veneno, cualquiera que sean las circunstancias en que lo hayamos usado.

Pero en el periespiritu  quedan grabadas las  lesiones psíquicas que abrigamos e intencionadamente  queríamos efectuar. 

Todos los hijos del Altísimo, al vivir las existencias planetarias y espirituales, las imprimen en los archivos del alma, en las capas profundas de la conciencia, toda la gran epopeya de las trayectorias vividas, las acciones, las obras y hasta los pensamientos que conciben. Su larga y tumultuosa historia se encuentra grabada, como la historia del globo, donde ya vivimos, está archivada en las capas geológicas y eternamente reproducida, fotografiada, igualmente archivada, en las ondas luminosas del éter, a través del infinito del tiempo.

A su vez el periespiritu, el envoltorio que tenemos actualmente, como espíritus libres del cuerpo físico, aparato delicadísimo y fiel, cuya maravillosa constitución todavía no podéis comprender, registra, con nitidez idéntica, los mismos depósitos que la conciencia almacenó a través del tiempo, los archiva en sus arcanos, los refleja o expande conforme a la necesidad del momento –tal como lo hice ahora–, bastando para eso la acción de la voluntad educada.

El “cuerpo astral”, es decir, el periespiritu –o mejor, el “físico-espiritual”– no es una abstracción, ni una figura incorpórea, etérea, como se pueda suponer. Es, al contrario de eso, una organización viva, real, sede de las sensaciones, donde se imprimen y repercuten todos los acontecimientos que impresionan la mente y afectan al sistema nervioso, al que dirige.

 En ese envoltorio admirable del alma –de la esencia divina que en cada uno de nosotros existe, señalando el origen del que provenimos–, persiste también una sustancia material, aunque quintaesenciada, que le permite enfermar y resentirse, ya que semejante estado de materia es muy impresionable y sensible, de naturaleza delicada, indestructible, progresiva, sublime, no pudiendo, por eso mismo, padecer, sin grandes problemas, la violencia de un acto brutal como el suicidio, para su envoltorio terrestre.

¡No morimos ni moriremos jamás!...  porque la muerte no existe en la Ley que rige en el Universo!  Con el suicidio lo que pasa  es que aniquilamos el cuerpo carnal  y la vida sin embargo  no reside en ese cuerpo y si  en el periespiritu, el es el que sufre, vive y piensa  y que posee la cualidad sublime de ser inmortal, mientras que el de carne  que rechaza el suicida, es solo para el uso en la Tierra el que yace en la sombría tumba. 


Es cierto que la buena educación social favorece la adaptación a los ambientes espirituales. Sin embargo, no lo es todo. Los sentimientos depurados, el estado mental en armonía con los principios elevados, las buenas cualidades del carácter y del corazón, que conforman la “buena educación” moral, son los que constituyen el elemento primordial para una prometedora situación en el Más Allá...

Para deshacerse del profundo desequilibrio que el acto del suicidio produce tanto en la organización fluídica (periespiritu) (no solo de la desorganización moral, todavía más dolorosa), es indispensable volver a animar otro cuerpo físico,   pues hasta que no sea así, el suicida es una criatura inarmónica con las leyes  que rigen el universo, privada  de cualquier realización que lo permita progresar. Pues como hemos podido observar, que el hombre  que deseó huir de la existencia planetaria por los engañosos acantilados del suicidio, no se eximió, absolutamente, de ninguna de las amargas situaciones que le disgustaban, sino que sumó desdichas nuevas, más ardientes y punzantes, al bagaje de los males que antes le afectaban, que habrían sido soportables si una educación moral sólida, basada en el cumplimiento del deber, inspirase sus acciones diarias.

Esa educación orientadora, consejera, salvadora, por tanto, de desastres  el hombre no la adquiere en la Tierra porque no la quiere adquirir, ya que a su alrededor existen, numerosas instrucciones y enseñanzas capaces de encaminar sus pasos hacia el bien y el deber.

El incauto viajero terreno ha preferido siempre desperdiciar las oportunidades benéficas proporcionadas por la Divina Providencia con vistas a su engrandecimiento moral y espiritual, para libremente engancharse a las pasiones que mantienen los vicios y desatinos que le empujan a la irremediable caída en el abismo.

Sumergido en el torbellino de las atracciones mundanas, en las pruebas que le martirizan, en las vicisitudes diarias, sin considerar que son el medio en que realiza las experiencias para el progreso, como un hogar próspero y feliz, jamás se le ocurre al hombre emprender ningún esfuerzo para la iluminación interior de sí mismo, la reeducación moral, mental y espiritual necesaria para el futuro que su espíritu será llamado a conquistar por el orden natural de las Leyes de la Creación.
Ni él mismo comprende que posee un alma dotada de los gérmenes divinos para la adquisición de excelentes prendas morales y cualidades espirituales eternas, gérmenes cuyo desarrollo le corresponde realizar y mejorar a través del glorioso trabajo de ascensión hacia Dios, hacia la vida inmortal.

Ignora que es en el cultivo de esos dones donde reside el secreto de la obtención perfecta de sus ideales más queridos, de que los sueños que suspira se hagan reales, y sobre todo que, despreciando el ser divino que palpita dentro de él, que es él mismo, su espíritu inmortal, descendiente del Todopoderoso, se entrega voluntariamente a la condena por el dolor, cayendo por los tortuosos desvíos de la animalidad y hasta del crimen, que le arrastrarán inexorablemente a las reparaciones, renovaciones y experiencias dolorosas en las reencarnaciones necesarias. ¡Cómo sería de suave la ascensión si meditase prudentemente, buscando el propio origen y el futuro que debe alcanzar!

Aunque nuestro interés fraternal, inspirado en el ejemplo del Divino Cordero, intente remediar la suerte de los suicidas, sólo el tiempo y sus propios esfuerzos, en sentido opuesto a los que tuvieron  ante  la adversidad, serán el método más conveniente para su  recuperación. Pues como puede observar el suicida, al otro lado de la vida, destruyo su cuerpo físico, sin embargo,   no desapareció como deseaba,  ni se liberó  de los sinsabores que lo desesperaban. ¡Viven! ¡Pese a ese acto macabro ¡siguen vivos!  ¡Vivirán siempre!  Vivirán por toda la eternidad una vida  que es inmortal, que jamás, jamás se extinguirá dentro de su ser, proyectando sobre su conciencia un impulso irresistible hacia adelante, hacia el Más Allá…

Muchas veces la solución para los problemas que abrieron las puertas hacia el abismo, se encuentra a dos pasos de distancia del sufridor, el socorro enviado por la Providencia a su hijo bien amado surgiría,  en algunos días, unos pocos meses, bastando solamente que éste soportase la breve espera, en un glorioso testimonio de voluntad, paciencia y coraje moral, necesario para su progreso espiritual.  Es por esa razón, que el suicida observa con decepcionante sorpresa que fácil habría sido la victoria y hasta la felicidad, si hubiera buscado en el Amor Divino la inspiración para resolver esas circunstancias de la vida en vez de destruirla para siempre.

Allan Kardec y sus discípulos, no raras veces, se reunían periódicamente en lugares secretos, como los antiguos iniciados en el secreto de los santuarios, y, respetuosos, obedeciendo a impulsos fraternos por amor al Cristo Divino, emitían pensamientos  caritativos, a favor de los suicidas, por comprender la gravedad del asunto, y lo perjudicial que era para el Espíritu su ejecución.

 Para que las verdades de los misterios celestes se abran al entendimiento, para desvelarles lo sublime de ellas, fue, es y siempre será indispensable a los investigadores la autodisciplina moral y mental, es decir, una preparación individual previa, que obliga a modificaciones sensibles en el interior de cada uno, o, por lo menos, el deseo vehemente de reformarse, la voluntad convincente de alcanzar el verdadero centro del Bien...

Es necesario que recordemos, ante las vicisitudes de la vida, las bellas y edificantes palabras del Maestro que tantas lágrimas han enjugado a través de los siglos, tantos corazones ávidos han aplacado, tantas y tan angustiosas incertidumbres han transformado en la serenidad de una convicción sólida e inquebrantable:

–Venid a mí, vosotros que sufrís y os encontráis sobrecargados, y yo os aliviaré.

Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended conmigo, que soy blando y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas pues es suave mi yugo y leve mi fardo.

–Bienaventurados los que lloran y sufren, porque serán consolados.

–Bienaventurados los hambrientos y los sedientos de justicia, pues serán saciados.

–Bienaventurados los que sufren persecución por amor a la justicia, pues que es de ellos el reino de los cielos.

–Bienaventurados vosotros, que sois pobres, porque vuestro es el reino de los cielos.

–Bienaventurados vosotros que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.

–Dichosos sois, vosotros que ahora lloráis, porque reiréis.

–Dios no quiere la muerte del pecador, y sí que él viva y se arrepienta.

–El hijo de Dios vino a buscar y salvar lo que se había perdido.

–De las ovejas que el Padre me confió, ninguna se perderá.

–Si quieres entrar en el reino de Dios, ven, toma a tu cruz y sígueme….

–¡Yo soy el Gran Médico de las almas y vengo a traeros el remedio que os ha de curar!

¡Los débiles, los sufridores y los enfermos son mis hijos predilectos! ¡Vengo a salvarlos!

Venid pues a mí, vosotros que sufrís y que os halláis oprimidos, y seréis aliviados y consolados.

–Vengo a instruir y consolar a los pobres desheredados. Vengo a decirles que eleven su resignación al nivel de sus pruebas, que lloren, por cuanto el dolor fue consagrado en el Jardín de los Olivos, pero que esperen, puesto que también a ellos los ángeles consoladores vendrán a enjugar sus lágrimas.

Vuestras almas no están olvidadas, yo, el Divino Jardinero, las cultivo en el silencio de vuestros pensamientos.

Dios consuela a los humildes y da fuerza a los afligidos que la piden.

Su poder cubre la Tierra y, por todas partes, junto a cada lágrima colocó Él un
Bálsamo que consuela.
 
–Nada queda perdido en el reino de nuestro Padre y vuestros sudores y miserias forman el tesoro que os hará ricos en las esferas superiores, donde la luz substituye a las tinieblas y donde el más desnudo de entre todos vosotros será tal vez el más resplandeciente.

El Espiritismo resulta un factor protector, al ofrecer a los hombres, educación espiritual, que le esclarecen en cuanto al origen de los sufrimientos y su relación con la ley de causa y efecto. A la vez que viene a traer un mensaje de esperanza, al dejar claramente establecida la transitoriedad del sufrimiento.
Algunas nociones previas sobre la vida espiritual serán útiles en ese particular. Pueden ayudar libros de la codificación espirita, como El Libro de los Espíritus y El Evangelio según el Espiritismo, donde también es abordada la problemática del suicidio.
 Por Mercedes Cruz Reyes
Extraído del libro “Memorias de un Suicida”  de Ivonne de Amaral Pereira