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viernes, 22 de mayo de 2015

INTERVENCIÓN DE LA MEMORIA



 El Espíritu de un médico ruso 


Allan Kardec 

Burdeos abril de 1862. El Sr. P… era un médico de Moscú, tan distinguido por sus eminentes cualidades morales como por su saber. La persona que le evocó le conocía tan sólo por su reputación, y no había tenido con él más que relaciones indirectas. La comunicación original estaba en idioma ruso. 

P. (Después de la evocación). ¿Estáis aquí? 
R. Sí. El día de mi muerte os perseguía con mi presencia, pero habéis resistido a todas mis tentativas para haceros escribir. Había oído vuestras palabras sobre mí: esto me hizo conoceros, y entonces, para seros útil, tuve el deseo de entablar conversación con vos. 

P. ¿Por qué, siendo tan bueno, habéis sufrido tanto? 
R. Esto era una de las bondades del Señor, que quería que sintiera doblemente el precio de mi libertad, y hacerme adelantar todo lo más posible en la Tierra. 

P. ¿La idea de la muerte os ha causado terror? 
R. No. Tenía mucha fe en Dios y me sirvió en este caso. 

P. ¿La separación ha sido dolorosa? 
P. No. Lo que llamáis el último momento, no es nada. No he sentido más que un ligero crujido, y después me he considerado muy feliz, viéndome desembarazado de mi miserable envoltura. 

P. ¿Qué ha sucedido entonces? 
R. He tenido la dicha de ver una porción de amigos que me salían al encuentro, dándome la bienvenida, especialmente aquellos a quienes tuve la fortuna de ayudar. 

P. ¿Qué región habitáis? ¿Estáis en un planeta? 
R. Todo lo que no es mundo, es lo que vosotros llamáis el espacio, en el cual estoy. Pero, ¡qué grados en esta inmensidad de la cual el hombre no puede formarse una idea! ¡Qué gradación en esta escala de Jacob que va de la tierra al cielo, esto es, del envilecimiento de la encarnación en un mundo inferior como el vuestro, hasta la purificación completa del alma! A donde estoy no se llega sino en virtud de muchas pruebas, lo que significa muchas encarnaciones. 

P. ¿Según esto, debéis haber tenido muchas existencias? 
R. ¿Cómo podría ser de otra manera? Nada es excepcional en el orden inmutable establecido por Dios. La recompensa no puede venir sino después de la victoria conseguida en la lucha. Y cuando la recompensa es grande, es de toda necesidad que la lucha lo sea también. Pero la vida humana es tan corta, que la lucha no es real sino por intervalos, y estos intervalos son las diferentes existencias sucesivas. Así pues, si yo estoy en uno de los escalones más elevados, he alcanzado esta dicha por una serie de luchas en las que Dios ha permitido que obtuviese algunas veces la victoria. 

P. ¿En qué consiste vuestra dicha? 
R. Esto es más difícil de hacéroslo comprender. La dicha que gozo es un contento extremo de mí mismo, no de mis méritos, esto sería orgullo, y el orgullo es cualidad de los espíritus atrasados, sino un contento saturado, por decíroslo así, del amor de Dios, en el reconocimiento de su bondad infinita. Es la alegría profunda de ver lo bueno, el bien. De decirme: tal vez he contribuido al mejoramiento de algunos de los que se han elevado hacia el Señor. Está uno como identificado con el bienestar. Es una especie de fusión del espíritu y de la bondad divina. Se tiene el don de ver los espíritus más purificados, comprenderles en sus misiones, y saber que llegaremos a eso mismos también. Se entrevé en el infinito inconmensurable las regiones tan resplandecientes del fuego divino, que uno se deslumbra contemplándolas aunque a través del velo que las cubre todavía. ¿Pero qué os digo? ¿Comprendéis mis palabras? ¿Este fuego de que os hablo, creéis que sea semejante al sol, por ejemplo? No, no. Es una cosa indecible para el hombre, porque las palabras no expresan más que los objetos, las cosas físicas o metafísicas de que se tiene conocimiento, por la memoria o la intuición del alma, mientras que, no pudiendo tener la memoria de lo desconocido absoluto, no hay términos que puedan darle la percepción de ello. Pero sabedlo: es ya una inmensa dicha el pensar que uno se pueda elevar indefinidamente. 

P. Habéis tenido la bondad de decirme que queréis serme útil, os ruego que me digáis en qué. 
R. Puedo ayudaros en vuestros desfallecimientos, sosteneros en vuestras debilidades, consolaros en vuestras penas. Si vuestra fe, quebrantada por alguna sacudida que os turbe, vacila, llamad me. Dios mudará palabras para que le recordéis y volváis a él. Si os sentís dispuesto a sucumbir bajo el peso de inclinaciones que reconozcáis vos mismo que son culpables, llamadme: os ayudaré a llevar vuestra cruz, como en otro tiempo ayudaron a Jesús a llevar la suya, la que debía proclamaron tan altamente la verdad, la caridad. Si flaqueáis bajo el peso de vuestras penas, si la desesperación se apodera de vos, llamadme. Vendré a sacaron de ese abismo, hablándoos de espíritu a espíritu, recordándoos los deberes que se os han impuesto, no por consideraciones sociales y materiales, sino por el amor que sentiréis en mí, amor que Dios ha puesto en mi ser para transmitirse a los que pueda salvar. Sin duda tenéis amigos en la Tierra. Éstos quizá participan de vuestros dolores, y puede ser también que os hayan salvado. En las penas vais a encontrarlos, a manifestarles vuestros desconsuelos y vuestras lágrimas, y a cambio de esta señal de afecto, os dan sus consejos, su apoyo, sus caricias. Pues bien, ¿no pensáis acaso que un amigo de aquí puede también ser bueno? ¿No es un consuelo poder decirse: Cuando muera, mis amigos de la Tierra estarán a mi cabecera rogando y llorando por mí, pero mis amigos del espacio estarán en el umbral de la vida, y vendrán sonriendo a conducirme al sitio que haya merecido por mis virtudes? 

P. ¿Por qué he merecido la protección que queréis dispensarme? 
R. He aquí por qué os tengo afecto desde el día de mi muerte. Os he visto espiritista, buen médium, y sincero adepto. Entre los que he dejado en la Tierra, vos sois a quien he visto más pronto a oírme. Desde entonces resolví contribuir a haceros adelantar, en vuestro interés, sin duda, pero más aún en interés de todos los que estáis llamados a educar en la verdad. Ya lo veis, Dios os quiere lo bastante para haceros misionero. A vuestro alrededor, todos, poco a poco, participan de vuestras creencias. Los más rebeldes, cuando menos, os escuchan, y un día les veréis creyentes. No os canséis. Marchad siempre, a pesar de las piedras que encontréis en el camino. Tomadme por báculo. 

P. No me atrevo a creer que merezca tan gran favor. 
R. Sin duda estáis lejos de la perfección. Pero vuestro ardor en propagar las sanas doctrinas, en sostener la fe de los que os escuchan, en predicar la caridad, la bondad y la benevolencia, aun cuando se porten mal con vos, la resistencia que hacéis a vuestros instintos de cólera que podríais satisfacer tan fácilmente contra los que os afligen o desconocen vuestras intenciones, vienen felizmente a neutralizar lo que tenéis de malo. Y sabedlo, el perdón es un poderoso contrapeso. Dios os colma de sus gracias por la facultad que os da, y sólo a vos corresponde el aumentarla con vuestros esfuerzos, a fin de trabajar eficazmente en la salvación del prójimo. Voy a dejaros, pero contad conmigo. Procurad moderar vuestras ideas terrestres y vivir más a menudo con vuestros amigos de aquí. 

Extraído del libro “El cielo y el infierno” 
Allan Kardec

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LEY DE DESTRUCCIÓN

Mercedes Cruz Reyes

EL sufrimiento es una ley de  nuestro mundo. En todas las condiciones, en todas las edades, bajo todos los climas, el hombre ha sufrido y también ha llorado. A pesar del progreso moral alcanzado, millares de seres se inclinan aún bajo el peso del dolor.

El rico, como el pobre, sufre en su carne y en su corazón. Y desde todos los diversos puntos del planeta, la lamentación humana sube hacia el espacio. Aun en el seno de la abundancia, un sentimiento de abrogación, una vaga tristeza se apodera de las almas delicadas. Comprenden que la felicidad es irrealizable en la tierra y que solo luce con fugitivos relámpagos.

El hombre alimentado por la filosofía de la Espíritus sabe a donde va y conoce el porqué de sus males y la razón de ser del sufrimiento. Él entrevé el alborear de una nueva vida. Para medir los bienes y los males de la existencia; para saber lo que son la felicidad y la desdicha verdadera, hay que elevarse por encima del círculo estrecho de la vida terrena. El conocimiento de la vida futura y de la suerte que nos espera en ella nos permite medir las consecuencias de mis actos y su influencia sobre nuestro porvenir.

No se puede juzgar una cosa sin ver todo lo que de ella se deduce y por eso nadie comprenderá la vida si no se conoce su finalidad y sus leyes. Los padecimientos, al purificar el alma, preparan su elevación y su felicidad, en tanto que los goces de este mundo, las riquezas y las pasiones la debilitan y le proporcionan en la otra vida margas decepciones.

Los que sufren en su alma y en su cuerpo, los que son abrumados en la adversidad pueden levantar sus ojos al cielo, y esperar están pagando su deuda al destino y están conquistando su libertad. Los que se complacen en la sensualidad están forjando sus propias cadenas, acumulan nuevas responsabilidades que pesaran enormemente sobre sus días

El dolor, bajo sus formas múltiples, es el remedio supremo para las imperfecciones y para los achaques del alma. Sin él, no hay curación posible. Las operaciones dolorosas debuelben la salud y agilidad a nuestro cuerpo, el sufrimiento las humillaciones, la tristeza, la ruina nos sacuden el Espíritu debemos soportarlas con paciencia, de ello ha de  brotar nuestra salud moral.

Solo la ignorancia de las leyes universales nos hace aceptar nuestros males con disgusto. Si comprendiésemos todos lo necesarios que son esos males para nuestro adelanto, si supiéramos saborear su amargura no nos parecerían una pesada carga. Todos odiamos el dolor, solo comprendemos su utilidad después que hemos abandonado el mundo donde el dolor ejerce su imperio.

En nuestra ceguera, maldecimos nuestras existencias oscuras, monótonas y dolorosas, solo cuando hemos discernido el verdadero sentido de la vida, comprendemos que esas vidas son preciosas e indispensables para dominar a los espíritus soberbios, para someterlos a esa disciplina moral, sin la cual no hay progreso alguno.

Exentos de males y preocupaciones, libres en nuestras acciones nos dejaríamos llevar por los arrebatos de nuestras pasiones, y por los impulsos de nuestro carácter. Lejos de trabajar en nuestro mejoramiento no haríamos más que añadir nuevas faltas a nuestras faltas pasadas, en tanto que, comprimidos por el sufrimiento en existencias humildes, nos acostumbramos a la paciencia y a la reflexión, nos proporcionamos esa única calma de pensamientos que nos permite oír la voz de lo Alto, la voz de la razón

En el crisol del dolor es donde se forman las almas grandes. Habiendo dado un repaso breve a lo que es el sufrimiento y la causa que lo provoca en nuestras vidas, vamos a hacer un estudio a la ley de destrucción donde el desespero, el dolor y el sufrimiento dañan a muchas vidas al mismo tiempo, son desgracias que afectan de una forma generalizada a muchos hombres a la vez y donde los seres inocentes sucumben a un mismo tiempo, siendo lamento para sus seres queridos o allegados que suelen murmurar! Como Dios consiente que estas desgracias ocurran ¡

Jesús en los instantes dolorosos aconsejó a sus discípulos, que se mantuvieran (los que estuvieran en el bien conducidos) en las alturas espirituales, sin abandonar la cooperación elevada que el Señor ejemplificó en la tierra; que hay consolidemos su posición de colaborador fiel, invencible, en la paz y en la esperanza, convencido de que, después del paso de los hombres de turbación portadores de destrozos y lagrimas, son los hijos del trabajo los que siembran la alegría, de nuevo y reconstruyen el edificio de la vida.

Hoy en día, como en otros tiempos siguen apareciendo desgracias y destrucciones muy lamentables, el hombre duda de Dios y de su existencia la falta de conocimientos les hace dudar y hablar así, los venenos mortíferos son inoculados por la política inconsciente en las masas populares.

La bajada a la tierra esta repleta de neblinas tremendas. Los lugares santos permanecen llenos de tinieblas abominables. Algunos hombres caminan al siniestro clarear de incendios. Se abona el suelo con sangre y lagrimas para la sembradura  del porvenir, todos juzgamos con arreglo a lo que sabemos y los espiritas no podemos juzgar a la ligera estos desastres sabemos que no suceden porque si, es la medicina para el ayer defectuoso la que hoy nos ere el corazon, ella nos sana de las impurezas del pasado, donde sin control ni medida nos hicimos un gran daño con nuestra mala conducta y malos hechos y hoy luchamos en nuestra propia batalla con el único fin de conseguir un progreso que nos proporcionara un día la libertad, libertad que hoy esta mermada por las sombras y no puede elevarse porque está adherida al débito fructuoso y lucha incansablemente por liberarse de ese ayer nefasto, haciendo un hoy sacrificado y difícil para alcanzar un mañana mas libre y tranquilo.

Dios castiga a la humanidad con calamidades destructoras para hacerla adelantar con más rapidez. Lo que llamamos destrucción, no es más que una transformación, cuyo objeto es renovar y mejorar al hombre, por eso es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado.

La destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus, así adquieren en cada nueva existencia un nuevo grado de perfección. Es preciso ver el fin de las cosas para apreciar los resultados, muchas calamidades a consecuencia del perjuicio que ocasionan son necesarias a veces para hacer que se establezca más prontamente un orden de cosas mejores y en algunos años. Lo que hubiese exigido muchos siglos.

Dios emplea otros medios para el mejoramiento de la humanidad, como es el conocimiento del bien y del mal pero  el hombre no los aprovecha y por ello es preciso castigarle en su orgullo y hacerle comprender su debilidad. Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo, pero después de la muerte piensa de distinto modo, la vida del cuerpo es poca cosa.

Un siglo de nuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que llamamos de algunos mese o días no son nada: son una enseñanza que nos aprovecha en el porvenir. El Espíritu es el mundo real, preexistente y sobreviviente a todo. Los espíritus son los hijos de Dios y objeto de toda su predilección, los cuerpos son solo disfraces  que sirven al Espíritu para aparecer en el mundo. En las grandes calamidades que diezman a los hombres, resulta lo que en un ejercito que, durante la guerra, ve sus vestidos gastados, rotos o perdidos. El general cuida más de sus soldados que de sus vestidos.

Si le damos importancia a ese vestido es porque no vemos y miramos esa vida en relación con el infinito.

Si pudiéramos  elevarnos con el pensamiento, esas calamidades no nos parecerían más que huracanes pasajeros en el destino del mundo, pues a pesar de los males que ocasionan cambian el estado de una comarca y el bien que de ello resulta, no es apreciado con frecuencia más que por las generaciones futuras.
Las calamidades son pruebas que proporcionan al hombre ocasión de ejercer su inteligencia de probar su paciencia y resignación a la voluntad de Dios, y le pone en condición de desplegar sus sentimientos de abnegación, de desinterés, y de amor al prójimo, si no esta dominado por el egoísmo.

Al hombre le es dado evitar las calamidades por una parte pues muchas son consecuencia de su imprevisión y a medida que adquieren conocimientos y experiencia, pueden evitarlas, es decir, si sabe buscar sus causas. Pero los males que afligen a la humanidad los hay generales que pertenecen a los secretos de la Providencia y cuyos efectos afectan más o menos a todos los individuos. A estos el hombre no puede oponer más que resignación a la voluntad de Dios; pero estos mismos males aún pueden ser agravados más por la incurría humana.

El espiritismo nos explica perfectamente la causa de los sufrimientos individuales, como consecuencias inmediatas de las faltas cometidas en la existencia presente o expiación del pasado. Pero dado que nadie ha de ser responsable más que de sus propias faltas, nos son menos explicables las desgracias colectivas que abrazan a las aglomeraciones de individuos como a veces a toda una familia, ciudad o nación, raza, desgracias que comprenden así a los buenos como a los malos, a los inocentes como a los culpables.

Cada hombre reúne tres caracteres; el de individuo o ser en sí mismo, el de miembro de familia y el de ciudadano. Bajo cada una de estas fases puede ser, criminal o virtuoso, es decir, puede ser virtuosa como padre de familia y criminal al mismo tiempo como ciudadano y viceversa y de aquí las situaciones especiales en que se encuentra en sus existencias sucesivas.

Salvo algunas excepciones puede admitirse como regla general que los que en una existencia están unidos en una empresa común ha vivido ya juntos trabajando en el logro de lo que hoy resultan y que volverán a encontrarse juntos en el porvenir hasta que hayan expiado su pasado, o cumplido la misión aceptada.

Gracias al espiritismo comprendemos la justicia de las pruebas que no derivan de los actos de la vida presente, pues nos decimos que son el pago de deudas pasadas. En las pruebas colectivas suele ser igual, el inocente de hoy puede ser el culpable del ayer y si es castigado individual o colectivamente, es porque lo merece. Además, hay faltas del individuo y del ciudadano como ya hemos dicho antes y las expiaciones del uno no absuelven al otro pues toda deuda ha de ser pagada hasta él ultimo óbolo.

Las virtudes de la vida publica no son las mismas que las de la vida privada y el que es un excelente ciudadano, puede ser un mal padre, y aquel que es un buen padre de familia probo y honrado en sus negocios puede ser un mal ciudadano, haber atizado el fuego de la discordia oprimido al débil y manchado sus manos, con crímenes a la sociedad.

Estas faltas colectivas son las que expían colectivamente los individuos que a ellos han concurrido, las cuales vuelven a encontrarse para sufrir juntos la pena del talión, o tener ocasión de reparar el mal que han hecho probando  su amor a la cosa, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en otro tiempo.

A menudo se renace en la misma familia para reparar culpas reciprocas. Se renace en el mismo centro, en la misma nación, en la misma raza, ya por simpatía, para continuar con los elementos que se han elaborado y proseguir trabajos empezados y que la brevedad de la vida, o las circunstancias no permitieron concluir.

La reencarnación en el mismo centro es la causa del carácter distintivo de los pueblos y de las razas pues mejorándose progresivamente, conservan, sin embargo, el matiz primitivo, hasta que el progreso los transforma completamente.

Los franceses de hoy son los de la Edad Media los de los tiempos druidicos, son los exactores y las víctimas del feudalismo; los que esclavizaron a los pueblos y han luchado por emanciparse, los cuales se haya en la Francia transformada, donde unos expían en la humillación el orgullo de raza, los otros disfrutan del producto de su trabajo.

Cuando se piensa en los crímenes de aquellos tiempos en que no existía respeto a la vida de los hombres y al honor de las familias, en que el fanatismo levantaba hogueras en honor a la divinidad, cuando se piensa en todos los abusos del poder, en todas las injusticias que se cometían con mengua de los más sagrados derechos naturales.

No hay duda de que hay familias, ciudades, naciones, y razas culpables; porque dominadas por el orgullo, el egoísmo, la ambición y la codicia, van por el mal camino y hacen colectivamente lo que aisladamente un individuo. Se ve que una familia se enriquece a expensas de otra, que un pueblo subyuga a otro pueblo llevando la desolación y la ruina y que una raza quiere anonadar a otra. He aquí porque hay familias, pueblos, ciudades y razas sobre las que pesa la pena del talión.

Para el espiritismo, la solidaridad es un hecho que descansa en una ley universal de la naturaleza, que enlaza a todos los seres del pasado, del presente y del porvenir, a cuyas consecuencias nadie puede esquivarse. Cuando todos los hombres conozcan el espiritismo comprenderán la verdadera solidaridad y en consecuencia la fraternidad verdadera. Luchar contra la adversidad es un deber, sufrir sin reaccionar ante los males de la vida seria una cobardía. Las dificultades que han de vencer los hombres ejercitan y desarrollan su inteligencia. Sin embargo, cuando los esfuerzos son superfluos, cuando se interpone en el camino lo inevitable, llega para el hombre la hora de la resignación.

Ningún poder puede lograr apartar del hombre las consecuencias de su pasado. Solo un loco puede tratar de luchar contra la naturaleza inmutable de las cosas, en tanto que el Espíritu sensato encuentra en el padecimiento un medio de reconfortarse y de fortificar sus cualidades viriles. El alma intrépida acepta los males del destino pero, con el pensamiento, se eleva por encima de ellos y hace de los mismos un pedestal para alcanzar la virtud.

Las aflicciones más crueles y más profundas cuando son aceptadas con la sumisión que supone el consentimiento  de la razón y del corazon indica generalmente él término de nuestros males, el pago de la última fracción de nuestra deuda. El dolor reina siempre como soberano en el mundo, y, sin embargo, la voluntad divina ha graduado sus efectos.

La  Naturaleza se encamina hacia un orden de cosas menos feroces, menos violentas. El sufrimiento se atenúa, los males espantosos, la peste, la lepra y el hambre permanentes en otros tiempos, casi han desaparecido. El hombre ha dominado a los elementos, ha aproximado  las distancias y ha conquistado la tierra. La esclavitud ya no existe. Todo evoluciona y progresa.

Qué grande es para el alma resignada el momento de su partida, después de una vida dolorosa, mira a su pasado, vuelven a ver una especie de penumbra  desprecios padecidos, lagrimas contenidas, gemidos ahogados los sufrimientos soportados estoicamente. Y siente soltarse con suavidad las trabas que la encadenaban a este mundo. Va a abandonar su cuerpo de barro, va a dejar muy lejos de sí todas las servidumbres materiales ha probado su abnegación, ha sacrificado, sus intereses a la verdad y al deber y ha bebido hasta el fin el cáliz purificador.

Ante este espectáculo; un júbilo celestial la penetra. Una última oración como un grito de alegría brota de las profundidades de su ser y sube hacia su Padre, hacia su Dueño. Los ecos del Espacio repiten ese grito de liberación al cual se juntan los acentos de los Espíritus que se aglomeran en multitud para recibirle.

Para elevarnos y progresar es para lo que nos reunimos y nos hemos esforzado en esta casa celeste, donde procuramos fermentar esa simiente que un día plantamos y que no debemos permitir que no de sus frutos y realice su camino para ello en estos momentos pensamos en Jesús nuestro Maestro y guía y, de pie sobre la tierra nuestro sostén, nuestra nodriza, nuestra madre, elevamos nuestra mirada hacia el infinito nos sentimos envueltos en la inmensa comunión de la vida; los efluvios del Alma universal nos penetra y hacen vibrar nuestros pensamientos y nuestros corazones; fuerzas poderosas nos sostienen, avivan en nosotros la existencia; por todas partes vemos radiar la bondad, el amor, la justicia; ¡oh Dios mío ¡ ¡ oh Padre nuestro! Fuente de toda sabiduría y de todo amor; Espíritu supremo cuyo nombre es luz; nosotros te ofrecemos nuestras alabanzas y nuestras aspiraciones; que ellas suban hasta ti como el perfume de las flores, como los embriagadores aromas de los bosques suben al cielo.

Ayúdanos a avanzar en la vía sagrada del conocimiento hacia una más alta comprensión de tus leyes a fin de queden nosotros se desarrollemos más simpatía, más amor para la gran familia humana. Nosotros sabemos que por medio de nuestro perfeccionamiento moral, que por medio de la realización, de la aplicación de la caridad y de la bondad a nuestro alrededor y en provecho de todos nos acercaremos a ti y mereceremos conocerte mejor, comunicarnos más íntimamente contigo en la gran armonía de los seres y de las cosas.

Ayúdanos a despojarnos de la vida material, a comprender, a sentir lo que es la vida superior, la vida infinita. Disipa la oscuridad que nos envuelve, deposita en nuestras almas una chispa del fuego Divino que reanima y abrasa a los Espíritus de las esferas Celestes.

¡Que tu dulce luz y con ella los sentimientos de concordia y de paz, se derrame sobre todos los seres!

¡Vibremos por la paz del mundo!

Oremos con fervor, para que la armonía sea en nosotros, que los espíritus tenebrosos no puedan retardar los trabajos por hacer en la casa que nos ha cobijado como seguidores del Maestro, que este nuevo año nos haga recaudadores de bienes celestes y nos permita desalojar de nuestro Espíritu imperfecciones que traban nuestro peregrinar en esta existencia.


Padre de amor, ilumina al hombre para que luche por conseguir la paz  en el mundo, la esclavitud prodigada por toda la tierra  se extinguió, la paz puede lograrse, eliminando las guerras, sensibiliza los corazones de los dirigentes de los pueblos para que unificados un día todos desdeñen las armas y los intereses que las producen y hacen que tantos hermanos nuestros sufran  pruebas tan dolorosas.

Trabajo extraído de libros espiritas.

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              EL ESPIRITISMO ES....

El Espiritismo es la doctrina fundada sobre la existencia, las manifestaciones y las enseñanzas de los Espíritus. Esta doctrina se halla expuesta de manera completa, en El Libro de los Espíritus para la parte filosófica, en El Libro de los Médiums para la parte práctica y experimental, y en El Evangelio según el Espiritismo para la parte moral.
Las instrucciones dadas por los Espíritus de orden elevado, sobre todos los asuntos que interesan a la Humanidad, las respuestas que dieron a las preguntas que les fueron propuestas, habiendo sido recogidas y coordinadas con cuidado, constituyen toda una ciencia, toda una doctrina moral y filosófica bajo el nombre de Espiritismo.
Por el análisis de tales obras se puede juzgar la variedad, la amplitud e importancia de las materias que abarcan.
EL ESPIRITISMO EN SU MÁS SIMPLE EXPRESIÓN. ALLAN KARDEC

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Intervención de la memoria

Los espíritus que en la vida física atienden sus deberes con exactitud, retornan pacíficamente a los dominios de la memoria, tan pronto como abandonan el cuerpo físico, re entran  en comunión con los lazos  nobles y dignos que les esperan en la Vida Superior, para lograr la continuidad  del servicio de perfeccionamiento y de sublimación que les corresponde

La mente es como un lago, si las aguas están tranquilas y límpidas, la luz del firmamento se puede retratar en el con toda seguridad. Pero, si las aguas están revueltas, las imágenes se pierden al quebrarse en las ondas móviles, especialmente cuando el lodo acumulado en el fondo sube a la superficie.

La muerte para las conciencias intranquilas, no constituye liberación, porque pierden el vehiculo  fisiológico, pero continúan  sujetos al poste  invisible de sus culpas. Y la culpa es siempre una nube  de sombra que eclipsa nuestra vista.
Cada corazón edifica el infierno en que se aprisiona, de acuerdo con sus propias obras. .

Estamos lejos  de conocer el poder creador y aglutinante  encerrado en el pensamiento puro y simple, en razón de eso debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para liberarnos  de todas las expresiones  perturbadoras de la vida intima. Todo lo que nos esclavice a la ignorancia y a la miseria, a la holgazanería y al egoísmo, a la crueldad y al crimen, que fortalecen las tinieblas contra la luz, el infierno contra el Cielo.

En un segundo las palabras y las imágenes pueden ser irradiadas y captadas, simultáneamente, después de haber atravesado inmensas distancias en el espacio, en fracción infinitesimal de tiempo. Imaginemos ahora el pensamiento, fuerza viva y actuante, cuya velocidad supera a la de la luz. Emitido por nosotros, regresa inevitablemente a nosotros mismos, compeliéndonos  a vivir, de manera espontánea, en su onda de formas creadoras, que naturalmente se nos fijan  en el espíritu, cuando son nutridas por el combustible de nuestro deseo  o de nuestra atención. De ahí la necesidad imperiosa de que nos situemos en los ideales  más nobles y en los propósitos más puros de la vida, porque las energías atraen energías de la misma naturaleza, y cuando nos estacionamos en el vicio  o en las sombra,  las fuerzas mentales que exteriorizamos , retoman nuestro espíritu, reanimadas e intensificadas por los elementos  que con ellas se armonizan, engrosando, de esa forma, las gradas de la prisión en que nos detenemos irreflexiblemente, convirtiéndonos  el alma en un mundo cerrado por las sugestiones de aquellos que se ajustan con nosotros en nuestro modo de ser , nos imponen reiteradas alucinaciones, vinculándonos, de modo temporal  los sentidos sutiles.

 En la muerte, la criatura desencarnada, moviéndose en un círculo más plástico e influenciable, puede permanecer largo tiempo bajo el cautiverio de sus creaciones menos constructivas, deteniéndose  en largos periodos de sufrimiento y de ilusión, unido a aquellos que viven sus engaños y pesadillas.


Trabajo realizado por Merchita, extraído del libro Acción o Reacción de Francisco Cándido Xavier

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 RELIGIONES Y ESPIRITUALIDAD
La idea innata sobre algo que trasciende al ser humano, y la necesidad de relacionarse con ese Algo Superior para vivir en consonancia y armonía con la vida, ha sido una constante en el devenir de la historia del hombre.
Los Grandes Avatares de la humanidad trajeron un mensaje revelador, un empujón divino que ayudara en su progreso espiritual a las conciencias desviadas o dormidas, y que les marcara un rumbo cierto, facilitándoles su recorrido por la existencia física. Estos Mensajeros Divinos, en su mayoría, no fueron comprendidos y en algunos casos sufrieron el rechazo y la persecución. Con sus ejemplos que denotaban superioridad moral y espiritual, marcaron a sus sociedades en el contexto de la época en que vivieron. Posteriormente, sus seguidores más entusiastas, quisieron de buena fe, interpretar y trasladar ese mensaje para la generalidad, no obstante, casi nunca se ajustaba a la realidad ni mucho menos a su sentido profundo. Pese a su buena voluntad les faltaba preparación moral y experiencia. El paso del tiempo, y la implicación progresiva de un número mayor de personas con sus interpretaciones sesgadas, unidas a otros intereses más mundanos, generó una pérdida de calidad del mensaje original.
Este es, sin ninguna duda, la historia general de la mayoría de las religiones que existen en la actualidad en el mundo; sin desmerecerlas puesto que cumplen una labor importante, llevando el mensaje de sus precursores a todos los rincones; ni tampoco menospreciar a sus seguidores, a esa ingente cantidad de personas sinceras y nobles que trabajan con la intención de vivir la espiritualidad.
Si nos remontamos al origen, etimológicamente la palabra religión procede del vocablo latino “religare”. “Re”, que significa intensidad; y “ligare” cuyo significado es ligar o amarrar. Acción y efecto de ligar fuertemente (con Dios). Según Sebastián de Arauco, autor del “Temario de Conocimiento Espiritual” y de “3 Enfoques sobre la Reencarnación”: La religión es un sentimiento que tiene el ser espiritual de acercarse a su Creador, sentimiento sublime cuyas exteriorizaciones son el amor en sus múltiples manifestaciones.
Invariablemente, con el paso del tiempo, y con los cambios sociales y de mentalidad que se han ido efectuando en la sociedad en las últimas décadas, asistimos a un cambio de percepción en cuanto a la religiosidad y la espiritualidad. Muchas personas no consiguen llenar ese espacio interior con las religiones y optan por buscar soluciones fuera, a veces, de un modo autodidacta, estudiando, analizando otras posibilidades espirituales que le convenzan y le inspiren en su diario caminar.
Efectivamente, la percepción por parte de muchísimas personas es de que las religiones obedecen a unos patrones estáticos, con unas estructuras casi siempre muy rígidas, que no permiten la libertad de pensamiento y el desarrollo de la creatividad, así como la búsqueda de nuevas ideas, lo cual redunda en la idea bastante común de que ya no satisfacen plenamente las necesidades espirituales del hombre. Sin embargo, esto no significa que se deba renunciar por ello a esa búsqueda superior, satisfacer esa necesidad íntima de la que, cada vez, le resulta más difícil prescindir ante los crecientes y complejos desafíos que la vida le presenta. Bien es cierto que en otras épocas el hombre bastante tenía con trabajar muy duro durante muchas horas al día para llevar el sustento a su casa, así como también las constantes guerras que diezmaban y provocaban tragedias continuas en los pueblos. En dichas circunstancias el ser humano apenas tenía tiempo para pensar en otra cosa que no fuera la supervivencia, de tal modo que las necesidades espirituales se delegaban a los administradores de las formulas y rituales religiosos. No obstante, hoy día asistimos a un escenario, por lo general, completamente distinto. El ser humano dispone de más tiempo para reflexionar, para indagar, estudiar y analizar cualquier conocimiento espiritual y religioso.
Conceptos fundamentales para el hombre como son: Dios, la moral, el amor, la fe, etc., han sido vinculados históricamente a las interpretaciones de las religiones dogmáticas, con su presencia e influencia cultural y social muy fuerte en los distintos pueblos, provocando el rechazo de librepensadores y de todos aquellos que no aceptan estereotipos, imposiciones, respuestas anacrónicas o superficiales. Lo cual ha llevado a que un sector de la sociedad se haya movido en dirección opuesta, hacia un materialismo escéptico, llegando a la conclusión, en muchos casos, de que hablar de religiosidad es propio de niños, ancianos o de personas muy necesitadas o ingenuas.
Los resultados los podemos comprobar hoy día. El proyecto de vida para el hombre se reduce hacia la búsqueda de la intelectualidad, el prestigio de conseguir títulos académicos, muchas veces sin verdadera vocación, simplemente pensando en el futuro económico y posición social. Vivir la vida material y perseguir un objetivo fundamental, es decir, ganar mucho dinero, y si es posible, en un espacio corto de tiempo. Según esto la moral es relativa, y cada cual se ha de preocupar por “ganarse la vida”, “hay que prepararse mucho porque la competencia es muy dura”. Nos dejamos llevar por distracciones fútiles para suplir las carencias interiores, para evadirnos de los problemas reales del ser y vivir intensamente la sociedad de consumo. No nos importa dejar un legado, un trabajo digno que sirva de provecho para la humanidad, de lo que se trata es de “disfrutar de la vida que son cuatro días”.
Al mismo tiempo, la familia, así como el matrimonio, ha perdido el sentido original pasando a ser un trámite legal fácilmente disoluble por la falta de entendimiento, tolerancia, comprensión, etc. La necesaria empatía entre los seres humanos, ha dado paso a la individualidad y a la falta de responsabilidad, de asumir compromisos nobles y llevarlos a cabo hasta sus últimas consecuencias, asumiendo errores y con predisposición al cambio.
Por todo ello, es necesario recuperar el sentido espiritual del hombre. Una educación en valores a los jóvenes que nos enseñe a solidarizarnos con el medio ambiente y sobre todo con nuestros semejantes, imprescindible para que la sociedad crezca con un mínimo de garantías de salud ética y moral. Que promueva el desarrollo de las aptitudes naturales de cada individuo, no ya buscando sólo el beneficio económico; sino la alegría de sentirse realizado, útil a los demás. Recuperar también esa espiritualidad que trasciende las religiones y que aporta paz interior, armonía y equilibrio. Que comulga con la ciencia, cada vez más próxima a la confirmación de la vida espiritual, por sus descubrimientos en el terreno de la física cuántica, la psicología transpersonal y la biogenética, entre otras disciplinas.
Y por último, hemos de buscar respuestas, apoyarnos en filosofías nobles que nos dejen libertad para pensar y razonar, y adoptar una actitud ante la vida positiva, de amor hacia uno mismo para poder proyectarlo a los demás. Sólo así podremos construirnos un futuro mejor, lleno de esperanza y de realizaciones plenas.
José M. Meseguer
 Amor,paz y caridad
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