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miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿ En qué Dios creo ?

Cuando se pregunta a una persona si ella cree en Dios, la respuesta con raras excepciones, es una afirmativa. Sí, ella cree en Dios.
Extrañamente, a pesar del notable número de personas que dicen creer en Dios, es igualmente notable el número de los desencantados, depresivos, desesperados.
¿Cómo se explica que creyendo en Dios, Padre amoroso y bueno, que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo hace, la persona  caiga en el pozo de la desesperanza?
Quizás la respuesta esté en la manera de cómo creemos en Dios o somos guiados a creer.
Una vez Albert Einstein en Nueva York, dialogando con el Rabino Goldstein, fue inquirido si creía en Dios. Él contestó:
Tengo el origen judío arraigado en mi interior. Creo en el Dios de Spinoza, que revela la armonía en todo lo que existe. Sin embargo, no creo que Dios se preocupe por la suerte de las acciones realizadas por los hombres.
A causa de esa declaración se generaron muchas polémicas entre Albert, físicos y religiosos. Muchos se valieron de su declaración para desarrollar protestas acerca de sus teorías.
Religiosos se manifestaron, diciendo que la Teoría de la Relatividad debería ser revisada. Decían que tras toda la controversia de aquel físico, estaba el terrible fantasma del ateísmo.
Que él diseminaba dudas en relación a la presencia de Dios sobre la creación de todo el Universo y los seres.
La respuesta del físico fue tranquila, sin embargo continuó incomprensible para muchos.
Él decía que su religión consistía en la admiración por la humildad de los Espíritus superiores, pues ellos no se detienen en los pequeños detalles, ante nuestros Espíritus inciertos.
Decía: Por ese motivo racional, delante de la superioridad del Universo, es que acepto y hago mía  esta idea de Dios. No soy ateo.
Quien quiera deducir eso de mis teorías científicas, no las entendió.
Personalmente creo en Dios y nunca en mi vida cedí a la ideología atea. No hay oposición entre la ciencia y la religión.
Lo que existe son científicos retrasados, con ideas que no evolucionaron en el transcurrir del tiempo.
            Veo en la experiencia cósmica una noble religión, una fuente científica para profundas investigaciones.
Intento comprender cada estrella contenida en ese Universo inmenso, que no es material.
Quien así no procede, sintiendo esa sensación extraña de querer levitar en el infinito, realmente no sabe vivir, porque está muerto delante de tanta belleza divina.
Existen muchas formas en el ser humano de  creer en Dios. Para muchos, existe el Dios jurídico, legislador, agente policial de la moralidad, que a través del miedo, establece esa distancia de la creencia verdadera.
Dios está en todas mis teorías e invenciones. Él está presente en todo y creo que en todos, hasta en las formas más primitivas.
Esa es mi religión y el Dios en que creo.
*   *   *
Así decía, así vivió. Albert Einstein fue el ejemplo del cristiano auténtico preocupándose constantemente por su semejante.
Dos años antes de su desencarnación fue conmemorado su cumpleaños con una gran fiesta pública.
Todo lo que le fue dado como regalo, Albert lo transformó en dinero y envió los fondos para la Facultad de Medicina Albert Einstein.

Redacción del Momento Espírita, con base
en datos biográficos de Albert Einstein.
El 24.05.2010.

Invisibles, pero no ausentes

Victor Hugo
 
Cuando Víctor Hugo murió, en el siglo XIX, llevó nada menos que dos millones de acompañantes en su cortejo fúnebre, en pleno París.
Luchador de las causas sociales, defensor de los oprimidos, divulgador de la enseñanza y de la educación, el genial literato dejó sin editar textos que, por su voluntad, solamente fueron publicados después de su muerte.
Uno de ellos habla exactamente del hombre y de la Inmortalidad y se tradujo más o menos en las siguientes palabras:

La muerte no es el final de todo. Ella no es sino el final de una cosa y el comienzo de otra. En la muerte el hombre acaba, y el alma comienza.
Que lo digan esos que atraviesan la hora fúnebre, la última alegría, la primera del luto. Que digan si no es verdad que también allí hay alguien, y que no acabó todo.
Yo soy un alma. Bien siento que lo que daré a la tumba no es mi yo, mi ser. O que constituye  mi yo, irá más allá.
El hombre es un prisionero. El prisionero escala penosamente los muros de su mazmorra, coloca el pie en todos los salientes y sube hasta el respiradero.
Ahí, mira, distingue a lo lejos la campiña, aspira el aire libre, ve la luz.
Así es el hombre. El prisionero no duda que encontrará la claridad del día, la libertad. ¿Cómo puede dudar el hombre si va ha encontrar la eternidad a su salida?
¿Por que no poseerá él un cuerpo sutil, etéreo, del que nuestro cuerpo humano no puede ser sino un esbozo grosero?
El alma tiene sed de lo absoluto y lo absoluto no es de este mundo. Es muy pesado para esta Tierra.
El mundo luminoso es el mundo invisible. El mundo luminoso es el que no vemos. Nuestros ojos carnales sólo ven la noche.
La muerte es un cambio de vestimenta. El alma, que estaba vestida de sombra, va a ser vestida de luz.
En la muerte el hombre sigue siendo inmortal. La vida es el poder que tiene el cuerpo de mantener el alma sobre la Tierra, por el peso que tiene en ella.
La muerte es una continuación. Más allá de las sombras, se extiende el brillo de la eternidad.
Las almas pasan de una esfera a otra, se vuelven cada vez más luz, se aproximan cada vez más y más a Dios.
El punto de reunión es en el infinito.
Aquel que duerme y despierta, despierta y ve que es hombre.
Aquel que está vivo y muere, despierta y ve que es Espíritu.
*   *   *
Muchos consideran que la muerte de una persona amada es una verdadera desgracia, cuando, en realidad, morir no es morir, ni consumirse, sino liberarse.
Así, delante de los que partieron en dirección a la muerte, asume el compromiso de prepararte para el reencuentro con ellos en la vida espiritual.
Prosigue tu jornada en la Tierra sin aplazar las realizaciones superiores que te corresponden, pues ellas serán valiosas, cuando tú realices el grande viaje, rumbo a la madrugada clarificadora de la eternidad.

Redacción del Momento Espírita, a partir del cap. Palabras del autor y del cap. Francia llora a su mayor poeta, del libro Víctor Hugo y sus fantasmas, de Eduardo Carvalho Monteiro, ed. Eme.