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lunes, 14 de febrero de 2011

En la hora de la verdad

Carlos Roberto Campetti

La vida está compuesta de constantes movimientos de preparación y experimentación que tienen por objeto impulsar al ser para que logre su perfeccionamiento. En ese sentido, el Espíritu Caírbar Schutel, afirma que "muchas veces, vivimos normalmente diez largos años, conquistando patrimonios espirituales, para vivir tan sólo diez minutos fugaces de modo extraordinario y excepcional. Son los clímax de la vida, donde somos llamados a rendir cuentas, inferir nuestras responsabilidades intransferibles..." (1).

De esas luchas resulta la transformación moral del ser para el bien en el campo interior. Nace así el hombre nuevo con capacidad de generar consecuencias positivas en sí mismo y fuera de si, en las relaciones con los demás seres.

La mayor parte de la humanidad, todavía, no ha comprendido la necesidad del bien ni del trabajo interior para conocimiento y conquista de uno mismo. Aunque muchos procuren mantener apariencias de bondad y busquen evidenciar que hacen el bien, en sus corazones y mentes no cultivan aún la convicción de que ése es el camino para la conquista de la felicidad. El egoísmo perdura en la intimidad de! ser y el orgullo sigue prevaleciendo en las relaciones familiares y sociales, sean profesionales o de entretenimiento.
Por eso, la mayoría dedica toda la vida en la búsqueda de ventajas materiales, de posiciones destacadas en el ámbito social que, según piensa, le pueden garantizar seguridad y felicidad en el mundo, olvidado del conocimiento y la conquista del mundo que lleva dentro, en su propia alma.

Como no es común que alguien se dedique, desinteresadamente, a la defensa de OITO, cada uno siente la necesidad de la lucha egoísta en defensa de sus propios intereses o, cuando mucho, en defensa de los intereses del grupo al cual pertenece.

Cuando nos dedicamos a observar el espacio y comparamos la Tierra con el cosmos que nos rodea, necesariamente concluimos que hay solidaridad en la Naturaleza y en el Universo. Que hay una interdependencia entre las cosas, los seres y entre unas y otros. Que de ahí surge la necesidad imperiosa de la búsqueda de caminos menos egoístas y materialistas en la vida.

Muchas veces nos vienen a la mente las preguntas:
¿Cuál es el motivo de nuestra existencia? ¿Por qué estamos en la Tierra? ¿Para dónde vamos, como Espíritus que somos, al morir nuestro cuerpo físico? ¿Qué necesitaremos en ese nuevo mundo que vamos a encontrar? ¿Qué debemos hacer para conquistar lo que nos será útil allá?
Para considerar seriamente esas y otras preguntas de la misma Naturaleza, el ser humano necesita calmar su agitación, hacer menos barullo y mantener más silencio interior. Así podrá comprenderse a sí mismo y saber cual es el verdadero motivo de su existencia: la reforma interior con la consecuente producción del bien en sí mismo que transbordará en provecho de muchos. Es lo que ocurre con los Espíritus superiores, llamados por algunos santos y ángeles, pero reconocidos por e! Espiritismo como hermanos nuestros que se han conquistado ya a sí mismos, han vencido el egoísmo y el orgullo y trabajan en sintonía con los planos superiores de la Vida paral la producción del bien de todos.
Libre Albedrío y Responsabilidad
Alguien podrá preguntar: ¿Pero, los ángeles no son seres especiales? No, no lo son. Son Espíritus como nosotros, pero que han conquistado mayor perfección. Y lo hicieron en el ejercicio de lo mismo que tenemos nosotros: el libre albedrío, esa facultad que nos permite elegir el camino a seguir, pero que, a la vez, nos brinda la responsabilidad por las decisiones que adoptamos.

El libre albedrío es una facultad brindada en germen por Dios a todas sus criaturas, pero que es desarrollada a medida en que el ser hace el esfuerzo de perfeccionamiento, de conocimiento de sí mismo y de las leyes que regulan el mundo en el cual está inserto. Cuanto más evolucionado sea el ser, más desarrollado será su libre albedrío, más grande su capacidad de decisión, pero también más amplia su responsabilidad.

Eso nos lleva a considerar que todo lo que recibimos de la vida, bueno o no, es resultado de nuestras decisiones. Los dolores y sufrimientos, así como los goces y placeres espontáneos del la vida resultan de nuestras acciones anteriores. Pero, mas que eso, resultan de nuestra forma de ser, de aquello que ya fe Demos condiciones de ver, sentir, comprender. Por eso, aquello que para unos representa una tragedia, para otros no paga de una ocurrencia común, sin mayor significado.

Si juntamos a eso el hecho de que existe una ley de sinfonía que promueve la unión entre los seres que vibran de forma parecida, podemos concluir que estamos siempre rodeados de compañías que se asemejan a nosotros, sean encarnadas o desencarnadas. Esas compañías nos secundan en nuestros pensamientos, palabras y acciones, influenciándonos de forma amplia en las decisiones que tomamos. Eso no disminuye nuestra responsabilidad, pues siempre tenemos el libre albedrío de aceptar o no las influencias recibidas. Si cultivamos las tendencias para el bien, somos apoyados por Espíritus que desean nuestro bien. Si nos dejamos llevar por tendencias viciosas, por el deseo de] mal, somos influenciados y, as veces, hasta guiados, por Espíritus menos evolucionados, ignorantes, aún indisciplinados, rebeldes, siendo algunos, incluso, sublevados en contra de las leyes de ]a Vida superior.

Desviación Moral
En ese caso, si el ser no acepta lo que le indican las leyes superiores, por inercia o rebeldía no atiende a las orientaciones de los buenos Espíritus y se deja influenciar por los Espíritus ignorantes y rebeldes, cae en una desviación moral.
Ese mismo hecho ya es resultado del egoísmo y del bagullo que, según enserian los Espíritus superiores, son las dos mayores llagas de la humanidad y madres de todos los demás vicioso Entre otros y sin ánimo de citarlos todos, por lo tanto, son hijos del egoísmo y del orgullo, la envidia, los celos, la ambición, la avaricia, el fanatismo.


La envidia y los celos

Todos los vicios son tormentos voluntarios, pues hacen sufrir a aquel que los cultiva con sus propios deseos y acciones. Pero la envidia y los celos se evidencian mucho como tormentos voluntariosos Son contradictorios en sí mismos y, por una cuestión de simple lógica, podrían ser rehusados, pelo para algunos es muy difícil liberarse de ellos.

En el caso de la envidia, la persona siente pesar del bien ajeno, es infeliz por desear algo que el otro posee o ser como el otro es. Como si pudiera ser más feliz si tuviera aquello, si ocupase aquella posición o si fuera como aquella otra persona. Pero eso no paga de una ilusión, que es, también rebeldía con relación a la Providencia Divina, pues Dios nos brinda justo lo que necesitamos en el momento evolutivo en que nos encontramos. Pero, la envidia, surge aparentemente sin control posible desde lo más íntimo del ser. ¿Cómo vencerla? ¿Cómo luchar en contra de ella? Como con relación a las demás imperfecciones, no hay receta pronta. Pero siempre es una cuestión de disciplina y perseverancia. De nada adelanta martirizarse por una imperfección observada en uno mismo. Hay que buscar, con sinceridad de propósito, el camino que llevará a la victoria sobre sí mismo y sus tendencias inferiores. La literatura espiritista brinda páginas interesantes sobre esos temas que ofrecen contribuciones importantes para la meditación y el fortalecimiento del alma en su lucha de auto superación.
Los celos son considerados normalmente un problema que surge en la relación de parejas. Pelo están presentes en múltiples tipos de relaciones. Una persona se deja dominar por el recelo de que cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda, llega a ser alcanzado por otro. Considerando tan solo los celos entre personas, se puede afirmar que surgen porque uno se considera poseedor de derechos con relación al otro o a la situación vivida. En realidad nadie es dueño de nadie. Ni del cónyuge, ni de los hijos o padres, ni de los amigos. Cuando existe el verdadero amor no hay interés en dominar al otro, en poseer al otro como si fuera un objeto. Pero cuando, lo que predomina en la relación entre los seres es el interés egoísta, la pasión, el simple deseo sexual u otro de cualquier naturaleza, en algún momento puede surgir la inseguridad que genera peleas constantes, dificultando la continuación del entendimiento. Para dominar los celos, hay necesidad constante de considerar que el otro es otro y tiene su propia voluntad que necesita ejercitar tanto como uno mismo para desarrollarse y madurar. Además posee derechos de buscar opciones, de elegir, siendo que su amor hacia nosotros, sea de cónyuge, de hermano, de hijo, de padre o madre, de amigos etc. sólo es verdadero y fuerte si es espontáneo y voluntario.

La ambición y la avaricia
También ocupan importante papel en el corazón de gran parte de la humanidad en nuestros días la ambición y la avaricia. La ambición se caracteriza por fuerte deseo de poseer fama, riquezas, poder o dignidades. La avaricia es el afán desordenado de adquirir y poseer riquezas para atesorarlas. El apego exagerado a los bienes y posiciones materiales indica siempre pobreza de entendimiento de la realidad espiritual. Al considerar que algún día dejaremos el cuerpo de carne y tendremos que abandonar, a veces obligados, todo lo que pertenece al mundo material, somos llevados a pensar sobre como será entonces para nosotros. Los ambiciosos y avaros sufren mucho mientras están encarnados y, más aún, cuando desencarnan, pues, en vez de seguir bacía la conquista de las realidades espirituales que su nueva condición les permitiría, siguen presos a las ilusiones materiales. Esos sufrimientos solamente disminuyen y desaparecen con el desprendimiento y el despego.

El fanatismo y la guerra

Sea religioso, político, patriótico o de cualquier naturaleza, el fanatismo es siempre partidario. Pretende el fanático que el grupo al cual pertenece es siempre el mejor y debe imponerse a los demás. El fanatismo es gran generador de disputas, peleas y guerras. Ha producido ya dos grandes guerras mundiales y cientos de otras en diversos plintos de nuestro planeta. Ha matado más que todas las enfermedades juntas. Además, por medio de las guerras, ha generado diversas enfermedades, algunas de ellas convertidas en epidemias terribles. Pero el fanatismo no genera sólo las guerras externas, pues esas son fruto de otro tipo de guerra que domina aún a los hombres: la guerra que uno mantiene dentro de sí. Por falta de vigilancia sobre pensamientos y sentimientos e! ser humano exterioriza una psicósfera fea y pestilente que posibilita la vinculación espiritual con entidades espirituales ignorantes y viciadas. Periódicamente, ese estado interno desequilibrado se exterioriza en momentos de irritación o de simple conversación liviana e inconsecuente. Cuántas veces no surgen críticas, lamentaciones, indicaciones y comentarios sobre problemas que nada tienen que ver con uno, análisis crudos de la vida ajena... ¡Muchas personas normalmente no perciben que están, de esa forma, contribuyendo para la manutención de la guerra en nuestra Tierra!

La Necesaria y Urgente Reforma Interior
El estado de agitación interior, de indisciplina, de inconformidad por un lado y la ausencia del hábito sano de cultivar buenos pensamientos, de observar los aspectos positivos de las situaciones y de la vida, de la oración, de la meditación... generan ese clima de disputas constantes, de falta de cooperación de unos con otros.
En ese clima, los que ya han despertado para la necesidad de construcción del bien en sí mismos y en el mundo exterior, que no son pocos en la. Tierra, a pesar de que aún son minoría, sienten muchas dificultades para hacer prevalecer los ideales nobles que guían sus vidas.

Por eso, trabajan para promover la reforma íntima que se hace tan necesaria, pero, más que eso, se hace tan urgente. De nada adelanta al hombre construir un imperio en el mundo exterior si no trabaja para transformar su corazón en simple morada para el amor.

El estudio del Espiritismo surge como una necesidad inmediata para todo aquel que desea dar el paso definitivo rumbo al conocimiento de sí mismo, transformándose en ciudadano útil al universo al cual pertenece. No es que el Espiritismo vaya a salvar a alguien, pues ninguna filosofía de vida o religión salva a nadie. Pero el Espiritismo presenta, de forma racional, lógica y tocante al corazón, el conocimiento de las leyes Divinas que rigen nuestras vidas. Indica e ilumina el camino a seguir, brindando oportunidad para que podamos llegar a la meta que es la felicidad.

En ese estudio nos vamos a encontrar con Allan Kardec indicándonos, entre muchos otros conocimientos, que el progreso es inexorable, contando con la Ley de Causas y Efectos para impulsarnos hacía adelante. Veremos lo que León Denis nos explica sobre la acción del dolor y sus funciones en nuestras vidas. Encontraremos una multitud de autores exponiéndonos los conceptos de distintas formas, contribuyendo para que podamos ampliar nuestra visión liberándonos de las imperfecciones Y vicios que limitan nuestra capacidad de acción en el bien.

Por la necesaria y saludable meditación, entenderemos que el Evangelio es el mejor instrumento para indicamos el camino de nuestra redención por el amor que cubre la multitud de los pecados y alcanzaremos el sentido profundo de la propuesta de Jesús de adorar a Dios en Espíritu y Verdad. (2)

Cuando llegue la hora de la verdad, sea en los momentos breves de testimonios y pruebas, sea en los tiempos de estudio y preparación, ante las oportunidades que la Vida brinda a cada uno, espontáneas y naturales se multiplicarán las acciones nobles y constructivas, hijas del hombre nuevo que, siguiendo la propuesta del Maestro, hace brillar su luz para que los hombres, viendo sus buenas obras, glorifiquen a Dios nuestro Padre. (3)

- Carlos Roberto Campetti -

 XAVIER, F. C. En las Culminaciones de la Lucha. In: Ideal Espírita.
            Espíritu Caírbar Schutel. 2ª. ED. CEC, Uberaba (MO), 1963. p. 191
            2. Juan, 4:19-24
            3. Mateo,5: 16

Inmortalidad

Despertar en el "más allá"



La cuestión de si todo se acaba con la muerte es tan vieja como la humanidad misma.

 Los hombres de Neardenthal enterraban a sus muertos con armas y víveres para la próxima vida. Y las momias aparecidas en las pirámides funerarias egipcias y en los altares aztecas atestiguan la misma creencia. Cuanto más perfecta es la ciencia y sus métodos, tanto más insistente es la pregunta de los seres humanos y su esperanza de una respuesta¿Es la muerte la última respuesta? ¿O existe otra?

En el fondo, la respuesta es muy simple, desde los primeros tiempos, los hombres creen en una vida después de la muerte. Filósofos y poetas se han manifestado en este sentido. Y todas las grandes religiones del mundo no podrían ser imaginadas sin una creencia en una vida posterior a la muerte. Pero muchos no tienen bastante con la fe,quieren saber. Cuanto más perfeccionada es la ciencia, cuanto más progresivos son sus métodos de investigación, tanto mayor es la esperanza puesta por el ser humano en ella. Pero son muy pocos los científicos que se atreven a enfrentarse con este problema.

"Esta cuestión es tabú -me explicó un conocido profesor de Universidad-; nadie se quiere quemar los dedos con ella. Y los que, no obstante, se ocupan de ella son considerados hombres carentes de seriedad, que se enfrentan con la burla y la hostilidad de sus colegas. Muchos destacados investigadores se han desanimado ante estos obstáculos y no han proseguido sus estudios en este campo." Y H.Driesch escribe: "La cuestión de una vida posterior de la persona continúa siendo el problema principal de toda ciencia, por mucho que nuestros filósofos y psicólogos oficiales den un gran rodeo para no encontrarse con ella y aparenten no verla en absoluto."

   Durante gran parte de su vida, el investigador inglés Harry Price experimentó con centenares de médiums en cuyas sesiones aparecían los supuestos "espíritus" de personas fallecidas. Sus infatigables estudios le valieron el sobrenombre de "cazaespíritus". En opinión de otro investigador fue Harry Price quien suministró un ejemplo "extraordinariamente valioso desde el punto de vista científico" de la existencia de otra vida después de la muerte. El doctor Björkhem, a quien se deben las anteriores palabras, es uno de los más renombrados investigadores suecos en el campo de la parapsicología. Cuando ocurrió el caso, este doctor era médico ayudante en la policlínica de Lund.

El médico recuerda que el 9 de octubre de 1948 acudió a visitarle un paciente con una petición fuera de lo corriente. "Le indiqué que se dirigiera al médico de la sala, mi jefe, -dice Björkhem-. Pero precisamente quería hablar conmigo y con nadie más que conmigo, pues se trataba de algo que no quería confiar a quien no estuviese en el secreto."

El historial clínico informó al doctor Björkhem que el enfermo había sido admitido en la clínica de Lund el día anterior. E. Era un obrero del ramo textil, de treinta y un años, casado, con dos hijos. Diagnóstico: adelgazamiento anormal. Pero el paciente no buscaba al médico por ese motivo, tenía que informarle de un acontecimiento extraordinario. "El enfermo contó que, a finales de 1948, había visto, al despertarse durante la noche, a un caballero desconocido que se inclinaba ligeramente sobre su cama, cosa que entonces consideró completamente natural, no sintiendo miedo alguno."

El aparecido le habló, pero E. No entendió casi nada, pues el desconocido hablaba en inglés. Solo entendió el nombre: Harry Price. La aparición se repitió y E. Pudo comprender al poco tiempo la mayoría de lo que el aparecido le contaba, las indicaciones que le daba. Según le informó Mr. Price, durante su vida se había ocupado en el estudio de apariciones de fantasmas. E. no dudó jamás de la realidad de la aparición, también su esposa había sido testigo de ello, lo mismo que sus hijos. "Y Mr. Price había sido también quien le había indicado expresamente que se dirigiera al hospital de Lund, pues en este establecimiento hallaría remedio para su enfermedad, el adelgazamiento. Si, según E., Price estaba en lo cierto, la causa de la enfermedad sería una inflamación de la parte superior de la columna vertebral. Mr. Price le había recomendado insistentemente que contara todo esto al médico que lo examinara enel momento de su admisión y a ningún otro. Según Mr. Price, lo ocurrido hasta entonces y lo que pudiera ocurrir en adelante, habría de dar a la ciencia algo que pensar, por decirlo así..."

   Podemos imaginarnos la confusión del doctor Björkhem. Un interrogatorio efectuado con suma cautela demostró que el paciente nunca antes había escuchado el nombre de Harry  Price. ¿Había sido todo una figuración suya? Además ¿habia muerto Price? El doctor Björkhem estaba seguro de no haber leído en los periódicos suecos noticia alguna en este sentido.

Por lo tanto ¿se trataba de un extraño encuentro? ¿O quizás era algo más? Dos días después de esta conversación ocurrió otro "suceso paranormal". El doctor Björkhem recibió una carta fechada en Estocolmo, en la que el profesor J. T., con quien había sostenido una larga correspondencia relacionada con los trabajos del investigador Harry Price, le decía entre otras cosas: "Por lo demás, he de comunicarte que Harry Price falleció el 29 de marzo de 1948, según he leído en una revista inglesa. Después de haberse pasado la vida persiguiendo fantasmas-añadía burlonamente el comunicante-, Harry Price tendrá ocasión de aparecerse como tal cuantas veces quiera."

Así pues Harry Price había fallecido el 29 de marzo y se apareció inmediatamente por primera vez al enfermo. ¿También pura y simple casualidad?.

Mientras tanto el enfermo había sido tratado en el hospital; pero los médicos, a pesar de todas las exploraciones, no pudieron encontrar enfermedad orgánica de tipo alguno. El paciente seguía perdiendo peso, decayendo día tras día. Un psiquiatra llamado a consulta diagnosticó finalmente: padecimiento nervioso de origen esquizofrénico, por lo que el enfermo fue trasladado a una clínica de neurología. Dos meses más tarde, en diciembre, el doctor Björkhem recibió una llamada telefónica de un médico jefe de esta clínica: por fin había sido encontrada la verdadera causa del adelgazamiento. ¿Esquizofrenia? En absoluto.

Evidentemente un diagnóstico erróneo. El enfermo se hallaba perfectamente de la cabeza. El padecimiento era de origen... orgánico: inflamación en la parte superior de la columna vertebral,provocada por una infección.¡El diagnóstico establecido por Price! El enfermo pudo ser curado por completo.

"¿Es esta una historia de las normales que se dan en todo hospital grande, o encierra algo más?", pregunta el doctor Björkhem al concluir el relato de este caso. ¿No sería una respuesta a la pregunta: Harry Price había regresado realmente "del reino de los muertos"? . Escuchemos al doctor Björkhem: "¿Se deben todos estos acontecimientos al azar, o existe una voluntad determinada detrás de ellos? ¿Quería Harry Price dar a la ciencia un hueso que roer? ¿Por qué entonces dirigirse a un obrero textil de Malmoe? Cuanto más me pregunto tanto más difícil encuentro una respuesta."

A lo menos parece haber respuesta a la última pregunta: años más tarde se presentó una mujer que dijo sobre el particular: En una conversación en que, como siempre, se debatía la cuestión de la vida eterna, Harry Price había dicho a esta mujer: "Cuando yo haya muerto, todos los mediums de Inglaterra jurarán que me he aparecido a ellos. Pero cuando pueda exteriorizar mi presencia de algún modo, será de una forma completamente distinta, al otro lado del mar..."
¿Había cumplido su promesa?

Si se examinan los casos conocidos de apariciones de muertos, se comprobará que la mayoría se han producido y se producen en las proximidades del momento de la muerte. "Es un hecho digno de atención -establece Aniela Jaffé- que los difuntos se aparezcan casi siempre inmediatamente después de la muerte y raramente pasados ya varios años, como si al principio estuvieran más cerca. -Y opina-: Es una creencia popular que el alma de una persona a punto de fallecer goza del don de la ubicuidad, pudiendo ser vista aquí y allá, pudiendo hacer esto y aquello: detener la marcha de un reloj, abrir una ventana, ser causa de un presentimiento, de una visión, de una imagen interior."

Varios teólogos sustentan también la opinión de que todos los fenómenos espiritistas no se realizan en el verdadero más allá, sino en un lugar intermedio entre el mundo en que vivimos y el "verdadero más allá". "Los fenómenos espiritistas se producen en el reino de sombras de la muerte -opina el teólogo Wilhem Horkel-. Se producen más allá de nuestro mundo concreto, real; pero todavía a este lado de la verdadera eternidad, tal como la entiende nuestra fe cristiana."

Esto puede ser visto con dos ejemplos en donde las apariciones casi coincidieron con el momento del fallecimiento. Ambos fenómenos son citados por Aniela Jaffé. "Mi amiga Trudy von S. y yo -comienza el primero de sus relatos- asistimos en 1936 a una escuela de horticultura existente en Inglaterra. Entre las alumnas se encontraba también Patricia, hija de un pastor protestante de un pueblecito inglés." Las muchachas intimaron y con frecuencia eran invitadas a casa del pastor los fines de semana. Dos años más tarde regresaron a Suiza. El 14 de febrero de 1938, las dos amigas se reunieron a las doce en punto del mediodía en el "Pfausen", en  Zurcí. "De repente vi entre la multitud a Pat, nuestra común amiga inglesa -sigue relatando-. A pesar del buen tiempo, llevaba su viejo sombrero contra la lluvia y su impermeable.

"-¡Mira quien está ahí Trudy! -exclamé- .  ¡Es Pat! ¡Voy a llamarla!

"Corrí hacia la parada del tranvía. Pat subió al tranvía número cinco y tomó asiento. Pero el vehículo se puso en marcha antes de que yo pudiera alcanzarlo."

¿Una alucinación? La aparición había sido tan real que las amigas se dirigieron por la tarde a la Sección de Extranjeros de la policía para que les fuera facilitada la dirección de Pat. Pero la amiga no había dado señales de vida.
"Unos días más tarde recibí una carta de la madre de nuestra amiga, en la cual nos decía que su hija Pat había muerto el 14 de febrero, alrededor del mediodía, de resultas de una caída del caballo. Se había fracturado la base del cráneo..."

"Mi esposo, un académico de pensamiento sumamente práctico, un hombre totalmente escéptico frente a cualquier fenómeno de aparecidos -comienza el segundo relato-, vivió un acontecimiento que cambió considerablemente su actitud ante las cosas invisibles." Por lo que sabemos este seños había salido de casa el martes por la noche, como tenía por costumbre. Iba de camino hacia el punto donde jugaría su partido de bolos cuando vio, ya lejos, la inconfundible figura de un amigo suyo, arquitecto y coronel de la reserva, en cuyo regimiento también había servido. Saludó, pero el otro "no hizo sino mirarle con ojos extrañamente fijos y dobló repentinamente hacia la derecha, en dirección a la plaza de la estación, en cuyas proximidades se encontraba su despacho." El hombre habló de esto en el club donde jugaba a los bolos y también con su esposa al regresar a casa. Así pues, había muchos testigos de ello. Pues bien, la noticia de su muerte apareció al día siguiente en los periódicos. "Según la esquela mortuoria, el coronel había muerto repentinamente el domingo por la noche a consecuencia de un derrame cerebral. Mi esposo me miró confundido sin saber qué decir. Cuando comprendió que el coronel tenía que llevar muerto ya dos días, se encaminó a la casa mortuoria para convencerse en persona de que no existía un malentendido." No, no había malentendido alguno.

Los "espíritus" de los difuntos... ¿No parece ésta una explicación clara y convincente? Pero la mayoría de los psicólogos replicarían en estos casos con un enérgico: "¡No demuestra nada!" Acaso aquel obrero textil de Malmoe supiera sobre Harry Price mucho más de lo que aparentara. ¿Y el diagnóstico acertado? Simple azar. También en los casos restantes no se considerarían reales las "apariciones" habidas, que se explicarían como una alucinación. Y, sin embargo, resulta difícil de creer que todos los casos puedan ser explicados de esta forma; son demasiado numerosos y están demasiado bien documentados. El padre jesuita Ludwig Bonwin -otros diez religiosos conforman sus afirmaciones- con ocasión de una audiencia concedida por Papa Pío XI, relata lo que sigue: "Mientras esperábamos en la antesala, se abrió una puerta y se nos apareció el Papa Pío X, fallecido nueve años antes. Nos quedamos sin habla, pues lo reconocimos enseguida. Pío X se dirigió a nosotros y nos dijo: "Los tiempos
difíciles durarán todavía dos años." Acto seguido desapareció. Mientras nos hallábamos todavía bajo el efecto de esta aparición, fuimos llamados a los aposentos privados del Padre Santo para ser recibidos en audiencia por él, quien, al notar nuestra emoción, quiso saber el motivo. Uno de nosotros le informó de lo ocurrido, a lo que el Papa observó con tono tranquilo; "Así, pues, ha vuelto de nuevo."

Hay otro caso célebre que procede de los anales de la "Sociedad de Investigación Psíquica" inglesa, un caso en el que, en opinión de teólogo católico Alois Wiesinger, no existe razón fundada para dudar de la realidad de las apariciones de difuntos, cuando que los hechos fueron investigados por un tribunal de justicia.

James L. Chaffin era un granjero del estado de Carolina del Norte, padre de cuatro hijos: Jhon, James, Marshall y Abner.

Por instigación de su tercer hijo Marshall, el granjero redactó el 16 de noviembre de 1905, un testamento en que instituía a dicho hijo como heredero único, desheredando a su esposa y a los tres hijos restantes. Pero el 16 de enero de 1919 hizo un segundo testamento distribuyendo la herencia por igual entre los cuatro hijos. Lo hizo después de haber leído el capítulo XXVII del Génesis (Jacob arrebata a su hermano Essaú el derecho de primogenitura).

El padre escondió en una vieja Biblia de familia este segundo testamento,escrito a mano. Había heredado la Biblia de su padre, un pastor protestante.
Guardó el documento precisamente entre las páginas correspondientes al capítulo mencionado. En la medida que pudo comprobarse, el granjero no había hablado a nadie de este segundo testamento. Lo que hizo fue coser una nota en el forro de un abrigo. La nota decía:

"Leed el capítulo XXVII de la Biblia de mi padre."

James L. Chaffin murió el 7 de septiembre de 1921 a consecuencia de un accidente, y su tercer hijo tomó posesión de la herencia.., en razón del primer testamento: Pero ocurrió lo que al parecer, el padre había temido y que había motivado la redacción del segundo testamento: su tercer hijo administró de mala forma la herencia. James, el segundo de los hijos, comenzó en junio de 1925, a soñar con su padre, de manera más frecuente cada vez se le aparecía en sueños.

He aquí el relato de este hijo: "Mi padre se apareció junto a mi cama, pero sin hablar. Un poco tiempo después, creo que a finales de junio de 1925, volvió a aparecérseme al lado de mi cama, vestido tal como lo había visto con frecuencia a lo largo de su vida, con un abrigo... El espíritu de mi padre me habló esta vez: "Encontraréis mi testamento en el bolsillo de mi abrigo."

James Chaffin se despertó con la firme convicción de que el espíritu de su padre se le había aparecido con el fin de deshacer una equivocación. Buscó el abrigo, pero entonces supo que lo tenía su hermano Jhon. Encontrado el abrigo, descubrieron la nota cosida en el forro. La Biblia fue encontrada en uno de los cajones de su antigua cómoda y abierta en presencia de testigos por las páginas que estaban pegadas. Los hijos  dieron fe de que era la última voluntad de su padre y se hicieron cargo común de la herencia.

  Estos no son en modo alguno casos aislados. Existen centenares de ellos cuidadosamente revisados. Y numerosos y renombrados investigadores han llegado a la conclusión, después de considerar tales casos, de que no se puede dudar realmente de las apariciones. Pero la mayoría de los psicólogos del lado contrario se siguen aferrando s su: "¡No está demostrado!" debido a que no existe  nada parecido a un alma y, por tanto, es absurdo pensar -afirman- en una vida posterior a la terrena.

Al igual ocurre con los restantes fenómenos de que hemos hablado, la ciencia no consigue ponerse tampoco de acuerdo sobre éste. Hay ciertos hechos que no pueden ser demostrados; ¿pero por ello no han de ser verídicos? E incluso aunque no podamos demostrar jamás que existe una vida después de la muerte, ¿habla ello en contra de la inmortalidad?

Quizá sea conveniente que algo tan maravilloso se escape en última instancia a nuestras manos. Quizá no sea ésta una cuestión científica, sino únicamente religiosa; no una cuestión de demostraciones, sino de la fe.

   Mucho de lo que la ciencia ha estado negando y combatiendo apasionadamente ha sido reconocido después, ha tenido que admitirlo. Este libro no pretende demostrar nada... que no se considere demostrado; ni negar nada... que no se pueda negar. Ha pretendido únicamente mostrar lo que es real en medio de la batalla a favor y en contra de estos fenómenos; la decisión es cosa de cada uno.

Hace milenios que estos fenómenos "ocultos" conmueven a la Humanidad. Quizá sea éste su sentido: obligar continuamente al ser humano a ocuparse en él mismo. A la larga tampoco la ciencia puede andar eludiéndolo.

Enriquecemos nuestros conocimientos día tras día. Descubrimos el mundo de los microbios, de los electrones, de los átomos.

 Exploramos el fondo de los mares y nos disponemos a la conquista del universo. Puede que todas estas cosas sean muy importantes. El hombre quiere saber. Pero por encima de esto no debería olvidarse jamás que continúa existiendo un terreno que presenta muchos campos oscuros, sin explorar: la hondura de nuestra alma, del alma humana. Es y seguirá siendo el más grande y último de los misterios.

Autor: Hans Herlin de su libro "El Mundo de lo Ultrasensorial"