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miércoles, 15 de mayo de 2013

Doctrina Espírita: La ley de amor / Mensaje





El amor resume toda la doctrina de Jesús, porque es el sentimiento por excelencia, y los sentimientos son los instintos elevados a la altura del progreso realizado. 
El hombre en su origen sólo tiene instintos; más adelantado y corrompido, sólo tiene sensaciones; pero instruído y purificado, tiene sentimientos, y el punto exquisito del sentimiento es el amor; no el amor en el sentido vulgar de la palabra, sino ese sol interior que condensa y reúne en su ardiente foco todas las aspiraciones y todas las revelaciones sobrehumanas. 


  La ley de amor reemplaza a la personalidad por la fusión de los seres, y aniquila las miserias sociales. ¡Feliz aquel que, elevándose sobre su humanidad, quiere con grande amor a sus hermanos doloridos! ¡Feliz aquel que ama, porque no conoce ni la carestía del alma ni la del cuerpo; sus pies son ligeros y vive como transportado fuera de sí mismo! 
Luego que Jesús hubo pronunciado esta divina palabra: amor, hizo con ella estremecer a los pueblos, y los mártires, embriagados de esperanza, descendían al circo. 

El Espiritismo, a su vez viene a pronunciar la segunda palabra del alfabeto divino; estad atentos, porque esa palabra levanta la piedra de las tumbas vacías, y la "reencarnació n", triunfando de la muerte revela al hombre ofuscado su patrimonio intelectual; ya no le

conduce a los suplicios, sino a la conquista de su ser elevado y transfigurado. La sangre ha rescatado al espíritu y el espíritu debe rescatar hoy al hombre de la materia.

He dicho que el hombre en su principio sólo tiene instintos; aquel, pues, en quien dominan los instintos está más próximo al punto de partida que al fin. Para adelantar hacia éste, es preciso vencer los instintos en provecho de los sentimientos, es decir, perfeccionar éstos sofocando los gérmenes latentes de la materia. Los instintos son la germinación y los embriones del sentimiento; llevan consigo el progreso, como la bellota encierra la encina; y los seres menos avanzados son los que permanecenm avasallados por sus instintos. El espíritu debe ser cultivado como un campo: toda la riqueza futura depende del trabajo presente, y más que bienes terrestres os traerá la gloriosa elevación; entonces será cuando, comprendiendo la ley de amor que une a todos los seres, buscaréis en ella los suaves goces del alma, que son los preludios de los goces celestes. (Lázaro. París, 1862). 


El amor es de esencia divina, y desde el primero hasta el último poseéis en el fondo del corazón la chispa de ese fuego sagrado. He aquí un hecho que podéis haber observado muchas veces: el hombre más abyecto, más vil y más criminal, siente por un ser o por un objeto cualquiera un afecto vivo y ardiente a prueba de todo lo que tendiera a disminuirlo, que toma a menudo proporciones sublimes.


He dicho por un ser o por un objeto cualquiera porque hay entre vosotros individuos que prodigan los tesoros de amor de que su corazón rebosa, a los animales, a las plantas y aun a los objetos materiales; especie de misántropos, que se quejan de la humanidad en general, que se resisten a la inclinación natural de su alma y que buscan a su alrededor afecto y simpatía.

Esos rebajan la ley de amor al estado de instinto. Pero por más que hagan, no podrán sofocar el gérmen vivo que Dios, al crearlos, deposító en su corazón: este germen se desarrolla y engrandece con la moralidad y la inteligencia, aunque muchas veces comprimido por el egoísmo, es origen de santas y dulces virtudes que constituyen los afectos sinceros y duraderos, y os ayudan a subir el camino, escarpado y árido de la existencia humana.

Hay algunas personas a quienes repugna la prueba de la reencarnación, en el sentido de que otras participen de las simpatías afectuosas a que están celosas. ¡Pobres hermanos! vuestro afecto os hace egoístas; vuestro amor está limitado a un círculo íntimo de parientes o amigos, y todos los otros os son indiferentes. Pues bien, para practicar la ley de amor tal como Dios la entiende, es preciso que lleguéis por grados a amar a todos vuestros hermanos indistintamente. La tarea será larga y difícil, pero se cumplirá: Dios lo quiere, y la ley de amor es el primero y más importante precepto de vuestra nueva doctrina, porque aquella es la que debe un día matar al egoísmo, bajo cualquier forma que se presente; porque además del egoísmo personal, hay también el egoísmo de familia, de casta, de nacionalidad. Jesús dijo: "Ama a tu prójimo como a tí mismo", ¿pero, cuál es el límite de tu prójimo? ¿Es, acaso, la familia, la secta, la nación?

No, es la humanidad entera. En los mundos superiores, el amor mutuo armoniza y dirige a los espíritus avanzados que los habitan; y vuestro planeta, destinado a un progreso próximo para su transformació n social, verá practicar por sus habitantes esta sublime ley, reflejo de la Divinidad.

Los afectos de la ley de amor son el mejoramiento moral de la raza humana y la felicidad durante la vida terrestre. Los más rebeldes y más viciosos deberán reformarse cuando vean los beneficios producidos por esta práctica: No hagáis a los otros lo que no quisiéreis que os hicieran a vosotros, pero hacedles, por el contrario, todo el bien que podáis.
No creáis en la esterilidad y endurecimiento del corazón humano; a pesar suyo, cede al amor verdadero; es un imán al que no se puede resistir, y el contacto de ese amor vívifíca y fecunda los gérmenes de esa virtud que está en vuestro corazón en estado latente. La tierra, morada de prueba y de destierro, será entonces purificada por ese fuego sagrado, y verá practicar la caridad; la humildad, la paciencia, la adhesión, la abnegación, la resignación, el sacrificio, todas las virtudes hijas del amor. No os canséis, pues, de escuchar las palabras de Juan Evangelista; ya lo sabéis: cuando las dolencias y la vejez suspendieron el curso de sus predicaciones, sólo repetía estas dulces palabras: "Hijitos míos, amáos unos a otros".

Queridos y estimados hermanos, aprovecháos de las lecciones; su práctica es difícil, pero el alma saca de ellas un bien inmenso. Creedme, haced el esfuerzo sublime que os pido: "Amáos" muy pronto veréis la tierra transformada en Elíseo, donde las almas de los justos vendrán a gozar del reposo. (Fenelón. Bordeaux, 1861). 


Mis queridos condiscípulos: los espíritus que están aquí presentes os dicen por mi voz: Amad bien, con el fin de ser amados. Este pensamiento es tan justo, que encontraréis en él todo lo que consuela y calma las penas de cada día; o más bien, practicando esta sabia máxima, os elevaréis de tal modo sobre la materia, que os espiritualizaré is antes de separaros de vuestro cuerpo terrestre. Habiendo los estudios espirituales desarrollado en vosotros la comprensión del porvenir, tenéis una seguridad: el adelantamiento hacia Dios con todas las promesas que corresponden a las aspiraciones de vuestra alma; también debéis elevaros lo bastante para juzgar sin los lazos de la materia, y no condenar a vuestro prójimo antes de haber dirigido vuestro pensamiento a Dios. 

Amar, en el sentido profundo de la palabra, es ser real, probo, concienzudo, para hacer a los otros lo que quisiéramos para nosotros mismos; es buscar alrededor de sí el sentido íntimo de todos los dolores que abruman a nuestros hermanos, para llevarles un alivio; es mirar la gran familia humana como la suya, porque esta familia la volveréis a encontrar en cierto período en los mundos más avanzados, y los espíritus que la componen son, como vosotros, hijos de Dios designados para elevarse hasta el infinito. Por esto no podéis rehusar a vuestros hermanos lo que Dios os ha dado liberalmente, porque por vuestra parte estaríais muy contentos de que vuestros hermanos os diesen lo que os hiciera falta. En tódo sufrimiento dadles, pues, una palabra de esperanza y de apoyo, a fin de que seáis todo amor, todo justicia. 

Creed que estas sabías palabras: "Amad bien para ser amados", seguirán su curso; son revolucionarias y siguen una senda segura, invariable. Mas vosotros que me escucháis, habéis triunfado; sois infinitamente mejores que hace cíen años: habéis cambi
ado de tal 


¡Gran pensamiento de renovación por el Espiritismo, también descrito en el "Libro de los Espíritus" tú producirás el gran milagro del siglo venidero, el de la reunión de todos los intereses materiales y espirituales de los hombres por la aplicación de esta máxima bien comprendida: "Amad bien con el fin de ser amados". (Sansón, antiguo miembro de la Sociedad Espiritista de París, 1863). 


Extraído de: "El Evangelio según el Espiritismo" - Allan Kardec

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HIJOS DEL CORAZÓN
Los hombres preocupados con el pan de cada día cultivan la                                                    simiente.
Para asegurar el confort protege los arboles.

Hacen esfuerzos para preservar a los animales, a las plantas, a los ríos, a la naturaleza en fin.
Piensan en el futuro del planeta y desean sembrar desde ahora, la certeza de un futuro promisor.
Se movimentan los hombres en pro de la vida, exponiendo la propia vida en defensa de los animales marinos, con la intención de protegerlos.
Científicos e investigadores se dedican a cultivar, en cautiverio, animales  prestos a la extinción.
Todos esos esfuerzos son nobles, todavía, hemos olvidado a la orfandad que se alastra asustadoramente. No hemos protegido a la infancia que representa el porvenir que a todos nos espera.
Niños caminan desolados y solos, llorando  la ausencia del brazo paterno, o se lastiman ante la falta  de rogación materna que la muerte suprimió.
Se asemejan a frágiles lirios expuestos a los golpes del granizo, para deambular sin rumbo, sin amparo, sin esperanzas…
Son pequeños hijos de Dios, en plena aurora de la vida, esperando de nosotros apoyo y asistencia.
No nos juzguemos exonerados del deber de amparar a los huérfanos con los cuales nos enfrentamos en la marcha. Si Dios los coloca en nuestro camino, es porque espera de nosotros la demostración de la solidaridad y del amor.

Esos infantiles esperan guiarse por nuestros pasos, orientarse por nuestro verbo, conducirse por nuestros ejemplos, para más tarde, devolvernos el mensaje  que hoy los mostramos, ya que son el germen del futuro.
 El mundo de hoy es el retrato fiel de los hombres de entonces que nos lo trasmitieron con la calidad y los defectos de que se nutrieron en el campo de las propias almas.
Así, la Tierra de mañana será, inevitablemente, el reflejo de nosotros mismos. Y la infancia coloreara el futuro  o lo ensombrecerá, conforme haya recibido de nosotros, hoy.
Acordémonos de que, por la ley de la reencarnación, en esos hijos de nadie, puede estar un afecto de nuestro corazón para rogarnos brazos amigos  y el calor del hogar y de la familia que no poseen.
Los lazos del afecto no se desenvuelven solamente en la familia consanguínea.
Nosotros los podemos construir a cada instante, acogiendo a uno de esos pequeños sin padres, para en un futuro más o menos distante, recoger los frutos de la siembra de ahora.
No nos conmovamos tan solamente ante el sufrimiento que sofoca a millares de pequeños. Hagamos algo. Abramos las puertas de nuestros corazones y de nuestros hogares para acoger a un hijo ajeno, que en realidad es un hijo de Dios, por consiguiente, un hermano nuestro.
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 ¿Usted sabe que muchos padres y madres que hoy están privados de la paternidad sufren el retorno de la ley de causa y afecto?
Es que tal vez han abortado, o han buscado la esterilización apenas por satisfacción de la sensualidad, en existencias anteriores.
Esto no es un castigo sino una oportunidad para reparar los errores cometidos y corregir el paso.
¿Y  usted sabia que la adopción puede constituir una bendición luminosa de redención?
No es otro el motivo por el cual, muchos padres que no lograron engendrar hijos, después de adoptar una criatura, quedan liberados para generar los hijos de la propia carne.
Redacción de Momento Espirita.
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NOTA IMPORTANTE: Los lunes,miércoles y jueves a las 22,30 horas, pueden participar en     el  chat de la Federación Espírita Española.
 Los viernes a las 23,00 horas se os invita a asistir a una  interesante conferencia en la misma  sala.   Los domingos a las 21,30 horas se os invita a la clase de estudio del Espiritismo por "Grupo espírita Sin 
           Fronteras" dirigida  por Carlos Campetti.

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