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miércoles, 13 de marzo de 2013

Otra experiencia de un Espíritu sobre la crisis de la muerte"

Ernest Bozzano

 Este caso lo extraigo del reciente libro de mensajes trascendentales titulado: A Heretic in Heaven. El médium-autor es el Sr. Ernesto H. Peckham, conocido por sus investigaciones metapsíquicas, el mismo que anteriormente escribió el bello volumen titulado: The Morrow of Death. Esta vez, el Espíritu que se comunicaba fue, cuando vivo, miembro de un círculo experimental, en casa del Sr. Peckham. Declaró, sin embargo, no querer que se publicase su nombre, para no molestar innecesariamente a las personas de su familia que, seguidoras de la más intransigente ortodoxia católica, protestarían si se relacionase el nombre del pariente muerto con experiencias tenidas por diabólicas. El hace llamarse, en el tratado que decidió dictar, con el seudónimo de “Daddy”. Aconsejo que se titulase la obra: Un hereje en el Paraíso, con el fin de demostrar que, habiendo sido cuando vivo un disidente en materia de dogmas, se encontraba en un medio espiritual correspondiente a lo que los ortodoxos jurarían ser el “paraíso”.

El Espíritu abre su tratado con el preámbulo siguiente, cuyo contenido no debería jamás ser olvidado, cuando se leen y discuten mensajes mediúmnicos concernientes a las modalidades de la existencia espiritual: En este pequeño tratado me propongo contarte algunas cosas de nuestra existencia espiritual, tan extraordinariamente animada, en la que emergí por medio de la muerte. Desgraciadamente la tarea que quiero ejecutar presenta dificultades casi insuperables, ya que la existencia supranormal supera todo lo que conoce o experimenta en la existencia terrena. Por ejemplo: si bien me he conservando siendo sustancialmente el mismo personaje, vi desarrollarse en mí facultades y potencialidades, que me abrieron un campo inmenso de actividades inimaginables. Eso sí, es imposible explicarte, por medio de la terminología terrestre, en qué consisten esas actividades... Intentaré dar una idea de esa insuperable dificultad, haciendo notar que mi tarea puede compararse a la de un hombre que fuese obligado a describir cosas vistas en términos de cosas oídas. La audición es una impresión muy pobre comparada con la visión. ¿Cómo describir las bellezas de una aurora en los Alpes suizos, con toda su radiante gloria de matices dorados, recorriendo los acordes de un instrumento musical? ¿Cómo podría yo describirte exactamente y de modo apropiado la gloria de la existencia espiritual, empleando el lenguaje burdo y material de los terrícolas?... Declaraciones análogas se encuentran incesantemente repetidas, en las recopilaciones de revelaciones trascendentales.

Es importante tenerlo bien presente cuando se leen ciertas descripciones de acontecimientos, de espectáculos, de ocupaciones en el medio espiritual, que no parecen muy análogas al medio de los vivos y presentan, sin duda, el valor de representaciones simbólicas de una realidad inaccesible a los vivos. Paso a la transcripción de algunos tramos de comunicación en que el Espíritu que se manifiesta habla de su entrada en el mundo espiritual. La mayor sorpresa que espera a un vivo, en la crisis de la muerte, consiste en el hecho de despertar y reconocerse muerto. Cuando intentan hacernos comprender que estamos muertos, infaliblemente respondemos:

“Imposible!” ¿Por qué debería yo considerarme muerto, cuando me siento más vivo que antes? -Efectivamente, no nos sentimos de ninguna manera cambiados. Todo lo que contribuye a formar la existencia de nuestra individualidad permanece sin alteración. Además, el medio inmediato en que entramos nos parece aquel que nos es familiar. (En la realidad somos nosotros que inconscientemente lo objetivamos por el pensamiento.) De esta manera, no podemos creer en el maravilloso fenómeno de que estamos realmente muertos. Estas primeras impresiones pueden ser definidas como la sorpresa número uno. Naturalmente, yo también pensaba que era así cuando, por la muerte, penetré en el mundo espiritual. Los ataques de sollozos, asma y otros síntomas bronquiales, que me habían atormentado en el momento de la muerte, continuaban afectándome, cuando abrí los ojos en la vida espiritual. Como bien se puede ver así no era en realidad. Se trataba de una reproducción efímera de los sufrimientos que experimenté, reproducción generada en los vivos recuerdos que de ellos me quedaron. Añadiré que esas reproducciones efímeras de los males realmente sufridos son una consecuencia inevitable, general, e incluso providencial, del nacimiento, en el mundo espiritual. En lo que me concierne, esos males no duraron mucho; pero, como me sentía oprimido por esos síntomas en cuestión, me era imposible creer en mi muerte, aunque supiese que debía morir. Más tarde me llegó la sorpresa número dos, la más maravillosa y reconfortante de todas. Fue cuando oí a mi lado una dulce voz de mujer, que yo conocía bien, llamarme por el nombre: “Dicky”. Era mi madre. Ella había muerto hacía muchos años y acudía a darme la bienvenida al medio espiritual, llamándome por mi apodo familiar, recordado desde mi infancia. Siendo ya viejo, abuelo desde hacía mucho tiempo, me veía, sin embargo, acogido y festejado, en la nueva morada de mi madre que tanto amé otrora, y que, cosa vergonzosa!, casi había olvidado después, por consecuencia de los largos años transcurridos desde su muerte. Enseguida otra dulce voz de mujer, que no menos familiar y querida, me llamó por el nombre de “Ricardo”. Era mi mujer, que me había precedido algunos años en la existencia espiritual...

... Continuó a esto un período prolongado de sueño. Era el total abandono, durante el cual, por lo que me dijeron, las fuerzas espirituales, siguiendo leyes inmutables, preparan lentamente el grandioso proceso del renacimiento espiritual... Una vez operado el milagro, sobrevino para mí la hora gloriosa del despertar y, recuperando la consciencia, tuve la reconfortante certeza de haber efectivamente pasado de la muerte en el medio terrestre a la vida en la morada espiritual: “a una vida que realmente es una vida”, como dice la Biblia. Y la alegría, la paz, la calma me invadieron y proporcionaron un estado que nunca sospeché, la suprema felicidad... (Págs. 43-44) ...Me levanté y miré a mi alrededor: el panorama que se desarrollaba ante mis ojos era de indescriptible belleza y parecía prolongarse hasta el infinito. Sobre él un cielo maravilloso se extendía... El paisaje era llano y ondulado, muy semejante, bajo cierto punto de vista, al de las bellezas rurales de mi querido país natal... Pero, el detalle más maravilloso del panorama contemplado consistía en esto: que los objetos alejados no parecían en modo alguno disminuidos en sus proporciones por efecto de la distancia, como sucede en el medio terrestre. La perspectiva se presentaba literalmente transformada. Y no era todo, pues además verifiqué que percibía simultáneamente los objetos por todos sus lados y no únicamente del lado expuesto a mi mirada, como sucede en el mundo de los vivos. Esta facultad de visión de visión amplificada y perfeccionada produce efectos maravillosos. Cuando se observa la superficie exterior de un objeto cualquiera, se ve su interior, el contorno y, a través de él, lo que está detrás, de donde resulta que la visión espiritual pone al observador en condiciones de penetrar íntegramente un objeto observado... (Pág. 48.) ...Era maravilloso el medio en que me encontraba, pero comencé a experimentar una vaga necesidad de compañía. En cuanto ese sentimiento nació en mí, vi transformarse lo que me rodeaba. Pareció extenderse, renovarse, volverse más bello que antes. Enseguida vi surgir, de todos los lados, seres espirituales que me venían al encuentro como demostraciones de júbilo. Supe después que ese prodigio fue debido al hecho de que yo tenía un vivo deseo y este creó la necesaria “relación psíquica” entre mí y los seres existentes en el mismo plano espiritual, los cuales se apresuraron a venir al encuentro del recién llegado...

Pero, todavía me sentía ligado al mundo de los vivos, por el deseo de saber si mi viejo y gran amigo, aquel por intermedio del cual dicto ahora este tratado, había sido informado de mi muerte. Aquí debo explicar a los que leen estás páginas que mi amigo y yo caímos gravemente enfermos en la misma época, y nos quedamos sin noticias el uno del otro. Mi enfermedad acarreó mi traspaso; lo mismo no ocurrió con mi amigo. Él sobrevivió, aunque yo nada sabía a eses respecto. Al pensar en esto oí una voz lejana, que supe enseguida era la de “Amicus”, y así me habló”, “Piensa en él, concentra en él tu pensamiento y lo verás.”, atendí inmediatamente el consejo recibido, con este resultado: tuve la impresión de abismarme a través del espacio, y me vi después, rodeado de una especie de niebla densa. Cuando paré, ésta se disipó y ahí tuve la visión de mi amigo, en compañía de su mujer. Paseaban juntos, tranquilamente, a lo largo de la playa de una ciudad marítima. Pensé. “He aquí una cosa maravillosa: estoy muerto, él está vivo, y sin embargo lo veo!”. Dije con fuerza: “Peckham! ¡Mi amigo! ¿Sabes que morí?”. Él se volvió bruscamente y miró detrás de sí, con expresión de gran sorpresa. Súbitamente volví a verme cercado por la bruma. Cuando se disipó estaba otra vez en el mundo espiritual. Supe más tarde que mi amigo, curado de un grave ataque de hemorragia pulmonar, fue con su mujer a una estación climática, al borde del mar, para restablecerse. Para que no se entristeciera, durante su convalecencia, le ocultaron mi muerte, da la que fue conocedor, por la primera vez, cuando se lo comuniqué, desde el mundo espiritual...(Pág. 55.)

Estos son los pasajes esenciales que juzgué deben citarse, relativos al tema del que trata esta obra. Podrían argumentar que no me limito estrictamente a referir episodios concernientes a la “crisis de la muerte”; que me extiendo, muchas veces, a citar otros, que cuentan sobre la existencia espiritual “después de despertar del sueño reparador”, lo que ya son otra cosa. Decidí proceder así por una consideración de orden general: la de que la tesis que sustento implica la repetición inevitable de detalles, siempre sustancialmente los mismos; esto sirve de modo eficaz para demostrar que está bien fundamentada, pero, al mismo tiempo, da lugar a una monotonía, que puede fatigar al lector. De ahí la necesidad de intercalar algunos episodios que se salen de los límites estrictos del tema tratado, confiriendo a este la indispensable variedad de episodios. Además, los episodios añadidos son siempre teóricamente muy importantes y pueden considerarse complementarios de la tesis que desarrollo, mucho más cuanto que concuerdan perfectamente con otros de la misma naturaleza, como en otra obra demostraré. Entre los episodios que no entran del todo en el tema, de modo especial señalo este último que acabo de citar, en el cual el Espíritu comunicante cuenta haber anunciado su muerte a un amigo vivo, que la ignoraba. Como el incidente se produjo realmente en las condiciones del medio indicadas por el Espíritu, forzoso es deducir que se trata de un fenómeno de los comunes, ya sean visuales, ya sean auditivos, de manifestación de los muertos, fenómenos que los metapsiquistas ortodoxos clasifican entre los casos de “telepatía diferida”.

Si esta interpretación fuese exacta, el fenómeno se habría producido cuando el sujeto agente estaba todavía vivo y hubiera sido percibido subconscientemente por uno de sus amigos, que se encontraba distante. Este último, sin embargo, no se apercibió de eso, más que en el momento psicológicamente propicio, en que el mensaje telepático salió de su subconsciencia para pasar a una consciencia normal. Tomó así, el dicho mensaje, la apariencia ilusoria de una manifestación telepática post mortem. Como se vio en el caso en cuestión, el Espíritu comunicante afirmó él mismo haber trasmitido el mensaje telepático post mortem a su amigo. El intervalo de muchos días, entre la muerte del sujeto agente y el instante en que el otro sintió el fenómeno da audición paranormal, constituye una circunstancia confirmadora de lo que dice el Espíritu. Nos queda señalar: 1º) el fenómeno curioso e interesante según el cual, el Espíritu nos dice que los objetos alejados no parecen disminuidos por causa de la distancia, a la vez que todo objeto es percibido por todos sus lados e incluso en su interior; viéndose hasta a través de él; 2º) la observación concerniente al pensamiento del Espíritu, percibido por otro espíritu distante que interviene, auxiliando al primero con un consejo que le trasmite en el mismo instante. No se puede dejar de observar que nuestra generación tal vez encuentre concebibles estos detalles y, por tanto, aceptables.

Hoy día, en efecto, disponemos de la analogía científica de los “rayos Roentgen” por los cuales se obtiene el primero de los dos fenómenos de arriba, y de la otra análoga a la “telegrafía sin hilos”, para explicar el segundo fenómeno. Pero, las dos manifestaciones habrían parecido absurdas, imposibles, locas, a los representantes, grandes y pequeños, de dos generaciones anteriores a la actual. Esta observación debería aconsejarnos prudencia a todos, antes de proclamar absurdas e imposibles otras informaciones semejantes, constantes en los mensajes del Más Allá y que todavía no están confirmados por la ciencia terrestre. Por otro lado, debe apreciarse también que las manifestaciones mediúmnicas se producen en el momento exacto en que los tiempos para comprenderlos, apreciarlos y asimilarlos, parecen maduros. Si los “golpes” de Hydesville se hubiesen producido en el siglo anterior habrían pasado desapercibidas e infecundas las revelaciones de Swedenborg, en las cuales ya se encontraba todo lo que estoy analizando en esta obra. En otras palabras: el advenimiento de las manifestaciones mediúmnicas fue preparado y hecho posible por los descubrimientos de la Ciencia, en el dominio de las ignoradas fuerzas físicas y psíquicas que por todos lados nos rodean, atravesando y saturando, sin nuestro permiso, los organismos de los que somos dotados. No hacía falta dar más que un paso para admitir la posibilidad de otras influencias invisibles procedentes de un substrato inteligente. Lógicamente inevitable se volvió este paso al observar manifestaciones que eran aptas a esta sugerencia. Fue lo que pasó.

Debe reconocerse que la “Nueva Ciencia del Ama” nació en la hora precisa, en el seno de los pueblos civilizados. Del punto de vista que nos preocupa, las modalidades bajo las cuales se manifiesta la visión espiritual constituyen un detalle fundamental. No será pues inútil que notemos que todos los Espíritus que a ella aluden, coinciden en la descripción que hacen. Así, por ejemplo, el Espíritu del reverendo A.H. Stockwell, de quien hablamos al tratar el quinto caso, se expresa al respecto en los términos siguientes: Uno de los rasgos característicos más notables de la existencia espiritual consiste en la facultad de la visión, propia del “cuerpo etéreo”; la cual está enormemente perfeccionada. En el mundo de los vivos, el sentido de la vista pone al observador en estado de observar apenas un lado, un aspecto del objeto observado.

Aquí vemos el objeto simultáneamente por todas sus caras. Quiere decir que, cuando miramos una cosa cualquiera, no la vemos solamente, como ves: la penetramos en todas sus partes. Vemos alrededor y a través de ella, lo que hace que lleguemos en un instante a tener conocimiento completo de lo que nos pueda interesar. Es realmente maravillosa la facultad visual del espíritu; pero, naturalmente es preciso un cierto tiempo para que esa cualidad refinada se desarrolle completamente en los Espíritus recién llegados. Igual que todas las otras características espirituales, esa visión evoluciona gradualmente, al mismo tiempo que la experiencia adquirida en la nueva existencia. (The Morrow of Death, página 23-24.) Esta última consideración, sobre la necesidad de un cierto tiempo para que los Espíritus recién llegados adquieran las facultades de la visión a través de los objetos que observen, es teóricamente importante, ya que explica por qué sólo un número reducido de Espíritus que acaban de llegar aluden a ella.

Ernesto Bozzano
Extraído del libro "La crisis de la muerte"
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                                           EL SILENCIO

El silencio es el recinto donde nos podemos hallar tal como somos. En su equilibrio, discernimos nuestros defectos y virtudes. En su calma, encontramos las soluciones y la libertad de nuestra esencia.Sin embargo, llegar al Silencio es un acto de enorme valor y constancia pues suele tambalearse y diluirse por ser atravesado por voces, infinitas voces presentes y pasadas. Lograr el verdadero silencio es una práctica y una habilidad que crece con nosotros. Pongámonos en manos de la inmensa sabiduría de Nuestro Amado Padre para construir nuestro reparador y esclarecedor silencio así poder crecer y aprender con la experiencia para ayudar a otros a conseguirlo. Mucha paz!
- Aportado por Nora Flores-




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