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martes, 14 de abril de 2015

LA FE


                                     

             OBSESIÓN SIMPLE


En la obsesión simple, el médium sabe muy bien que tiene que habérselas con un Espíritu mentiroso, y éste no se oculta, no disimula sus malas intenciones y su deseo de contrariar. El médium reconoce sin pena la artimaña, y como está preparado, rara vez es engañado. Esta especie de obsesión es simplemente desagradable, y no tiene otro inconveniente que el oponer un obstáculo a las comunicaciones que se quisieron tener con Espíritus formales o con aquellos por quienes se tiene afección.

Se pueden colocar en esta categoría los casos de "obsesión física", es decir, la que consiste en las manifestaciones ruidosas y obstinadas de ciertos Espíritus que hacen oír espontáneamente golpes u otros ruidos. Nos remitimos sobre este fenómeno al capitulo de las "Manifestaciones fisicas espontáneas". (Núm. 82).

239. La "fascinación" tiene consecuencias mucho más graves. Es una ilusión producida por la acción directa del Espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su juicio, con respecto a las comunicaciones. El médium fascinado no se cree engañado; el Espíritu tiene la maña de inspirarle una confianza ciega que le impide el ver la superchería y comprender el absurdo de lo que escribe, aun cuando todo el mundo lo conozca; la ilusión puede ir hasta hacerle ver lo sublime en el lenguaje más ridículo. Se estaría en el error si se creyera que este género de obsesión no puede alcanzar sino a las personas sencillas, ignorantes y desprovistas de juicio; los hombres más discretos, más instruidos y más inteligentes bajo otros conceptos no están exentos de esto, lo que prueba que esta aberración es el efecto de una causa extraña, de la que sufren la influencia.*
Ya hemos dicho que las consecuencias de la fascinación son mucho más graves; en efecto, a favor de esta ilusión que es el resultado, el Espíritu conduce aquel a quien ha logrado dominar como lo haría con un ciego, y puede hacerle aceptar las doctrinas más extravagantes y las teorías más falsas como siendo la única expresión de la verdad; aún más: puede excitarle a que haga acciones ridículas, de compromiso y aun perniciosas.
Se comprende fácilmente toda la diferencia que hay entre la obsesión simple y la fascinación; se comprende también que los Espíritus que producen estos dos efectos deben diferir de carácter. En la primera, el Espíritu que se une a vosotros sólo es un ser importuno por su tenacidad, y se desea con impaciencia poderse desembarazar de él. En la segunda es otra cosa; para llegar a tales fines es necesario un Espíritu hábil, vivo y profundamente hipócrita, porque no puede chasquear y hacerse aceptar sino con ayuda de la máscara que sabe tomar y de un falso semblante de virtud; las grandes palabras de caridad, humildad y de amor de Dios son para él como credenciales; pero a través de todo esto deja penetrar las señales de inferioridad, que es necesario estar fascinado para no ver; teme también a todas las personas que ven demasiado claro; así es que su táctica es casi siempre la de inspirar a su intérprete el alejamiento de cualquiera que pudiera abrirle los ojos; por este motivo, evitando toda contradicción, siempre tiene la seguridad de tener razón.

EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC

Comentario. Como muy esclarecida mente dice este mensaje, los hombres
más discretos, más instruidos y más inteligentes bajo otros conceptos no están exentos de esto, se leen mensajes que cuando lo pasas por el tamiz del buen sentido, como dijo Kardec, lo que algunos aplauden, a otros nos parecen apócrifo.
Marco Antuan


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LA FE
Ninguna escuela religiosa triunfará con el Padre, alejándose deL amor que debemos cultivar unos a los otros. En materia religiosa, cada creyente posee razones respetables y retiene preciosas  posibilidades que deben ser aprovechadas en el engrandecimiento  de la vida y del tiempo, glorificando al Padre. Cuando las criaturas , sin embargo, guarda la bendición del Cielo y nada realiza de bueno, a favor de  los semejantes y en beneficio de si misma, se parece a un avaro  que se precipita en el infierno de la sed y del hambre, con la intención  de esconder, indebidamente, la riqueza que Dios le prestó. Por esa razón, la fe que no ayuda, que no instruye y no consuela, no pasa de ser una oscura vanidad del corazón.
La filosofía  de los Espíritus nos ofrece una creencia  que no por ser racional deja de ser robusta. El conocimiento del mundo invisible, la confianza en una ley superior de justicia y progreso imprime  a la fe un doble carácter de calma y seguridad.
Penetrados de la idea de que esta vida  no es más que un instante en el conjunto de nuestra existencia inmortal, recibimos  con paciencia los males inevitables que cada uno enfrentamos. Las perspectivas  de los tiempos que nos esperan dan fuerza para dominar las miserias presentes y para colocarnos  por encima de las fluctuaciones de la fortuna. Al conocer la causa de nuestros males, comprendemos la necesidad de ellos, y los aceptamos sin murmurar. Para los espiritas la muerte no existe, los lazos de afectividad prosiguen más allá  en la vida de ultratumba, y todos los que se han marchado los encontraran algún día lejos de esta árida mansión. Si todos los hombres comulgásemos  con esta fe poderosa, asistiríamos a la transformación moral más grande  que ha registrado la historia.
Sin embargo son muy pocos los hombres que  poseen esta fe. No todos hemos escuchado al espíritu de Verdad  que ha hablado en la Tierra. La revolución espirita encontró en un principio una viva oposición en los ambientes religiosos  y científicos. Este estado de cosas tiende a atenuarse. Muy pocos  hombres tienen el valor  de desdecirse y confesar que se han equivocado; la mayoría  prefiere combatir  durante toda la vida  una verdad que puede  comprometer sus intereses y echar por tierra sus intereses.
Todo espíritu sincero que busca la fe y la verdad las encontrará en la nueva revelación. Una influencia de lo Alto se esparcirá sobre él y le guiará hacia esta luz naciente que algún día iluminará a la humanidad entera.
La fe según Francisco de Asís es la sustancia de las cosas pensadas, como nos enseña el gran  convertido de Damasco. Esa fe avanza en todos los sentidos y sustenta la vida en todas las demandas de los hombres y de los Ángeles. Donde no existe fe, no puede existir vida; el producto de la fe es el milagro de la vida. la propia felicidad depende de la fe, de su presencia marcante y sutil.
La fe  es una fuerza del corazón que atrae aquello  que firmemente queremos, siendo infinito su campo de acción. Es noble y justo que debamos cultivar las virtudes en el suelo de los corazones, que si los cuidamos con esmero, los frutos no se harán esperar.
Es la confianza del hombre en sus destinos; el sentimiento que le lleva hacia Dios; es la certidumbre de haber entrado en el camino que conduce a la verdad. La fe ciega es como un farol cuyo rojo resplandor no puede traspasar la niebla; La fe esclarecida  es un faro poderoso que nos  ilumina  con una viva claridad el camino que hemos de recorrer.
Esta fe no la adquirimos sin antes haber pasado por los tormentos de la duda,  esto nos hace flotar durante mucho tiempo en una abrumadora incertidumbre  luchando en corrientes contrarias. ¿Dichoso el que cree, sabe , ve y camina sobre un camino seguro. Porque le sirve para vencer los grandes obstáculos. La fe mueve montañas, esto es las dificultades acumuladas en el camino de los innovadores, las pasiones, la ignorancia, los prejuicios y el interés material.
La mayoría de las personas  creen que  la fe es una milagrosa aureola  donada  a algunos espíritus  privilegiados por el favor divino.
Esto es, una lamentable equivocación de lamentables consecuencias. Esta sublime virtud es una construcción del mundo interior,  en cuyo desdoblamiento cada aprendiz funciona como orientador, ingeniero y operario de sí mismo.
El ser humano es lo que su fe determina. Debemos unir nuestros pensamientos, buscando la rectitud de los sentimientos, para que en la flor de las ideas surja la fe, en la gloria de Dios y en el Reino de Nuestro Señor Jesucristo.
El Evangelio es el único que sabe dar rumbos a la fe pura, a la fe cristiana, a la fe  de la que tanto habla el Maestro Jesús y que repetían  todos Sus discípulos. El propio Evangelio es obra de la fe. Cualquiera que olvide la fe, así como las obras que la complementan,  será un hermano que, aunque esté andando, está muerto, porque la Buena Nueva enseña que la fe, sin obras, está muerta. Es a través de ella que  llegaremos al Reino de la Esperanza.
La fe a la que se refería Jesucristo es aquella que vibra en el corazón de las criaturas que acreditan que Dios todo lo ve  y provee.  Esa fe verdadera, que respeta los ritmos y los ciclos naturales de la vida, considera que todo es cierto y nada está fuera de   los dominós de la Orden Providencial.
Tener fe  es aceptar el dolor y las dificultades en la vida  como pedidos de renovación, es percibir nuestras limitaciones y,  de la misma forma, la de los otros y perdonar siempre.
Nuestra conciencia de la vida es diminuta y frágil. ¿Cómo esperar que un paralitico pueda caminar por una camino lleno de grietas y rocas, con precisión y agilidad, sin vacilar. Es obvio que el error trae consecuencias para quien erro, más la Vida Mayor no tiene como método de educación punir o condenar. Ella mira  apenas transformar la “energía del acto” en la “conciencia del acto”. En otras palabras, quiere que la criatura  pueda extraer del error enseñanzas  y que quede cada vez más atento a las leyes que rigen su existencia. Por tanto, tener fe es aprender  a perdonar a los otros, para que podamos ser perdonados.
Tener fe es entender que no se consigue la paz meramente pidiéndola, y si cerrando las puertas de las sensaciones exteriores a fin de penetrar en el sentido interior –la intuición sapiencial.
La fe es madre  de los nobles sentimientos y de las grandes acciones. El hombre profundamente convencido permanece inquebrantable  ante el peligro, como en medio de los sufrimientos. Por encima de las seducciones, de las adulaciones y de las amenazas, más alta que la voz de la pasión, escucha una voz  que resuena en las profundidades de su conciencia, y cuyos acentos le reaniman en la lucha y le advierten las horas peligrosas.
Para producir tales efectos, la fe ha de reposar sobre cimientos sólidos que le ofrecen el examen y la libertad del pensamiento. En lugar de dogmas y misterios, solo debe reconocer los principios que se deduzcan de la observación directa y del estudio de las leyes de las naturales. Tal es el carácter de la fe espirita.
Al Espiritismo le cabe la tarea de reconducir  al hombre moderno a Dios, esculpirle la fe superior racional, mediante la utilización de los recursos  de que dispone a fin de reestructurarla  por los hechos  de que se reviste y por la lógica que de ellos fluye, favoreciéndolo con una más profunda comprensión de los móviles y objetivos de la vida, simultáneamente ensalzando la tónica de los deberes de la caridad, del trabajo de la humildad, efectos inmediatos de su transformación por la fe.
El desprecio a la fe, antes de significar preciosa conquista  de la inteligencia  que se supone superdotada, revela pobreza de percepción por la vana cultura, que no enjuga las lagrimas del corazón, ni calma las inquietudes que solamente la fe consigue dulcificar, esclarecer, apaciguar.
El Espiritismo  no impone una nueva forma de creer, al contrario enseña la correcta vivencia  de la creencia, estructurada, no en un sistema, sino argamasada en el testimonio de los hechos demostrados a la saciedad, connotados y comprobados en todas partes  y lugar del planeta.
La fe espiritual corrige la distrofia o la hipertrofia de la razón, situándola convenientemente en el lugar que le cabe.
Gracias a la fe, el hombre  se ve libre de los torpes limites de los preconceptos y de las conjunciones disolventes de la hipocresía, de la petulancia. Se transforma  en hermano del prójimo, miembro edificante de la comunidad por colocar sus aspiraciones, no en la transitoria  función de la carne, sino en la trascendente imposición de la inmortalidad.
Reconoce su propia fragilidad y pequeñez, aspirando la fuerza grandiosa del progreso y de la sabiduría que lo engrandece.
No se jacta, no se ensoberbece.
La fe le da la exuberancia del amor y el poder de rectificar las conjunciones penosas, libertándolo de los tormentos  de cualquier procedencia, a fin de hacerlo feliz. 
 La fe es indispensable para tener una conducta saludable, porque se convierte en bastón y cimiento para nuevos emprendimientos mediante los cuales el ser progresa.
No obstante, la fe debe apoyarse en la razón que indaga, en el discernimiento que establece las directrices comporta mentales, a fin de que no se manifieste de forma ciega, conduciendo al delirio de lo absurdo o a la ingenuidad del periodo infantil.
El hombre de fe reconoce el límite de las propias fuerzas y no se aventura en empresas que pueden comprometer su resistencia, llevando a la falencia moral. Hay un límite, por eso,  entre la fe  y la acción, que debe ser tenido en cuenta  cuando se produce  la toma de una decisión ante qué hacer o dejar de hacer.
La fe madura a través de la conducta que propone, coronándose de seguridad por los resultados recogidos  en acometimientos iniciados.
La creencia  de que nada es imposible cuando se cree,  a la luz de la psicología  profunda, es necesario  decodificarla para no caer en el fanatismo perturbador  e insensato.
La fe de Jesús, era certeza del propio poder, de la perfecta sintonía con Dios, a quien recurría  siempre que fuese necesario, sabiendo por anticipado de los resultados que serian obtenidos.
La fe es una fuerza que se irradia como una energía operante y por eso, consigue remover las montañas de las dificultades, allanar  las aristas de los conflictos, minar las resistencias que se oponen  a la marcha del progreso.
Solo mediante la fe, estructurada en la conciencia libre de prejuicios de toda naturaleza, ofrece las resistencias para enfrentar las montañas de desafíos que le impiden el avance rumbo a la armonía.
A través de la fe  lúcida y enriquecedora, la existencia se presenta  digna de ser vivida, facilitando la adquisición de recursos para todas las situaciones, permitiéndole a aquel que la posee que enfrente  todas las situaciones con calma y certeza de los resultados felices que lo aguardan.
No tiene prisa ni se angustia, porque sabe que los impedimentos exigen remoción y las sombras precisan de luz para que desaparezcan.
La fe racional nunca excede los límites de su capacidad ni se adorna  de ambición fuera de lugar, conociendo las posibilidades que posee y los medios que debe utilizar para las empresas que enfrentará.
Es pujante, pero no presuntuosa; es noble pero no jactanciosa.
A la luz de la psicología profunda, una fe diminuta, un grano de mostaza que represente su dimensión, todo lo consigue   y nada le será imposible, porque se apoya, sobre todo, en la razón.
Confirmando el hombre las legitimas consecuencias de la fe, las modernas experiencias de la investigación paranormal están encontrando la prueba del poder del pensamiento – exteriorización de la fe – y documentado del pródromo de la vida del Espíritu, reencarnado  o no, alentando incursiones más profundas de las que se recogerán resultados expresivos y saludables.
El desprecio a la fe más tarde cederá  el puesto  a las luminiscencias de la esperanza y a la aceptación de las directrices dulces y consoladoras del Evangelio de Jesús, en “espíritu y verdad” reformulando, felicitando a la Tierra y sus habitantes, cuando entonces, el hombre creerá en Dios y en Jesús, para afirmarse como legatario, que mucho podrá hacer como el mismo Cristo lo anunció e hizo.
Ni guerra, ni dolor; ni anatema, ni odio en esos días que advendrán,  después de los que se están viviendo.
La fe guiará al hombre  y el hombre, encontrándose consigo mismo, “heredará la Tierra”.
Trabajo extraído de diversos libros de Divaldo Pereira Franco y de Chico Xavier.
“Después de la tempestad” Divaldo
“Jesús y el Evangelio” Divaldo
“Después de la muerte de “ de León Denis
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GUERRAS Y AFLICCIONES  
Francisco Cándido Xavier
Nuestra reunión pública, integrada por varios grupos de compañeros, tuvo por tema central la cuestión 745 de El Libro de los Espíritus. Los comentaristas presentes hablaron sobre los cuadros  aflictivos de las guerras del pasado y de aquellas que aun  hoy acontecen  en el mundo. Figuras destacadas de los conflictos humanos fueron recordadas. Y el asunto  como que envolvió a todos los amigos presentes, suscitando diversas opiniones.
Al término de la reunión, fue nuestro querido Emmanuel quien escribió las anotaciones finales de la noche, en la página  Paz y Amor.

PAZ Y AMOR. Emmanuel

Recuerda a los que pasaron por el mundo, antes de ti, ayudando y auxiliando para que la vida fuera mejor.
Por otro lado, reflexionemos que no restan sino cenizas de aquellos otros que instalaron el odio y la venganza en si mismos, persiguiendo a los propios hermanos… Esos transitaron en los caminos terrestres, diseminando viudez y orfandad. Se vistieron muchas veces de oro y purpura, señalando, sin embargo, la retaguardia  con las marcas infelices del luto y de la opresión. Fueron considerados vencedores y, no en tanto, desaparecieron dejando penuria y muerte en los propios pasos.
Aquellos, sin embargo, que te legaron el recinto acogedor en el que estás en el mundo, caminaron sufriendo y bendiciendo, disculpando y sirviendo. Considerando todo aquello que posees de bueno y de bello en la propia alma y reconocerás que las ideas  más elevadas te surgen  en la mente a la manera de fuentes inspiradoras, arrojando directrices, a través de las memorias que te dejaron, semejantes a mosaicos de luz.
Aquí, es la dedicación de los padres orientándote los primeros días; allí, es la tolerancia de los benefactores que te apoyaron en la escuela; más adelante,  es el corazón amigo que te dio la bendición del afecto por mensaje de seguridad; allí, es el amor de alguien  que partió para la vida mayor, hipotecándote confianza y cariño; y, algunas veces, más allá, es un niño que te entrego la cuna vacía, después de posar contigo por algún tiempo, para donarte, con besos llenos de ternura, las ansias de la vida imperecibles.
No te aflijas por la obtención de tareas enormes.
Agradece a todos los que te proporcionaran testimonios de paz y amor con el que sueñas entretejer un futuro mejor, y no te demores en el trabajo de elevar y construir.
El Señor no nos ruega lo imposible, más si espera seamos, aun hoy, la frase que reconforta, el silencio que comprende, el abrazo fraterno que levanta el coraje de los tristes o el apoyo de los que vaguean desamparados.
Efectivamente, son aún muy grandes las llamaradas de la inquietud que barren la Tierra. Observa, no en tanto, que nadie te reclama prodigios capaces de redimir el mundo de un instante para otro. Y ni Dios nos pide espectáculos de grandeza. Donde estuvieras, extiende  el ladrillo de amor que puedas ofrecer para el edificio de la paz y, a fin de extinguir el incendio de las aflicciones humanas, da tu copa de agua fría.

EL LADRILLO DEL AMOR
J. Herculano Pires (Hermano Saulo)

Ladrillo a ladrillo el hombre construye su casa, destinada a ser su refugio en el mundo. Allí dentro procurará desenvolver las instituciones  que trae de la vida espiritual, en la creación paciente del hogar, en la convivencia amorosa de la esposa y de los hijos. La casa es su nido de amor. es el medio adecuado para la germinación de las simientes divinas sembradas por Dios en su corazón. El ego solitario y duro como la piedra, que caracteriza la individualización, será roto como las losas de la calzada por el poder sereno y suave de la hierba.
Primero la mujer es la que lo atrae por el magnetismo de la especie y, después, los hijos, que lo prenden por los lazos de afinidad, fuerzan naturalmente la expansión de su egoísmo, que es el amor en simiente, cerrado en si mismo. Como la simiente, su ego  se rompe por las brechas de la cascada y el amor comienza a germinar. Es el proceso de socialización, que se desenvuelve. Del hogar el amor se expandirá para los demás familiares, para el medio social, para la humanidad.
 Más antes de alcanzar el grado superior del amor al prójimo, enseñado por Jesús, la planta en desarrollo se enroscará en el muro  o en la cerca y se enrolará como trepadera espinosa, defendiendo su reducto. Es la fase del socio centrismo, del apego al medio familiar y social, cuando los otros  no aparecen como nuestros semejantes, más si como extraños. La reencarnación se incumbirá de romper más esa barrera. Y de casa en casa, de familia en familia, el hombre se abrirá finalmente para la amplitud  universal del amor.

Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia del jornal Diario de S. Paulo, en la década de 1970
Traducido por: M. C. R.

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INTERCAMBIO DE CONOCIMIENTOS. Reflexión. 



Como cada uno de nosotros sabe mas en unas areas determinadas que otros,unos nos enseñan de lo que saben y nosotros a su vez enseñamos otras cosas que el otro necesita saber,de alguna forma nos complementamos. En cuanto al conocimiento del mundo espiritual, es mejor estar preparados, puesto que de este transito nadie se puede evadir.
Si te preparas y tienes la conciencia tranquila nada tienes que temer, mas bien es una liberación. La doctrina espirita es como una dulce Luz de sabiduria,amor y esperanza en nuestro camino, nos esclarece, de forma racional y comprobada,   estre otras cosas,    ¿ De donde venimos ?,   ¿ para que estamos aquí ? y ¿ hacia donde vamos ?.
Ademas de darnos a conocer este mundo espiritual, más haya de la muerte física, del que venimos y hacia el que todos llegaremos, en un espacio más o menos corto de tiempo. Preparémonos para esta ineludible transición.

Angeles C. M.

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