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sábado, 6 de noviembre de 2010

Evangelio y Espiritismo

Todos aquellos que niegan el aspecto religioso del Espiritismo están rechazando también su verdadero carácter de Cristianismo restaurado, puesto que, sin entrar en consideraciones abundantes, no escapa a la razón que la esencia evangélica está presente en la estructura de sus principios y en la solidez de sus fundamentos .
Examinemos superficialmente algunos de los puntos más importantes con los que se constituyó el Testamento Kardeciano:
El Libro de los Espíritus , que se divulgó con mil dieciocho cuestiones sabiamente expuestas, es, no obstante la belleza filosófica que lo intriga, un auténtico código de responsabilidad moral que se inicia con dos proposiciones acerca de Dios y del Infinito, y culmina con otras dos que se refieren al reino de Cristo en los corazones y al primado del bien entre los hombres.
                                                                            
El Libro de los Médiums es una obra de metodología para la relación entre encarnados y desencarnados, la cual presenta en su comienzo una valiosa argumentación alusiva a la existencia del Mundo Espiritual y concluye reuniendo numerosas comunicaciones de individualidades desencarnadas, al mismo tiempo que nos invita a un examen serio e imparcial de todos los mensajes  recibidos del Más Allá por la vía mediúmnica. Es de destacar que la primera página de la selección citada comienza con esta significativa advertencia  de San Agustin: "Tened confianza en la bondad de Dios y sed lo bastante esclarecidos para comprender los preparativos de la nueva vida que Él os destina ".
                                                                            
El Evangelio según el Espiritismo inicia sus propias elucidaciones con juicios y relaciones en torno a Moisés y a la Ley del Antiguo Testamento, compendiando seguidamente la exégesis de las  enseñanzas de Jesús y concluyendo con la inclusión de comovedores poemas exaltando a la oración.
                                                                           
El Cielo y el Infierno es un volumen de especificas meditaciones religiosas, según ya lo define el mismo titulo.
Comienza analizando el porvenir humano desde el  punto de vista  espiritual y concluye con un dictado de José, el ciego, Espíritu de una regular evolución, quien destaca la necesidad del sufrimiento como medio expiatorio de la conciencia culpable y nos muestra, además, la excelencia de la reencarnación como auténtica expresión de la Justicia Divina.
                                                                         
El Génesis es el último libro de la Codificación . En él se manifiestan arriesgadas tesis de ciencia y filosofía, enumeradas a través de dieciocho capítulos y más de cien parágrafos, de los cuales más de la tercera parte se refieren exclusivamente a la doctrina y las lecciones del Divino Maestro, debiéndose resaltar, además, que la obra comienza reconociendo al Espiritismo en su misión de Consolador profetizado, es decir, atribuyéndole la función de explicar y desarrollar las instrucciones de Cristo, para luego finalizar con admirables reflexiones sobre la nueva generación y la regeneración de la humanidad.
                                                                 
Creemos de buena fe, que todos los hermanos que se encuentran deliberadamente desvinculados de las tareas religiosas del Espiritismo, proceden así con la intención de inmunizarse contra la superstición y el fanatismo, lo cual es un punto de la plataforma libertadora que la misma Doctrina Espirita nos obliga a cumplir; pero, sinceramente manifestamos que no podemos entender a la Nueva Revelación, sin el Cristianismo, que es la espina dorsal en la que aquélla se apoya. Esto es tan natural, puesto que si despúes de diecinueve siglos de teología arbitraria no habíamos podido llegar a comprender, sin Allan Kardec, al Evangelio y a Jesús, la lógica nos ordena que proclamemos que el Espiritismo y Allan Kardec se fundamentan en Cristo en una forma total y absoluta.
ESPIRITU BENEFACTOR EMMANUEL
MEDIUM FRANCISCO CÁNDIDO XAVIER