Entradas populares

sábado, 14 de enero de 2012

La materia y las fuerzas radiantes

Leon Denis


El Universo es un reservorio infinito de fuerzas en acción permanente, una vibración inmensa, cuya fuente central, la voluntad motriz, está en Dios.

 “La cadena de vida se desarrolla grandiosamente, sin solución de continuidad, desde el átomo hasta el astro, desde el hombre en todos los grados de la jerarquía espiritual, hasta Dios.” (León Denis)

El estudio de los fluidos y de las fuerzas radiantes lleva, necesariamente, a las formas invisibles de la vida, pues con ellas se relaciona fuertemente. Por ahí es por donde la ciencia nueva llegará a reconocer la existencia del mundo de los espíritus, y por donde las inmensas perspectivas del más allá se abrirán ante ella.

Vivimos en una época notable en la Historia del mundo. El universo desconocido e invisible levanta, lentamente, los velos que nos ocultaban sus mayores secretos. Fuerzas de una potencia incalculable se han revelado, y el hombre, con creciente éxito, trabaja para su aplicación.
Todo se encadena y se armoniza en la inmensa escala de las fuerzas. Cada vibración sonora despierta, en la materia, una repercusión correspondiente. La Naturaleza nos muestra, en todos los grados y en todas las cosas, la ley armónica que imprime su ritmo a la vida universal. Encontramos los efectos de esa ley, en un grado superior, en todas las relaciones que unen los mundos visible e invisible, y en todas las relaciones que se pueden establecer entre los hombres y los espíritus.

La naturaleza íntima del alma nos es desconocida. Cuando se dice que es inmaterial, es preciso entender esta palabra en un sentido relativo y no absoluto; pues la inmaterialidad perfecta sería la nada; ahora bien, el alma o el espíritu  es algo que piensa, que siente, que quiere; es preciso, pues, entender por la expresión “inmaterial” que su esencia es de tal modo diferente de lo que conocemos físicamente, que no tiene analogía alguna con la materia.
La materia es tan solo el agente de que se sirve el espíritu para realizar sus objetivos. A través de una serie de fenómenos, esa materia puede purificarse y llegar a un estado que permite confundirla con el principio primordial de la vida. Se podría creer que la materia se convierte en espíritu, porque ella es animada, pero nunca posee, por sí misma, un principio propio de vida.
La materia vive por reflejo, sigue la evolución de la vida y le  sirve de soporte. La chispa emanada del foco divino evoluciona en la materia, recorriendo el Espacio y vuelve a su punto de partida, más pura y más luminosa.

La materia rarefacta se transforma en fluido, en fuerza radiante. Todo el cuerpo está envuelto por esa materia fluídica; es su ropaje imperecedero que se desprende por ocasión de la muerte y pasa a ser el envoltorio del espíritu en el Espacio. La materia, es tan solo una condensación de fluidos.

“La energía resulta de una corriente inmensa de fuerzas que recorre el Espacio, regula la marcha de los astros y alimenta la vida de todos los seres en los planetas.”
La electricidad, es solo una de las manifestaciones de la energía universal, las ondas hertzianas y todas las fuerzas radiantes, cuya existencia constatamos hoy, no son más que emanaciones derivadas, y podríamos decir incluso parcelas, de esa poderosa corriente de fuerza y de vida que anima el Universo y cuya fuente está en Dios.
Todas las perturbaciones eléctricas provienen de la falta de equilibro de los elementos que constituyen el fluido. Todo se explica, entonces, por la diferencia de densidad y de potencia. Las corrientes etéricas determinan las corrientes eléctricas, y éstas provocan las corrientes atómicas. Con independencia de la presión, los fluidos superiores obran sobre los fluidos inferiores.
Siendo así, se podrá comprender cómo una influencia, ejercida de modo invisible en el medio eterico, puede causar los movimientos visibles de átomos y, en consecuencia, fenómenos que parecen inexplicables a los no iniciados.
La energía o movimiento representa la acción más sensible del ser universal, en el Tiempo y en el Espacio. Dios es la fuente de la vida y la vida se manifiesta por el movimiento.

Duración, Espacio y Movimiento forman, en su reunión, la unidad que se manifiesta: ¡Dios!

No hay que confundir las radiaciones del Espacio con el fluido humano, una relación íntima los religa y que todas las fuerzas terrestres, celestes y humanas se relacionan a un principio común.

La materia, bajo sus diversos aspectos, constituye un inmenso reservorio de energía. En realidad, ella es tan solo fuerza condensada: los sólidos se transforman en líquidos, los líquidos en gases, los gases en fluidos, y éstos, a medida que se vuelven más sutiles, más quintaesenciados, recuperan sus propiedades primitivas y parecen impregnarse de inteligencia. Por lo menos es lo que parece resultar de ciertas manifestaciones del rayo. En un grado superior, la fuerza parece identificarse con el espíritu y se convierte en uno de sus atributos.

Toda materia concreta es tan solo, por lo tanto, la energía capturada. El químico Fabre calculó que un kilo de carbón concentra 23 billones de calorías, que liberadas, bastarían, según dice, para accionar una red de líneas de ferrocarril, durante dos años. Ahora bien, tan solo liberamos, actualmente, un número proporcionalmente insignificante. El día en que se sepa desintegrar, liberar todas las partículas de la materia, estaremos en posesión de una fuerza incalculable.

Sin embargo tales progresos, según dicen los espíritus, son medidos por el valor moral de la Humanidad. Dios no permite que ciertas revelaciones o descubrimientos se lleven a cabo antes de que el hombre haya alcanzado una conciencia más completa de sus deberes y de sus responsabilidades.

La Naturaleza vibra, desde lo infinitamente pequeño hasta lo infinitamente grande. La cadena de vida se desarrolla grandiosamente, sin solución de continuidad, desde el átomo hasta el astro, desde el hombre, en todos los grados de la jerarquía espiritual, hasta Dios.


La fuerza íntima del espíritu hay que estudiarla dentro de nosotros mismos; cada alma es un centro de fuerza y vida, cuyas radiaciones varían hasta lo infinito, según el valor moral y el estado de evolución del ser. Esas radiaciones crean, en torno a nosotros, una especie de atmósfera fluídica, cuyo análisis podría dar la medida exacta de nuestro valor psíquico, de nuestra salud del cuerpo y del espíritu, la indicación precisa de nuestra situación, respecto de la escala de los seres; en una palabra, sobre nuestro grado de evolución.

En los mundos más adelantados que la Tierra, los espíritus más evolucionados viven exclusivamente de esa materia fluídica, y de ella se sirven para comunicarse incluso a grandes distancias. Desde hace algún tiempo, se han llevado a cabo tentativas para que ellos se comuniquen con la Tierra.

Los mensajes incomprensibles que se recibieron no venían de
Marte, sino de un mundo más elevado. Los autores de esos mensajes se acordaban de haber vivido en vuestro planeta, y entre ellos se encuentras nuestros  guías espirituales, que deseaban establecer una comunicación, y por este medio, enviarnos radiaciones benéficas que hubieran favorecido nuestra evolución. Así, se esperaba influenciar nuestra atmósfera, influenciar nuestros cerebros y hacer funcionar los aparatos, hasta entonces, mudos. Hay otros núcleos planetarios que actúan también sobre nosotros. Las ondas llegan a nosotros desde lados diferentes. De ese conjunto de esfuerzos aparece un primer resultado: la Ciencia humana se orienta hacia el estudio de las ondas. Pronto descubrirán un aparato para registrarlas, lograrán captarlas, aislarlas y servirse de su fuerza.
Esas ondas tendrán longitudes y velocidades superiores a las que nosotros poseemos. Vuestra electricidad no es más que un proceso de aislamiento, una derivación de la fuerza universal. Las ondas de los mundos a que me refiero llegarán hasta vosotros bajo la forma de vibraciones de sonoridad especial, todavía desconocida.

Los propios sabios incrédulos percibirán y comprenderán que esas ondas son de una clase nueva; ellas serán calculables y veremos que sus longitudes son más extensas que las conocidas en nuestra esfera.

   Hay emisiones proyectadas, sin cesar, en dirección a vosotros; sin ese auxilio, no hubierais inventado la telegrafía sin hilo. Ésta, por el momento, solo emite ondas de nivel terrestre, dependientes de un sistema de corrientes que envuelven vuestro planeta. Las otras ondas, que provienen de focos más distantes, vienen a chocarse verticalmente, con las ondas terrestres y deben atravesar las corrientes paralelas que les hacen de obstáculo.

   Todo, en el Espacio, se resume en ondas y vibraciones. A veces, nosotros mismos sentimos dificultad en acercarnos a vosotros, porque somos molestados por radiaciones groseras, originadas por las pasiones humanas.

   Hace cincuenta años que los espíritus procuran llevar a los sabios en dirección a aquellos en quienes encuentran disposiciones favorables para reconocer, directamente, y analizar las corrientes del Espacio. Pero esos sabios solamente han captado una ínfima parte de los elementos que componen las radiaciones y que nos sirven para transmitir nuestro pensamiento.

Es por el aspecto de esas radiaciones como los espíritus se reconocen y se juzgan en la vida del Más Allá. Su brillo y su intensidad aumentan o disminuyen por la determinación del pensamiento y de la voluntad. Ellas escapan a nuestros sentidos, en su estado normal, pero ciertos médiums las perciben, las describen y se puede demostrar su existencia por medio de placas fotográficas. Haciendo intervenir la voluntad, con la fuerza del pensamiento bajo un impulso del alma, de una súplica o de una plegaria, las radiaciones aumentan y se transforman en una fuerte corriente de radiaciones psíquicas adoptando  una dirección rectilínea.

Es menester tener esto en cuenta, sobre todo en las reuniones espiritas y el papel que tienen nuestros pensamientos y nuestras radiaciones en la producción de los fenómenos. Se sabe que, en las reuniones en que intervienen los espíritus, éstos solo pueden proceder conforme a los recursos que les son proporcionados por los asistentes: las fuerzas psíquicas y las facultades mediúmnicas.

Los resultados dependen, entonces, en gran parte, del ambiente creado por los propios experimentadores. La primera condición es que sus radiaciones concuerden y se armonicen entre sí, con las de los médiums y las de los espíritus. La protección de una entidad elevada es indispensable para obtener bellos fenómenos intelectuales e incluso para dirigir y mantener a los espíritus productores de fenómenos físicos que, generalmente, pertenecen a un orden inferior.

Sin esa protección, las reuniones se hallan sujetas a influencias malas, contradictorias, a veces llenas de mistificaciones. Cuánto más superior sea el espíritu, más digna será la marcha de la sesión, más seria y expresiva, los consejos y enseñanzas serán más elevados, los hechos más convincentes, más claros y precisos, así como las pruebas de identidad.

El pensamiento de lo Alto sobrepasa, en energía, a todas las fuerzas de la Tierra, pero para que se comunique con los humanos es preciso ofrecerle condiciones favorables.

Ahora bien, para que esa protección sea posible es preciso presentar, al espíritu presente, condiciones que faciliten su acción, es decir, fluidos y sentimientos que reflejen su propia naturaleza y el fin moralizador que se propone.

La práctica del Espiritismo no debe solamente proporcionarnos las lecciones del Más Allá, la solución de los graves problemas de la vida y de la muerte; ella puede además enseñarnos a poner nuestras propias radiaciones en armonía con la vibración eterna y divina, a dirigirlas y disciplinarlas. No olvidemos que es mediante un ejercicio psíquico gradual, una aplicación metódica de nuestras fuerzas, de nuestros fluidos, de nuestros pensamientos y de nuestras aspiraciones, como preparamos nuestro papel y nuestro futuro en el mundo invisible; la actuación y el porvenir que serán mayores y mejores a medida que conseguimos hacer de nuestra alma un foco más radiante de fuerzas, de sabiduría y de amor.

Inicialmente, es preciso vencer el mal en sí, a fin de hacerse apto para combatirlo y vencerlo en el orden universal. Es preciso convertirse en un espíritu radiante y puro, para asimilar las fuerzas superiores y aprender a utilizarlas.

Es solamente en esas condiciones como el ser se eleva, de peldaño en peldaño, hasta las alturas espirituales donde resplandece la gloria divina, donde el ritmo de la vida arrulla, en sus ondas poderosas, la obra eterna e infinita.

El pensamiento es la fuerza por excelencia que comanda las otras fuerzas y las impregna con sus cualidades o con sus defectos. El pensamiento es la fuerza que dirige a la Humanidad en su peregrinación áspera y dolorosa por excelencia y  que comanda las otras fuerzas y las impregna con sus cualidades o con sus defectos. El magnetizador, el terapeuta ceden a sus fluidos un poder curativo, el hechicero les imprime las propiedades maléficas. El pensamiento puro y generoso es una luz. De los espíritus superiores se desprende una claridad radiante que ofusca y aleja a los espíritus del abismo. Es por eso que la presencia de un espíritu protector, en las sesiones, constituye una salvaguarda, una protección contra los fraudes y las obsesiones. El magnetizador, el terapeuta ceden a sus fluidos un poder curativo, el hechicero les imprime las propiedades maléficas. El pensamiento puro y generoso es una luz. De los espíritus superiores se desprende una claridad radiante que ofusca y aleja a los espíritus del abismo. Es por eso que la presencia de un espíritu protector, en las sesiones, constituye una salvaguarda, una protección contra los fraudes y las obsesiones.

Las fuerzas que actúan en estos casos, en principio, no difieren de las radiaciones que se constatan en la Naturaleza. En los fenómenos de tiptología y de transportes, como en todos los casos de exteriorización y de desdoblamiento, se desprende del cuerpo del médium una fuerza que actúa en el medio ambiente. A ese tipo de energía invisible los espíritas y magnetizadores han dado el nombre de fluidos.

El mundo de los fluidos es la fuente de energías vitales. Es el reservorio inmenso donde los espíritus se proveen de los elementos necesarios para edificar sus obras grandiosas y variadas, en la médula de los Espacios.

La fuerza del pensamiento inspira al genio y prepara las revoluciones Ahora bien, el papel preponderante que esa fuerza desempeña en la Historia del mundo, nosotros lo reencontramos, en un plano más modesto, en las reuniones espíritas.

Para dar al pensamiento un carácter elevado, puro que permita manifestarse  a un espíritu superior el mejor procedimiento es la “Oración” salida del corazón, una ardiente suplica  que comunique  impulsión irresistible a nuestras energías ocultas,  que vibrando con intensidad se impregnen  en las cualidades de nuestra oración. Ellas facilitan  la intervención de los espíritus guías, la de los amigos, y alejan  a los espíritus de las tinieblas.

Cuando la plegaria en conjunto se hace en buenas condiciones, ella reacciona contra las vibraciones materiales. La plegaria genera la fe que inspira las acciones grandiosas y nobles. Es la fe esclarecida que nos acerca a Dios, foco radiante de vida, de sabiduría y de amor.

La voluntad sostenida por la fe es, por lo tanto, la mejor fuerza motriz para dirigir las fuerzas psíquicas del ser y proyectarlas hacia un objetivo sublime. El hombre debe, en fin, comprender que todas las fuerzas del Universo, tanto físicas como morales, en él se reflejan; su voluntad puede comandar a unas y otras, que se manifiestan en su consciencia.

Aprender a armonizarlas, trabajar para desarrollarlas en vidas sucesivas, tal es la ley de su destino. Bajo este punto de vista, recordemos que tenemos una obra admirable que cumplir. Ésta consiste en crear en nosotros una personalidad siempre más radiante y, para ello, tenemos el tiempo sin límites, el camino sin final y la vida eterna en la acción perpetua.  La música, también, por su ritmo, contribuye a unificar los pensamientos y los fluidos.

La plegaria es la expresión máxima del pensamiento y de la voluntad. Es en ese sentido que Allan Kardec la recomendaba a sus discípulos. La plegaria es, para las religiones, una fuente preciosa para elevar y mejorar al ser humano, pero la práctica se convierte en banal, si ella deja de ser ese impulso espontáneo del alma, que le hace vibrar las cuerdas profundas.

En las sesiones espíritas donde no existe ni el recogimiento ni unión de pensamientos o unión de fuerzas, se crean corrientes diversas y frecuentemente opuestas que forman como una tempestad de fluidos, en la cual las entidades elevadas sienten un real malestar e incluso un sufrimiento que paraliza su acción. Por otra parte, los espíritus inferiores, de vibraciones bajas, ahí se complacen y proceden tanto más fácilmente por cuanto son más groseros, más cercanos a la materia. Pero su influencia es perjudicial para los médiums, a quienes desgastan y desequilibran con el correr del tiempo.

Todos los que, por el estudio del mundo invisible, en sus contactos con el Más Allá, buscan las certezas que fortalecen y consuelan, las grandes verdades que iluminan la vida, trazan el camino a seguir, fijan el objetivo de la evolución; todos los que buscan adquirir las fuerzas espirituales que sostienen en la lucha y en la probación, que nos preservan de las tentaciones de un mundo material y engañador, deben unir sus pensamientos, oraciones y voluntades, deben hacer surtir de sus almas esas corrientes poderosas y fluídicas que atraen hacia vosotros a las entidades protectoras y a los amigos fallecidos. Si sabéis perseverar en vuestras peticiones, en vuestras pesquisas, en vuestros deseos, ellas se acercarán; esas almas, y sus consejos, enseñanzas y ayudas se derramarán sobre vosotros como un rocío bienhechor. En esa comunión creciente con lo invisible, gozaréis de una vida nueva y os sentiréis reconfortados, regenerados.

Y si, por vuestra asiduidad y fe, obtenéis bellos fenómenos y notables facultades psíquicas, no os volváis vanidosos, y aceptadlos con reconocimiento, humildad y hacedlos servir para vuestro perfeccionamiento moral. Recordad que la presunción es como una muralla que se interpone entre nosotros y las influencias de lo Alto, tal como dijo Bernardino de Saint-Pierre:11 “Para encontrar la verdad, es preciso buscarla con el corazón puro”. Y aún añadiré estas palabras de las Escrituras: “Dios les dio a los pequeños y a los humildes lo que negó, a veces, a los poderosos y a los sabios”.

La verdad, está al alcance de los sencillos y de los puros; de todos aquellos que, en el recogimiento y en silencio, al abrigo de las tempestades, del mundo, del conflicto de las pasiones y de los intereses, saben interrogar a las profundidades de la consciencia y entrar en relación con el mundo superior, foco de toda luz, de toda sabiduría, fuente de todas las grandes revelaciones.

Es por desconocer el papel de las fuerzas radiantes en los fenómenos y el modo de dirigirlas, por lo que los investigadores oficiales han registrado muchos fracasos. En las pesquisas psíquicas, la homogeneidad del ambiente, la armonía de los fluidos y de los pensamientos son factores indispensables para el éxito. Cuanto más se empleen los procedimientos materialistas utilizados por la Ciencia, menos favorecidos seréis con la asistencia de lo Alto. En los ambientes en que las entidades superiores desean intervenir, si encuentran influencias contrarias, se les hace imposible actuar o incluso transmitir sus pensamientos; las divergencias de puntos de vista forman una barrera y el fluido de ellas no puede ya penetrar el médium y, a través de éste, alcanzar el
 Espíritu y el corazón de los asistentes.

Es solamente en la homogeneidad perfecta, en la fusión de fluidos y sentimientos, como el espíritu, al leer nuestros pensamientos, puede responder con exactitud a las preguntas íntimas y resolver los problemas más delicados de la vida y de la muerte.

Cada estrella que brilla en el cielo nos enseña una lección; cada tumba que se cava en la tierra fría nos da un aviso. La existencia terrestre pasa como una sombra, pero la vida celeste es infinita. En cambio, nuestras vidas humanas, por muy cortas que sean, pueden ser fecundas para nuestro progreso; pese a su carácter precario, ellas forman los materiales con cuyo auxilio se edifican nuestros destinos; ellas son como piedras que componen el inmenso edificio del futuro del alma. Esforcémonos, por tanto, en pulir esas piedras, tallarlas y esculpirlas, para con ellas construir un monumento de líneas puras, de formas grandiosas y armoniosas.


- Merche -

 Extraído del libro de León Denis “El Espiritismo y las Fuerzas Radiantes” 

( Ver el blog  Inquietudes espíritas.-  inquietudesespiritas.blogspot.com )
 www.ade-sergipe.com.br   y  
  www.boletin-nuevaesperanza.blogspot.com
Marina Mies de Amor.-    marinamiesdeamor.blogspot.com  
Visitar la web Centro Espírita sin fronteras.- ceesinfronteras.es/eventos.htm