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sábado, 18 de enero de 2014

CARACTERÍSTICAS DE LOS ESPIRITUS

267. Se pueden resumir los medios de reconocer la cualidad de los Espíritus en los principios siguientes:

1.º No hay otro criterio para discernir el valor de los Espíritus, que el buen sentido. Toda fórmula dada a este efecto por los mismos Espíritus es absurda y no puede dimanar de Espíritus superiores.
2.º Se juzga a los Espíritus por su lenguaje y por sus acciones. Las acciones de los Espíritus son los sentimientos que inspiran y los consejos que dan.
3.º Siendo admitido que los Espíritus buenos no pueden decir ni hacer sino bien, todo lo que es malo no puede venir de un Espíritu bueno.
4.º Los Espíritus superiores tienen un lenguaje siempre digno, noble, elevado, sin mezcla de ninguna trivialidad; todo lo dicen con sencillez y modestia; jamás se alaban ni hacen nunca ostentación de su saber ni de su posición entre los otros. El de los Espíritus inferiores o vulgares tiene siempre algún reflejo de las pasiones humanas; toda expresión que resienta la bajeza, la suficiencia, la arrogancia, la presunción y la acrimonía, es un indicio característico de inferioridad, o de superchería, si el Espíritu se presenta bajo un nombre respetable y venerado.
5.º No es menester juzgar a los Espíritus bajo la forma material y la corrección de su estilo, pero sí el sondear el sentido íntimo, examinar sus palabras, pesarlas fríamente, con madurez y sin prevención. Toda separación de la lógica, de la razón y de la prudencia, no puede dejar duda sobre su origen, cualquiera que sea el nombre con que se disfrace el Espíritu. (224).
6.º El lenguaje de los Espíritus elevados es siempre idéntico,sino en la forma, al menos en el fondo. Los pensamientos son los mismos, cualquiera que sean los tiempos y el lugar, pueden estar más o menos desarrollados, según las circunstancias, las necesidades y la facilidad de comunicar, pero no serán contradictorios. Si dos comunicaciones que llevan el mismo nombre están en oposición la una con la otra, una de las dos es evidentemente apócrifa y la verdadera será aquella en la que NADA desmienta el carácter conocido del personaje. Entre dos comunicaciones firmadas, por ejemplo, de San Vicente de Paúl,que la una predicase la unión y la caridad, y la otra se dirigiese a sembrar la discordia, no hay persona de sensatez que pudiese engañarse.
7.º Los Espíritus buenos no dicen sino lo que saben; se callan o confiesan su ignorancia sobre lo que ellos no saben. Los malos hablan de todo con seguridad, sin cuidarse de la verdad. Toda herejía científica notoria, todo principio que choque el buen sentido, manifiesta el fraude si el Espíritu quiere pasar por un Espíritu ilustrado.
8.º Se reconocen también los Espíritus ligeros con la facilidad que profetizan el porvenir y precisan los hechos materiales que no nos está permitido conocer. Los Espíritus buenos pueden hacer presentir cosas futuras cuando este conocimiento puede ser útil, pero jamás precisan las fechas; todo anuncio de un acontecimiento a época fija es indicio de una mixtificación.
9.º Los Espíritus superiores se expresan sencillamente, sin ser prolijos; su estilo es conciso, sin excluir la poesía de las ideas y de las expresiones, claro, inteligible para todos, y no necesita esfuerzos para ser comprendido; tienen el arte de decir muchas cosas en pocas palabras, porque cada palabra tiene su comprensión. Los Espíritus inferiores o falsos sabios, ocultan con palabras huecas y el énfasis vació de los pensamientos. Su lenguaje es a menudo pretencioso, ridículo u obscuro a fuerza de querer parecer profundo.
10.º Los Espíritus buenos nunca mandan; no se imponen,sino que aconsejan, y si no se les escucha, se retiran. Los malos son imperiosos, dan órdenes, quieren ser obedecidos, y aun cuando se les pida no se retiran. Todo Espíritu que se impone traiciona su origen. Son exclusivos y absolutos en sus opiniones y pretenden tener ellos solos el privilegio de la verdad. Exigen una creencia ciega, y no quieren sujetarse a la razón, porque saben que la razón les quitaría la máscara.
11.º Los Espíritus buenos no adulan: cuando se hace el bien lo aprueban, pero siempre con reserva; los malos hacen elogios exagerados, estimulan el orgullo y la vanidad predicando la humildad, y procuran exaltar la importancia personal de aquellos cuya voluntad quieren captarse.
12.º Los Espíritus superiores no hacen caso de las puerilidades de la forma en todas las cosas. Sólo los Espíritus vulgares pueden dar importancia a los detalles mezquinos incompatibles con las ideas verdaderamente elevadas. Toda prescripción meticulosa es una señal cierta de inferioridad y superchería de parte de un Espíritu que toma un nombre imponente.
13.º Es preciso desconfiar de las palabras extravagantes y ridículas que toman ciertos Espíritus que quieren imponerse a la credulidad; y sería soberanamente absurdo el tomar estos nombres en serio.
14.º Igualmente es preciso desconfiar de los Espíritus que se presentan muy fácilmente bajo nombres extremadamente venerados y no aceptar sus palabras sino con la más grande reserva; en esto, sobre todo, se necesita una comprobación severa, porque a menudo es una máscara que se ponen para hacer creer sus relaciones íntimas con Espíritus adelantados. Por este medio adulan la vanidad del médium y se aprovechan de ella para inducirle muchas veces a cosas extrañas o ridículas.
15.º Los Espíritus buenos son muy escrupulosos sobre las cosas que puedan aconsejar; en todo caso siempre tienen un objeto formal y eminentemente útil. Deben, pues, mirarse como sospechosas todas aquellas que no tuviesen este carácter o estuvieran condenadas por la razón, y reflexionar maduramente antes de emprenderlas, porque se expondría cualquiera a desagradables mixtificaciones.
16.º Se reconocen también los buenos Espíritus por su prudente reserva sobre todas las cosas que pueden comprometer;repugnan en descubrir el mal; los Espíritus ligeros o malévolos se complacen en aumentarlo. Mientras que los buenos procuran endulzar las contrariedades y predican la indulgencia, los malos las exageran y siembran la cizaña con insinuaciones pérfidas.
17.º Los Espíritus buenos prescriben sólo el bien. Toda máxima, todo consejo que no esté estrechamente conforme conla pura caridad evangélica, no puede ser la obra de Espíritus buenos.
18.º Los Espíritus buenos aconsejan siempre cosas perfectamente racionales; toda recomendación que se apartase de la línea recta del buen sentido o de las leyes inmutables de la naturaleza, indica un Espíritu limitado y por consiguiente poco digno de confianza.
19.º Los Espíritus malos o simplemente imperfectos se hacen traición a sí mismos aun por señales materiales con las cuales nadie podría engañarse. Su acción sobre el médium es algunas veces violenta y provoca en él movimientos bruscos y sacudimientos, una agitación febril y convulsiva que hace contraste con la calma y la dulzura de los Espíritus buenos.
20.º Los Espíritus imperfectos aprovechan muchas veces los medios de comunicación, de los cuales disponen para dar consejos pérfidos; excitan la desconfianza y la animosidad contra los que son antipáticos; aquellos que pueden quitar la máscara a sus imposturas son, sobre todo, el objeto de su animadversión. Los hombres débiles son su punto de mira para inducirles al mal. Empleando sucesivamente los sofismas, los sarcasmos,las injurias y hasta señales materiales de su poder oculto para convencer mejor, procuran separarles de la senda de la verdad.
21.º El Espíritu de los hombres que han tenido en la Tierra una preocupación única, moral y material, si no están separados de la influencia de la materia, están aun bajo el imperio de las ideas terrestres y llevan consigo una parte de sus preocupaciones,de las predilecciones y aun de las manías que tenían aquí a bajo.
Esto es lo que puede muy bien conocerse en su lenguaje.
22.º Los conocimientos que muchas veces ostentan ciertos Espíritus no son la señal de su superioridad. La inalterable pureza de sentimientos morales es en cuanto a esto la verdadera piedra de toque.
23.º No es menester preguntar a un Espíritu para conocer la verdad. Ante todo es necesario saber a quién se dirige uno; porque los Espíritus inferiores también ignorantes, tratan con frivolidad las cuestiones más formales.
No basta tampoco que un Espíritu haya sido un gran hombre sobre la Tierra para tener en el mundo de los Espíritus la soberana ciencia. Sólo la virtud puede, purificándole, hacerle aproximar a Dios y extender sus conocimientos.
24.º El humor de los Espíritus superiores es, a menudo, fino y picante, pero nunca trivial. En los Espíritus burlones que no son groseros la sátira mordaz es, a menudo, oportuna.
25.º Estudiando con cuidado el carácter de los Espíritus que se presentan, sobre todo bajo el punto de vista moral, se reconocerá su naturaleza y el grado de confianza que puede concedérseles. El buen sentido no podría engañar.
26.º Para juzgar a los Espíritus, así como para juzgar a los hombres, antes es preciso saberse juzgar a sí mismo. Desgraciadamente hay muchas personas que toman su opinión personal por medida exclusiva de lo bueno y lo malo, de lo verdadero y lo falso; todo lo que contradice su manera de ver, sus ideas, el sistema que han concebido o adoptado, es malo a sus ojos. Tales gentes faltan evidentemente a la primera cualidad para una sana apreciación: la rectitud del juicio; pero no se lo creen
así; es el defecto sobre el cual uno se hace más ilusión.
Todas estas instrucciones dimanan de la experiencia y de la enseñanza dada por los Espíritus; nosotros las completamos con las contestaciones dadas por ellos sobre los puntos más importantes.

El Libro de los Médiums
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 LA MALEDICENCIA

La maledicencia no tiene que ver con la verdad ni con la mentira, sino con la aviesa manera de contarlas.
Nunca se vio contienda que no fuese procedida de murmuraciones inferiores. Es hábito antiguo de la liviandad procurar la ingratitud, la miseria moral, el orgullo, la vanidad y todos  los flagelos que arruinan almas en este mundo para organizar las conversaciones de la sombra, donde el bien, el amor y la verdad son sofocados con malicia.
Desde tiempos inmemorables la maledicencia ha sido un mal ejercido en todas partes. Desde el momento que están juntas dos personas, se genera una conversación y en la mayoría de las ocasiones  es para emitir juicios, hablar de los demás esto es una práctica muy común. Aunque no se tengan argumentos, o pocos conocimientos sobre el asunto que están tratando  o de la persona que están hablando,   muchas personas  rencorosas y frustradas  se sienten aliviadas  hablando mal de los demás.
El diccionario de la real academia  de la lengua española, define la maledicencia como la acción o habito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo.
El hombre tiene  un órgano minúsculo que es la lengua – lámina diminuta envainada en la boca.
Instrumento sublime, creado para loar e instruir, ayudar  e incentivar el bien, en cambio ¡cuántas veces el hombre se vale de ella para censurar, flagelar, perturbar, herir!…
Si el hombre consiguiera dominarla, educarla la podría transformar en timón de paz y amor en el barco de su vida.
“La muerte y la vida están en poder de la lengua...” Proverbios 18:21
Con la lengua, podemos definir nuestra vida. Todo lo que sucede en nuestra vida pasa por nuestra lengua. La Bendición o la maldición, la muerte o la vida. La Biblia es muy clara cuando nos dice arriba que la vida y la muerte están en el poder de la lengua. Infelizmente muy pocos creyentes la utilizan bien, produciendo vida. Y muchos se destruyen a sí mismos, a su familia y a otros utilizando mal a su lengua. Algunos no saben de la gravedad de esta palabra, otros sabiendo, actúan sin el temor de Dios, hablando tonterías, maldiciones, palabras de derrota y piensan que esto no trae ningún problema.
La maledicencia es el ejercicio de denigrar, de manchar de negro la vida del otro. Es la forma de consuelo más siniestra. La manera más zafia de elevar la propia estima. En estos tiempos de libertad, vivimos su dictadura.
Las tres formas más corrientes de ejercer la maledicencia son la calumnia, el chisme, la envidia, analicemos por separado estas faltas tan comunes entre los hombres.
Cuando queremos causar un daño y hacemos una acusación falsa sobre alguien calumniamos.
El chisme se define como una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a una persona o en muchos casos a una institución.
La envidia es la tristeza causada en uno por el bienestar de otro. Envidia es avinagrarse porque alguien la está pasando mejor que uno, lo que sea que esto signifique: más dinero, fama, talento, etc.
Para poder reflexionar sobre el asunto analizaremos una historia, es la de un sabio que fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”.
Los cristianos deberíamos actuar contra cualquier nuevo brote de maledicencia con firmeza. En algunas situaciones deberíamos ser tan firmes y tajantes como los médicos que luchan contra reloj para cortar el avance de un nuevo virus. Un virus puede destruir una vida, y eso es muy grave. Pero sólo quien ha sufrido el veneno de la calumnia, quien se ha visto insultado, señalado, abandonado por culpa de una mentira que corre veloz de boca en boca, puede comprender que hay formas de muerte moral más dolorosas que la misma enfermedad física.
De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, el chisme y la alegría causada por el mal del prójimo
Los libros sagrados de las principales religiones tales como la Biblia, condenan la maledicencia veamos algunos apartados al respecto:
- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).
- Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano... (Santiago 4:11).
- Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31).
- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).

La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de sociedades poco evolucionadas y es la falta de ética lo que nos hace ocuparnos más de la vida de los demás que de la propia, tal es así que pareciera que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos de nosotros. Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, y muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo, y lo peor es que ellos juran que no son chismosos. Otras veces el “error” es premeditado. Existen artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás, y en hacer correr bolas contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra de las gentes. También hay los que chismean sin maldad aparente, sólo para sentirse importantes, (¿no sabes la última?), y otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular; puede ser por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello empujado posiblemente por un gran complejo de inferioridad.
Se sabe que el rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante, el infundio y la calumnia, y si a esto le añadimos que cada oyente, al momento de contárselo a otro, le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona. Lo grave es que increíblemente se usa el chisme contra personas consideradas amigas, actuando con hipocresía y perfidia que nadie entiende.

Los seres humanos somos generalmente egoístas y nos centramos en nuestros propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas; si hasta hay programas de televisión y personas que viven de eso.

¿Será que mientras nos ocupamos de hablar de los otros o de nuestros jefes no nos queda tiempo para mirarnos a nosotros mismos? ¿Descargamos en los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de las carencias de éste o de aquél para no tener que afrontar las propias? ¿Nos escondemos en la broma y en sacarle filo a historias ajenas para no asumir nuestras propias incapacidades?

Cuando se genera un rumor, la bola va creciendo y cada persona por la que pasa va añadiendo algo de su propia cosecha y el mensaje original se ha convertido en algo irreconocible. ¿Se acuerdan del juego del teléfono malogrado? Después de pasar por varias personas el recado estaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa en muchas ocasiones en nuestra vida.

El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. No siempre nos damos cuenta del perjuicio. Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble, si preguntamos a un chismoso de donde ha sacado esas expresiones, responderá: “lo escuché”, “me dijeron”, “se comentó en una conversación”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar.

Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores: nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren. Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos practicado.

Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo de la intención de quien lo genera.

La estructura del chisme lo conforman: el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima, de que se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado. O sea, se juega también a intentar cambiar la realidad. Instituciones como la nuestra se convierten en verdaderos campos de espionaje entre sus trabajadores, la inseguridad se intensifica, se pierde la confianza entre los compañeros, se traicionan, se utilizan, compiten, se crean ambientes en los que se siente que se camina entre vidrios.

El que murmura hace daño a tres personas, a él mismo, al que escucha sin desmentir al hablante, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a alguien, él es la primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta de sinceridad que nos caracteriza, el maledicente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él.

En el caso de la calumnia, ésta es considerada como un modo de difamación que destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “piensa mal” y hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Se sabe de amistades a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas; el veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables.

Antiguamente el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable, y cuando alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre generalmente en un duelo. En nuestros días estos conceptos pareciera que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales.
¿Podemos tomar medidas radicales, firmes, profundas, contra la mentira, el chismecillo, la calumnia espontánea o promovida de modo organizado y sistemático?

La primera cosa que podríamos hacer es mirar nuestros corazones. Si guardamos rencores, si la envidia asoma de vez en cuando su cabeza repugnante, hemos de pedir a Dios un corazón bueno, que sepa perdonar, que sepa amar. Quien no ama a su hermano no puede amar a Dios (1Jn 4,20). Del corazón malo sólo salen malas cosas. El virus de la calumnia se origina en mentes que viven fuera del Evangelio, en fuentes incapaces de ofrecer el agua del amor (St 3,10-18).

Por lo mismo, hemos de decidirnos a no ser nunca los primeros en lanzar una crítica contra nadie. ¿Para qué voy a decir esto? ¿Es sólo una imaginación mía? ¿Me gustaría que alguien dijese algo parecido de mí?

Al contrario, necesitamos aprender a ser ingeniosos para alabar y defender a los demás. Esto es posible si tenemos un corazón realmente cristiano, bueno, comprensivo, misericordioso. En ocasiones veremos fallos, pero el amor es capaz de cubrir la multitud de los pecados (1Pe 4,8). Cuando sea posible, podremos corregir al pecador, pero siempre con mansedumbre, como nos enseña san Pablo: "Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Ga 6,1-2).

Después, como ante una epidemia grave, hemos de levantar una barrera firme, decidida, contra cualquier calumnia. Nunca divulgar nada contra nadie, mucho menos una suposición, una mentira como tantas otras lanzadas por ahí (a través de la prensa, de internet, a viva voz). Incluso cuando sepamos que alguien ha sido realmente injusto (lo sepamos por haberlo visto, no sólo de oídas), ¿para qué divulgarlo? ¿Es esto cristiano? ¿No es mejor amonestar a solas al hermano para ver si puede convertirse, si puede cambiar de vida? Tendríamos que ser firmes como muros: delante de nosotros nadie debería poder hablar mal de otras personas.


Si queremos vivir una vida más significativa, debemos buscar la forma de dejar de “interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras propias vidas, es decir dedicarnos a mejorar y a corregir nuestros defectos. Debemos ser más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de ellos. Si vemos algo con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa nos molesta de aquellos que conviven a nuestro alrededor, debemos ir directamente a él y hablarle claramente demostrando nuestros argumentos. ¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad!

Mercedes Cruz Reyes

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 ¿ Qué significa la palabra Amor ?


Pocas personas han pensado que este sentimiento y esta palabra tan popular como lo es el Amor, se desenvuelve dentro de una norma cósmica o Universal, y constituye toda una ley que rige y mueve todo el Universo.

Esta palabra tiene diversas connotaciones entre los Seres humanos, que la relacionan con la sexualidad, el enamoramiento, el cariño, el apego, el afán de posesión de una persona hacia otra, cosa que en realidad no es sino simple atracción sexual y atávica, y un egoísmo encubierto , lo que viene a ser un grave defecto moral que nos impide evolucionar espiritualmente durante la vida humana, y cuando se ama de modo egoísta, al final se puede convertir en una clase de amor posesivo y enfermizo dando paso a los celos. Estos suelen aparecer cuando el que ama de este modo creyendo que es verdadero amor, no se siente correspondido, llegando así a convertirse en una enfermedad mental obsesiva.
El verdadero Amor, está actualmente emborronado por tantos conceptos falsos e inadecuados que llevan a la confusión y a la incomprensión de lo que realmente es. Todos esos aspectos no son mas que modos parciales del Amor mas o menos contaminado por los defectos humanos.
En nuestro actual nivel evolutivo espiritual, el Amor se manifiesta bajo formas de cariño, desinterés, entrega, sacrificio, desvelo, adoración, pasión, ternura ,etc, que en realidad son todos ellos aspectos de una manifestación del verdadero Amor y una consecuencia del mismo. Pero en realidad el Amor humano en su más pura esencia es solamente un pálido reflejo del Gran Amor Divino que irradia desde Dios hacia Su creación y hacia todas sus criaturas existentes en todos los mundos de los universos.
- José Luis Martín-
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Cuando se ama o se quiere a alguien no es para cortarle las alas de libertad, sino para procurárselas”
-Pepita Robles-Revista “La hora de la Verdad”-

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           MOMENTOS VIVOS DE LA FE

Amar sin exigir compensación.

Colaborar para el bien en los lugares donde el mal se nos figure sólidamente instalado.

Aguardar siempre lo mejor, aun en las peores situaciones.

Comprender a los cooperadores de las tareas en que estamos, cuando se apartan de nosotros, deseándoles tranquüilidad, con nuestras expresiones de simpatía y entendimiento, a fin de que se sientam libres de cualquier compromiso.

Sufrir y llorar, cuando las pruebas de la existencia a eso nos induzcan, pero proseguir trabajando y sirviendo siempre.

Disculpar ofensas, con la certeza de que los errores de los otros podrian ser nuestros.

No nos quejemos de nadie.

Respetar la libertad ajena.

Bendecir y auxiliar, sin exigencias, a todos aquellos que no nos acepten los principios y no piensen por nuestra cabeza.

Repetir, indefinidamente, esta o aquella prestación de servicio con total olvido de nuestros propios intereses.

Sabemos que el progreso de la ciencia, en la acetualidad de la Tierra, levanta máquinas y realizaciones admirables, que asombran a la vida comunitária, pero no podemos olvidar que la fé construye prodígios, en el área de los sentimientos,prodígios que no compramos en supermercados y no podemos pedir al mas eficiente computador.
  
(Confia e Segue - Espírito Emmanuel, psicografia de Francisco Candido Xavier, GEEM)