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martes, 8 de marzo de 2011

LA MUERTE ES UN AMANECER


"La Muerte No Existe"

En mis cursos, el testimonio ofrecido por la señora Schwartz fue el primero que conocimos de una experiencia extracorporal experimentada por algunos de nuestros enfermos.
Actualmente, en 1977 ya disponemos de centenares de testimonios parecidos, redactados en California, en Australia o en otros lugares. Todos tienen un denominador común, y es que las personas en cuestión abandonaron su cuerpo físico con toda  conciencia. Esta muerte, de la que los científicos quieren convencernos , no existe en realidad. La muerte no es más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda. La muerte es el paso a un nuevo estado de conciencia en  el que se continua experimentado, viviendo, oyendo, comprendiendo, riendo, y en el que se tiene la posibilidad de continuar creciendo. La única cosa que perdemos en esta transformación es nuestro cuerpo físico, pues ya no lo necesitamos. Es como si se acercase la primavera, guardamos nuestros abrigos de invierno, sabiendo que ya está demasiado usado y no nos lo pondremos de todas maneras. La muerte no es otra cosa.
    Ninguno de mis enfermos que haya vivido una experiencia del umbral de la muerte ha tenido a continuación miedo a morir, y quisiera subrayarlo, ¡ ni siquiera uno solo de ellos !
     Muchos de estos enfermos nos han contado también que, además de la paz, de la calma y de la certeza de percibir sin ser percibidos, habían tenido la impresión de integridad física; por ejemplo alguien que había perdido una pierna a consecuencia de un accidente de automóvil, la vio separada, en el suelo, y a la vez tuvo la impresión de conservar las dos piernas después de haber abandonado su cuerpo.
 Una de nuestras  enfermeras se volvió ciega a consecuencia de una explosión en un laboratorio. Inmediatamente después se encontró en el exterior de su cuerpo pudiendo ver de nuevo. Miraba las consecuencias de este accidente y describió más tarde lo que ocurría cuando la gente llegaba al lugar. Cuando los médicos consiguieron hacerla volver a la vida, se había quedado completamente ciega.  Ésta es la explicación de por qué muchos de los moribundos luchan contra nuestras tentativas de volverlos a la vida, cuando ellos se encuentran en un lugar mucho más maravilloso, más bello y más perfecto.
A propósito, los momentos que me han parecido más impresionantes han sido los que se relacionan con mi trabajo con niños moribundos. Los niños temen estar solos en el momento de la muerte, tienen miedo de que no haya nadie junto a ellos. En el acontecimiento espiritual del pasaje no se está solo, como tampoco estamos solos en la vida cotidiana, pero esto no lo sabemos. Por tanto, en el momento de la transformación, nuestros guías espirituales, nuestros ángeles de la guarda y los seres queridos que se fueron antes que nosotros, estarán cerca nuestro y nos ayudarán. Esto nos ha sido confirmado siempre, así que ya no dudamos nunca de este hecho. ¡ Notad bien que hago esta afirmación como un hecho científico!

                                                   Dra.  Elizabeth Kübler Ross
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Caminando a ciegas


En la actividad religiosa, mucha gente cree en la reforma de la personalidad, desde que el discípulo de la fe se desliga de ciertos bienes materiales.

Aún hoy, muchos amigos del Evangelio prosiguen cayendo en sus aspiraciones y esperanzas por acompañar a Cristo a distancia, recelosos de perder gratificaciones inmediatas; cuando son llamados al testimonio importante, se demoran en las cercanías de la arena de luchas redentora, entre los siervos de las convenciones utilitaristas, asestando binóculos de examen, a fin de observar cómo será el fin de los servicios ajenos.

Cuando distribuimos ropa y alimentos entre los necesitados somos catalogados  como renovados en el Señor, con todo, esto constituye  una modalidad de la verdadera transformación, sin representar el conjunto de las características correspondientes del verdadero hombre de Bien.

Son muchos los que se despojan de bienes a favor de los necesitados, pero no ceden terreno de la opinión personal, en el esfuerzo sublime de la renuncia.

De los errores muchas veces se aprende, de un gran mal puede resultar un gran bien, no podemos olvidar que Dios escribe derecho en renglones torcidos.

Jesús en su misión  necesita de trabajadores para que la simiente se esparza y llegue a todas partes, pero al igual que en un hospital, el médico es la pieza principal, no por eso prescinde de los enfermeros y de todos los componentes que tiene que haber para que el funcione debidamente.  Todos no pueden ejercer la misma tarea, y las más delicadas requieren obreros laboriosos que tengan la especialidad para poder ejercer bien la función,  lo que sí es verdad que dentro de esa especialidad, muchos son laboriosos y en todo momento se esfuerzan en trabajar y cumplir con los requisitos, otros en cambio a la menor contrariedad o problema no son capaces de rendir igual, se quedan rezagados para no verse implicados en los problemas si los hubiera. Una vez que todo pasa, se sienten fracasados en su labor, no fueron capaces de dar testimonio, y se lamentan como le paso a Pedro cuando Jesús le dijo que lo negaría por tres veces, el en vez de prepararse para que no fuera así, se olvido de la recomendación y cuando llego la hora de rendir testimonio, fracaso siendo desleal  a aquel a quien tanto amaba.

El Evangelio permanece en el mundo como bendita mies celestial destinada a enriquecer el espíritu humano, entretanto, el porcentaje de criaturas dispuestas al trabajo de la siega es muy reducido. La mayoría aguarda el trigo beneficiado o el pan completo para su entera alimentación.

Rarísimos son aquellos  que enfrentan los temporales, el rigor del trabajo y las peligrosas sorpresas que el esfuerzo  de recoger reclama  del trabajador devoto y fiel.

En razón de eso, la multitud de los desesperados y desilusionados continua pasando en el mundo, en fila creciente, a través de los siglos.

Los abnegados operarios de Cristo prosiguen cargados en virtud de tantos hambrientos que rodean la mies, sin el coraje preciso de buscar por si el alimento de la vida eterna. Y ese cuadro persistirá en la Tierra, hasta que los buenos trabajadores se decidan a no pasar por desapercibidos, las recomendaciones  del Evangelio, porque él es el manuscrito querido que nos llevara a la sublime ciudad de la Luz, donde siempre el testimonio es dado cien por cien.

Procuremos estar atentos, para rendir en su momento nuestro testimonio, para que no lamentemos el fracaso laborioso de muchos días, en un momento de descuido personal, al  dejar  fracasar la obra que nos fue encomendada, dentro de la pequeñez que aun nos caracteriza.

Los ciegos de espíritu continuaran, quejosos; entretanto, los que despertaron para Jesús saben que su época de trabajo redentor esta pronta. No paso, tampoco está por venir. Es el día de hoy, es la oportunidad bendita de servir, en nombre del señor, aquí y ahora…

- Merchita -

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