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lunes, 4 de noviembre de 2013

La crisis de la muerte. Caso 12º


Ernesto Bozzano

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En el episodio siguiente, no se encuentran descripciones de detalles nuevos sobre la crisis de la muerte, pero se encuentran anotaciones instructivas sobre la naturaleza de la personalidad integral inconsciente y sobre la dificultad que un Espíritu experimenta para comunicarse con los vivos, a través de los médiums. Esta narración la extraigo de un libro titulado: Blaire´s Letters, communicated by James Blaire Williams to his mother. (Cartas de Blaire, escritas por James Blaire Williams a su madre.) La madre del autor de las cartas (muerto a los 30 años en 1918) comienza por decir que no pudiéndose consolar de la muerte de su único hijo, deseó ponerse en comunicación mediúmnica con él. Con este fin, le aconsejaron que fuese a la dirección del “British College of Psychical Science”.

Fue, en la sede de esa importante institución, que ella llegó a experimentar sucesivamente con cuatro de los mejores médiums, obteniendo a través de ellos numerosas pruebas de identificación personal de su hijo, pruebas revestidas de alto valor acumulativo, ya que provenían de cuatro médiums diferentes, que la desconocían por completo. Por uno de ellos, una señora dotada de la facultad para escribir automáticamente, recibió de su hijos la serie de mensajes, contenidos en el libro, que nos ocupan. De lo que concierne al tema que constituye el objeto de este estudio, el difunto habla rápidamente, en cuatro puntos diferentes de su comunicado. Lo hace, primeramente, en la víspera del aniversario de su muerte, escribiendo:

Guardé un profundo recuerdo de lo que experimenté en aquel día, víspera de mi muerte. Sentía que me hundía lenta e inexorablemente en un abismo; no conseguía distinguir a las personas que se me acercaban, el medio se iba tornando para mí cada vez más sombrío. Percibía que estaba en condiciones extrañas, inexplicables, indescriptibles. No comprendía lo que estaba pasando, el porqué estaba metido en la cama. Me perturbaba profundamente la idea de los sufrimientos que habrían de terminar por aniquilar aquel cuerpo. Sin embargo no me sentía enfermo. No me encontraba en estado de comprender la situación. Veía a mi madre nítidamente y quería hacerla saber que no me encontraba enfermo. (Pag.86) En la pág.97, el difunto vuelve a la misma cuestión, en los siguientes términos: Mi muerte se dio bruscamente, mientras me encontraba en estado de inconsciencia. Cuando desperté, pensé enseguida en mi madre y me pareció estar con ella. Sentía la grandeza de su dolor exactamente como si me encontrase a su lado. El recuerdo de mi madre ocupaba enteramente mi mente...

Al principio quedé aterrorizado. Me invadía un sentimiento de desoladora impotencia, como si hubiese perdido todas las energías. En compensación era dichoso por haberme vuelto ligero, ligero; pero, al mismo tiempo, experimentaba la impresión de que una cosa inmensa, inconmensurable, me rodeaba.; no llegaba a distinguir claramente el lugar donde me encontraba. Era una situación para enloquecer. A veces me asaltaba la idea de que todavía estaba enfermo en mi cama. Luego me invadía un sentimiento de desolación impotente. Después sentía millares de ruidos diferentes resonar a mi alrededor, acabando por fundirse en un solo vocerío. Mientras esto pasaba no conseguía ver a los entes amados que deberían rodearme. Percibía que no estaba solo; más bien al contrario, me parecía estar rodeado por una multitud de seres, que no llegaba a divisar. Sentía el aire saturado de elementos vitales; pero, personalmente, me sentía disminuido y casi muerto, desde el punto de vista sensorial. Me parecía que ese estado duraba desde hacía mucho tiempo; en realidad debió ser de corta duración.

En todo caso era un estado bastante penoso. A pesar de todo, reconozco ahora que fui liberado del cuerpo con relativa facilidad y pienso que los que mueren de súbito deben sufrir más. Como ya dije, creo que el período de desorientación y de pena no fue para mí de larga duración. De todos modos, es cierto que, cuando está en la segunda esfera, el Espíritu atraviesa un período de inconsciencia, seguido de otro período de semi inconsciencia, que no es la existencia espiritual, y en el cual el espíritu ignora esta existencia.. Mientras que permanecí en ese estado, no conseguí entrar en comunicación con mi madre; me sentía como tanteando en las tinieblas, buscándola, sin jamás tener la certeza de estar cerca de ella. Mi pasaje para la tercera esfera ocasionó un súbito y maravilloso cambio. Me sentí enteramente despierto, exuberante de vitalidad, consciente de encontrarme en el mundo espiritual. Encontré entonces natural que viniese a mi encuentro mi padre, que me puso inmediatamente al corriente de lo que me sucediera. Me acuerdo de la viva impresión que experimenté al hallarlo, tan cambiado en su aspecto. Me acogió como a un hermano, como a un amigo querido. Hablamos largamente de ti, mamá. Le dije que era mi intención ir a visitarte, costase lo que costase. El me respondió que había oído decir que la cosa era posible, aunque nunca la hubiese intentado. Procuré informarme a este respecto, después de que intenté penetrar en el medio terrestre.

Te aseguro mamá que los primeros intentos exigen grandísimo esfuerzo. Estamos obligados a encoger nuestras mentes, poniéndolas dentro de límites tan apretados que nos hieren. O, con más precisión, no nos hieren, pero es extremadamente difícil hacerlo. Todavía ahora, cuando me comunico contigo, me siento en las condiciones de un vivo sumergido en el agua. En la pág. 105, el difunto retoma el tema de la crisis de la muerte diciendo: Esta noche, quiero intentar hacerte comprender lo que significa encontrarse uno de repente sin cuerpo... Mi primera impresión fue la conciencia de tener simultáneamente presentes la memoria de una inmensidad de recuerdos de cosas diferentes. Deduje que este hecho singular debía ser atribuido a una especie de sueño provocado por la fiebre. Constaté, en seguida, que ya no tenía ninguna idea del tiempo, no consiguiendo hacerme un concepto exacto de mi pasado, de mi presente y de mi futuro. En efecto, esas categorías de vuestro tiempo se me presentaban en la mente de manera simultánea. A este propósito me abstengo de informar a mamá de su futuro, aunque yo sepa exactamente lo que el futuro le reserva. En tales condiciones, debéis comprender que, con esa inmensa expansión de las facultades de la inteligencia, no es fácil encontrar, en nuestros recuerdos, un dato concreto, muchas veces insignificante, a cuyo respecto los vivos nos interrogan. Ya voy comenzando a quedarme menos embarazado cuando me dirigen preguntas de esa naturaleza; pero al principio era incapaz de responder a cualquier pregunta. Aparte de eso, no olvidéis que, cuando vengo aquí, estoy obligado a comprimir mi mente, hasta el punto de reducirla a las proporciones apocadas de los vivos. Se debe deducir que, cuando me interrogan sobre mi pasado, no consigo aclararme sino es retomando momentáneamente mis condiciones espirituales de expansión intelectual, para, seguidamente, comprimir de nuevo mi mente, hasta reducirla a las proporciones humanas y encontrarme así en la situación de emplear inauditos esfuerzos para acordarme de la respuesta que formulé en el estado de libre expansión espiritual y que luego olvidé, o casi, en el estado de mentalidad reducida para las necesidades del momento... Procuré conocer cual era el estado de mi Espíritu, cuando me hallaba aprisionado o disminuido en el cuerpo. He aquí el resultado: verifiqué que el cuerpo se puede comparar a una ropa muy ajustada, de la que el Espíritu se reviste; se trata, sin embargo, de una ropa que no contiene más que una parte esencial del Espíritu, por lo que la otra parte, que con mucho es la más importante de nuestra personalidad espiritual, se conserva en estado latente, casi inconsciente, en las profundidades de nuestra subconsciencia: Pero, cuando el Espíritu se desembaraza del cuerpo, las cosas cambian de aspecto; la parte latente despierta con plena eficacia; realizando todos los poderes. Es una sensación maravillosa y deliciosa para los Espíritus desencarnados... (Pág. 116.)

No hace falta que nos extendamos en este caso, pero señalemos que esta última afirmación del difunto, autor del mensaje, es perfectamente conforme a lo que ya fue observado en el mundo de los vivos, en todos los tiempos y en todos los pueblos, esto es: que, en la subconsciencia humana, existen, en estado latente, maravillosas facultades paranormales, capaces de rebasar el pasado, el presente y el futuro, sin ninguna limitación de tiempo ni de espacio. Y el hecho de que, en la existencia corporal, esas facultades solo emerjan, cual centellas fugaces, bajo condiciones de estar el vivo sumergido en una fase cualquiera del sueño: natural, sonambúlico, hipnótico, mediúmnico, provocado por drogas narcóticas; o, también, en una fase de ausencia psíquica, como en el éxtasis, en el síncope, en la catalepsia, en el coma y en el período pre-agónico, esto es, solamente bajo la condición de que el vivo se encuentre en estado de desencarnación parcial del espíritu – este hecho, digo, concuerda muy bien con la afirmación del difunto, transcrita arriba, según la cual las facultades paranormales en cuestión constituyen los sentidos de la existencia espiritual, que se conservan en estado latente en la subconsciencia humana, esperando únicamente, para emerger y manifestarse con toda eficacia, que el estado de desencarnación del Espíritu ya no sea inicial o transitorio, sino total y definitivo.

Para resumir: después de la crisis de la muerte. Estos hechos parecen constituir verdades fundamentales y, al mismo tiempo, elementales, de las doctrinas metapsíquicas; verdades que se encuentran irrebatiblemente fundamentadas en la observación directa del gran número de fenómenos, examinados por el método científico de análisis comparado y de la convergencia de las pruebas. Mientras tanto, muy difícil es vencer, a este respecto, la resistencia de algunos investigadores eminentes que, no queriendo, o no pudiendo renunciar a la concepción materialista del Universo, prefieren interpretar de esa manera el hecho perturbador de que existen latentes, en la subconsciencia humana, facultades paranormales independientes de las leyes de la evolución biológica. Lo hacen, sin preocuparse de la circunstancia de que esas hipótesis, propuestas por ellos, se muestran en contradicción flagrante con los hechos. Si pasamos a examinar las afirmaciones del difunto, cuando dice que no consigue, en ciertos casos, acordarse de detalles de su existencia terrestre, debido a las condiciones anormales en que se encuentra siempre que se comunica, comprobamos que esa explicación coincide con las otras dadas, sobre este punto, por las personalidades mediúmnicas. No solo eso, sino que también el examen de los hechos prueba la veracidad de lo que en ellos se afirman, conforme yo ya lo demostré en un reciente trabajo análitico, relativo a una serie de “Mensajes mediúmnicos entre vivos, transmitidos con el auxilio de personalidades mediúmnicas” (Revue Spirite, de Diciembre de 1927 a Enero de 1928).

En esas experiencias (efectuadas por dos grupos que se reunían simultáneamente a 300 millas el uno del otro), los Espíritus, que se comunicaban, se mostraban perfectamente capaces de transmitir, de uno a otro grupo, los mensajes que se les confiaban, sin embrago casi siempre lo hacían apenas parcialmente, o, también, solo transmitían la sustancia del mensaje. Cuando conseguían trasmitirlo íntegramente era que el mensaje estaba constituido de una sola idea. Interrogados sobre este aspecto, uno de ellos dio una explicación análoga a la que quedó esbozada arriba, diciendo que el hecho debía ser atribuido al estado de amnesia parcial o total, en que entran las personalidades mediúmnicas en el momento de comunicarse. A este propósito, no se puede dejar de reconocer significativo un incidente que se produjo, durante esta serie de experiencias en cuestión. Habiéndose el Espíritu manifestado una primera vez, con el fin de trasmitir un mensaje el mensaje que le había sido confiado, se dio cuenta de que lo había olvidado, y tuvo que limitarse a decir que había recibido el encargo de transmitir un mensaje, pero que lo había olvidado: Sin embargo, cinco días después, él se encontró en condiciones de trasmitir la parte sustancial del mensaje. Forzoso es que se deduzca que, si el Espíritu, después de haber olvidado el mensaje, consiguió acordarse de él, eso demuestra que era apenas temporal la amnesia total que se produjo anteriormente. Quiere decir que, constituyendo una consecuencia de la acción de comunicarse, desapareció, cuando el espíritu se liberó del “aura” perturbadora, para, inmediatamente, renovarse, parcialmente, cuando el Espíritu volvió a intentar de nuevo la prueba. Si esta segunda vez la amnesia fue apenas parcial, esto significa que las condiciones perturbadoras del “aura” mediúmnica eran menos desfavorables. Naturalmente, estas explicaciones solamente sirven para una modalidad única de comunicaciones medúmnicas: aquellas en que el Espíritu utiliza más o menos parcialmente el órgano cerebral del medium. Hay otras modalidades mediúmnicas que se verifican por vía telepática.

En estos casos, las interferencias, debidas al estado incompletamente pasivo de la mente del medium, ocasionan otras clases de alteraciones, más o menos profundas, de los mensajes trascendentales que son transmitidos. Solo me queda analizar el mensaje anterior desde el punto de vista concreto de la “crisis de la muerte”. A este respecto se aprecian una variedad de experiencias, o, más bien, de impresiones, que se alejan más o menos de las impresiones descritas por muchos otros Espíritus. Pero, esas divergencias son previsibles, si nos acordamos de que los Espíritus avisaron que “ningún peregrino del mundo de los vivos llega por la misma puerta al mundo maravilloso mundo de ellos”, lo que es lógicamente inevitable, dado que el medio y la existencia espiritual son puramente mentales y que no puede haber, en nuestro mundo, dos individualidades intelectual y moralmente idénticas. Aparte de eso, apreciamos que el mensaje concuerda con todos los otros, en lo que concierne a los detalles fundamentales de la existencia espiritual. Se verifica, en efecto, que el Espíritu, a su vez, alude sucesivamente a las circunstancias siguientes: visión de su cuerpo en el lecho de muerte; ignorar, durante algún tiempo, que estaba muerto; haber pasado por un período de sueño y de inconsciencia; haber sufrido la prueba de la “visión panorámica” de todos los acontecimientos de su vida; haber sido recibido por sus parientes difuntos en el mundo espiritual. En los detalles secundarios, se nota que él concuerda plenamente con los otros, cuando dice haber observado con sorpresa que en el mundo espiritual la noción del tiempo deja de existir.


Extraído del libro "La crisis de la muerte".- Ernesto Bozzano

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El dolor es un aspecto inevitable de nuestra existencia, mientras que el sufrimiento depende de nuestra reacción frente al dolor.
Podemos evitar el sufrimiento si identificamos su causa, es decir, nuestro ego negativo.
Alejando Jadorowski-

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 BELLA HISTORIA DE RENUNCIA Y  AMOR

Ahora él  ya es un hombre maduro...

Fueron muchas las experiencias vividas junto a sus doce hermanos y de vez en cuando cuenta una de ellas.

Recuerda que cuando era apenas un niño se inquietaba por que su madre pocas veces almorzaba o cenaba con él y con los otros hijos.

Un día le preguntó por qué no se alimentaba con ellos y ella le contestó con una tierna sonrisa:

- Es que no siento hambre,  hijo.

A él le parecía raro que su vieja madre no sintiera hambre, pero siempre que le preguntaba ella contestaba que realmente estaba sin hambre.  

Transcurrieron los años... Los hijos crecieron y hoy él sabe que su madre dejaba de comer, no por falta de hambre sino por falta de comida.

Ella, una mujer medio analfabeta, conducía los hijos con tanto amor que ninguno de los trece hijos se dio cuenta que renunciaba a la comida para que ellos pudieran  alimentarse precariamente.

Jamás hizo con que se sintieran culpables  por las necesidades que la familia enfrentaba.

Ese es el verdadero amor.

El amor que sabe renunciar incluso a las necesidades más básicas, como el alimento, por ejemplo, para que los hijos crezcan seguros y sin culpa.

Hoy ella habita el Mundo de los Espíritus, y seguramente puede contemplar a cada uno de sus hijos como quien hace todo lo que tiene que ser hecho para que se conviertan en personas de bien.



  En los días actuales, lamentablemente, vemos padres y madres que culpan a los hijos por todo lo que no consiguen realizar. Si la madre no puede ejercer la profesión elegida, la culpa es de los hijos, que vinieron en momento inoportuno. Si falta dinero, los hijos llevan la culpa. Al fin de cuentas el colegio es caro, los libros, las ropas etc. Si los padres no pueden realizar el viaje de vacaciones a solas, es a causa de los hijos que porfían en existir para estorbar la vida de la pareja.

En estos días de tantas divergencias entre padres e hijos, vale la pena meditar a respecto de la renuncia de esa madre que dejaba de comer para que los hijos que puso en el mundo pudieran sobrevivir.

Vale la pena pensar en la grandeza del amor...

Del amor que sabe renunciar y sabe callarse para no herir los sentimientos de aquellos con quien convive y que dependen de la seguridad del hogar para crecer y dignificar al mundo que los recibe con dulzura y cariño.

Si usted, como madre, está impedida de hacer todo lo que le gustaría a causa de la presencia de los hijos, no los culpe. Recuerde que ellos crecen muy rápido y sabrán reconocer sus esfuerzos y renuncias.

Y aunque no reconozcan, piense que la vida no tendría sentido sin la presencia de ellos en el hogar.

Piense que si Dios los llevara hoy usted estaría libre para hacer lo que desea, pero seguramente no es eso lo que usted quiere.

Por esa razón, considere que el tiempo que usted dedica a los hijos no es tiempo perdido, sino tiempo invertido.

El amor verdadero es el capaz de renunciar sin herir y dedicarse sin nada pedir.  

El amor de madre es la más sublime expresión del amor sobre la Tierra.

Nada se puede comparar a la ternura de una madre cuando abraza a sus hijos.

Es por eso que muchos de nosotros, en los momentos amargos, recordamos a la Madre más sublime que ha pisado en la Tierra: María, la madre de Jesús.

Merche Cruz-
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