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viernes, 6 de diciembre de 2013

Silencio interior




Existe una intima relación entre nosotros mismos y el silencio, entre nuestra vida y los sonidos que nos rodean. Y todo ello condiciona, en gran medida, aquello que sentimos, pensamos y hacemos.
“El silencio es el lenguaje de la perfección, mientras que el ruido es la expresión de un defecto, de una anomalía, o de una vida que está aún desordenada”.
“La búsqueda del silencio es un proceso interior que conduce a los seres hacia la luz y la verdadera comprensión de las cosas”.
“El silencio es la expresión de la paz, de la armonía y de la perfección. Quien empieza a amar el silencio, quien comprende que el silencio les aporta las mejores condiciones para la actividad psíquica y espiritual, llega poco a poco, a realizarlo en todo cuanto hace: cuando mueve objetos, cuando habla, cuando anda, cuando trabaja; en lugar de trastornarlo todo, se vuelve más atento, más delicado, más flexible, y todo lo que hace queda impregnado de algo que parece proceder de otro mundo, un mundo que es poesía, música, danza e inspiración”.
El hombre efectivamente es  dueño de su destino  y comandante de su vida, y a de intentar gobernar de la mejor forma  sus actos y acciones.
Y el poco control en sus  palabras le  ha causado innumerables problemas espirituales. Una palabra después de ser proferida, posee un efecto devastador.
Tengamos, pues mucho cuidado  con lo que decimos. Jesús nos alerto que lo que contamina al hombre no es lo que entra por la boca y si lo que de ella sale “porque la boca  habla  de lo que está lleno el corazón.”
Un hombre de pocas palabras difícilmente será liviano en sus conversaciones, pues siempre medirá sus palabras.
Los que mucho hablan tienden a realizar poco. Si observamos atentamente, verificaremos que en todo grupo, sociedad o reunión de personas, las que más hablan, generalmente  son las que menos hacen. Incluso el simbolismo de nacer con dos oídos y una boca, nos enseña que hay que escuchar más y hablar menos.
Dios es infinitamente silencioso, y cuanto más el hombre se acerca a Dios, más silencioso El se torna.
El ruido es del hombre, el silencio es de Dios. Jesús  era amante del silencio, gustaba de lugares  quietos y  era en el desierto donde siempre se refugiaba para hacer sus oraciones y meditaciones.
Nuestra alma necesita del silencio. Procuremos silenciar nuestra voz interior para que podamos oír a Dios.
La palabra es de palta. El silencio es de oro. En estas dos afirmaciones está contenida la sabiduría de milenios de la evolución humana. Haga de ellas su lema de vida.
Montesquieu decía que: “Aquel que habla irreflexivamente se asemeja al cazador que dispara sin apuntar.”
Para cada mal, hay dos grandes remedios: el tiempo y el silencio.
El silencio es siempre bello, y el hombre que calla es más bello que el hombre que habla.
“Este silencio no es una inercia, sino un trabajo, una actividad intensa que se realiza en el seno de una armonía profunda. No es tampoco un vacío, una ausencia, sino una plenitud comparable a la que experimentan los seres unidos por un gran amor”.
“En el hombre, el silencio es el resultado de la armonía en los tres planos; físico, astral y mental”.

Ser silencioso significa:
La capacidad de pensar sin cabeza.
La capacidad de volar sin alas.
La capacidad de caminar sin pies.
La capacidad de observar sin perturbar.
La capacidad de escuchar sin interrumpir.
La capacidad de palpar sin crear incomodidad.
La capacidad de disfrutar de la flor sin robarle su aroma, y sobre todo la capacidad de entrar en ti y ver tu realidad.
La verdad solo se puede conocer en absoluto silencio.
No solo el silencio de fuera es necesario, también es el silencio interior.
Si al cerrar tus ojos tu mente está en silencio la puerta está abierta para conocer la realidad que te anima a vivir. Esa única realidad  que llena tu alma de luz y claridad.
Sin el silencio el ala no tiene claridad, no tiene luz.
El silencio es la atmósfera que el amor necesita para que tu alma brille.
El silencio  interior significa:
La capacidad de pensar sin cabeza,
La capacidad de volar sin alas,
La capacidad de caminar sin pies,
La capacidad de observar sin perturbar,
La capacidad de escuchar sin interrumpir,
La capacidad de palpar sin crear incomodidad.
La capacidad de disfrutar la flor sin robarle su aroma y sobre todo la capacidad de entrar en ti y ver tu realidad.

La verdad solo se puede conocer en absoluto silencio.

No solo el silencio de afuera es necesario, pero también el silencio interior.

Si al cerrar tus ojos tu mente está en silencio la puerta está abierta para conocer la realidad que te anima a vivir. Esa única realidad que llena tu alma de luz y claridad.

Sin el silencio tu alma no tiene claridad, no tiene luz.

El silencio es la atmósfera que el amor necesita para que tu alma brille.

El silencio en un lado y el amor en el otro le dan alas a tu corazón.

Esa belleza y esa armonía han sido perdidas debido a la ira, al orgullo etc.. esto es lo que significa la falta de silencio.

Todas las preguntas están listas para ser respondidas, sin importar que profundas sean. Simplemente entra en la paz del silencio, calma ese mar de deseos, ese mar de ilusiones, deja que la calma te invada, deja que el silencio te posea, en ese momento lo viejo desaparece y lo nuevo nace en ti.
Recuerda el silencio es el vientre de donde nacen los sabios. Si deseas adquirir sabiduría, vuelve a nacer en medio del silencio. Solo así encontrarás tu razón de ser, la razón por la cual has nacido.
Siéntate cómodamente, observa a tu alrededor, no juzgues, detente en tu afán, observa de nuevo, comprende que tu vida es un tesoro, deja tus preocupaciones a un lado. no hay necesidad de llevar un equipaje pasado, ya tu corazón tiene lo que necesitas en este viaje maravilloso que es tu vida.

Deja el temor y permite que el silencio te posea, solo en esa inmensidad podrás escuchar la voz de Dios dentro de ti llamándote a vivir plenamente, llamando para darte a conocer todos los misterios del universo y no solamente esto, también esa voz quiere darte a conocer el secreto de la vida eterna, pero cuidado, no creas en promesas, has que esta se convierta en tu única realidad. Solo en profundo silencio podrás comprender lo que significa todo esto y sobre todo el estar vivo.
“El silencio es la región más elevada de nuestra alma, y en el momento en que llegamos a esa región, entramos en la luz cósmica. La luz es la quintaesencia del universo, todo cuanto vemos a nuestro alrededor, e incluso lo que no vemos, está atravesado e impregnado de luz. Y precisamente, la finalidad del silencio es la fusión con esa luz que es viva, poderosa y que penetra toda la creación”.

Trabajo extraído por Mercedes Cruz Reyes del libro “Sándalo” y de diversos artículos en Internet


“El ruido retiene al hombre en las regiones psíquicas inferiores: le impide entrar en ese mundo sutil en el cual el movimiento es más fácil, la visión más clara, el pensamiento más creativo.”
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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 Renuncia
 Si tus padres no procuran la intimidad del Cristo, renuncia a la felicidad de verlos compartir contigo el divino banquete de la Buena Nueva, y ayuda a tus padres.
Si tus hijos permanecen apartados del Evangelio, renuncia a la satisfacción de sentir sus corazones junto al tuyo en la senda redentora, y ayuda a tus hijos.
Si tus amigos no consiguen todavía percibir el amor de Jesús, renuncia a la ventura de abrigarlos con el calor de tu alma en relación con el Sol de la Verdad, y ayuda a tus amigos.
Renuncia, según Jesús, no significa deserción. Expresa devoción mayor.
En Él, en nuestro Señor precisamente hemos de encontrar el sublime ejemplo.
Olvidado por muchos y por muchos relegado a la agonía de la negación, no por eso se alejó de los compañeros que le ocasionaron la angustia del amor que no es amado.
Al resurgir de la cruz, Él, que había atravesado a solas la pesadilla de la ingratitud y las torturas de la muerte, regresa a la convivencia con ellos y confiadamente les dice:
"Aquí estoy, para permanecer junto a vosotros hasta la consumación de los siglos".
EMMANUEL
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Violencia en el hogar

Mucho se habla acerca de la violencia. Aquella que existe en las calles y alcanza a personas aparentemente inocentes.

La estadística diaria habla de asaltos, de asesinatos, de secuestros. Y parece que nadie está a salvo.

Se comenta también la violencia de esposos ebrios o en descontrol agrediendo a sus esposas.

Se habla de padres atormentados o en desesperación que agreden físicamente a sus hijos ocasionándoles lesiones corporales o incluso la muerte.

Todo eso impacta y muchas voces se yerguen para protestar, proteger, sugerir soluciones.

Existe, sin embargo, otro tipo de violencia no menos cruel, pero no siempre percibida por los demás, porque queda encubierta por la cobardía.

O tal vez exactamente porque ocurre entre las cuatro paredes del hogar.

Nos referimos a los viejos obligados por sus propios hijos a una labor excesiva.

Viejos que ya trabajaron mucho y hoy, subordinados económicamente a aquellos que criaron, son constreñidos a realizar tareas superiores a sus fuerzas ya debilitadas.

Correr tras los niños traviesos todo el día, limpiar la casa, lavar y planchar ropas, hacer compras en el supermercado.

Aunque la visión se presente turbia y haya dificultades para distinguir si el semáforo está libre para los autos o para ellos.

Y cuando la ropa no estuviere bien planchada o la comida de la manera deseada, escuchan reclamos y acusaciones de que no valen ni el trastorno que causan.

Son hermanos dependientes de otros hermanos, debido a las enfermedades o porque son menores, que deben amargar el pan que reciben para alimentarse todos los días.

Pan que tiene el gusto a hiel.

Hijos pequeños que soportan todos los días los gritos y las agresiones verbales de padres frustrados en sus pasiones o sueños.


Violencia en el hogar que traduce, en verdad, la violencia que está en el alma de cada uno.

Cada uno de nosotros refleja en sus actos su verdadera identidad. Buena o mala.

Quizás algunos de nosotros no lleguemos a los extremos que mencionamos. Sin embargo, estamos a medio camino.

Por eso, si la consciencia nos dice que estamos muy agresivos, siendo mal educados y descuidados con nuestros seres queridos, paremos de inmediato.

Si nuestros gritos y reclamos están alcanzando a los padres viejos y enfermos, recordémonos cuanto hemos recibido de ellos.

Cuantas noches de insomnio cuando nosotros, niños todavía, estábamos enfermos. Cuantas canas nosotros mismos coloreamos con la blancura de la nieve con nuestras rebeldías y groserías.

Ni por eso nos dejaron de amar. Para ellos siempre seremos los eternos niños que un día arrullaron.

Ahora sus manos y rostros arrugados nos piden calma, cariño, atención.

Es lo mínimo que les podemos ofrecer como muestra de gratitud por todo lo que recibimos.

¿Trabajo como terapia? ¡Excelente! Pero no en exceso, que no se les debilite aun más las pocas fuerzas que poseen o que los preocupen al punto de perder el sueño.

Si nuestra rabia está siendo descargada sobre hermanos menores o subordinados de cualquier otra manera, recordemos que eso no fue obra de la casualidad.

Son las Leyes Divinas que colocaron al más débil bajo nuestra protección. Y la Providencia Divina que nos encamina aquellos mismos que ayer, de una u otra manera, lastimamos o hasta robamos.

Si nuestros hijos pequeños están recibiendo las descargas de nuestras frustraciones, empecemos a actuar de manera diferente.

Aquellos que renacen en la carne son siempre Espíritus en la escalada del progreso. Normalmente no es muy fácil el recomenzar, la retomada de los compromisos.

Paciencia es lo que nos piden. Cuidados. Y amor.

* * *

Aprendamos a respetar en el niño la inocencia del Espíritu que aun no se mostró por completo.

Y en las canas de la vejez la experiencia y los dolores de aquellos que ultrapasaron los años en el trabajo y en la lucha.

Redacción del Momento Espírita