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domingo, 7 de septiembre de 2014

Guerras




                      Guerras 

742. ¿Cuál es la causa que lleva al hombre a la guerra? 

- Predominio de la naturaleza animal sobre la espiritual y saciedad de las pasiones. En el estado de barbarie el único derecho que los pueblos conocen es el del más fuerte. De ahí que la guerra sea para ellos un estado normal. Conforme el hombre va progresando se torna aquélla menos frecuente, porque él evita las causas que la desencadenan. Y cuando el conflicto armado es necesario, sabe humanizarlo. 

743. La guerra ¿desaparecerá algún día de este mundo? 
- Sí, cuando los hombres hayan comprendido la justicia y practiquen la ley de Dios. Entonces, todos los pueblos serán hermanos. 

744. ¿Qué objetivo ha tenido la Providencia al hacer que la guerra sea necesaria? 
- La libertad y el progreso. 

744 a. Si el efecto que ha de alcanzar la guerra consiste en dar la libertad, ¿cómo se explica que a menudo tenga por finalidad y por resultado la esclavitud? 

- Esclavitud momentánea para agrupar101 a los pueblos, a fin de hacerlos llegar más rápido. 

745. ¿Qué pensar del que desencadena la guerra en su propio beneficio? 

- Ése es el verdadero culpable y necesitará muchas existencias para expiar todos los crímenes de que ha sido causante, porque responderá por cada hombre cuya muerte haya ocasionado a fin de satisfacer su ambición.

- El Libro de los Espíritus -

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SINTOMAS DE MEDIUMNIDAD

Manuel Philomeno de Miranda

 La mediumnidad es una facultad inherente a todos los seres humanos, que algún día aparecerá de forma más ostensiva, de la que ocurre en el presente momento histórico.
Muchas enfermedades de difícil diagnóstico, por la variedad de síntomas, tienen sus raíces en los disturbios de la mediumnidad de prueba, esto es, aquélla que se manifiesta con la finalidad de invitar al espíritu a rescates aflictivos de comportamientos perversos o daños realizados en existencias anteriores. Por ejemplo, en el área física: dolores en el cuerpo, sin causa orgánica; cefalalgia periódica, sin razón biológica; problemas de sueño –insomnio, pesadillas, pavores nocturnos con sudor-; taquicardias, sin motivo justo; colapso periférico sin ninguna disfunción circulatoria, constituyendo todos ellos o apenas algunos de ellos, perturbaciones que derivan de la mediumnidad en surgimiento o con sintonía desequilibrada.
A medida que se perfeccionan los sentidos sensoriales, favoreciendo con más amplio caudal de comprensión del mundo objetivo, se amplía la embrionaria percepción extrafísica, motivando el surgimiento natural de la mediumnidad.
No pocas veces, es detectada por características especiales que pueden ser confundidas con síndromes de algunas psicopatologí as que, en el pasado, eran utilizadas para combatir su existencia.
No obstante, gracias a los notables esfuerzos y estudios de Allan Kardec, así como de una pléyade de investigadores de los fenómenos paranormales, la mediumnidad viene siendo observada y perfectamente aceptada con respeto, con respecto a benditas contribuciones que faculta al pensamiento y al comportamiento moral, social y espiritual de las criaturas.
Sutiles o vigorosos, algunos de esos síntomas permanecen en determinadas ocasiones generando mal estar y sinsabor, inquietud y trastorno depresivo, en cuanto que, en otros momentos surgen en forma de exaltación de la personalidad, sensaciones desagradables en el organismo, o antipatías injustificables, animosidades mal disfrazadas, como consecuencia de la asistencia espiritual de que se es objeto.
En el comportamiento psicológico, aún se presentan: ansiedad, fobias variadas, perturbaciones emocionales, inquietud íntima, pesimismo, desconfianzas generalizadas, sensaciones de presencias inmateriales –sombras y bultos, voces y tocamientos- que surgen inesperadamente, en tanto que desaparecen sin ninguna medicación, representando disturbios mediúmnicos inconscientes, que son provocados por la captación de ondas mentales y vibraciones que sintonizan con el periespíritu delenfermo, procedentes de entidades sufridoras o vengadoras, atraídas por la necesidad de rehacer los conflictos en que ambos –encarnado y desencarnado- se ven envueltos.
Esos síntomas, generalmente pertenecientes a los capítulos de obsesiones simples, revelan la presencia de facultad mediúmnica en desarrollo, requiriendo los cuidados pertinentes a su educación y práctica.
Sin embargo, no todos los individuos en los que se presentan síntomas de tal porte, necesitan ejercitar la facultad de que son portadores. Después de la conveniente terapia que es enseñada por el estudio del Espiritismo y por la transformació n moral del paciente, que se hacen indispensables al equilibrio personal, recuperan la armonía física, emocional y psíquica, prosiguiendo,  con otra visión de la vida y diferente comportamiento, para que no le acontezca nada peor, conforme elucidaba Jesús, después del atener y la recuperación de aquéllos que Lo buscaban y tenían el cuadro de sufrimientos anterior.
Sin embargo, gran número de portadores de mediumnidad, tienen un compromiso con la tarea específica, que le exige conocimiento, ejercicio, abnegación, sentimiento de amor y caridad, a fin de atraer a los espíritus nobles, que se encargarán de auxiliar a cada uno de en el trabajo del ministerio iluminativo.
Trabajadores de última horanuevos profetas, transformándose en los modernosobreros del Señor, están comprometidos con el programa espiritual de modificación personal, así como de la sociedad, con vistas a la Era del Espíritu inmortal que ya se encuentra en sus cimientos afincados en la corteza terrestre.
Cuando sin embargo, los disturbios permanecen durante el tratamiento espiritual, conviene que sea tenida en consideración la psicoterapia consciente, a través de especialistas propios, con el fin de auxiliar al paciente-médium a realizar el auto descubrimiento, liberándose de los conflictos y complejas perturbaciones, que son consecuencia de experiencias infelices tanto del ayer como del hoy.
El esfuerzo por el perfeccionamiento interior aliado a la práctica del bien, abre los espacios mentales a la renovación psíquica, que se enriquece de valores optimistas y positivos que se encuentran en el Espiritismo, favoreciendo a la criatura humana con la alegría de vivir y de servir, al tiempo que la misma adquiere seguridad personal y confianza irrestricta en Dios, avanzando sin cualquier impedimento rumbo de la propia armonía.
Naturalmente, cuando se está encarnado, el proceso de crecimiento espiritual ocurre por medio de factores que constituyen el tejido celular, que siempre puede padecer enfermedades, desconciertos, problemas que forman parte de la psicoesfera terrestre, dentro de la condición evolutiva de cada uno.
La mediumnidad, sin embargo, ejercida noblemente, se transforma en bandera cristiana y humanitaria, conduciendo mentes y corazones al puerto de seguridad y de paz.
La mediumnidad, por tanto, no es un trastorno del organismo. Su desconocimiento, la falta de atención a sus impositivos, generan disturbios que pueden ser evitados, o cuando se presentan, reciben la conveniente orientación para que sean corregidos.
Tratándose de una facultad que permite el intercambio entre los dos mundos –el físico y el espiritual- proporciona la captación de energías cuyo tenor vibratorio corresponde a la calidad moral de aquéllos que la emiten, así como de aquellos otros que las captan y transforman en mensajes significativos.
En este capítulo, no pocas enfermedades se originan de este intercambio, cuando proceden de las vibraciones de entidades enfermas o perversas, que perturban el sistema nervioso de los médiums incipientes, produciendo disturbios en el sistema glandular e incluso afectando el inmunológico, facultando el campo para la instalación de bacterias y virus destructivos.
La correcta educación de fuerzas mediúmnicas proporciona equilibrio emocional y fisiológico, aportando salud integral a su portador.
Es obvio que no impedirá la manifestación de los fenómenos consecuentes de la Leyde Causa y Efecto, de los que necesita el espíritu en su proceso evolutivo, pero facultará la tranquila conducción de los mismos sin daños para la existencia, que proseguirá en clima de armonía y salud, a pesar de los acontecimientos impuestos por la necesidad de evolución personal.
Cuidadosamente atendida, la mediumnidad proporciona bienestar físico y emocional, contribuyendo para mayor captación de energías revitalizantes, que alzan la mente a las regiones felices y nobles, de donde se pueden obtener conocimientos y sentimientos inhabituales, que embellecen el espíritu y lo enriquecen de belleza y de paz.
Superados, por tanto, los síntomas de inicio de la mediumnidad, surgen las responsabilidades ante los deberes que irán a constituir el clima psíquico dichoso del individuo que, comprendiendo la magnitud de la situación, crecerá interiormente rumbo del Bien y de Dios.

Mensaje de Manuel Philomeno de Miranda, psicografiado por el médium Divaldo P. Franco, en la reunión mediúmnica realizada en el Centro Espírita en la ciudad de Paramirim (BA), Brasil, el 10 de julio de 2000.
Extraído del libro "Reencontro com a vida".
Traducido por Xavier Llobet
 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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 EL INMORTAL GIUSEPPE VERDI SE 
COMUNICA MÁS ALLÁ DE SU MÚSICA

"La música sensibiliza las almas y las embelesa, facilitándoles la percepción de estados mas elevados (Verdi)"
Psicografia
                             Comunicado psicofónico:

Padre nuestro que estás en los cielos...¡Bendito seas!

Hermanos queridos: Por la voluntad de Dios Todopoderoso, primero; luego, por este admirable hermano que dirige vuestro grupo, y tercero, porque vosotros sois tan buenos conmigo, se me ha permitido que venga a dirigiros unas palabras. No veréis en ellas elocuencia, claros pensamientos ni tema científico alguno; tampoco filosofías ni dicciones extraordinarias que adornan y embellecen la narración; pero sí veréis reflejada en ella que siempre me animó una voluntad férrea, encaminada a perfeccionar el arte de la música.

Cuando el hombre piensa en Dios son sus momentos más sublimes; son la exaltación más grandiosa de su alma; constituyen la captación más inmensa de las luces purísimas que irradian, iluminan y bendicen toda la obra del Creador; pero, en segundo término, cuando pensáis en nosotros, los que nunca os hemos hecho bien alguno ni os hemos dirigido la palabra y, sin embargo, hacéis esa gran caridad de invocarnos con vuestro recuerdo, no tenemos suficiente espacio en nuestra alma para albergar la gratitud que sentimos hacia vosotros. Saber que la limosna más grande que hacéis; el bien más formidable que puede hacer un ser en la tierra, es emitir el pensamiento a sus hermanos del espacio, no porque aquí tengamos tristeza, penas o sufrimiento, sino porque al recibir vuestros pensamientos y recuerdos, que a pesar de los muchísimos que estamos en este plano cumpliendo el destino marcado por el Sumo Hacedor, vienen exactamente a nosotros y nos hacen gozar infinitamente de vuestros efluvios y sentimientos, porque si vosotros tenéis materia por un lado, por otro tenéis un espíritu libre que con pureza emite sus pensamientos y mensajes al más allá.

Por ello, muchísimas gracias, hermanos de mi alma. Yo, queridos míos, nací en una nación muy bella, en una nación que tiene vestigios de todas las humanidades, que tiene bien clara la vigencia de todas las épocas florecientes de la civilización, en una nación, en fin, donde el arte se refleja limpiamente en sus tranquilos lagos y canales para agradecer al sol la luz rutilante con que los ilumina, dando testimonio de un pasado glorioso, que no por eso deja de tener fechas fúnebres, aunque sus magníficos monumentos expresan magnificencias, belleza y dulzura de líneas que el talento inigualable de sus artífices retrataron perfectamente. Toda esta armonía lo realizaron los grandes genios, los extraordinarios astros de la tierra, que fueron los hombres que dieron impulso a las artes y la ciencia. Estos espíritus adelantados han posado muchas veces en dicho país, dando testimonio de ello cuanto realizaron en todos los órdenes y cuyo resultado fue el desarrollo sin precedentes de un arte y una cultura singulares, que hablan bien claro de lo que fueron nuestros antepasados.

Es una nación, queridos hermanos, donde se canta sufriendo y donde se llora rezando, porque el alma, cuando vibra con las emociones benditas de lo bueno y elevado, se purifica de tal forma, se expansiona y se bifurca por los confines de los cielos, para luego estrechar en un abrazo profundo, en un abrazo universal, a toda la obra sacrosanta del Creador. Allí nací yo, queridos hermanos, en la sin igual ITALIA. Desde pequeño me gustaba observar atentamente la naturaleza. No la comprendía, pero ya la sentía. Ideas magníficas pasaban por mi cerebro joven, pero muy viejo en existencias. Intuía en mi infancia cosas prodigiosas que yo no podía definir, ni explicar, ni decir cómo las sentía, pero las percibía para mi interior. Fui creciendo y mi inteligencia se desarrollaba por los confines de los cielos buscando el arte que yo soñaba y presentía. Claro que entonces eran quimeras, pero luego la madurez me hizo comprender que nada es imposible ni nadie es pequeño para el Todopoderoso. Siempre que oía una música se producía en mi alma una sensación indecible. Sentía que sus vibraciones penetraban en todo lo más hondo de mi cuerpo; percibía que mi imaginación volaba vertiginosamente sin saber dónde ni cuándo iba a parar; sentía que mis pulmones respiraban fuertemente y que no solamente respiraban el oxígeno, sino que respiraba el arte; el arte que oía, que embriagaba mi alma y dulcificaba mi sentimiento. Para no cansaros os diré que seguí adelante mi inclinación y les dije a mis padres, cuando me preguntaron qué profesión deseaba elegir para ganarme el pan bendito de la vida, que quería aprender música, ser músico, y agregué:

-Si yo no tengo capacidad suficiente, pediré auxilio.

-Hijo mío, ¿a quién le vas a pedir auxilio?

-Padre, madre, Al que da sin descanso y sin medida la grandeza suya. Al que da inteligencia, Al que da luz, Al que da sentimiento, Al que da forma a todas las cosas: ¡A nostros Padre, a nuestro Padre bendito!

-Será lo que tú quieras -me contestaron.

Empecé con el solfeo, como se comienza a desarrollar ese arte. Entones mi alma iba sintiendo la verdadera vocación de mi trayectoria en la Tierra. Era un alumno algo adelantado. Mis profesores me distinguieron porque solfeaba y vocalizaba muy bien. Aprendí todas las lecciones y enseñanzas que era posible aprender con aquellos profesores. Se me ocurrió un día componer un motete. Un motete significaba lo más sencillo que un compositor de música puede hacer. Una forma de solfeo, pero ya llevado a la armonía. Y me salió bien aquel motete. Ya veía yo que mi alma pedía más, quería más y exigía más, y por ello decidí arriesgar todo lo que fuese preciso para satisfacer mis aspiraciones y hacerme grande; grande, caso de que se pudiera serlo en la Tierra; pero grande en mi pensamiento, en mi ambición artística y en mi deseo de superación. Entonces tomé la costumbre de salirme las madrugadas a aquellos jardines benditos y a aquellas arboledas majestuosas que había en aquel pueblo. Y si fue grande mi enseñanza con los métodos de solfeo, mucho mayor fue la enseñanza que adquirí con las melodías de la naturaleza. Escuchaba atentamente el canto de los pájaros; ese canto, ese saludo que hace el sencillo pájaro cuando el deslumbrante sol empieza a iluminar nuestras vidas. Saludo que el hombre nunca lo hace porque siempre está pensando en los males de la vida, en los negocios de su trayectoria y en la maledicencia de unos y otros. Pero el humilde y sencillo pájaro canta sin ningún recuerdo penoso ni influencia extraña a su sentir. Canta purezas divinas, canta el sentir de su alma. Allá oía un do de pecho» magnífico, un “re sostenido”, maravilloso, una armonía deliciosa. Por otro lado, un arpegio bendito y, sobre todo, una escala cromática singular que, llevadas al pentagrama, eran base para grandiosas canciones con maravillosas melodías de acariciantes arpegios. Allí comenzó mi segundo solfeo, que fue el solfeo espiritual. Me lo enseñaron los pájaros con sus gargantas extraordinarias, con sus trinos y cantos, que luego iba yo traduciendo y pasando al pentagrama y me daban la clave de todos los pasajes más bellos de mis composiciones. Me fui distinguiendo.

El piano era mi instrumento preferido. Allí componía. Mejor dicho, descomponía la música que escribía hasta alcanzar en ella mejores sonidos, ajustes y perfección. Unas gustaban, otras no. Por fin, dándole suelta a mi alma, en esos escapes que nos hace el alma cuando se eleva buscando perfección y armonías, empecé a estudiar el tercer solfeo en la música celestial que en aquellos éxtasis o escapes percibía. ¡Qué diferencia! Si dulces eran las notas de mi piano, más dulces eran las arpas que tocaban los ángeles y arcángeles. Si bella es la armonía de la Tierra, grandiosa y sublime es la armonía de los cielos. De allí me las traía y las reflejaba lo mejor posible en mis composiciones. Me decidí un día, pidiéndole permiso al Padre de mi alma y Padre de todos, para hacer una obra que la oyera el público y juzgara si yo tenía algo de sensibilidad en mis composiciones y merecía su aprobación o era un iluso, engreído y fanático. Se estrenó la obra y gustó. Pero tuve una gran precaución, queridos hermanos míos: Y es que cuando oí los primeros aplausos a mi humilde obra no me envanecí. En vez de considerarme una lumbrera humana, en vez de dejarme cegar por las vanidades de ese mundo, puse mi rodilla en tierra para dar gracias a Dios porque había hecho aquella obra en mí y yo había sabido interpretar Su santo y sublime deseo. Así continuó mi vida. Ya escribía con más facultades. Cuando volvía de mis escapes espirituales me entregaba completamente al papel, a escribir lo que mi alma traía: aquellas grandes obras que todavía se ejecutan, se cantan y se oyen en vuestro mundo. Aprendí armonía e instrumentación, que es lo más difícil de la composición. También aprendí que las interpretaciones musicales no se hacen, si no se sienten, y como prueba de ello os voy a contar una anécdota de las muchas de nuestra vida para que comprobéis que la música no es un arte que se toca o maneja mecánicamente; la música es un arte, sí, pero un arte Divino, un arte que baja de los cielos, que baja de las armas divinas que tocan los arcángeles, inundando las almas tan profundamente que al impregnarse de ellas se elevan, se ennoblecen, se santifican y finalmente se confunden con la grandeza de Dios, en tal forma que ya no se distingue más que luz, belleza, amor, bienestar y contento.

Un día fuimos invitados a dar un concierto en un local dedicado a conciertos musicales que se llama la «Escala de Milán». Yo tocaba el piano y el gran músico, compañero mío (que, por cierto, se halla aquí con nosotros), tocaba el violín. Después de los saludos de corrección yo me senté al piano y mi compañero cogió el violín. Dimos el concierto. Nos aplaudieron de tal forma que tuvimos que repetir muchos pasajes. El concierto era mío y la instrumentación de mi compañero. Cuando ya nos hallábamos saludando al auditorio para retirarnos nos dimos cuenta de que a mi compañero le habían cambiado su violín y en su lugar le habían puesto uno viejo y a mí un piano sin octavas y con teclas desvencijadas. Seguidamente pedimos perdón a los oyentes por aquella forma de presentarnos con dos instrumentos viejos. Más nos aplaudieron. Y entonces dijimos: «Muchas gracias, señoras y señores; muchas gracias. Esto nos ha demostrado que la música la hace el sentimiento y no los instrumentos que la tocan.» Siguió mi vida y siguieron mis triunfos... Y os voy a dejar porque estáis en un día de expansión, pero antes quiero daros las gracias con toda mi alma porque me nombráis y recordáis y ello hace vibrar mi alma al ver que se acuerdan de ella en lugares donde jamás estuve en mi trayectoria musical. Os recomiendo que queráis mucho a vuestro guía, que es muy grande de amor y de espíritu; que os quiere, que os guía y que os está amparando constantemente. También deseo que sepáis que aquí me tenéis siempre: llamarme. Yo continúo estudiando la maravillosa música del éter, donde no hacen falta instrumentos propiamente dicho, sino que el sentimiento hace vibrar las más grandiosas armonías y los más deliciosos arpegios y escalas cromáticas. Donde los ecos de los acordes de estas magníficas arpas se transmiten de infinito en infinito y llegan al realizador de todas las cosas que es DIOS. La música se siente, la música se percibe primero por el alma y después por el «ojo auditivo». La música sensibiliza las almas y las embelesa, facilitándoles la percepción sutilmente de estados más elevados, donde el amor, la belleza y la armonía reinan constantemente. Y vosotros que hacéis vibrar vuestra alma con las músicas divinas del sentimiento, que tenéis siempre en sí la bondad y el servicio a todos y al Sumo Hacedor, nuevamente os doy las gracias por vuestro recuerdo. Saber que cantaremos plegarias para bendeciros; que pediremos por vosotros para que vuestra vida termine feliz, próspera y llena de luz. Vuestra alma penetrará en los abismos del cielo buscando luz, como yo busco la música; vuestra alma seguirá trayectorias infinitas y esos caminos infinitos os darán la luz, la inteligencia y el progreso que necesitáis. Cantar sufriendo y rezar llorando, que es el elixir que las almas necesitan para hacerse grandes, puras y elevadas.

¡Padre nuestro que estás en los cielos... Bendícenos! Os habla Verdi.

Jaén 16 de mayo de 1971 médium parlante
Extraído del libro "Desde la otra vida"