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viernes, 21 de enero de 2011

Las dos tristezas

Emmanuel
Hay si,  la tristeza constructiva, aquella que nos impulsa hacia la Vida Superior, encaminándonos para el trabajo de la mejoría íntima, delante de la sed de ascensión espiritual.
Existe, sin embargo, la otra la tristeza destructora que viste de luto, por dentro del corazón, todos los días, esparciendo desánimo y pesimismo donde pasa.
Observa en ti mismo a fin de que inmunices contra semejante dolencia del alma.
Toda vez que comentamos nuestros problemas, exagerándoles de tamaño o dramatizando las dificultades que nos llegan  a la existencia; siempre que tomamos el tiempo ajeno a fin de recordar sufrimientos pasados que la Providencia Divina ya mandó a borrar, en nuestro beneficio, con la esponja del tiempo; en todas las situaciones en las cuales nos ponemos a exaltar los propios preconceptos, desconsiderando la posición y la experiencia de los semejantes; y, en la generalidad de los casos en que nos pusiéramos a lamentar disidencias y desacuerdos , contiendas y tristezas, estamos apartando de nosotros los mejores amigos, a través de la amargura y del resentimiento que destilamos con nuestras palabras.  Naturalmente, cautelosos, esos compañeros prefieren distanciarse a la participación indebida de nuestras adversiones y frustaciones, antagonismos y quejas, aunque, siempre que generosos y leales, estén claramente dispuestos a apoyarnos en la restauración de nuestra armonía....
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Comprendamos que nadie estima la permanencia en un espinar y no escoge vinagre para brindar los lazos dilectos, y sepamos fortalecer la bondad y la paz, entusiasmo y optimismo a los que se aproximen a nosotros, por cuanto no hay quien no necesite de alguien para ejecutar los deberes que la vida le determine.
Para eso, nosotros que sabemos rogar a Dios protección y bendición, aprendamos igualmente a pedir a la Divina Providencia que nos conceda el necesario coraje para silenciar desilusiones y lágrimas, de manera a dar paz y alegría, seguridad y consuelo a los demás, tanto como esperamos esos beneficios de los demás en auxilio de nosotros.
Emmanuel.     
Francisco Cândido Xavier.
Comentario. Hermanos y amigos, el amor del Padre nos abraza siempre, adelante buscando luz paz y armonía, antes de la victoria esta la lucha, Cristo el ejemplo a seguir.
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Luz progreso y amor.
marco antuan.

Evangelio y obsesión



A quien diga que el Espiritismo crea obsesión en la actualidad del mundo, respondamos con los propios Evangelios.

En los versículos 33 al 35, del capítulo 4, en el Evangelio de. Lucas, señalamos al hombre que se hallaba en la sinagoga, poseído de un Espíritu inmundo, que se puso a gritar a Jesús, tan pronto notó su presencia: ¿"qué tenemos que ver contigo Jesús Nazareno"? Y el Maestro, después de reprenderlo, consiguió retirarlo, restaurando el equilibrio del compañero que sufría el asedio.

Ahí tenemos la obsesión directa.

En los versículos 2 al 13, del capítulo 5, en el Evangelio de Marcos, encontramos el auxilio seguro prestado por el Cristo al pobre gadareno, tan íntimamente manipulado por entidades crueles, y que más se asemejaba a un animal feroz, refugiado en los sepulcros.

Ahí tenemos la obsesión, seguida de posesión y vampirismo.

En los versículos 32 y 33, del capítulo 9, en el Evangelio de Mateo, leemos la noticia de que el pueblo trajo al Divino Benefactor a un hombre mudo, de un Espíritu en profunda perturbación y, apartado el huésped extraño por la bondad del Señor, el enfermo recuperó inmediatamente la voz.

Ahí tenemos la obsesión compleja, alcanzando alma y cuerpo.

En el versículo 2, del capítulo 1.3, e3n el Evangelio de Juan, anotamos la palabra positiva del apóstol, aseverando que un Espíritu perverso había colocado en el sentimiento de Judas la idea de negación del apostolado.

Ahí tenemos obsesión indirecta, en que la víctima padece influencia envilecida, sin perder la propia responsabilidad.

En los versículos 5 al 7, del capítulo 8, en los Actos de los Apóstoles, nos informamos de que Felipe, transmitiendo el mensaje del Cristo, entre los samaritanos, consiguió que muchos cojos y paralíticos se curasen, de pronto, con la simple retirada de los Espíritus inferiores que los molestaban.

Ahí tenemos la obsesión colectiva, generando molestias fantasmas.

Y, de principio a fin, vemos que el Nuevo Testamento trata del problema de la obsesión con el mismo interés humanitario de la Doctrina Espírita.

No nos detengamos delante de los críticos contumaces.

Entendamos el servicio de socorro a los procesos obsesivos de cualquier procedencia, porque los principios de Allan Kardec reviven las enseñanzas de Jesús, en la antigua batalla de la luz contra la sombra y del bien contra el mal.


Con mucho amor y cariño de Merchita