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viernes, 21 de enero de 2011

Evangelio y obsesión



A quien diga que el Espiritismo crea obsesión en la actualidad del mundo, respondamos con los propios Evangelios.

En los versículos 33 al 35, del capítulo 4, en el Evangelio de. Lucas, señalamos al hombre que se hallaba en la sinagoga, poseído de un Espíritu inmundo, que se puso a gritar a Jesús, tan pronto notó su presencia: ¿"qué tenemos que ver contigo Jesús Nazareno"? Y el Maestro, después de reprenderlo, consiguió retirarlo, restaurando el equilibrio del compañero que sufría el asedio.

Ahí tenemos la obsesión directa.

En los versículos 2 al 13, del capítulo 5, en el Evangelio de Marcos, encontramos el auxilio seguro prestado por el Cristo al pobre gadareno, tan íntimamente manipulado por entidades crueles, y que más se asemejaba a un animal feroz, refugiado en los sepulcros.

Ahí tenemos la obsesión, seguida de posesión y vampirismo.

En los versículos 32 y 33, del capítulo 9, en el Evangelio de Mateo, leemos la noticia de que el pueblo trajo al Divino Benefactor a un hombre mudo, de un Espíritu en profunda perturbación y, apartado el huésped extraño por la bondad del Señor, el enfermo recuperó inmediatamente la voz.

Ahí tenemos la obsesión compleja, alcanzando alma y cuerpo.

En el versículo 2, del capítulo 1.3, e3n el Evangelio de Juan, anotamos la palabra positiva del apóstol, aseverando que un Espíritu perverso había colocado en el sentimiento de Judas la idea de negación del apostolado.

Ahí tenemos obsesión indirecta, en que la víctima padece influencia envilecida, sin perder la propia responsabilidad.

En los versículos 5 al 7, del capítulo 8, en los Actos de los Apóstoles, nos informamos de que Felipe, transmitiendo el mensaje del Cristo, entre los samaritanos, consiguió que muchos cojos y paralíticos se curasen, de pronto, con la simple retirada de los Espíritus inferiores que los molestaban.

Ahí tenemos la obsesión colectiva, generando molestias fantasmas.

Y, de principio a fin, vemos que el Nuevo Testamento trata del problema de la obsesión con el mismo interés humanitario de la Doctrina Espírita.

No nos detengamos delante de los críticos contumaces.

Entendamos el servicio de socorro a los procesos obsesivos de cualquier procedencia, porque los principios de Allan Kardec reviven las enseñanzas de Jesús, en la antigua batalla de la luz contra la sombra y del bien contra el mal.


Con mucho amor y cariño de Merchita

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