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lunes, 3 de marzo de 2014

Reflexiones sobre Catolicismo e idolatría en el Espiritismo.


Antonio Cassio
Nuestro querido amigo y compañero  en el Espíritismo, Antonio Cassio López, brasileiro, nos relató hace algún tiempo atrás :
" Un brasileño muy querido en nuestro país, el ex Arzobispo de Olinda, Don Helder Cámara, cristiano con pasajes maravillosos en Brasil, incentivador de las comunidades eclesiásticas de base, la famosa iglesia de los pobres, combatida dentro de la propia iglesia católica por sus miembros mas conservadores, cuando ya estaba en el otro lado de la Vida, escribió un libro, psicografado por el medium Carlos Pereira de Recife, Pernambuco, Brasil, y nos deja una cosa muy clara: - Morir no significa que el individuo deja de ser católico.
Aun actuando con el auxilio del médium, nuestro hermano obispo no se adentra en el tema y hace un relato de sus actividades en la espiritualidad, que se desenvuelve  en los hospitales y obras sociales de los que ya tanto  le gustaban en vida. Pero continúa siendo  católico.
Muchos de nuestros hermanos en la espiritualidad no entran en el tema de la reencarnación. Además del hecho de que es mucho más doloroso el proceso de reencarnar, y por lo tanto a nadie le gusta hablar de procesos dolorosos, como es el caso de algunos hermanos que huyen de hablar sobre la muerte, como si esto fuera con los otros y nunca fuera a pasar con él, pero es lo único que con seguridad nos pasará a todos nosotros.
Por supuesto que venimos condicionados por siglos de vivencias eclesiásticas y no es raro  saber que muchos de nosotros que estamos aquí hoy, ya militamos en la Iglesia Católica en otras vidas y algunos en esta, antes de conocer el espiritismo.
La iglesia católica tiene su historia y estudiarla es la única forma de entender algunos condicionamientos y presuntos actos de fe que están grabados en nuestras mentes y que muchas veces impregnan el ambiente espirita.
En la iglesia formada y idealizada por Constantino en 325 DC con el apoyo de un grupo de obispos afines en el concilio de Nicéa, convenía en aquel momento que la idolatría continuase para mantener la costumbre ancestral del culto de los templos paganos. Además, adecuando la doctrina cristiana a los “imperativos” del estado y por lo tanto, creando una jerarquía eclesiástica y totalmente sometida al obispo de Roma, sede del imperio romano.
No cabe aquí hacer crítica contra la religión católica, pero sí ofrecer una pequeña referencia histórica en la divulgación del mensaje revolucionario de Jesús, con la doctrina de la igualdad y de la fraternidad, que fue adulterada por la codicia de los hombres, ávidos del poder temporal.
Para que se tenga una idea, el dogma de la maternidad de María, claramente pagano, es de 431 DC y la oración del Ave-María fue proclamada en 1508, sin la parte de la última mitad, la cual fue acrecentada 50 años después, en el final del siglo XVI. El culto a María en esta época era una busca por parte del poder papal de presentar como natural y divina la posición subalterna y sumisa de la mujer, herencia de las creencias judaicas introducidas en el discurso cristiano por los apóstoles, en especial por Paulo de Tarso, con expresión declaradamente machista.
 Es innegable la beatitud del espiritu de María, pues para recibir a Jesús, no serviría otro espíritu que no estuviera preparado para el contacto con un Espíritu de tan alta magnitud.
El problema no es reconocer la luz inmensa de María o de Jesús pero de sí lo es el perpetuar en nuestro medio esta practica idólatra que tanto nos entorpece el movimiento.
Esta idolatría establece una relación de dependencia entre el fiel y su ídolatrado, y esta dependencia supone una prisión evolutiva, porque el fiel quiere siempre ser justificado  por su ídolo.
En nuestro Centro, una vez, un amigo espiritual nos alertó de forma muy cariñosa que mientras estamos con las manos levantadas al cielo en busca de ayuda, no vemos que en nuestras espaldas a su vez hay otros que extienden las manos suplicando nuestro auxilio.
Pero, como un pajarito en el nido, que está siempre con la boca abierta para recibir alimento, nuestro alimento tiene otras formas además de la propia fe, tales como las cuestiones de salud, la solución para los problemas generales, el deseo de los bienes materiales o mismos afectivos, hasta incluso la victoria del equipo de fútbol preferido.
Pero no es así.
Dios nos ofrece las condiciones para que logremos nuestras metas y todo se materializa por nuestro esfuerzo y perseverancia.
El trabajo de iluminación es nuestro y no debemos ver en Jesús o María como si fuesen niñeras de hijos desagradecidos y egoístas, que es como muchas veces nos comportamos. Este es un planeta de pruebas y expiaciones y este comportamiento era de esperarse  de seres tan primitivos. Eso demuestra nuestra poca edad espiritual, todavía cautivos de la materia y esclavos de las sensaciones que ella nos proporciona.
Este proceso de idolatría es una herencia de nuestra vivencia católica.
Todo cambió con la llegada del Espiritismo, pero olvidamos que el esfuerzo tiene que ser nuestro.
No estamos en la doctrina espirita para cambiar la hostia de la Misa por el pase magnético, o el sermón del cura por la charla en el centro.
A cada cual según sus obras.
Si no fuese así, seríamos nuevos hipócritas.
Ni Jesús, ni María necesitan adoradores…necesitan servidores.
Estas reflexiones que comparto con vosotros no tienen intención de disminuir la figura de María e Jesús, pero sí el traer a la realidad la imagen de Jesús que se nos presenta en el libro de los espíritus, cuando se refiere a Jesús como el mayor modelo de perfección que podemos tener en la Tierra y nos invita a seguir sus pasos.
Cuando el supremo Maestro estuvo en nuestro mundo, enseñando, envío a sus discípulos para el mundo, a fin de que vivenciasen lo que Él enseño. Nos sigue junto con ellos todo el tiempo, indicando y orientándonos sobre todo.
El Génesis, en el item 57 del cap. I, dice claramente; 
"Las manifestaciones son hechos, el hombre los estudia y busca la ley por la que se cumplen. Los espíritus de todas las categorías lo asisten en ese trabajo,actuando como colaboradores y no como reveladores, según el sentido usual del término. Somete
 sus pareceres al control de la lógica y el buen sentido, y de esta manera aprovecha los conocimientos especiales que poseen los espíritus, en razón de su posición, pero sin abdicar de su propio razonamiento. "
   Alabemos a María, alabemos a Jesús, en la figura de nuestro hermano carente, ya sea su carencia de pan, de comprensión, de amor, pero nunca nos paralicemos en la adoración estática de quien ve en nuestros superiores meros servidores de nuestras debilidades y miedos. 
   Comparto con vosotros estas reflexiones para que sirvan de alimento a nuestra auto crítica, tan necesaria para quien busca como nosotros evolucionar como espiritas verdaderos, en actos, pensamientos y palabras.
Fraternalmente
Cassio
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Manuel S.Porteiro
EL ESPIRITISMO ES CIENCIA

El ilustre Allan Kardec escribió en una de sus obras fundamentales esta sentencia: “El verdadero carácter del Espiritismo es el de una ciencia y no el de una religión”.
El tiempo, que todo lo resuelve, viene a demostrar que el Espiritismo sólo puede existir lógicamente como verdad positiva, a base de ciencia cuyo valor fundamental estriba en la realidad de los hechos, en la observación y estudio experimental de los mismos.
Este concepto científico del Espiritismo lo expresa el filósofo espiritista en otro pasaje:
“Desde el punto de vista filosófico responde a las aspiraciones del hombre respecto al porvenir; pero, como apoya la teoría de éste en bases positivas y racionales, se amolda al espíritu positivista del siglo”.
A la muerte de Kardec, el eximio Flammarion pronunció el célebre discurso de despedida al maestro, que hizo honor a la causa espiritista, augurando para el Espiritismo el título de ciencia positiva y tratando de encauzar a sus adeptos en el estudio experimental de sus fenómenos. Dijo en aquella fecha memorable:
Camilo Flammarión
“Este método experimental al que debemos la gloria del progreso moderno y las maravillas de la electricidad y del vapor; este método debe apoderarse de los fenómenos de orden aún misterioso a que asistimos, disecarlos, medirlos y definirlos...”
 “Porque el Espiritismo no es una religión, sino una ciencia de la que apenas conocemos el abecedario. El tiempo de los dogmas ha concluido”.

Gabriel Delanne, uno de los pioneros más
valientes y destacados del
Espiritismo en Francia, escribe a este respecto:
“El Espiritismo no es una religión: no tiene dogmas, ni misterios ni ritual. Es una ciencia de experimentación, de la que se desprenden consecuencias morales y filosóficas de inmensa importancia”.
A esta concepción amplia y desprejuiciada del Espiritismo, podemos agregar la del eminente naturalista Russel Wallace, espiritista de no dudosa procedencia:
“El Espiritismo es una ciencia experimental y suministra la única base segura para una filosofía verdadera y una religión pura.
Suprime los nombres sobrenatural y milagro...”
“Una ciencia de la naturaleza humana, fundada en los hechos observados;
Alfred Rusell Wallas
que sólo apela a los hechos y experimentos; que no toma creencias sin pruebas; que insiste en la investigación y en la conciencia de si misma como los primeros deberes de los seres inteligentes; que enseña que la felicidad en una vida futura puede ser asegurada cultivando y desarrollando hasta donde es posible más altas facultades de nuestra naturaleza intelectual y moral y no de ningún otro modo; es y tiene que ser el enemigo natural de toda superstición”.

Por su parte dice el Dr. Gustavo Geley:
“Para los verdaderos creyentes en la doctrina espiritista, esta es una ciencia positiva, basada sobre el estudio experimental de los fenómenos psíquicos y las
Geley
enseñanzas de los espíritus elevados”.

A estas autorizadas opiniones podríamos agregar la de todos los verdaderos espiritistas y demostrar que sus convicciones se formaron en el terreno de los hechos, por el estudio, la observación y la experiencia de los mismos y no por creencias religiosas anticipadas, por la fe ciega o por la predisposición mística desarrollada por la necesidad de ampliar los horizontes de esta vida, por esa ansiedad imperiosa que, según los materialistas, sienten las almas cándidas, los espíritus débiles, atormentados por el deseo de penetrar las sombras del misterio y de hallar lo que no alcanza a descubrir la ciencia... a la cual suelen mirar con desdén...
No son los verdaderos espiritistas los que creen en la bancarrota de la ciencia frente a los problemas del alma; por el contrario, es la ciencia para éstos el fundamento de sus creencias, sin los hechos positivos, experimentales, el Espiritismo carece de base, y su filosofía sería uno de tantos sistemas metafísicos, una de tantas religiones, agregados al acervo común de la historia.
El Espiritismo no tiene por punto de partida la fe, sino sus fenómenos y el estudio racional de los mismos: es sobre la base fundamental del fenomenismo psicológico supranormal que descansa su filosofía, su ética y su sociología, y es sobre esa misma base que afianzamos nuestras creencias los verdaderos espiritistas.
Las conclusiones filosóficas que sustentamos emanan de los mismos hechos y no de creencias o de razonamientos a priori: ni siquiera tienen la desventaja -si tal pudiera llamarse a la especulación filosófica subjetiva- de atribuirse a inducciones o deducciones personales, ya que la doctrina espiritista surge espontánea de la naturaleza misma de los hechos, de las manifestaciones inteligentes que de ellos se desprenden.
Es cierto que muchos de los principios o postulados de nuestra doctrina se encuentran diseminados entre las religiones y sistemas filosóficos, pero éstos, las primeras, se fundan en la fe ciega, en el dogma infalible y en absurdas, cuando no mentidas, revelaciones, y los segundos, en deducciones o hipótesis más o menos lógicas, pero siempre discutibles por carecer de fundamento científico que pruebe experimentalmente la veracidad de los principios sustentados.
De todo esto se infiere que si el Espiritismo se impone a la consideración humana por sobre todas las creencias religiosas e ideológicas, es por sus hechos observables y experimentables, y no por un sentimiento místico o por las halagüeñas perspectivas que de él se desprenden para el porvenir del espíritu: deja de ser religión, en el sentido místico y ritual del concepto, pero no puede dejar de ser ciencia sin dejar de existir como verdad demostrable y perder su interés y valor positivos; pues, si le faltan los hechos, los principios ciertos en que se apoya y el conocimiento, aunque relativo, de las leyes que los rigen, ya pasa a la categoría de misticismo, sin que su caudal filosófico y moral pese un gramo más en la balanza del progreso humano.
No tienen, pues, razón aquellos espiritistas que, imbuidos de religiosidad, creyentes por ingenuidad o por simples razonamientos filosóficos, se bastan a su fe y miran con ojeriza a los hombres de ciencia y a sus mismos compañeros que bregan por encauzar el Espiritismo en la corriente científica señalada por los sabios espiritistas que hacen honor a nuestro credo, y, mucho menos, los que hacen de éste una religión como cualquier otra y creen que la Ciencia -por hallarse aún en los balbuceos de esta nueva y fecunda rama de la psicología experimental y no haber llegado aún, en algunos casos, a las mismas conclusiones espiritistas, por buscar la correlación entre los fenómenos fisiológicos y psíquicos o explicar por las mismas leyes anímicas todos los fenómenos supranormales sin hacerse cargo de las manifestaciones de espíritus desencarnados- conduce al materialismo.
No hay que olvidar que así como mucha ciencia conduce a Dios y poca nos aleja de él, lo mismo sucede con la creencia en la existencia del mundo espiritual: un conocimiento incompleto del fenomenismo espírita y de sus manifestaciones no convence a nadie, pero el estudio continuo con métodos adecuados lleva al convencimiento: la mayor parte de los sabios o simples estudiosos que han abrazado el Espiritismo, primero lo negaron; después, con poca ciencia, afirmaron los hechos pero negaron la teoría, y luego, al correr de los tiempos, con más ciencia y experiencia, aceptaron esta última.
La ciencia, la verdadera ciencia, no conduce al materialismo sino cuando es incipiente y carece de la madurez necesaria para llegar a las conclusiones espiritistas.
En muchos casos los que penetran en el santuario de esta profunda ciencia del alma por las puertas de la fe, suelen salir por las del escepticismo o la incredulidad; mientras que otros que entran incrédulos y materialistas salen llenos de fe y de esperanza, después de estudiar los hechos con todo rigor científico y de exigir de ellos toda la luz que anhelaban sus espíritus ávidos de ciencia y de
Willian Crookes
verdad. Ejemplos de esto entre otros mil, William Crookes, Russel Wallace y Lombroso.
Al hablar de ciencia no nos referimos a esa ciencia incompetente, infructuosa, llena de orgullo y de suficiencia que niega la existencia, y aun la posibilidad, de las manifestaciones del mundo espiritual; que no tiene más de positiva que lo que alcanza en la materialidad de las cosas; que, en materia de fenomenismo espírita o de metapsiquismo, en vez de adaptarse a la naturaleza y a las modalidades de los hechos, les impone condiciones y métodos arbitrarios, y, como en semejantes condiciones no halla lo que, por prejuicio de escuela, sus representantes tienen interés en no encontrar -el espíritu como sustancia independiente del organismo- lo niegan: porque su caudal seudocientífico está formado base de negaciones.
Lombroso
A estos “científicos”, que forman una “ciencia” de relumbrón, sí, no titubeamos en declararlos en bancarrota. Hablamos aquí de la verdadera ciencia, de esa diosa augusta que no afirma ni niega nada a priori; que no teme la investigación de ningún hecho, por absurdo e inverosímil que parezca, ni a las condiciones y métodos que su naturaleza impone; que, animado de un profundo amor a la verdad, no se alimenta de prejuicios, sino de la luz espiritual que irradia la renovación constante de la vida.
El Espiritismo es una ciencia integral y progresiva: abarca todos los conocimientos humanos. No es una religión, aunque cultiva y espiritualiza los sentimientos religiosos. “La religión se va, la ciencia viene”, ha dicho alguien.
Y no estará demás recordar a los neófitos y profanos que nuestro lema es: Hacia Dios por el amor y la ciencia.

Manuel S. Porteiro
(Transcrito de “Espiritismo: Doctrina de Vanguardia”)
 Tomado de la revista “Constancia”   

 Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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Cada día es un nuevo principio ...

 Cada amanecer es como un nuevo principio, de todas las cosas, y pudiera decirse que empezamos a vivir, pues tenemos enteramente en nuestras manos la vida de aquel día. Y cuando la mañana llega con su renovadora resurrección de la naturaleza, debiéramos dejar para siempre atrás todos los ayeres. Nos basta saber cómo la vida de ayer ha determinado en nosotros la de hoy. Y cuando otra vez vuelva el mañana con su renovadora resurrección de la naturaleza, todas la mañanas deberían ser mañanas por las cuales no nos preocupáramos, pues nos basta saber que nuestra vida de hoy determinará la de mañana. 

"Cada día es un nuevo comienzo. Cada mañana aparece el mundo como creado de nuevo. ¡OH! tú gimes bajo el peso de tus culpas y tristezas, ahí tienes una esperanza para tí; una esperanza para mí y para ti"."Pasadas están las cosas pasadas, las acabadas labores y las lágrimas vertidas. Deja que el ayer cubra los errores del ayer, porque las heridas de ayer, su escozor y hemorragia, sanaron con la medicina que vertieron. Dejémoslos, ya que no podemos borrarlas ni desvanecerlos. ¡Dios en su gran misericordia los perdonará! Sólo es nuestro el nuevo día. El hoy es nuestro; sólo el hoy. Allí están los cielos de esplendor bruñidos; allí está la muerta tierra renacida; los cansados miembros revuélvanse ligeros de cara al sol y participan con la mañana del bautismo de rocío y de la frescura del alba. Cada día es un renovado comienzo. Escucha ¡OH! alma mía, los alegres cantos y desecha pasadas tristezas, viejos pecados, angustiosos presagios y posibles penas. Toma aliento con el día y recomienza tu tarea". 
Y recomiénzala a las primeras hora del nuevo día, con todas sus glorias y riquezas, con sus sublimes y eternamente determinantes posibilidades y hazlo así a cada hora siguiente, en cuanto llegue, pero no antes de que llegue. Este es el secreto de la formación del carácter. Por este sencillo método podrá llegar quien quiera a la más alta vida que cabe concebir, pues nada hay que por él no pueda realizarse, como quiera, doquiera y cuando quiera. 

Todos podemos alcanzar esta vida, porque en las posibilidades de todos está el alcanzarla y nadie hay que, al menos durante una hora, no pueda elevarse a tan alta vida si ardientemente lo anhela. Pero aun si con ahínco se esfuerza en elevarse a la vida superior, actuará en él la ley según la cual cada cosa engendra su semejante y lo capacita para irse acercando de hora en hora a ellas hasta que sin ulterior esfuerzo llegue a ser su natural y ordinaria vida. 

De este modo se llega al amor y alianza con lo supremo y óptimo del universo; y por consiguiente, lo supremo y óptimo del universo llega a estar también en alianza y amor con quien tan alta cumbre alcanza.

Rodolfo Waldo Trine.                                      
Extraído del Libro: "En armonía con el Infinito".
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