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sábado, 1 de marzo de 2014

El loco


EL LOCO
Exceptuados los casos puramente orgánicos, el loco es alguien que procuró forzar la liberación del aprendizaje terrestre, por indisciplina o ignorancia.  Esto da paso a un género de suicidio hábilmente disimulado, el de auto eliminación de la armonía mental, por la inconformidad del alma en los cuadros de la lucha que la existencia humana presenta. Ante el dolor, del obstáculo o de la muerte,  millares de personas capitulan, entregándose, sin resistencia, a la perturbación destructora, que les abre, por fin, las puertas del túmulo.
 Al principio, son simples descontentos  y desesperados, que pasan desapercibidos aun de aquellos que los acompañan de cerca. Poco a poco, se transforman en enfermos mentales  de variadas graduaciones, de cura casi imposible, portadores  como son de problemas muy complejos  e ingratos.  Imperceptibles frutos de  desobediencia comienzan  por arruinar el patrimonio fisiológico que le fue confiado  en la Corteza de la Tierra, y acaban  infortunados o como en un pozo. Afligidos, medio muertos,  ellos son hombres y mujeres  que desde los círculos terrenos  padecen, por haberse rebelado ante los designios divinos, omitiéndolos  en la escuela benéfica de la lucha  purificadora, por los caprichos insensatos.
 Para que se efectué la jornada iluminativa del espíritu es indispensable dislocar la mente, revolver las ideas, renovar las concepciones y modificar, invariablemente, la forma de ser interiormente, para el bien mayor.
 El noventa de cada cien casos  de locura,  exceptuados aquellos que se originan de la incursión microbiana sobre la materia cenicienta, comienza en las consecuencias de las faltas graves que practicamos con la impaciencia o con la tristeza, por intermedio de actitudes mentales que imprimen deplorables reflejos al camino de aquellos  que los escogen  y alimentan. Instalados esas fuerzas desequilibrantes  en el campo íntimo, se inicia la desintegración  de la armonía mental;  esta a veces perdura no solo en una existencia, sino en varias de ellas, hasta que el interesado se disponga, con fidelidad,  a valerse de las bendiciones divinas que lo acompañan, para restablecer  la tranquilidad y la capacidad, en bendito servicio  evolutivo. Por la rebeldía  el alma responsable puede encaminarse  a muchos crímenes, a cuyos resultados nefastos se cautiva indefinidamente; y por el desánimo, es propensa  a caer en los despeñaderos  de la inercia, con fatal atraso en las edificaciones  que le cabe providenciar.
 La muerte física no modifica de súbito las inteligencias vueltas al mal,  ni el duelo de la luz  con las sombras se restringe a los estrechos círculos carnales.
 El tiempo, acaba siempre por denunciar nuestra verdadera posición. Millones de hermanos  permanecen, siglos, y más siglos en la fase infantil del entendimiento, por no animarse al esfuerzo de su propia mejoría. Mientras reciben  la transitoria cooperación de salud física relativa, de las convenciones terrenas, de las posibilidades financieras y de las variadas impresiones pasajeras que la existencia en la tierra ofrece a los que pasan por la carne, se sustentan con los títulos  de ciudadanos que la sociedad les confiere; pero tan pronto como son visitados por el morbo, por la escasez de los recursos o por la decrepitud, revelan la infancia espiritual en la que yacen.
 El loco en general, considerándose  no solo el presente, sino también el pasado lejano, es alguien que aborreció las bendiciones  de la experiencia humana, prefiriendo segregarse en los caprichos mentales  y la entidad espiritual atormentada después de la muerte  es siempre alguien que deliberadamente huyó a las realidades de la Vida y del Universo, creando regiones purgatoriales para sí mismo.
 Trabajo realizado por Merchita Extraído del libro: “En un Mundo Mayor” de Francisco candido Xavier
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 DE LA ORACIÓN PARA LOS MUERTOS Y  PARA LOS ESPÍRITUS QUE SUFREN

 La oración es reclamada por los Espíritus que sufren, les es útil, porque viendo que piensan en ellos, se sienten menos abandonados y son menos infelices. Pero la oración tiene sobre ellos una acción más directa; les levanta el ánimo, les excita el deseo de elevarse por el arrepentimiento y la reparación, y puede desviarles del pensamiento del mal; en este sentido es como pueden aliviarse y aun abreviarse sus sufrimientos. (Véase El Cielo y el Infierno, Segunda parte: Ejemplos).
19. Ciertas personas no admiten la oración por los muertos, porque en su creencia sólo hay para el alma dos alternativas: ser salvada o condenada a las penas eternas, y en uno y en otro caso la oración sería inútil. Sin discutir el valor de esta creencia, admitamos por un instante la realidad de las penas eternas e irremisibles, y que nuestras oraciones sean
impotentes para ponerles un término. Nosotros preguntamos si, en esta hipótesis, es lógico, caritativo y cristiano desechar la oración por los condenados.
Estas oraciones, por impotentes que sean para salvarles, ¿no son para ellos una señal de piedad que puede aliviar su sufrimiento? en la Tierra, cuando un hombre está condenado para siempre, aun cuando no tenga ninguna esperanza de obtener gracia, ¿se prohíbe a una persona caritativa que vaya a sostener sus cadenas para aligerarle el peso? Cuando alguno es atacado por un mal incurable, porque no ofrece ninguna esperanza de curación, ¿ha de abandonársele sin ningún consuelo? Pensad que entre los condenados puede encontrarse una persona querida, un amigo, tal vez un padre, una madre o un hijo, y porque, según vosotros, no podría esperar gracia, ¿rehusaríais darle un vaso de agua para calmar su sed, un bálsamo para curar sus heridas? ¿No haréis por él lo que haríais por un prisionero? ¿Rehusaríais darle un testimonio de amor, un consuelo? No; esto no sería cristiano. Una creencia que reseca el corazón no puede aliarse con la de un Dios que coloca en primer lugar entre los deberes el amor al prójimo.
La no eternidad de las penas no implica la negación de una penalidad temporal, porque Dios,en su justicia, no puede confundir el bien con el mal; así, pues, negar en este caso la eficacia de la oración,sería negar la eficacia del consuelo, de la reanimación y de los buenos consejos; sería negar la fuerza que logramos de la asistencia moral de los que nos quieren bien.
20. Otros se fundan en una razón más engañosa, en la inmutabilidad de los decretos divinos y dicen:
Dios no puede cambiar sus decisiones por la demanda  de sus criaturas, pues sin esto nada sería estable en el mundo. El hombre, pues, nada tiene que pedir a Dios; sólo tiene que someterse y adorarle.
En esta idea hay una falsa aplicación de la inmutabilidad de la ley divina, o más bien, ignorancia de la ley en lo que concierne a la penalidad futura. Esta ley la han revelado los  Espíritus del Señor, hoy que el hombre está en disposición de comprender lo que, en la fe, está conforme o es contrario a los atributos divinos.
Según el dogma de la eternidad absoluta de las penas, no se le toman en cuenta al culpable ni su remordimiento, ni su arrepentimiento; para él todo deseo de mejorarse es superfluo, puesto que está condenado al mal perpetuamente. Si está condenado por un tiempo determinado, la pena cesará cuando el tiempo haya expirado; pero, ¿quién asegura que, entonces, él habrá cambiado para mejores sentimientos? ¿Quién dice que, a ejemplo de muchos de los condenados de la Tierra, a su salida de la cárcel no será tan malo como antes? En el primer caso, sería mantener en el dolor del castigo a un hombre que se volviera bueno; en el segundo,agraciar al que continuase culpable. La ley de Dios es más previsora que esto; siempre justa, equitativa y misericordiosa, no fija duración a la pena,cualquiera que sea; se resume así:
21. “El hombre sufre siempre la consecuencia de sus faltas; no hay una sola infracción a la ley de Dios que no tenga su castigo.
La severidad del castigo es proporcionada a la gravedad de la falta.
La duración del castigo por cualquier falta que sea, es indeterminada y está subordinada al
arrepentimiento del culpable y su retorno al bien; la pena dura tanto como la obstinación en el mal; sería perpetua si la obstinación fuera perpetua; es de corta duración si el arrepentimiento es pronto.
Desde que el culpable clama por misericordia,Dios lo oye y le envía la esperanza. Pero el simple remordimiento de haber hecho mal no basta; pues falta la reparación; por esto el culpable está sometido a nuevas pruebas, en las cuales puede, siempre por su voluntad, hacer el bien y reparar el mal que ha hecho.
Así, el hombre, es constantemente el árbitro de su propia suerte; pudiendo abreviar su suplicio o prolongarlo indefinidamente. Su felicidad o su desgracia dependen de su voluntad de hacer el bien.”
Tal es la ley; ley inmutable y conforme a la bondad y a la justicia de Dios.
El Espíritu culpable e infeliz puede, de este modo, salvarse a sí mismo; la ley de Dios le dice con qué condición puede hacerlo. Con frecuencia, lo que le falta es voluntad, fuerza y valor; si con nuestras oraciones  lo inspiramos, si lo sostenemos y lo animamos, y con nuestros consejos le damos las luces que le faltan, en lugar de solicitar a Dios que derogue su ley, venimos a ser los instrumentos para la ejecución de su ley de amor y de caridad, de la cual participamos nosotros mismos, dando una prueba de caridad. (Véase El Cielo y el Infierno, Primera parte, Cap. IV, VII y VIII).
COLECCIÓN DE ORACIONES ESPÍRITAS 
ALLAN KARDEC.
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  REFLEXIÓN POÉTICA

SUEÑEN AUNQUE EL SUEÑO PAREZCA IMPOSIBLE.
LUCHEN AUNQUE EL ENEMIGO PAREZCA INALCANZABLE.
SOPORTEN EL DOLOR AUNQUE ESTE PAREZCA INSOPORTABLE.
CORRAN POR DONDE EL BRAVO NO OSA IR.
TRANSFORMEN EL MAL EN BIEN AUNQUE SEA NECESARIO CAMINAR MIL MILLAS.
 AMEN LO PURO E INOCENTE AUNQUE SEA INEXISTENTE. 

RESISTAN AÚN CUANDO EL CUERPO NO RESISTA MÁS.
Y AL FINAL, ALCANZARÁN AQUELLA ESTRELLA,AUNQUE ÉSTA PAREZCA INALCANZABLE.
DAISAKU IKEDA
( Aportación de Viviana Gianitelli)