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sábado, 20 de septiembre de 2014

La lucha contra el mal

Humberto de Campos
LA LUCHA CONTRA EL MAL

De todos los acontecimientos de la tarea apostólica, los encuentros del Maestro con los endemoniados eran los hechos que más impresionaban a los discípulos.
La palabra “diablo” era entonces comprendida en su justa acepción. Según el sentido exacto de la expresión, se trataba del adversario del bien, de modo que ese término simbolizaba los malos sentimientos que dificultaban el acceso de las almas a la aceptación de la Buena Nueva, como también a los hombres de vida perversa, que contrariaban los propósitos de la existencia pura que debía caracterizar las actividades de los adeptos del Evangelio.
Entre los compañeros del Mesías, Tadeo era el que más se dejaba impresionar por aquellas escenas dolorosas. Estimulaban excesivamente su curiosidad masculina los gritos desesperados de los espíritus malignos al alejarse de sus víctimas a causa de la amorosa determinación del Maestro Divino. Cuando los pobres obsesos dejaban escapar un suspiro de alivio, Tadeo volvía los ojos hacia Jesús, maravillado de sus logros.

Cierto día en que el Señor se había retirado, en compañía de Tiago y Juan, hacia las cercanías de Cesárea de Filipo, le trajeron una pobre demente para que él, Tadeo, anulase la acción de los Espíritus perturbadores que la subyugaban. Entre tanto, a pesar de todos sus esfuerzos de buena voluntad, Tadeo no consiguió modificar la situación. Sólo al día siguiente, al anochecer, con la presencia consoladora del Mesías, la desdichada desequilibrada pudo recuperar la conciencia de sí misma.
Mientras observaba el hecho, Tadeo se sumió en serios y profundos pensamientos.
¿Por qué razón el Maestro no les trasmitía automáticamente el poder de expulsar los demonios malignos, para que pudiesen dominar a los adversarios de la causa divina? Si a Jesús le resultaba tan fácil la cura integral de los endemoniados, ¿por qué motivo no provocaba la aproximación generalizada de los enemigos de la luz, a fin de que por su autoridad quedaran definitivamente convertidos al reino de Dios? Con el cerebro torturado por graves reflexiones y ansioso de que posibilidades maravillosas hiciesen cesar los combates entre las enseñanzas del Evangelio y sus enemigos, el inquieto discípulo intentó entrevistarse a solas con el Señor, a fin de exponerle con humildad sus ideas íntimas.
Era una noche apacible; luego de escuchar sus justificaciones Jesús, en tono austero, le preguntó:
— Tadeo, ¿cuál es el objetivo principal de las actividades de tu vida?
Como si recibiera un destello de inspiración superior, el discípulo respondió con sinceridad:
— Maestro, intento edificar el reino de Dios en mi corazón.
— Si pretendes semejante realidad para ti, ¿por qué la exiges primero en el adversario? ¿Sería justo olvidar tus propias necesidades en ese sentido? ¡Si buscamos alcanzar lo ilimitado de la sabiduría y del amor en Nuestro Padre, es indispensable reconocer que todos somos herma-nos que transitamos el mismo camino!...
— Señor, ¿los espíritus del mal son también nuestros hermanos? – preguntó, admirado, el apóstol.
— Toda la creación es de Dios. Los que están ataviados con la túnica del mal, un día se cubrirán con la de la redención por el bien. Acaso, ¿podrías dudar de ello? El discípulo del Evangelio no combate a su hermano, como Dios nunca entra en lucha con sus hijos; aquél sólo combate las manifestaciones de ignorancia, del mismo modo que el Padre trabaja incesantemente por la victoria de su amor sobre la humanidad entera.
— Pero, ¿no sería conveniente – agregó el discípulo con cierta convicción – convocar a todos los genios del mal para que se conviertan a la verdad de los cielos?
El Maestro, sin sorprenderse por esa observación, dijo:
— ¿Por qué motivo Dios no procede de esa manera?... ¿Acaso tenemos nosotros una sustancia de amor más sublime y más poderosa que la de su corazón paternal?
Tadeo, jamás olvidemos el buen combate. Si alguien te convoca a la labor ingrata de la mala simiente, no desdeñes la buena lucha por la victoria del bien y enfrenta las situaciones difíciles como una oportunidad sagrada para manifestar tu fidelidad a Dios.
Abraza a tu hermano siempre. Si el adversario del reino te desafía al esclarecimiento de la verdad, no desprecies el momento de trabajar por la victoria de la luz; sigue tu camino en el mundo, atento a tus propios deberes, pues no nos consta que Dios desatendiese sus actividades divinas para imponer la renovación moral de los hijos ingratos que se han rebelado en su casa. Aun cuando el mundo parece poblarse de sombras, es preciso reconocer que las leyes de Dios siguen siendo las mismas, en todas las latitudes de la vida.
Es indispensable que meditemos acerca de la lección de Nuestro padre sin detenernos en medio del camino que recorremos.
¿Los enemigos del reino están empeñados en batallas sangrientas? No olvides tu propio trabajo. ¿Padecen en el infierno de las ambiciones desmedidas? Avanza hacia Dios. ¿Persiguen la verdad? Tú posees la verdad divina que el mundo nunca podrá robarte. Los patrimonios importantes de la vida no pertenecen a las potencias de la Tierra sino a las del Cielo. El hombre que dominara el mundo entero con su poder, tendría que quebrar su espada ensangrentada ante los derechos inflexibles de la muerte. Y más allá de esta vida nadie habrá de preguntarte por las obligaciones que atañen a Dios, sino exclusivamente acerca del mundo interior que te pertenece a ti, bajo la mirada amorosa de Nuestro Padre.
¿Qué opinaríamos de un rey justo y sabio que consultase a uno solo de sus súbditos en relación con la justicia y la sabiduría del reino entero? Entre tanto, es natural que el súbdito sea interrogado acerca de los trabajos que se le con-fiaron, dentro del plan general, como justo sería también que se le pregunte qué hizo por sus padres, su compañera, sus hijos y hermanos. ¿Te has olvidado de esos problemas elementales y sencillos? Acepta la lucha cada vez que seas calificado digno de ella y no te olvides, cualquiera sea la circunstancia, que es preferible construir.
Tadeo contempló al Maestro embargado por profunda admiración. Sus explicaciones caían sobre su Espíritu como inmensas gotas de una nueva luz.
— Señor – dijo él – vuestros razonamientos iluminan mi corazón; pero, ¿estaré equivocado al exteriorizar mis sentimientos de piedad por los espíritus malignos? ¿No debemos invitarlos al buen camino, entonces?
— Tu intención es excelente – argumentó Jesús – y será tenida debidamente en cuenta en el cielo, pero debemos comprender que no se debe tentar a Dios.
He aceptado la lucha tal como el Padre me la envía y he manifestado que a cada día le es suficiente su trabajo. Nunca reuní al conjunto de mis compañeros para provocar las manifestaciones de los que se complacen en la oscuridad; los he reunido en todas las circunstancias y oportunidades, para suplicar a favor de nuestro esfuerzo la inspiración sagrada del Todopoderoso. El adversario es un necesitado que se presenta en el banquete de nuestras alegrías y por eso, aunque no esté convocado, pues la invitación es solamente para los afligidos, los simples y los de buena voluntad, nunca le cerré las puertas del corazón, y afronté su llegada como una oportunidad de trabajo del cual Dios nos juzga dignos.
El humilde apóstol sonrió, saciado en su sed de conocimiento, pero agregó preocupado por la imposibilidad en que se veía de atender eficazmente a la víctima que había ido a buscarlo:
— Señor, vuestras palabras son sabias invariablemente; entre tanto, ¡¿qué necesitaré para alejar a las entidades de la sombra cuando hayan instalado su dominio en las almas?!...
— Regresemos al comienzo de nuestras explicaciones – replicó Jesús – pues para eso necesitas de la edificación del reino en la intimidad de tu espíritu, porque éste es el objetivo de tu vida. Sólo la luz del amor divino es suficientemente potente para que un alma se convierta a la verdad. ¿Viste acaso que algún contendiente de la Tierra se convenciera sinceramente sólo por el poder de las palabras del mundo? Las disertaciones filosóficas no constituyen la realización completa. Pueden ser un recurso fácil de la indiferencia o una túnica brillante para ocultar penosas necesidades. Sin embargo, el reino de Dios es la edificación divina de la luz. Y la luz ilumina, prescindiendo de extensos discursos.
Convéncete de que nadie puede dar a otro aquello que aún no posea en el corazón. ¡Ve! Trabaja sin cesar por tu gran victoria. Vela por ti y ama a tu prójimo, sin olvidar que Dios cuida de todos nosotros.
Tadeo guardó las explicaciones de Jesús, para extraer de su sustancia el más elevado provecho en el futuro.
Al día siguiente, frente a la comunidad de sus seguidores y con el deseo de destacar la necesidad de cada uno en cuanto a dedicarse al esfuerzo silencioso por la propia edificación evangélica, el Maestro explicó sus fábulas sencillas, tal como se encuentra en la narración de Lucas: – “Cuando el Espíritu inmundo sale del hombre, deambula por lugares áridos, en la búsqueda de algo, y al no encontrarlo dice: – Volveré a la casa de donde salí; y al llegar, la encuentra limpia y ordenada. Después, se marcha y se lleva a otros siete Espíritus peores que él, que entran allí y la habitan; y el último estado de aquel hombre queda peor que el anterior.”
Entonces, los oyentes de los sermones del lago comprendieron que no alcanzaba con enseñar el camino de la verdad y del bien a los Espíritus perturbados y malignos; era indispensable que cada uno edificase la fortaleza luminosa y sagrada del reino de Dios dentro de sí mismo.
Francisco Cándido. Xavier.  dictado por el Espíritu Humberto de Campos.

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Caracteres de la Doctrina Espírita

Carácter Filosófico:
Establece las bases de una fe racional, dinámica, evolutiva y trascendental para las comprensión de las Causas Primeras, del mundo espiritual, de las leyes morales y de la esperanza y las consolaciones. No impone ninguna creencia e invita al estudio y la reflexión.

Carácter Científico:
Estudia los fenómenos mediúmnicos y todos los que se relacionan con éstos demostrando experimentalmente la existencia del mundo espiritual.

Carácter Religioso:
El espiritismo presenta todas las características del campo religioso del conocimiento, desde la afirmación de la existencia de Dios y de sus relaciones con el hombre, hasta la afirmación de la inmortalidad del espíritu y su subordinación a la ley de adoración prescindiendo de dogmas o rituales. El carácter religioso se resume en la máxima dejada por el maestro Jesús:

"Ama a Dios por sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo"

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                                              UN RELATO  ESPÍRITA

Era una noche hermosa de verano, cuando estábamos varios amigos reunidos en el Salón del Prado, en Madrid,junto a la fuente de las Cuatro Estaciones.
No sé por qué, nos dió la humorada de hablar sobre el espiritismo y el amor. La discusión era muy animada:
Casi todos se reían a costa del amor y del espiritismo,echando a volar disparatadas ocurrencias y chistes graciosísimos,a que tanto se prestan las dos sublimidades,miradas a ras de tierra.
Nos llamó la atención la mudez de Leopoldo, el más dicharachero y el más elocuente de todos otras veces. Este Joven es ilustrado y conocido escritor. Le preguntaron:
—¿Qué lo sucede, señor trapense? ¿está usted enfermo?
—No—contestó Leopoldo—, pero he recibido hoy una carta que ha despertado en mí dolorosos recuerdos, y estoy en un estado de ánimo especial, como cuando la memoria
retrocede, se abisma en el pasado, y por razón natural,lo que nos rodea no consigue atraer nuestra atención.
Tal es así, que he estado lejos de vuestras discusiones,abstraído en mis pensamientos.
—Mira—le dijo un joven marino—, nos hemos estado riendo del espiritismo y del amor, de los fenómenos del uno y de los efectos del otro. -Pues habéis perdido lastimosamente el tiempo.
—¿Por 'qué? ; 
—Porque sí.....
—Si no das otra expilicación...
—Vamos, hable usted, Leopoldo—dijo una lindísima joven llamada Luisa—. Confunda usted a estos descreídos con su elocuente palabra.
—¡Ay! amiga mía: inútil peroración; los hombres de hoy necesitan hechos, y no palabras. Yo pertenezco en cuerpo y alma a mi época, y confieso ingenuamente que ni los discursos de los más floridos tribunos, filósofos y políticos, logran convencerme. Soy tomista; necesito tocar para creer; nuestra generación es así, positivista por excelencia.
¿Cómo quiere usted, Luisa, que conociendo el terreno que piso, me aventure a arrojar la semilla, si se que resbalará y no germinará ni un solo grano? Se ríen ustedes de los fenómenos espiritistas y niegan el amor; ríanse y niéguenlo cuanto quieran: ya variarán de opinión cuando las circunstancias los hagan variar por fuerza,como sucedió conmigo.
—Pues cuéntanos eso—exclamaron varios a la vez.
—Sí, sí, hable usted—replicó Luisa.
La indicación de esta última decidió a Leopoldo a manifestarse comunicativo, y dijo:
—Conste que de la historia que os voy a contar no soy el protagonista: no he sido más que testigo. ¿Os acordáis de Sofía Burgos?
—Mucho—contestó Luisa—, qué lástima de muchacha,era guapísima.
—Pues bien: Sofía fué mi compañera de la infancia;nos queríamos fraternalmente; y yo la hubiera amado de otra manera... si Alvarez no se hubiera adelantado.
—¿No era primo de ella?—preguntó Luisa.
—Sí: eran primos hermanos; los tres nos criamos juntos,y nos queríamos entrañablemente. Juntos estudiábamos  nuestras lecciones: nos llamaban los inseparables. Sofía amaba a su prometido con delirio, y yoi deseaba que se casaran para que tuvieran hijos y con ellos crearme una familia; porque ninguna mujer me llamaba la atención.
Mi ilusión hubiera sido Sofía, y no siendo ella, nadie lograba cautivarme; ya porque no tenía tiempo de buscar nuevas ilusiones, ya porque todas las horas que tenía disponibles las pasaba en su casa. Cuando llegaban las vacaciones, me iba con ella y su familia al campo. Las noches de invierno, ya se sabía, con ella al teatro y al café y a las reuniones... Y ¿no es cierto que queriéndola tanto como la queríamos Alvarez y yo, al morir Sofía debíamos haber pensado en atentar contra nuestra vida,faltándonos la suya?
—El amor no existe—dijo el marino— ¿no lo decía yo?
—La generalidad no diré que sienta como se debe sentir;pero hay quien muere de amor.
—Mentira, mentira—replicaron—, y la prueba la tienes en ti mismo y en Alvarez, que alguien me ha dicho que se casaba en Londres con una riquísima heredera.
—Es verdad que se casa; hoy he tenido carta suya: a ella me refería cuando os he dicho que una carta había despertado en mí dolorosos recuerdos. Pero esto no se opone a que mi alma volara tras de Sofía cuando mi amiga dejó la tierra. Escuchad,
Todos acercamos nuestras sillas, estrechando el círculo que formábamos. Leopoldo se quitó el sombrero, se pasó la mano por la frente y comenzó diciendo:
—Yo siempre me había reído de las simpatías de los espíritus, pero ya no dudo die que son hijas de algo que desconocemos. He dicho que Sofía adoraba a su prometido, y éste era esclavo de su amada; pues bien, un año antes de morir Sofía, comenzó ésta a ponerse triste, sin que lograran distraerla ni los tiernos cuidados de su familia,ni los desvelos de Álvarez ni mis atenciones: pasaba largas horas sentada en una butaca, con los ojos
cerrados y a veces me decía; —No sé qué tengo, Leopoldo: se me figura- que yo soy
un viajero que da la vuelta al mundo buscando- algo que no encuentra. Soy ingrata; todos me queréis mucho-, y a veces sueño que debo hallar a un ser que me querrá más que vosotros,!, pero nunca llega. ¿Sabes tú dónde está, Leopoldo? ;
Y la pobre enferma lloraba desconsolada. «No hagáis caso, decían los médicos, son delirios de la juventud».
Pero entre tanto, Sofía iba palideciendo, y en sus Hermosos ojos se apagaba la llama de la vida.
Seis meses antes de morir, estaba mi pobre amiga, una noche, más decaída que de costumbre, cuando de pronto se levantó exclamando:
—Quiero ir al café del Siglo, de la calle Mayor; ¿vamos?
Y como su menor deseo era una ley para todos nosotros,a sus padres les faltó tiempo para complacerla. Salimos y Sofía se apoyó en mi brazo, diciéndome al oído:
—No sé por qué el corazón, me da que muy pronto voy a encontrar aquello que tanto anhelo.
Cayó, viendo que Alvarez se aproximaba, pues con él no tenía la fraternal confianza que conmigo.
Llegamos al café, nos sentamos, reuniéndose con nosotros dos familias amigas, y Sofía se puso tan animada y risueña como cuando- estaba sana y buena. Alvarez la miraba
encantado, y murmuraba a mi oído:
—¡Quién sabe! ¡es tan joven! ¡Quizá sufra un cambio su naturaleza! ¿No ves cómo: se ríe? , 
Porque Sofía hablaba más que todos, haciendo  bromas con cuantos la rodeaban. En esto se oye cerca de nosotros una voz infantil que grita:
—Señores: La Correspondencia de España.
Era un niño de unos diez años, pobremente vestido,de simpática figura, aseándose, dio la vuelta a la mesa,y cuando llegó junto a Sofía, le presentó no se que periódico con caricaturas, diciéndole: —Con esto se alegran los corazones tristes; cómprelo usted.
La ocurrencia del chicuelo nos hizo reír a todos. Sofía,en particular, fué la que más se fijó en él.
—¿Y quién te ha dicho que yo tengo el corazón triste?
—No sé—contestó el muchacho todo confuso—; pero usted tiene cara de ser muy buena, y mi madre dice que para los buenos son todas las tristezas.
—Se conoce que tu madre no es tonta—dijo la de Sofía.
—¡Qué ha de ser tonta!, si todas las vecinas vienen a consultar con ella.
—Echará las cartas—dijo Alvarez riéndose.
—Mi madre no hace esas brujerías—replicó el niño, algo amostazado.
—¡ Vaya qué ocurrencias tienes tú también!—exclamó Sofía,mirando a su prometido con cierto enojo.—Mira, no hagas caso—añadió mirando al niño—. ¿Quieres café? Tienes
cara de tener mucho frío.
—Sí que lo tengo, señorita.
—Pues verás cómo vas a entrar en calor. Tráete una silla y siéntate.
No se hizo de rogar el chiquillo: se trajo una silla, y sentándose junto a Solía, le sirvieron un café con media tostada, ¿y qué les diré a ustedes? Que pasamos el rato entretenidos con la conversación de aquel niño, que parecía un hombre de gran experiencia por sus lógicos razonamientos.
A todos nos llamó la atención, pero más especialmente a Sofía, que le hizo mil preguntas. Alvarez me decía en voz baja:
—¿No la ves qué contenta está? Es preciso que todas las noches la traigamos al café; se ha distraído más que en el teatro.
Desde aquella noche, Sofía cambió por completo. Ya no la veíamos abismada en sus pensamientos, ni me volvió a hablar de sus sueños.
En el café, el niño Elías venía a pasar con nosotros largos ratos. Como Solía lo prefería tanto y notábamos en él tanta inteligencia, nos interesamos por su suerte,y así supimos que era huérfano de padre, que tenía madre y dos hermanas y que se pasaba su vida en la calle
vendiendo periódicos.
La intemperie y las necesidades iban destruyendo el endeble organismo del muchacho. 
El padre de Sofía habló' con la madre del vendedor de periódicos, que vio el cielo abierto cuando comprendió que a su hijo lo harían hombre. Fué ingresado en un colegio, e iba a comer diariamente con Sofía.
Alvarez, viendo a su amada ir de bien en mejor, le propuso efectuar su proyectado enlace. Accedió ella gustosa a sus deseos. i
—Sólo una gracia te pido—le replicó—: que me dejes querer a Elias. Siento por él un cariño que no se parece al que profeso a los demás: yo no sé si a los hijos se querrá del modo que yo quiero a ese niño.
Pasaron unos días entre risas y juegos, ilusiones y esperanzas.
Sofía era completamente feliz cuando correteaba por el jardín con Elias, como dos chiquitines traviesos.
Un día fuimos al Retiro. Levantase en mal hora un aire muy frío, y Sofía comenzó a toser: aunque trataba de ocultarlo, advertimos que en su pañuelo había algunas manchas de sangre. Alvarez no supo disimular su alarma;pero Elias se le acercó y le dijo por lo bajo:
—No ponga usted el semblante triste, que se asustará Sofía.
Miramos al niño y vimos que se enjugaba furtivas lágrimas,que quiso aparentar serenidad y comenzó a tararear una canción que encantaba a Sofía. ¡Un niño nos daba lecciones de entereza!
Llegamos a casa. Sofía se acostó y ya no se levantó más!
Alvarez estaba desesperado al ver apagarse aquella luz de su existencia. Elías consolaba al prometido de Sofía y cuidaba a ésta con ternura sin igual.
Ya próxima a la agonía, y en momentos de lucidez,llamó me para decirme quedamente:
—¿Te acuerdas? Ya te decía que yo era un viajero que buscaba algo. Pues mira, ya he llegado al término de mi viaje: encontré lo que buscaba. Era un ser que me quiere
más que todos vosotros. ¡Ese ser es Elías!
A esto levantó la voz llamando a toda su familia, despidiéndose de todos con frases conmovedoras.
—i Adiós—dijo a Álvarez—, mi amado de la .tierra!...
Y luego, mirando a Elías, se iluminó su semblante con una sonrisa divina—. ¡Hasta luego!    ¡ no tardes...!
Y expiró.
Nuestra desesperación llegó al extremo;. Los padres de Sofía, yo no sé cómo aún tienen ojos para llorar. Alvarez,daba compasión verle... Yo vivía sin sombra, porque para mí Sofía lo era todo. Sin embargo, todos nos hemos ido consolando, menos Elías; ese ni gritó, ni derramó una lágrima, ni pronunció una sola palabra. Pero a los tres meses de morir Sofía, murió  de consunción, diciendo poco antes de lanzar su postrer suspiro:
—Me voy, porque ella me espera.
Alvarez se indignaba contra sí mismo, y decía:
—¡Un niño me ha vencido! ¡él ha sabido morir!... mientras yo vivo.
Una noche vino a mi cuarto Alvarez, gritando como un loco:
—¡Leopoldo! ¡He visto a Sofía! No creas que deliro,no. Estaba pensando en el heroico Elías, cuando oí la voz de Sofía, diciéndome claramente: « ¡ Tú no has muerto,porque no debías morir; tranquilízate, tranquilízate ! »
Yo me asusté más que Alvarez, y le aconsejé se fuera a viajar para distraerse. El se fué a Inglaterra, y yo estudié el espiritismo para hallar una solución a los presentimientos de Sofía, y a la muerte de aquel pobre niño. Había en todo este proceso enigmático un hecho indesmentible.
Cuatro seres queríamos con delirio a Solía: sus padres,su prometido y yo; y a pesar de nuestro amor, que era inmenso, vino un ser extraño, un niño, y ella le amó más que a todos nosotros, y él la quiso más que todos nosotros juntos, puesto que murió por ella. ¿Qué prueba esto ? El espiritismo me da la clave de todo el misterio,cuando menos me lo explica. Alvarez, como yo, estudió también las obras de autores espiritistas, y aunque a ustedes les causará risa lo que les voy a decir, Alvarez me escribe diciéndome que se casa, y lo hace porque el espíritu de Sofía se comunica con él y le ha aconsejado que se case. Resultado: que hay quien se muere por amor,y los espíritus sobreviven al cuerpo material. Yo tengo algunas comunicaciones de Sofía.
Luisa le dijo en voz bajá a Leopoldo si no tendría inconveniente en dejarle leer los dictados del espíritu de la enamorada, y dándoselos, añadió el joven:
—Después de leídos, podéis dárselos a Amalia.
Al día siguiente vino Luisa a verme y me entregó la carta de Alvarez, que contenía varias comunicaciones de Sofía. Una die ellas decía lo que sigue:
«Hay amores que nacen en la tierra; hay afectos que vienen de otros mundos. Tú me has querido como se puede amar en este planeta. Tú eres un espíritu muy joven aún; el mío, en cambio, es muy viejos; y a pesar de que para los terrenales mi muerte ha sido para ti una desgracia, en realidad has ganado ciento por uno, porque yo tengo una larga historia, y los espíritus que han llorado mucho, se unen mejor con sus compañeros de infortunio.
Por esto Elías era tan simpático para mí. Juntos sucumbimos en el circo de Roma; juntos hemos sido descuartizados por los caballos del desierto; juntos nos han quemado vivos en las hogueras de la Inquisición, juntos hemos sido degollados en la memorable noche de
San Bartolomé; juntos hemos comido el pan de la esclavitud.
Su pena era la mía: mi dolor su dolor. Por eso en la tierra, con ser tantos los amores que me rodeaban,me faltaba algo, ¡ sentía que me faltaba él !
¡No debía yo unirme con nadie en la tierra hasta que hallara al amado que tantas veces murió por mi! Tú eras para mí un niño: busca un alma como la tuya, joven y sencilla, y continúa escribiendo tu historia, en cuyas páginas ni el fuego ni la sangre han dejado sus huellas.Adiós.»
El amor no es un mito. Los espíritus simpatizan, se buscan y se aman. Cuando en la tierra veamos familias desunidas, no juzguemos a la ligera: ¡ quién sabe aquellos espíritus lo distantes que están unos de otros! ¡Pero el amor existe, no lo dudemos, porque el amor es la poesía de los mundos!

EL AMOR NO ES UN MITO
( Desconozco la autoría de esta historia que, por su estilo, podría ser de Amalia Domingo Soler)

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