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lunes, 29 de octubre de 2012

EL CULTO A LOS MUERTOS, EN UNA VISIÓN KARDECIANA




     El hombre, solo comienza a ser hombre cuando comienza a enterrar a sus muertos, nos dice el historiador Anibal de Almeida Fernandes en "La Genealogía como factor básico en la formación de la Civilización", y concluye: Es el marco divisorio entre el animal y el primer hombre, y ocurrió hace cerca de 40.000 años con el Homo Sapiens y el Homo Neanderthal, antes incluso que la agricultura y es el inicio de la historia humana.
 
      El sentimiento del culto a los muertos se formó pues, a partir de una época bien remota y permanece sedimentado en casi todas las tendencias religiosas. Las comunidades primitivas, agro-pastoriles, inclinadas al culto a la agricultura y a la fertilidad, creían originalmente, que sepultando a sus muertos en las proximidades de los campos agrícolas, los espíritus de esos cadáveres resurgirían a la vida con más vigor, como simientes plantadas en suelo fértil, pero creían que eso sucedería como algo secreto y misterioso. Con esa creencia, se reverenciaban los muertos próximos de las tumbas,con fiestas y, sobre todo, con mucha alegría, práctica que se extendió en algunas culturas contemporáneas. Las costumbres de los pueblos primitivos se fueron modificando debido a la influencia de otros, venidos probablemente del norte de África ( los Íberos) y del centro de Europa (los Celtas). Véase lo que nos rebelan los exponentes de la Doctrina Espírita:" Y los galos que vienen a la conmemoración de los muertos,(...) solo que en vez de conmemorar en los cementerios, entre túmulos, era en el hogar donde ellos celebraban el recuerdo de los amigos apartados, pero no perdidos, que ellos evocaban en la memoria de los espíritus amados que algunas veces se manifestaban por medio de los ritos druidas y de los bardos inspirados".

     Resaltese aquí que los galos evocaban a los ancestros de los muertos, (divinidades), en los recintos de piedra bruta. Las sacerdotisas druidas y los bardos (poetas y oradores inspirados), eran verdaderos médiums y solamente ellos tenían permiso para consultar a los oráculos ( en la Antigüedad, la respuesta de una divinidad a quien se consultaba).

     Los galos, por tanto, no veneraban los restos cadavéricos, sino el alma sobreviviente y era en la intimidad de cada habitación donde se celebraba el recuerdo de sus muertos, lejos de las catacumbas, a diferencia de los pueblos primitivos. La fiesta de los Espíritus era de suma importancia para ellos, pues homenajeaban a Samhain ( El Señor de la Muerte), festividad esa, iniciada siempre la noche anterior al 1º de noviembre, o sea, el día 31 de octubre. Esa celebración marcaba el fin del verano y el final de la última cosecha del año.

     Creían que los espíritus de los muertos, en los meses de invierno, salían de los túmulos helados para visitar sus antíguas moradas y orientar a sus familiares. Los buenos, supuestamente, los protegían, más para confundirnos, los malos espíritus se vestían de fantasmas, lo cual dio origen a la tradicional fiesta de Hallowen de nuestros días.

     Pero una densa bruma descendió sobre la tierra de las Galias, a través del tacón de Roma, que expulsó a los druidas e impíos del Cristianismo clerical. Ese periodo histórico de frenética agitación, más tarde fue mutilado por los bárbaros, sobreviniendo una noche de diez siglos (la oscura Edad Media), que prohibió el espiritualismo y entronizó la superstición, lo sobrenatural, el milagro, la beatificación, la santificación y la definitiva narcotización de la conciencia humana, llevándola al analfabetismo espiritual.

      La historia oficial de la Iglesia registra que fue en el Monasterio Benidictino de Cluny, en el sur de Francia, en el año 998, cuando el Abad Odilón promovía la celebración del día 2 de noviembre, en memoria de los muertos, dentro de una perspectiva católica. Por la influencia de ese Monasterio,que entonces ejercía en la Europa septentrional, se propagó con rapidez la nueva celebración, porque vino al encuentro de costumbres ya arraigadas en todas las culturas, cada cual con su entendimiento y su práctica, obviamente es el culto a los muertos. Solamente en 1311 fue sancionada en Roma, oficialmente, la memoria de los fallecidos, pero fue Benito XV quien universalizó tal celebración en 1915, entre los católicos, cuya expansión religiosa auxilió aun más a la difusión de esa costumbre.

     La legislación vigente llega a declarar el dia 2 de noviembre como fiesta nacional, con el objetivo de que las personas puedan homenajear a sus parientes y amigos fallecidos.

     Nosotros, los espíritas, somos cuestionados sobre el tema: ¿Cómo analiza el Espiritismo el día de los muertos?. Respondemos a esta cuestión del siguiente modo: las religiones hablan excesivamente en lo que tañe a las enseñanzas de las esenciales nociones sobre la inmortalidad del alma, aunque haya una u otra que tenga alguna noción del tema. Aun así, es insignificante si se comparan con las enseñanzas de luz dictadas por Allan Kardec, y contenidos en "El Libro de los Espíritus".

     De ahí la razón por la que en el día de los finados se dirigen a los "Campo-santos", como si el cementerio fuese la morada eterna de aquellos que desencarnaron. "El Libro de los Espíritus" nos enseña el respeto a los desencarnados como un impositivo de fraternidad, sin que materialicemos ese sentimiento frente a los túmulos, ni que tales recuerdos y homenajes sean realizados en un día especial oficialmente establecido.

     En la actualidad, esa celebración se desvió y mucho, del ritual religioso, trasladando el enfoque sentimental y emocional para el comercial, una vez que la mercantilización de flores, velas, santos, escapularios y la eventual preocupación para la conservación de los túmulos ( normalmente solo son recordados en noviembre), responden por ese protocolo social. El celo con que son cuidados los túmulos, solo tiene algún sentido para los encarnados, que además, deben cuidar el no caer en ninguna clase de culto extraño. No debemos convertir las necrópolis vacías en "salas de visita del más allá", como dice Richard Simonetti, porque hay locales más indicados para recordar a aquellos que desencarnaron.

     Aunque no reprobamos de manera absoluta las pompas fúnebres, pues el homenaje en memoria de un hombre de bien "es de justicia y de buen ejemplo", el Espiritismo revela que el deseo de perpetuar la propia memoria en los monumentos fúnebres, viene dado por un acto de orgullo. "La suntuosidad de los monumentos fúnebres determinada por parientes que desean honrar la memoria del fallecido, y no por este, aun es parte del orgullo de los parientes que quieren honrarse a sí mismos. No siempre es por el muerto por lo que se hacen todas esas demostraciones, sino por amor propio, por consideración al mundo y por exibición de riqueza". La tumba es el lugar común de encuentro de todos los hombres y en ella se defienden despiadadamente todas las decisiones sociales. Debido a esto,es inútil al rico, tratar de perpetuar la memoria por medio de fastuosos monumentos. Los años los destruirán, así como a su  propio cuerpo. Esa es la ley de la Naturaleza. El recuerdo de las buenas acciones será menos perecible que su túmulo. La pompa de los funerales no lo dejará limpio de sus torpezas y no lo hará ascender siquiera un grado en la jerarquía espiritual.

     Procuramos más, el lado cómodo  arraigado en nosotros del formalismo material y despreciamos la esencia del ser, motivo por el cual se obligó Jesús a expresarse con los escribas y fariseos de su época: "sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos pero por dentro están llenos de huesos de cadáveres y de toda especie de podredumbre".

     De la cuestión 320 a la 329 del Libro matriz que dio origen al Espiritismo, recibimos lecciones de extrema importancia sobre funerales y celebraciones en memoria de los muertos; veamos: Los Benefactores afirman que los llamados " muertos",son sensibles al recuerdo de los que amaban en la Tierra y que, de alguna forma,su recuerdo aumenta su felicidad si son felices y si son infelices,les sirve de alivio. Podemos afirmar que el día de los "finados" es un día como otro cualquiera, porque los espíritus son sensibles a nuestros pensamientos en las solemnidades humanas. En el día de los finados ellos solo "se reúnen" en mayor número porque mayor es el número de personas que los llaman. Pero cada uno solo comparece en atención a sus amigos y no por la multitud de los indiferentes".

     No podemos pensar que estar ante el túmulo es una manera de manifestar que se piensa en el Espíritu ausente: la exteriorización de ese acto es la oración que santifica el recuerdo; poco importa el lugar si el recuerdo es dictado por el corazón.

     Conocemos muchas personas que solicitan antes de morir, ser enterradas en tal oo cual cementerio. Esa actitud , sin duda alguna, demuestra inferioridad moral. "¿El qué representa un pedazo de tiera más que otro, para un espíritu elevado?".

     En cuanto a las honras que se tributan a los despojos mortales de parientes y amigos, el Espiritismo esclarece que en el momento en que el Espíritu llega a cierto grado de perfección,ya no tiene la vanidad de la sociedad humana, y comprende la futilidad de tales solemnidades. Con todo, hago una reseña sobre algunos, pues hay "Espíritus que en el primer momento tras la muerte, gozan de gran satisfacción por las honras que les tributan, o se disgustan con el abandono en que dejan su envoltorio, pues conservan aún algunos preconceptos de este mundo.

     ¿ El difunto asiste a su entierro?. "Muy frecuentemente",- esclarecen los Benefactores- "algunas veces no percibe lo que pasa si aún permanece perturbado"-complementan.

     Muchas veces el fallecido presencia las reuniones de sus herederos para el reparto de sus bienes, y disputando como chacales por la herencia. "En esa ocasión el fallecido ve cuanto valían las propuestas que le hacían.

     Todos los sentimientos te tornan patentes y la decepción que experimente viendo la rapacidad de los que dividen su expólio".

     Reflexionemos juntos: ¿el día 02 de noviembre es consagrado a los fallecidos liberados o a los muertos que aún están  unidos a la vida material?. Existen dos posibilidades en los muertos: los que se sienten totalmente libres del yugo carnal, están "vivos" para una vida espiritual plena, y los que permanecen con la sensación de que aún están encarnados, pero "muertos" para la vida física, pues solamente vivencian en la espiritualidad la vida animal. "Para el mundo los muertos son los que dejaron la carne; para Jesús son los que viven inmersos en la materia, alejados de la vida original, que es la espiritual. Es lo que explica aquella célebre enseñanza evangélica cuando la persona quería seguir al Maestro, pero antes quería enterar a su padre que había fallecido, y Jesús le dijo: Dejar a los muertos el cuidado de enterrar a sus muertos, tu sin embargo, ven a anunciar el Reino de Dios".

     La visita a los túmulos es un acto exterior que evoca el recuerdo de los seres queridos desencarnados y la  forma como las personas demuestran el recuerdo y el cariño que sienten por ellos, pero eso tendrá su debido valor si esa actitud lo es con marcada intencionalidad. No debe, por tanto, representar un compromiso social  si está llena de manifestaciones de desespero, de cobranzas, de acusaciones, como suele ocurrir en muchas ocasiones. En verdad, si la visita a los túmulos no es condenable, es totalmente innecesaria porque el fallecido no se encuentra en el cementerio, pudiendo ser recordado y homenajeado a través de la oración, en cualquier momento y en cualquier lugar. Por tanto,nuestros seres queridos ya fallecidos pueden ser recordados en la propia intimidad  del hogar, en vez de la frialdad de los cementerios y catacumbas.

     Es obvio que "tiene sentido rememorar con alegría y no lastimar a los que ya partieron y están plenamente vivos. Finados, es una mezcla de alegría y dolor, d presencia-ausencia, de fiesta y añoranza. A los que quedamos por aquí nos cabe recordar y celebrar la vida con amor y ternura, para después, quizás, no amargarnos con el recuerdo. A los que partieron, nuestra oración, nuestra gratitud, nuestra añoranza, nuestro cariño, nuestro amor".

     Si somos capaces de orar, con serenidad y confianza, transformando la nostalgia en esperanza, sentiremos la presencia de los parientes y amigos desencarnados entre nosotros, que nos envuelven el corazón con alegría y paz. Por esta razón y muchas otras, hagamos del día 2 de noviembre un día de reverencia a la vida, recordando cariñosamente a los que nos antecedieron en el retorno a la patria espiritual, y también los que conoceré todavía por los caminos de la existencia terrena.

Jorge Hessen




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