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jueves, 17 de marzo de 2011

La adversidad y el sufrimiento ( II )

viene del anterior....

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El sufrimiento debe ser considerado una enfermedad del alma. No es impuesto por Dios, es una elección de cada criatura, porque, su intensidad y duración está en razón directa de la estructura evolutiva, de las resistencias morales características de su estado espiritual.

Es la sensibilidad emocional la que filtra el dolor y lo exterioriza. Huir, escamotear, anestesiar el sufrimiento son métodos ineficaces, mecanismos de alineación que postergan la realidad. Examinarlo y afrontarlo, representa un valioso recurso de lucidez, con efecto terapéutico propiciador de paz.

Las reacciones de ira, violencia y rebeldía contra el sufrimiento, más lo amplían, porque desencadenan nuevas desarmonías en áreas no afectadas.

La aceptación del problema con una actitud valiente de enfrentarlo y remover su causa, representa un avanzado paso para la solución.

El equilibrio mental y moral, ante el sufrimiento, representa una insospechada significación positiva y se consigue a través del entrenamiento por medio de la meditación, por la oración, que proceden del conocimiento que ilumina la conciencia orientándola correctamente.

La razón del sufrimiento es la conducta remota o próxima mantenida por cada cual, se puede decir que su presencia resulta del distanciamiento del amor, que es su gran y eficaz antídoto.

Interdependientes, el sufrimiento y el amor, son mecanismos de la evolución. Cuando uno se aparta, el otro se presenta.

A veces, coronando la lucha, en la etapa final, vemos que surgen simultáneamente, sin los daños que normalmente desencadenan.

La historia de los mártires nos da testimonio de la realidad del concepto.

Por encima de todos ellos, se destaca el ejemplo de Jesús, enseñando, por el amor, la victoria sobre el sufrimiento durante toda Su vida, principalmente en los momentos culminantes del Getsemaní al Gólgota, y de allí a la resurrección.

A semejanza del buril actuando sobre la piedra bruta y lapidándola, las enfermedades son mecanismos purificadores para que el alma despierte sus potencialidades y brille más allá del recipiente orgánico que la encarcela.

Los medicamentos matan a los invasores, pero no restituyen el equilibrio como se desea, si la fuente conservadora no irradia la fuerza que sustenta al cuerpo.

Momentáneamente, con la muerte de microbios, la persona parece recuperada, sumergiendo, empero, la situación en otro cuadro patológico.

La conducta moral y mental de los hombres, cuando cultivan las emociones de irritabilidad, del odio, de los celos, del rencor, de las disipaciones, impregnan al organismo, al sistema nervioso, con vibraciones letales que bloquean las áreas por donde se extiende la energía saludable, abriendo el campo para la instalación de enfermedades, gracias a la proliferación de los agentes virosicos degenerativos que allí se instalan.

Casi siempre las terapias tradicionales remueven los síntomas sin alcanzar las causas profundas de las enfermedades.

La cura siempre proviene de la fuerza propia de la vida, cuando es canalizada correctamente.

Las tensiones físicas, mentales y emocionales son, igualmente, responsables por las dolencias-sufrimiento que genera sufrimiento. El hombre aprende a tener miedo, a conservar amarguras, a desequilibrarse por acontecimientos de menor importancia, desarticulando su sistema energético. Pasa  de un aborrecimiento a otro, cultivando virus emocionales que facilitan la instalación de otros, degenerativos, responsables por la gravedad de sus enfermedades.

Los condicionamientos, las ideas depresivas, las creencias absurdas, las acciones vejatorias, son responsables por las tensiones conducentes a la desarmonía.

Evitando esas cargas, el sistema energético inmunológico librara de dolencias al individuo, y su vida cambiara, pasando a un mejor estado de salud.

Las causas profundas del sufrimiento, están en el individuo mismo, que se debe auto examinar, auto conocer, a fin de librarse de ese tipo de sufrimiento. La mayoría de los sufrimientos emanan de la forma incorrecta como la vida es encarada.

Para conseguir disfrutar de determinados placeres el individuo invierte más allá de sus posibilidades, constatando, después, cuantas dificultades tiene que enfrentar para mantener esas conquistas.

La imaginación estimula con la ilusión de la posesión al hombre exponiéndolo a pesados compromisos para el futuro, pasado el placer, que no tiene condiciones para conservar, viene la desesperación el sufrimiento y el arrepentimiento tardío.

La cautela en las decisiones no se puede convertir en miedo a actuar, en cultivo de pesimismo, para el futuro. Es la ambición irrefrenada, la precipitación, la falta de control, quienes abren los espacios emocionales para el placer que genera dolor. Allí están los vicios sociales y morales debilitando vidas, produciendo el tedio de los sentidos y a más largo o corto plazo, conduciendo a la locura, al suicidio.

Alguno de esos vicios son el inocente cigarrillo utilizado como exhibición en el grupo social como afirmación de la personalidad, responsable por graves problemas respiratorios, canceres, enfisemas pulmonares; el placer etílico generador de la embriaguez tormentosa, cirrosis hepática, ulceras, gástricas y duodenales, disturbios intestinales y otros más, fuera de las alucinaciones que conducen a la violencia, a la depresión, a la destrucción de otras vidas y todo cuanto, es querido,  precioso, con resultados funestos.

Las drogas, que esclavizan, iniciando las dependencias en las primeras tentativas que parecen proporcionar placer, estimulando la alegría, el valor, la realización, victorias fugaces sobre los fuertes conflictos psicológicos, convirtiéndose luego en desgracias, a veces, irremediables...
 (continúa )

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