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domingo, 20 de abril de 2014

La inteligencia animal

     IV - De la Oración


663. Las oraciones que hacemos por nosotros mismos, pueden modificar la naturaleza de nuestras pruebas y desviarles el curso?

- Vuestras pruebas están en manos de Dios y algunas han de ser soportadas hasta su fin, pero Dios lleva siempre en cuenta la resignación. La oración atrae  a los buenos espíritus que os dan fuerza para soportarlas con valor. Entonces os parecen menos duras. Ya lo dijimos: la oración nunca es inútil, cuando es bién realizada, porque da fuerzas, lo que ya es un gran resultado. Ayúdate a ti mismo y el cielo te ayudará; ya lo sabes. Además Dios no puede cambiar el orden de la Naturaleza al gusto de cada uno, porque aquello que para vosotros es un gran mal bajo vuestro punto de vista mezquino, para vuestra vida efímera, muchas veces es un gran bien en el orden general del Universo. Además de esto, de cuantos males el hombre es el propio autor por su imprevisión o por sus faltas.  Él es castigado por lo que pecó. No obstante, si vuestros pedidos son justos, en general son más escuchados de lo que pensais. 
Creeis que Dios no os oyó porque no hizo el milagro en vuestro favor,cuando os asiste por medios tan naturales que os parecen resultado de la casualidad o de la fuerza de las circunstancias.
Frecuentemente, es lo más habitual que Él os suscita el pensamiento necesario para salir vosotros mismos del apuro.
 (El  LIBRO DE LOS ESPÍRITOS - Allan Kardec - Las Leyes Morais - LAKE)

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675. POR TRABAJO, SOLO SE DEBEN ENTENDER LAS OCUPACIONES MATERIALES ?

 -No; EL Espíritu trabaja, así como el cuerpo. Toda ocupación útil es trabajo.

(El LIBRO DE LOS ESPÍRITUS - Allan Kardec - Las Leyes Morales)

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LA INTELIGENCIA DE LOS ANIMALES

Ciertos hombres muy cartesianos, aún impregnados de la concepción anticuada del «animal-máquina», concuerdan en sólo reconocer un instinto vulgar, en las manifestaciones de la inteligencia animal.
Esta actitud oscurantista está lejos de sorprendernos; la facultad así discutida, se debe a que no son esos hombres quienes tienen la fortuna de aparecer en plena luz, para reproducir a su entera voluntad, esas experiencias científicas.
Schopenhauer, bien ha juzgado a esos negadores, al decir que la inteligencia es rechazada en los animales, «porque los primeros la poseen en muy poco grado.»
Schopenhauer
El principio inteligente en los animales, no ha llegado a su individualización, porque se encuentra en un ciclo de evolución obligatoria, en razón de las leyes de la Naturaleza, es decir, en una constante evolución, hasta que dicho principio se individualice y se transforme en alma al llegar a la humanización o estado hominal. Fase en la cual podrá ejercer su libre albedrío para elegir entre las cosas bellas o feas, en una perpetua búsqueda, de lo mejor para sí mismo, según el grado de elevación de su propia alma.
«De esta manera, mientras que en cada hombre existe un yo distinto y conciente de sí mismo que domina nuestras acciones, el fragmento divino de cada animal no está aún individualizado», ha constatado el Dr. Raoul Montandon en su obra: Del animal al Hombre.
Este fragmento divino, es una derivación de una reserva común de inteligencia divina, denominada alma-grupo animal, que distribuye sus principios-directores para cada especie, en medio de sus múltiples ramificaciones.
Y las «conciencias» animales están sujetas ciegamente a esta ley invisible; las mismas obedecen a sus impulsos, sin buscar comprender la Esencia Divina, a la manera –salvando la debida distancia – de esos médiums simples pero llenos de fe: como Juana la pastora, cuando sus dones del Cielo la pusieron en presencia de hechos supranormales.
Como las divinidades que se ocultan en la sombra de los templos herméticos, el alma-grupo no se muestra a los ojos de los hombres, lo que hace que frecuentemente éstos estudien minuciosamente la maravillosa máquina animal, pero se olviden de buscar al misterioso conductor.
Ellos admiran de buen grado la perfección de sus mecanismos, pero solamente se contentan diciendo: ¡Qué curioso!, calificando así las manifestaciones profundas de la inteligencia universal. De esta manera, ellos no aceptan que nuestros hermanos llamados inferiores tengan ese Don Divino que la Naturaleza les ha dado desde el origen de las especies, a fin de suplir la ausencia de imaginación creadora: inteligencia inspirada y genial, en una palabra, Inteligencia Divina.
Hay en el Universo todos los inventos llamados humanos; existe todo aquello que los hombres han encontrado, y también hay todo lo que falta
Victor Hugo
descubrir. La Creación no deja lagunas. «Dios tiene una cantidad infinita de facultades infinitas», ha escrito Víctor Hugo.
Si está en el destino del hombre descubrir laboriosamente todas esas cualidades del Cosmos, catalogadas con el vocablo «invento», a fin de merecer esa dicha y acelerar su evolución, los animales –al igual que las plantas – tienen la ocasión de pasar por las leyes y técnicas científicas, desde el origen de los tiempos.
Tal vez sea una de esas reglas misteriosas que a veces rigen a los números, regla que se encuentra aplicada en toda su rigurosa simplicidad en las perfectas construcciones. Así, la abeja, desde que es abeja, construye sus celdillas de cera siguiendo la forma de un hexágono regular,
usando las propiedades del número seis con la misma espontaneidad genial que lo hace el copo de nieve al reflejar la estructura que lo compone. Igualmente, sin ser ningún geómetra y sin conocimientos científicos, el caracol moldea su caparazón siguiendo la curva de un espiral matemáticamente irreprochable. ¿Y dónde el castor ha aprendido el arte de calcular exactamente el ángulo propicio para construir el dique que edifica con la corriente del río?
En materia de arquitectura, las hormigas no son menos sorprendentes: éstas construyen las galerías subterráneas del hormiguero en medio de pilares reunidos por un arco de medio punto, cuyo conjunto han conseguido soldar con un cierto cimiento que ellas secretan.
Los modestos gusanos primitivos y todos los animales marinos, desde las grandes profundidades hasta las luces de situación multicolores, son los depositarios de la luz fría. El pez torpedo y el gimnoto aniquilan sus enemigos con una descarga eléctrica viva tan fuerte como nuestra corriente eléctrica doméstica. El menor de los peces sumergiéndose con una facilidad tan natural sin llegar al fondo, demuestra el principio del submarino.
Sus congéneres, los anablépidos de América tropical, poseen verdaderos ojos periscópicos que les permiten ver al mismo tiempo lo que sucede en el agua y en el aire. Para conducirse en el vuelo, el murciélago emite ultrasonidos que rebotan en los obstáculos a la manera de un radar. Pájaros e insectos son claramente los primeros representantes del avión y del helicóptero.
Si los hombres – Ícaros ambiciosos – tienen éxito al posar el avión, ellos no pueden rivalizar con los aterrizajes flexibles e instantáneos de las aves que no exigen ningún terreno de aviación, aterrizajes que siempre se efectúan sin accidentes.
La rapidez de todas esas maravillosas máquinas no dejan  de sorprendernos, si tomamos en consideración la velocidad en función del tamaño del cuerpo que se desplaza. Sin embargo, ciertos animales, sin duda los más prosaicos, usan esas sabias técnicas para reflejar los actos más comunes de la vida humana, pero con menos problemas de su parte.
Trabajadoras infatigables en la colmena, las abejas depositan la miel en los panales, los cuales son después cerrados herméticamente. Otros previdentes maestros de la casa, las hormigas, se dedican a la cría de pulgones, mientras que sus colegas, las termitas, prefieren cultivar champiñones en los jardines. El pez pescador es menos casero: sus gustos lo llevan a la pesca con «caña», con la cual la Naturaleza lo ha dotado, fijada sobre el dorso, siendo que en la punta de dicha caña están colgados anzuelos y cebos luminosos.
En cuanto a la jibia, da a quien quiera seguirla, lecciones de escondite; este molusco enturbia el agua con un líquido oscuro que secreta para esconderse de sus enemigos.
El arte del camuflaje evidencia además los atributos de un gran número de animales que se valen del mimetismo: mariposas multicolores que se confunden con las flores que liban; orugas que tienen el color de la hoja que devoran; serpientes verdes, al igual que el color de las lianas de donde se cuelgan; siluros con escamas móviles, algunas veces pardas y otras veces amarillentas, según el lugar donde estén: una roca o bajo la arena. Son innumerables los ejemplos de mimetismo, del cual el más popular es ciertamente el camaleón.
Otra manifestación del alma-grupo animal, que inquieta mucho a los naturalistas, es el famoso sexto sentido de las palomas mensajeras y de las
aves migratorias. Guiadas por el invisible conductor, estas últimas eligen el momento meteorológico propicio para dejar el país, cuyo clima se ha vuelto inclemente, y son orientadas sin ningún error de ruta hacia tierras lejanas más hospitalarias, efectuando así un largo viaje a través de los mares, a pesar de la ausencia de puntos de referencia «aparentes» y de los riesgos de desvío del viento.
Es necesario observar con qué fuerza imperiosa el Consejero invisible precipita a la pobre ave enjaulada –por ejemplo, una codorniz – contra las barras de su prisión, cuando ella siente que el instante ha llegado, en el cual sus hermanas se agrupan para el gran viaje.
En materia médica, los animales están igualmente lejos de ser ignorantes; intuitivamente saben prevenir y curar una enfermedad, evitándola mejor que los hombres, sobre todo cuando permanecen en su estado natural, peyorativamente llamado «salvaje».
Ciertos animales parecen peritos en esa materia, tales como la tortuga, la carpa o el buitre, que tienen el record de longevidad al alcanzar o pasar la edad de 300 años. Contrariamente a tantas intemperancias humanas, los animales nunca comen sin que tengan hambre y jamás beben sin que sientan sed.
Si la fatiga los acomete, es preciso admirar la posición de relajamiento total en que su cuerpo se armoniza para recuperar las fuerzas perdidas. Observad a ese joven perro que al sentirse descompuesto, entra en un prado y elige con seguridad la hierba que lo ha de ayudar a eliminar su molestia. Le hicimos ver personalmente a un cazador de perdices lo que hacían las mismas después de ser heridas no mortalmente: ellas cambian de plumaje –como si fuese una autocirugía – para conservar su salud; uno a uno son extirpados por su propio pico los plomos descargados por el dueño cruel de la escopeta, siendo que las heridas resultantes de esta verdadera operación se cicatrizan rápidamente, gracias al apósito formado por las propias plumas.
Antes de concluir recordamos aún otra forma, entre tantas, que la Ciencia Divina aplica en los animales: el genio organizador de las sociedades de los insectos. Naturalistas como Henri Fabre o filósofos como Maurice Maeterlinck han reunido –mejor de lo que nosotros podríamos hacer– una multitud de observaciones interesantes sobre la vida de las abejas, de las hormigas y de las termitas. Diríamos sencillamente, que la mejor referencia que pueda testimoniar a favor de esas notables sociedades, es la estabilidad de su régimen, cualidad verdaderamente poco difundida entre los numerosos modos de gobierno de los hombres.
Así considerados, nuestros pequeños hermanos – los animales – no aparecen más como simples máquinas, como pensaba Descartes, movidos solamente por el instinto, sino como verdaderos «médiums» que
incorporan el Conocimiento Divino. Aquí, donde los investigadores franceses están dando los primeros pasos en la comprensión de este tema, acertando y equivocándose, los animales se encuentran siempre en el camino de la verdad primera, y es por esto que nosotros debemos no sólo amarlos como hermanos, sino también protegerlos como criaturas de Dios.
F. Grisot
(Traducción del original francés al español por: Enrique Eliseo Baldovino. Título del artículo: L'intelligence animale).
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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¿ Por qué en Occidente no quedó la idea de la reencarnación ?

Posiblemente sean varias las causas:
La primera podría ser la persecución que esta idea aceptada por las primeras comunidades cristianas, sufrió a partir de su condena en el Concilio de Constantinopla, en el que se desató una persecución implacable a quien sostuviera esa idea, y como resultado se diseminó y quedó oculta en pequeños grupos o sociedades secretas.
Otra podría ser la natural resistencia de la mente humana para sondear las cuestiones metafísicas, porque son tantas las religiones, conceptos y filosofías que circulan, que ya están saturadas de todas ellas, y finalmente le terminan sonando a “pamplinas” o a supersticiones de chalados o fanáticos, que le causan sentimientos de hastío y de rechazo, porque concluyen que no es nada serio ni creíble.
Otra causa puede ser el dogmatismo religioso del que ya hemos hablado, y al que las civilizaciones se han visto sometidas durante épocas pasadas. Entonces por un natural sentido del equilibrio, la gente cuando se sacude de opresiones religiosas sufridas en el pasado, tiende a inclinarse hacia el lado opuesto, rechazando cualquier idea que pudiese entrar en conflicto con la cómoda religión establecida oficialmente, a fin de no tener que añadir nuevos conceptos a los que ya les han impuesto, sin entrar a analizar nada que pueda turbar sus creencias y su acomodada vida religiosa.
La falta de formación cultural de los pueblos en general, que han ignorado esta ancestral idea que posteriormente se ha demostrado como cierta y real. También han sido ignoradas las investigaciones de corte científico que se han llevado a cabo en este tema, con resultados positivos. Igualmente se ha ignorado la Doctrina de los Espíritus en la Codificación, porque así ha convenido al materialismo y a las religiones que se aliaron con aquel para tratar de destruir lo que pensaban era para ellas un serio rival, etc.
También puede deberse al dogmatismo científico, que también es aceptado ciegamente por la gente. La Ciencia por sí misma aparece ante el materialista y el ateo como su único dios verdadero e incuestionable, que siempre tiene la última y definitiva palabra; sin embargo la propia evolución de la Ciencia va derribando sus propios dogmas y va implantando otros nuevos a medida que avanza en sus descubrimientos, pero estos siempre parecen verdades absolutas y definitivas.
Este conjunto de factores, han hecho que no haya una predisposición cultural, social , educativa o tradicional, para interesarse por la tesis de la Reencarnación; por el contrario si existe una predisposición a rechazar sistemáticamente todo lo que se relaciona con el espíritu o lo religioso.

- José Luis Martín-
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El alma es la parte inmortal del hombre; que unas almas vienen hacia nosotros y regresan y vuelven a venir; que todo nacimiento feliz o desgraciado, es la consecuencia de las obras practicadas en las vidas anteriores”
- Los Vedas –