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sábado, 19 de mayo de 2012

La voluntad

Nick Vujicic, un
exponente de voluntad.



Las causas de la felicidad no se hallan en lugares determinados del espacio.

Ellas están en nosotros, en las profundidades del alma.

"El reino de los cielos está dentro de vosotros", dice el Cristo.

Tal premisa es confirmada por otras varias doctrinas.

En la vida íntima, no desaprovechemos nuestras facultades, nuestras virtudes, que son el manantial de felicidades futuras.

Miremos atentamente hacia el fondo de nosotros mismos.

 Fijemos, por algunos instantes, nuestro entendimiento de las cosas externas.

Después de haber acostumbrado nuestros sentidos al silencio, seremos capaces de oír voces fortificantes y consoladoras.

Las voces de nuestras propias conciencias.

Hay pocos hombres que sepan oír sus propios pensamientos.

Raros son aquellos capaces de reconocer y explorar los propios potenciales.

Generalmente, algunos de nosotros gastamos la vida en cosas banales, improductivas.

Recorremos el camino de la existencia sin saber nada respecto de nosotros mismos, de nuestras riquezas íntimas.

Es entonces que nos preguntamos: ¿Cómo podremos hacer valer nuestras capacidades, orientándolas para un ideal elevado?.

¡ Por la voluntad !.

Es a través de ella como dirigimos nuestros pensamientos para algo determinado.

En la mayor parte de los hombres los pensamientos fluctúan sin cesar.

Su movilidad  constante y su variedad infinita ofrecen un pequeño acceso a las influencias superiores.

Es preciso saber concentrarse, colocando el pensamiento en sintonía con el pensamiento divino.

Solo así el alma humana podrá ser envuelta por el espíritu divino, volviendo de ese modo, apta para realizar nobles tareas.

La voluntad es la mayor de todas las potencias y su poder es ilimitado.

Su acción es comparable a la de un imán.

El hombre, consciente de sí mismo y de sus recursos latentes, siente crecer sus fuerzas en razón a los esfuerzos que desenvuelve en determinado sentido.

Sabe que, todo lo que de bien y de bueno hay, más cerca o mas tarde se realiza en esta o en otra existencia futura, cuando su pensamiento esté de acuerdo con las leyes divinas.
 ...............
 ¡ Cómo es de bello y consolador el poder decir: Conozco la grandeza y la fuerza que hay en mí ¡.

Ellas han de ser mi amparo y mi certeza, en todos los instantes de mi vida.

Con el auxilio de Dios y de los benefactores espirituales, hay que elevarse por encima de todas las dificultades.

Venceré el mal que todavía hay en mí.

 Abriré la mano a todo lo que me ocurra de grosero en este mundo, para elevarme en dirección a estadios más felices.

Veo claramente el largo camino a ser recorrido.

Por tanto, nada podrá impedirme proseguir en  este camino.

Tengo un guía seguro que es la voluntad de ennoblecerme y elevarme.
.
He de conservarme firme e implacable, siempre de frente.

Con mi voluntad conquistaré la plenitud de la existencia.

Haré de mi una criatura mejor.

Para eso, basta que yo quiera alcanzar toda esa ventura con energía y constancia.

Y me diga a mi mismo, llamando a elevarme y a marchar, apresurándome así  a la conquista de mi propio destino : La felicidad verdadera.


Equipo de Redacción de Momento Espírita, con base en la  tercera parte, item XX, del libro El Problema del Ser, del Destino y del Dolor,  de Léon Denis



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