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miércoles, 4 de febrero de 2015

INFANCIA ESPIRITUAL


Resumen del mensaje del Dr. Bezerra de Menezes
en la reunión del CFN, noviembre de 2014
En la mañana del último domingo, 09/11/2014, el médium y orador espírita Divaldo Pereira Franco, fue invitado a participar del cierre de la reunión ordinaria del Consejo Federativo Nacional de la FEB en su sede, con la presencia de los representantes de los órganos federativos de todos los estados Brasileros, tuvo la oportunidad de transmitir, por medio de su mediumnidad  psicofónica, el mensaje lúcido y esclarecedor del Espíritu Superior Adolfo Bezerra de Menezes, como ha venido ocurriendo hace muchos años. 
"El benefactor espiritual inició su mensaje aclarando que la Tierra atraviesa días graves, de gran turbulencia y que la sociedad terrestre, aun cuando tenga iluminada la inteligencia, trae todavía el corazón despedazado por la angustia del ser existencial. Recordó que estamos en un período de transición de mundo de pruebas y expiaciones para regeneración, en el cual profundos cambios se operan en todos los sectores de la vida, para que se alcance la plenitud en la Tierra; más esas transformaciones no se darán sin luchas, esfuerzos y dolor, en razón de la inferioridad moral que todavía caracteriza a la población terrestre. 
"El materialismo, el individualismo, el egoísmo, el consumismo, la adoración al sexo, el poder arbitrario, son llagas que tienen confundido y perturbado a los “servidores de la última hora”, los trabajadores del Bien, que ya no sabe como vivenciar el Evangelio de Jesús en sus vidas. 
"El orientador espiritual repasó episodios del Cristianismo naciente que retrataban las dificultades de entendimiento fraterno entre los cristianos primitivos y que ponían en riesgo el progreso del mensaje de Jesús, habiendo sido crucial la acción de compañeros con el espíritu pacificador y conciliador para que la ruptura no se diese en el movimiento aún incipiente. 
"Con eso, resaltó la necesidad de fortalecer entre los espíritas, el espíritu de unión y de legítima fraternidad, garantizándose a todos el derecho de divergir en cuanto a puntos de vista, más sin que se corra el riesgo de división del “haz de varas”. 
"Contra esa amenaza, el Dr. Bezerra recomendó el Amor como instrumento hábil y seguro para ser usado en todas las decisiones, manteniéndose los corazones desarmados. Todavía, advirtió que las Inteligencias de las Sombras, del mundo espiritual, observan atentamente “lo que nace del corazón” de los trabajadores del Bien, aguardando la oportunidad para estimular en los individuos la envidia, la discordia, la intriga, el personalismo etc; que, para que los servidores de la Tercera Revelación se mantengan en equilibrio, deberían emprender sus mejores esfuerzos en la tarea con la cual están comprometidos, buscando siempre la perfecta identificación con los benefactores espirituales, especialmente Ismael y el proprio Cristo. 
"Por último,  Bezerra de Menezes esclareció que el Espiritismo es el Cristianismo que no pudo ser consolidado en los siglos pasados y advirtió a todos afirmando que la hermana muerte arrebatará aquellos que no correspondieran a las expectativas del Señor de la Viña, que los sustituirá por otros más capacitados para la tarea  en el Bien y que ya se disponen a amar con abnegación y espíritu de servicio."
Texto: Júlio Zacarchenco
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La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión -  Buda (Siddhartha Gautama)

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INFANCIA ESPIRITUAL

Es muy famoso el pasaje evangélico en el cual Jesús afirma:
Dejad que vengan a mí los niños.

El Maestro divino aprovechaba los menores hechos de la vida
 para suministrar sublimes lecciones.
La primera idea que se extrae del pasaje se refiere a la 
imagen de pureza que los niños presentan.

Siendo todos ellos Espíritus que ya encarnaron numerosas 
veces, algunos son más bondadosos y puros que otros.
Pero la candidez es inherente a la infancia, a fin de inspirar 
en los adultos los cuidados necesarios a la atención de
su fragilidad.
Justamente de ese aspecto de la fragilidad surge una 
importante lección de las palabras de Jesús.
Los niños necesitan de orientación y cuidados.
 .
Ellos son frágiles e impresionables.
 Quien convive con niños necesita de una cierta dosis de
 abnegación, a fin de gastar el tiempo necesario
enseñándoles y amparándoles en sus dificultades.
 .
Ocurre que la fragilidad material que caracteriza la infancia es 
bastante breve.
Hay otro género de fragilidad mucho más duradera y penosa.
Se trata de la infancia espiritual de las criaturas.
Los Espíritus que habitan el planeta Tierra no se encuentran 
todosen el mismo nivel evolutivo.
Muchos de ellos ya comprenden sus deberes esenciales en la 
fase de la vida.
Saben que es imposible construir la propia felicidad sobre la 
desgracia ajena.
Entienden que no hay felicidad sin paz y ni paz sin conciencia.
Así, jamás se permiten hacer el mal al prójimo.
Quien ya interiorizó el respeto a la ley divina alcanzó la madurez espiritual.
Mientras tanto, una parcela muy sustancial de los Espíritus 
vinculados a la Tierra permanece infantil, bajo ese aspecto.
Ellos presentan en el mundo, muchas veces, una imagen odiosa.
No importa la posición social que ocupen, su fragilidad moral 
siempre se evidencia.
Donde quiera que estén, buscan tener ventaja, a costa de los 
otros.
Si son poderosos y sofisticados, se envuelven en vergonzosos 
negocios.
Si son pobres, también hieren al prójimo, aunque en menor grado.
Aunque susciten mucha antipatía, en verdad son lamentables, en 
su inconsistente moral.
Sus actos apartados de la ética les preparan días de dolor y 
decepción.
Al final, la Ley Divina es perfecta y nadie jamás la consigue burlar
.
*  *  *
Al respecto de esos hermanos infantiles, conviene reflexionar 
sobre el mensaje de Jesús.
No es digno del cristiano el deseo de exterminar a quien sigue por
 detrás.
 .
Todos somos ovejas del rebaño del Cristo y ninguno de nosotros 
se perderá.

Es preciso corregir a esos hermanos y detener sus actos, 
inclusive para que no se degraden en sus desatinos.
Pero nunca debemos odiarlos o abandonarlos.

Aun más que los niños, ellos necesitan de orientación.
Piense en eso.

Redacción del Momento Espírita.
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Muchas personas reencarnaron con el compromiso de dar un nuevo impulso al mensaje espírita, al mensaje espiritualista, para por fin poder ver el cumplimiento del mensaje de Jesús.
                Lindomar Coutinho

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  LA TOMA DE CONCIENCIA Y EL ESTADO DE NECESIDAD
   Sólo cuando la necesidad ha llamado a la puerta de la Humanidad hemos buscado soluciones a nuestros problemas; ha sido el motor de las sucesivas civilizaciones. Xavier Llobet apunta más alto cuando incide en que la respuesta a nuestras necesidades espirituales actuales y a nuestro sufrimiento lo encontraremos en la responsabilidad y la concienzación de nuestro ser imperfecto, heredero de múltiples ocasiones fallidas, y la libre elección del bien como meta."



El espíritu trabaja con la intención de salvar óbices en cumplimiento de su instinto de conservación, siendo incitado a salvaguardar igualmente la vida de cuantos le rodean y recaigan sentimientos de amor, provocando el estímulo de sus facultades psíquicas y morales que a lo largo de las experiencias carnales va desarrollando.
La acumulación de experiencias reencarnatorias conjugadas con el libre albedrío, suponen que el ser reencarnado camina sobre una estrecha tabla y que cualquier paso en falso le conllevaría a una forzosa caída.
Los verdaderos males de los que sufre el espíritu, son sin duda gestados por sí mismo, por sus vicios en el amplio concepto del término. La voz de la conciencia es la que indica en cada momento cuándo y dónde debe pisar sobre seguro, es el registro donde queda instaurada la Ley de Dios, es el mejor libro Espírita abierto.
Sin embargo, junto a todo mal reside un remedio. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el hombre siente la necesidad de cambiar. Es precisamente este estado de necesidad en el que se sumerge el espíritu, reencarnado o en la erraticidad, lo que forzosamente lo empuja a su adelantamiento intelectual, psíquico y moral. La necesidad es la fiel compañera que le hace caminar firmemente y adoptar las mejores resoluciones una vez se haya precipitado en el angustioso abismo de sus errores y excesos.
Imperioso es que el ser pensante se adelante con respecto a las condiciones adversas que le afligen ocasionadas por sus propios errores. La toma de conciencia para establecer nuevos rumbos es el centro y motivo principal de la experiencia en la vestidura carnal. No únicamente es la expiación por la que se sufre, no únicamente es la prueba por la que se aprende, sino que el tiempo reencarnatorio también sirve para la concientización a fin de que el ser reencarnado logre acortar su proceso expiatorio.
  De entre los atributos que  forman la figura del Ser Supremo, nos encontramos con la Sabiduría, la Justicia y la Bondad.
La conjugación de estos tres predicados conlleva a la plasmación de Sus ideas en un acto de realización sublime, cuyo soplo divino gesta la aparición del espíritu sencillo e ignorante. Así, nos vemos compelidos a desarrollar nuestra actividad en un océano ilimitado en la inmensidad del universo.
Cuando observamos a nuestro alrededor, percibimos que todo lo que nos envuelve se encuadra en un dualismo del que no podemos escapar. La noche y el día; el frío y el calor; el sueño y la vigilia. En toda la naturaleza se observan concatenaciones de valores opuestos cuya persistencia en unos ahora, y en otros después, desembocan al movimiento, al cambio, al progreso.
Asimismo acontece con las ideas del Bien y del Mal, que reposan a uno y otro extremo de una balanza en constante movimiento, pues dependiendo de su mayor o menor relevancia la decantan hacia un lado o a otro.
La existencia del mal es una obviedad y su análisis ha sido objeto de estudio en todas las corrientes filosóficas de todos los tiempos. Igualmente a nosotros nos es preciso adentrarnos en las causas de ese mal; ubicar su origen, su procedencia, su dirección, saber dónde está ubicado, de dónde ha venido y hacia dónde se dirige.
Muchas son las corrientes del pensamiento que atestiguan que ante la magnanimidad del Ser Supremo, señalan a éste como el origen de la existencia del mal, pues es Él quien todo lo crea. Sin embargo, nuestra creencia espiritual, nos indica que de los atributos divinos no puede surgir ni una sola circunstancia que denote la presencia del mal. Entonces sólo nos cabría pensar en que el mal como atributo, podría recaer sobre un “ser especial”, que comúnmente se le otorga el nombre de Satanás en otras corrientes espirituales.
Aquí existirían dos opciones a dilucidar. La primera sería situar a ese ser maléfico en el mismo nivel de superioridad que Dios. Si bien, Kardec afirma que “esta hipótesis es inconciliable con la unidad que revela el orden universal”.1
La segunda hipótesis, nos haría pensar en un ser subordinado a la Figura Divina, aunque ello implicaría que su creación obedecería a la voluntad de Dios, cuestión que descartamos en atención a que pondríamos en tela de juicio la bondad de Dios “(…) ya que habría dado vida al espíritu del mal”.2
Los diferentes males que asolan la humanidad en general,y a los espíritus encarnados en particular, pueden o no depender de su propia voluntad. Los segundos serían todos aquellos que escapan a las riendas libres de actuación de todo ser pensante. Así, tendríamos el caso de las catástrofes naturales.
A lo largo de la evolución histórica de la humanidad, vamos observando como en el empeño de salvaguardar la propia existencia, el ser ha ido estableciendo mecanismos preventivos unos, de defensa otros y paliativos los últimos, a fin y efecto de contrarrestar todas y cada una de las consecuencias que determinados acontecimientos naturales pudieran afligir al hombre. En un claro ejercicio de su intelecto ha ido materializando vías tendentes a paliar o suprimir en la medida de lo posible las consecuencias de ese mal, en principio no generado por el espíritu a título individual.
Como consecuencia de ello, es extraíble la conclusión que determinadas circunstancias adversas han conllevando al desarrollo de la inteligencia y por ende a evitar estados de ociosidad, pereza o estancamiento.
El espíritu trabaja con la intención de salvar óbices en cumplimiento de su instinto de conservación, siendo incitado a salvaguardar igualmente la vida de cuantos le rodean y recaigan sentimientos de amor, provocando el estímulo de sus facultades psíquicas y morales que a lo largo de las experiencias carnales va desarrollando.
La acumulación de experiencias reencarnatorias conjugadas con el libre albedrío, suponen que el ser reencarnado camina  sobre una estrecha tabla y que cualquier paso en falso le conllevaría a una forzosa caída.
Los verdaderos males de los que sufre el espíritu, son sin duda gestados por sí mismo, por sus vicios en el amplio concepto del término. La voz de la conciencia es la que indica en cada momento cuándo y dónde debe pisar sobre seguro, es el registro donde queda instaurada la Ley de Dios, es el mejor libro Espírita abierto.
“Si el hombre actuase conforme a las leyes Divinas evitaría los males más agudos y viviría feliz sobre la Tierra. Si no lo hace, es en virtud de su libre albedrío y por eso sufre las consecuencias que merece”.3
Sin embargo, junto a todo mal reside un remedio. Llega el instante en que el exceso de mal moral se vuelve intolerable y el hombre siente la necesidad de cambiar. Es precisamente este estado de necesidad en el que se sumerge el espíritu, reencarnado o en la erraticidad, lo que forzosamente lo empuja a su adelantamiento intelectual, psíquico y moral. La necesidad es la fiel compañera que le hace caminar firmemente y adoptar las mejores resoluciones una vez se haya precipitado en el angustioso abismo de sus errores y excesos.
Para el materialismo el mal y el dolor es una constante universal que siempre ha recaído en la humanidad. Determinadas corrientes religiosas, personifican el mal y el dolor en un ser superior al espíritu reencarnado, amo y señor de lúgubres lugares donde residen aquéllas almas que han contravenido las leyes o dogmas de la correspondiente doctrina; mientras que raros elegidos son aptos para residir en determinados paraísos en los que reina la felicidad.
Para el creyente de determinados movimientos religiosos, la separación definitiva de los seres que se aman con posterioridad a la desencarnación es tan perpetua como la de cualquier corriente materialista.
Sin embargo, el Espiritismo enseña el carácter transitorio del mal, en atención a la propia voluntad del sufridor, teniendo presente que a más tardar este mal desaparecerá cuando resurja aquel estado de necesidad, y que la referida voluntad podrá ponerse en práctica y actuar gracias a la Ley de Justicia que recae sobre la Reencarnación.
Imperioso es que el ser pensante se adelante con respecto a las condiciones adversas que le afligen ocasionadas por sus propios errores. La toma de conciencia para establecer nuevos rumbos es el centro y motivo principal de la experiencia en la vestidura carnal. No únicamente es la expiación por la que se sufre, no únicamente es la prueba por la que se aprende, sino que el tiempo reencarnatorio también sirve para la concientización a fin de que el ser reencarnado logre acortar su proceso expiatorio.
La Ley de Acción y Reacción es sabia, justa y bondadosa. La Ley de la Reencarnación es el claro ejemplo de la nueva oportunidad concedida de forma satisfecha y envuelta con la Paciencia y la Confianza del Creador. Éste permanece paciente observando cómo nuestro espíritu deudor evoluciona gracias al movimiento inevitable de la balanza del Bien y del Mal cuyo vaivén provocamos a nuestra voluntad.
Nuestra voluntad pondrá en marcha todos los mecanismos aptos para que acontezca aquél estado de concientización. Caso que no ocurra, nos veríamos abocados a la espera, surgimiento o resurgimiento de ese inevitable estado de necesidad, exponente de la Ley del Progreso.
Gracias a la bondadosa Dádiva Divina, la Ley de Causa y Efecto permite al reencarnado moldear las características intrínsecas del dolor que se encuadran en su estipulada vivencia expiatoria. Así, toda expiación resulta maleable en atención al trabajo y al esfuerzo de su sufriente. Éste no queda punido en una sentencia proveniente de la aplicación de la ley del talión. Mas al contrario, dependiendo del rumbo que adopte en su marcha expiatoria podrá observar cómo se aminora la dureza de la prueba, mutando aquellas circunstancias a su alrededor, desapareciendo unas o surgiendo otras indicándole en consecuencia que sigue el camino correcto de su recuperación anímica, facilitándole por ello la labor, como respuesta a su toma de conciencia.
Mientras el ser no se concientice ni mude su casa mental, las durezas de las pruebas y expiaciones continuarán su curso hasta que sea necesario, hasta que aparezca irremediablemente ese estado de necesidad.
Joanna de Ángelis nos indica que en la edad temprana se sitúa el momento en que empiezan a movilizarse los mecanismos de discernimiento y de actuación del ser humano para trabajar de  conformidad con la Ley Divina. En efecto, “la experiencia del Bien y del Mal comienza en la infancia delante de las actitudes de los padres y de los demás familiares”4. Ello puede acontecer por un lado gracias a las directrices de comportamiento que los adultos ofrecen a los menores y, por otro lado, a los ejemplos de que puedan valerse los primeros frente a la cálida y atenta observación de los segundos.
Las correcciones comportamentales de los infantes, deben establecerse bajo el prisma seguro de estar obrando conforme al Bien. En caso contrario, la ausencia de explicaciones, respuestas o consecuencias adecuadas en el ánimo de corregir y educar pueden generar la incomprensión de lo suministrado y exigido al menor, interpretando éste dicha información o actuación requerida a cambio de la recriminada como apta simplemente por el hecho de evitar puniciones futuras. En estos casos, puede surgir el sentimiento de culpabilidad del menor que tendrá como única vía de escape reacciones enmascaradas con el odio o por el resentimiento cuando se sienta ya liberto de la imposición del “ascendiente moral”, acarreando con posterioridad posibles episodios depresivos o de trastorno de la personalidad.
Ello indica que el Bien no se impone, que el Bien en ningún caso puede ser revestido de los caracteres de la represión. En razón de eso, continúa Joanna de Ángelis, “(…)se hace más difícil la asimilación e incorporación de los valores del Bien en un adulto aclimatado a la agresión, a las luchas, en las cuales predominó el Mal, tuvo su victoria, los resultados placenteros del ego, la vitalización de los comportamientos opresores, que generan héroes poderosos, pero que no escaparon de las áreas de los conflictos por donde continúan  transitando”.5
Así, en edad adulta la tarea es doble y más lenta “porque tendrá que modificar las constricciones del ego y a través de la reflexión, de los ejercicios de meditación y evaluación de la conducta, sustituir los hábitos enraizados por nuevos comportamientos compensadores para el yo superior”.
Cuando quien pauta su existencia bajo los prismas de la negatividad, de la inquietud o de la enfermedad, bajo aspectos perturbadores y de insatisfacción, únicamente transmite desarmonía a su rededor, enfermedad, depresión y alucinaciones crueles, pudiendo, en su declive y por falta de la toma de conciencia en la adopción del rumbo correcto, constituir psicopatologías de los más diversos grados y adentrarse igualmente en las áreas de la obsesión espiritual o de la autoobsesión.
Aquí la toma de conciencia sugiere al ser sufriente ya en estos términos, el indemorable cambio de actitud mental hacia el encuentro con el Bien, antes de ser abocado al estado de necesidad del cambio, cuando cansado del mal busque remedio en el Bien, dilatando y retardando sus estadías carnales con ocasión de no haber movilizado los recursos que tienden a aminorar las duras pruebas.
Tales recursos reposan en la oscura conciencia del reencarnado, lugar que precisa ser iluminado por el Espiritismo como Consolador prometido por Jesús y que viene a traernos “el conocimiento de las cosas (…), el llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios y el consuelo por la fe y la esperanza”.6
Tres estadios distintos nos ofrece la Doctrina Espírita entre los que nos podemos encontrar a título individual: el estadio del conocimiento doctrinario; una vez adquirido ese conocimiento aparece el estadio de la consolación de los dolores presentes ocasionados de pretéritas actuaciones; y finalmente el llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios, esto es, al cambio o mudanza de nuestro vida mental a fin y efecto que se vaya modificando nuestra vida comportamental. Lógicamente el primer paso es conocer la Doctrina, el segundo paso y una vez conocida, nos ofrece el consuelo necesario a nuestras atribuladas vidas, y finalmente una vez consolados, nos incita a responder a ese llamamiento a los verdaderos principios de la Ley de Dios a fin de no generar nuevas deudas. Pues como así elucidó Chico Xavier, aunque nadie pueda volver atrás y hacer un nuevo comienzo, cualquiera puede comenzar ahora y hacer un nuevo fin.
Y usted, ¿En cuál de los tres estadios se encuentra?
 Xavier Llobet
Centro Espírita Irene Solans, Lleida
Artículo publicado en el Nº 4 de la revista "Actualidad Espiritista"