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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Temor ante la muerte



 EL TEMOR A LA MUERTE  ES EL RESULTADO DE LA IGNORANCIA A RESPECTO de la vida.

Tradicionalmente  renegada como siendo el fin, considerada como el momento de prestación de cuentas, normalmente espantosa,  en razón del comportamiento existencial durante la jornada terrestre, casi siempre reprochable,  o al aniquilamiento  de la conciencia, la muerte se transforma  en hedionda  realidad de la cual, sin embargo, nadie consigue eximirse.

Para morir, basta encontrarse vivo.

En algunas culturas ancestrales y diversas actuales, se procura  enmascarar la muerte, realizándose  prolongados  y afligentes cultos, en otros momentos  produciéndose fiestas  de liberación del cuerpo,  otras veces promoviéndose ceremonias maquillándose el cadáver  para darle mejor apariencia, como si eso fuese  importante, con el objetivo  de disminuir el dolor  en su enfrentamiento.

    Si el cuerpo pudiese prolongar  su permanencia en la Tierra, como agradaría a algunos aficionados  de la ilusión, más apenas temporalmente,  como eso sería terrible  para los portadores de enfermedades  congénitas,  de parálisis,  de  trastornos psicológicos destructivos, de la miseria social y económica, de las expiaciones  en general…
     Para quien se complace en la fantasía de la ignorancia, pretendiendo la eterna juventud,  disfrutar de los agotadores placeres, permanecer en el foco donde quiera que se encuentre, seria aparentemente  muy bueno y compensador. No en tanto, todo lo que se hace repetitivo, en una continuidad larga,  corre el riesgo de tornarse tedioso, de producir el vacío existencial por falta de significado psicológico.

   La Divinidad, al establecer los límites  orgánicos, en razón  de las energías que vitalizan  la materia, proporciona tiempo y oportunidades necesarias para el desenvolvimiento ético-moral y espiritual  del espíritu humano.Mediante las existencias sucesivas, se adquieren los valores inalienables para la conquista del bienestar,  de la armonía, de la individualización.

   Con su constitución inmortal, el Espíritu progresa  y alcanza los objetivos superiores de la vida, pudiendo fruir  todas las bendiciones  que se encuentran a su alcance.

   La felicidad no es de este mundo, asevera Eclesiastés, demostrando que, sí, existe  la plenitud, más no la anhelada  por el cuerpo físico en el mundo material.

   La conciencia de la sobrevivencia  la disyunción molecular  proporciona la real alegría de vivir y luchar, ocasionando  un grandioso significado a la existencia que se adorna de posibilidades que facultan la conquista del estado  luminoso.

   Algunos objetan que ese comportamiento puede proporcionar acomodación  al sufrimiento, aceptación pasiva de los acontecimientos perturbadores, pensándose que las futuras reencarnaciones todo resuelven.

   Por el contrario ocurre,  que la conciencia  en si faculta  ampliación de los horizontes mentales, enriquecimiento emocional superior, esperanza en alcanzar las metas dignificantes de la vida, a medida que se lucha por conseguirlas.
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  Se muere a cada instante, en razón de las continuas transformaciones que ocurren en el organismo.

  Centenas de millones de células se descomponen y mueren, en minutos, ocasionando el surgimiento  de otras tantas, hasta el momento que la energía vital que desaparece como resultante del desgaste,  disminuye y se consume, desarrollando la muerte de todo el organismo.

   En una lucida comparación, toda vez que el sueño fisiológico toma al organismo y oscurece la conciencia, se enfrenta a una forma de muerte, sin gran variación a respecto de aquella que encierra el ciclo terrestre.

   El miedo a la muerte, de alguna forma, es atávico, procedente de la caverna, cuando el fenómeno  biológico sucedía y el hombre primitivo no lo entendía,  desconociendo la razón de su ocurrencia.

  Del desconocido hecho las informaciones que fueron siendo recogidas a lo largo de los milenios,  los mitos y arquetipos  remotos se encargaron de crear funestos conceptos  a su respecto.

  No obstante, en ese mismo periodo ocurrieron las memorables comunicaciones  espirituales cuyas informaciones son encontradas en algunos escritos rupestres, originándose asi también  el culto a los Espíritus, como siendo una forma  de mantenerlos vivos, de tranquilizarlos, de encaminarlos al mundo de origen.

   Guardadas hoy las proporciones, las ceremonias religiosas, las recomendaciones litúrgicas y los ritos constituyen  un perfeccionamiento de aquellos cultos primitivos, en los cuales, durante un largo periodo, se realizaban  holocaustos de animales y de seres humanos, a fin de calmar  aquellos que se proclamaban dioses y responsables por los acontecimientos en general.

 Hubo, sin duda, un gran progreso en la celebración de los cultos a los muertos, permaneciendo aun, lamentablemente, la ignorancia en torno a la inmortalidad.

  Retornando  a la convivencia con aquellos que quedaron en la Tierra, se disponen de claras y significativas informaciones a respecto de la sobrevivencia del ser, de cómo contribuir en su beneficio, substituyendo la pompa  y las extravagancias, muy del agrado de la insensatez, por las oraciones ungidas de amor y de respeto por su memoria, recordándolos con cariño, trabajándose en beneficio del prójimo, en homenaje  al que representan en la afectividad…

   La reverencia al cuerpo se fijo de tal manera  en el comportamiento humano  que el arte se sirvió de ese fenómeno para preservar el cariño de los que permanecieran en el mundo – al final por poco tiempo, porque también fueron convocados a seguir para el más allá - , por intermedio de los monumentos  colosales, de los mausoleos ricamente  decorados, de las capillas revestidas de mosaicos y de mármoles  de altos precios…  Los artistas aumentaron ese tipo de culto, estimulando las decoraciones  con estatuas imponentes o conmovedoras, utilizando el bronce, el hierro, el oro  y otros metales, como también piedras preciosas, pinturas fastuosas para expresar  la grandiosidad del desencarnado, muchas veces  en situaciones deplorables en el mundo espiritual, como consecuencia de la vida que llevo en la Tierra…
   Aun ahí vemos una forma de disimular la muerte, dando  un aspecto festivo a los despojos  ya consumidos por los fenómenos naturales.

… Y todos esos recursos podrían ser  encaminados para disminuir el sufrimiento  de millones de criaturas enfermas, hambrientas, excluidas del conjunto social…

   Infelizmente, sin embargo, la muerte es uno de los factores que empujan a las personas débiles  y sin preparación  para los enfrentamientos normales de la existencia, para la depresión, para la rebeldía, para la violencia.

 Nadie conseguirá huir a la muerte, por más que lo intente.



   Piensa con frecuencia y tranquilidad en tu desencarnación. Considera  que el momento, por muy distante  que se te presente, llegará fatalmente.

   Recuerda  a tus desencarnados con cariño, envolviéndolos en ternura y oraciones.

   Háblales mentalmente a respecto de la realidad en la cual se encuentran y como se deben comportar, procurando el apoyo de sus guías  y la protección del Señor de la Vida.

   Muriendo y retornando luego después, Jesús contó el himno de la inmortalidad gloriosa que culmina  su trayectoria en la Tierra  de manera insuperable.
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EL TEMOR A LA MUERTE ES EL RESDULTADO DE LA IGNORANCIA A RESPECTO DE LA VIDA. CUANDO SE TIENE CONCIENCIA DEL SIGNIFICADO REAL  DE LA MUERTE, EN LA CONDICIÓN DE PASAPORTE PARA LA VIDA, LA ALEGRIA DE LA INMORTALIDAD SUSTITUYE  A LA ANGUSTIA DEL ETERNO ADIOS.

TRADUCIDO POR: M. C. R
Extraído del libro “entrégate a Dios” de Divaldo Pereira Franco. Por el espíritu Juana de Angelis

( Ver el blog  inquietudesespiritas-blogspot-com )

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