“El trabajo de la mujer es siempre la misión de amor, extendiéndose al infinito.”- ( Chico Xavier )
El amor reciproco entre los miembros de la familia es esencial para que una madre pueda cumplir las nobles finalidades que le están encomendadas.
Como criaturas imperfectas que somos, estamos aun muy lejos de poseer el amor puro e incondicional, propio de los espíritus elevados.
El amor que casi todos conocemos, se resiente, aun todavía, de fuertes dosis de egocentrismo, y porque es así, exige más de lo que da. Por consiguiente, si no es satisfecho en sus deseos, ni correspondido en sus efusiones, se desilusiona y desaparece, cuando no se transforma el malquerer.
Dios al instituir la familia, quiso en su infinita Sabiduría, confiar a la madre la sublime misión de ser la dispensadora de afecto, infundiendo en su corazón reservas inexorables de abnegación, de cariño y de paciencia, para así atender las necesidades del hijo sin desatender las reclamaciones del padre, asegurando, de ese modo, la condición básica de la sobrevivencia familiar.
Cuando la mujer es madre, no disminuye su afecto hacia el cónyuge, necesita eso si tornarse más solicito, para que el padre no rechace al hijo y se encele del amor de su esposa para con el. .
El amor de la madre para el hijo es indispensable como lo es el sol para la vida de las plantas, , si le faltase ese cariño, su desenvolvimiento físico, mental, afectivo y espiritual estará comprometido por toda la existencia de forma insanable, ya que nada, absolutamente nada, podrá compensarlo.
¿Verdad que es muy difícil ser buenos padres?
Son muchas las madres, desesperadas, dolidas duramente, por la incomprensión de sus hijos, por su negligencia, por su perversidad, por su adicción a las malas inclinaciones, vicios, mala educación, en fin, es una misión muy importante para la mujer pero muy difícil en los tiempos que corren llevarla a cabo.
De hay que aya tantas madres, que ante la montaña que se les crea, abandonan a sus hijos, en busca de desarrollo intelectual, olvidando los compromisos asumidos, ante Dios, al aceptar a un hermano suyo, para custodiarlo en la vida, hasta que pueda valerse por si mismo.
¡Si es verdad, que hay casos de muy difícil solución, que les llevaría toda una vida, porque en el caso de un hijo deficiente, es una misión muy larga, pero también es un merito muy grande el de esos padres que aceptan esa misión y las llevan hasta el fin, con amor, renuncia y paciencia.
Todo tiene su razón de ser, y por la ley de causa y efecto, sabemos que cada uno portamos una deudas del ayer que hemos de rescatar, y que la mano que nos hiere es la que nos ofrece esa oportunidad, un hijo conflictivo es una hermosa oportunidad para aquel que en otra existencia, abandono a sus hijos, no les hizo caso, y que ahora importunado por los efectos actuales, el puede redimir y rectificar, tal acción.
Son muchas las causas que pueden explicar los infortunios en la familia, no podríamos detallar, nada exactamente, pero si sabemos que todo tiene su razón de ser, y que si la explicación no la encontramos en la vida presente, hemos de remontarnos al pasado, para comprender tales cosas.
A veces nuestra actuación cuando éramos niños, no fue muy grata, guardamos de ello malos recuerdos, nuestros padres lo pasaron mal con nosotros, veían muy difícil nuestro desarrollo en la vida, no sabían ni como ayudarnos, soñaban eso si, miraban cosas que nos harían bien, y al cabo del tiempo ven y nosotros observamos que nada fue como ellos pensaron, ni lo que soñaban mejor para nosotros, llego a ser ni en sueños.
Eso es porque la vida nos va llevando sin apenas nosotros darnos cuenta, al camino que nos ofrecerá la oportunidad de desarrollar nuestros deberes y rescatar las deudas del ayer.
Debemos tener siempre presente, una cosa, que la felicidad completa, en la tierra, no existe, y que como dijo la Madre teresa de Calcuta, “no vinimos a la tierra a bañarnos en agua de rosas.”
“En el ámbito doméstico, el corazón maternal debe ser el exponente divino de toda comprensión espiritual y de todos los sacrificios por la paz de la familia. Dentro de esa esfera de trabajo, en la más santificada tarea de renuncia personal, la mujer cristiana enciende la verdadera luz para el camino de los hijos a través de la vida.”
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