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martes, 22 de febrero de 2011

La casa mental

Alipio Gonzalez
Nuestra mente es como una casa. Puede ser
 grandiosa o pequeñita, sucia o cuidadosamente
 limpia.
 Depende de nosotros.

¿Usted ya observó como actuamos con relación
 a los pensamientos que cultivamos?

En general, no tenemos con la mente el cuidado
 que acostumbramos a dispensar a los lugares
en que vivimos o trabajamos.

¿Quién pensaría en dejar su casa u oficina llena
 de suciedad, acumulando basura o llena de ratones e insectos?

Ciertamente nadie.

Sin embargo, con la casa mental somos menos atentos.  Es que 
permitimos que pensamientos infelices y malos sentimientos
encuentren vida en nuestro corazón.

¿Y cómo hacemos eso?

Actuamos así cuando permitimos que haya libre acceso a nuestras
mentes los pensamientos de rebeldía, envidia, celos, odio.

O cuando cultivamos el deseo de venganza, rencor e infelicidad.

En esos momentos, es cómo si llenáramos de suciedad la mente. Una
pesada capa de polvo cubre la alegría e impide que estemos en paz.

Además de la angustia que trae, la mente atormentada influencia
directamente el cuerpo, acarreando enfermedades y sufrimientos
 innecesarios.

Y aun peor: contribuir para el aislamiento.

Sí, porque las personas notan cuando no estamos bien espiritualmente.

  El ácido de nuestras palabras, el rostro contraído, todo hace que los
otros deseen alejarse de nosotros, agravando nuestra infelicidad.

¿Y qué hacer para impedir que eso ocurra?

La respuesta fue dada por Jesús: orar y vigilar.

La vigilancia es esencial para quien desea la mente saludable.

    Nuestra tarea es observar cada pensamiento que se infiltra,analizar
la naturaleza de los sentimientos que surgen.

Y, principalmente, estar alerta para arrancar como hierba dañina todo lo
 que pueda perjudicarnos.

Dado ese primer paso que es la vigilancia, es importantísimo estar
atento para la segunda recomendación de Jesús: la oración.

Cuando identificamos dentro de nosotros los feos sentimientos,
las malas palabras y los pensamientos desequilibrados, siempre
podemos recurrir a la oración.

La plegaria es un pedido de socorro que dirigimos al Divino Padre.
Cuando nos sentimos frágiles para combatir los pensamientos
infelices, es hora de pedir auxílio a Dios.

Es tiempo de hablarle a Él sobre la flaqueza que cargamos o la
tristeza que nos abate. Es el momento de pedir fuerza moral.

Y el Padre de los Cielos nos enviará el auxilio necesario.

Pero... de nuestra parte, es importante no tener desgana. Es
preciso trabajar para ser merecedor de la ayuda que Dios nos
 manda.

¿Cómo hacer eso? Contraponiendo cada malo pensamiento los
varios antídotos que tenemos a nuestra disposición: las buenas
 actitudes, la sonrisa, la alegría, las buenas lecturas.En vez de la
 maledicencia, la buena palabra, las conversaciones saludables.

  En el lugar de la crítica ácida, optar por el elogio o por la
observación constructiva.

Si surgiera un pensamiento infeliz, combatirlo con firmeza.

*  *  *

No se deje esclavizar.

Si alguien lo ofendió o le hace mal, busque perdonar, olvidar.
Y pida a Dios la oportunidad de ser útil a esa persona.

Y no olvide: todo día es excelente oportunidad para iniciar la
limpieza de la casa mental. Comience ahora mismo.

Redacción del Momento Espírita

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