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viernes, 11 de febrero de 2011

Pesimistas


El pesimismo


Un pesimista es una persona negativa que siempre ve el lado malo de las cosas, y nunca pone atención en el lado bueno.
La gente pesimista nunca tiene ganas de hacer nada, siempre se queja de todo, y cree que las cosas buenas van a durar muy poco tiempo.
En pocas palabras, una persona pesimista es todo lo contrario a una persona que tiene fe y confianza en Dios. La fe es la seguridad de que algo que no veo va a suceder, y de que alguien que no veo, existe.  
El pesimismo es el sistema filosófico que atribuye al universo la mayor imperfección posible.
La actitud pesimista es muy perjudicial para la salud mental y física. Así mismo el pesimismo lleva a la persona a perderse muchas buenas oportunidades en la vida porque simplemente no las percibe.
Para la psicología, el pesimismo puede ser un síntoma de enfermedades como la depresión. Los pensamientos y las manifestaciones pesimistas, en este sentido, pueden reflejar la existencia de un trastorno emocional que se caracteriza por el abatimiento y la infelicidad.
El habito de la lamentación y de la queja se torna, cada vez más, razón de pesimismo y perturbación.

El optimismo o pesimismo es algo que se aprende, uno no nace desdichado o dichoso, sino que es algo que aprende y extiende a otras personas que se encuentran a su alrededor

Una idea que se encuentra muy extendida pero que así mismo está equivocada, es la de considerar que no somos capaces de controlar nuestros estados mentales. Pensamos que es algo que nos sobreviene y que no podemos evitar, que se trata de algo que es superior a nuestras propias fuerzas.

Debemos convencernos de que somos nosotros quienes enviamos a nuestra mente unas señales determinadas que la hacen reaccionar de una u otra manera. Se trata de controlar la forma en la que uno se comunica consigo mismo, enviándose mensajes positivos o negativos.

Caracterizando un comportamiento enfermizo, se generaliza, contagioso, arrastrando multitudes al desanimo o estimulando temperamentos rebeldes para la violencia, en tentativas infelices  para desviar el curso de los acontecimientos y las circunstancias que condenan con acrimonia.

Poseyendo una óptica distorsionada sobre la realidad, todo aquel que cultiva la queja sistemática apura la observación exclusivamente diseccionada para el lado negativo de los hechos, complaciéndose en invectivas, presentándose como victima inocente de todo cuanto le sucede, sin notar las innumerables caras positivas y concesiones que le son ofrecidas por la Vida, en una ruda forma de ingratitud con sus consecuencias infelices.

Viviendo el pesimismo, que se deriva de la auto conmiseración, se complace en atormentarse, pasando a atormentar también a las criaturas incautas, que se le asocian, contagiándolos con los miasmas venenosos, aumentando así el número de deprimidos, estropeadores de los ideales de ennoblecimiento humano.

Mediante esa actitud se agravan más los hechos censurables, equivocados, cuando lo correcto seria abandonar la critica derrotista, contribuyendo a favor de la rectificación de los errores, alterando así el rumbo de los sucesos perjudiciales.

De tal manera se agrava ese comportamiento que, tales individuos, en vez de promover estímulos saludables, sus comentarios se ciegan siempre valorizando dolencias.

Describen el cuadro de las enfermedades de que se dicen objeto, real o imaginariamente, cultivando el pesimismo en cuanto a la probable recuperación, no teniendo en cuanta la contribución de la mente saludable actuando sobre los implementos celulares, los delicados mecanismos nerviosos, los sutiles equipamientos cerebrales que, de esa manera, padecen las descargas vibratorias  insalubres.

La conducta pesimista constituye  un vicio grave del Espíritu comprometido con la propia conciencia.

El fenómeno natural de la vida es la salud. La enfermedad constituye disturbio de la conducta moral, que el alma insculpe  en los delicados tejidos orgánicos solicitando reparación.

Cuando no es considerada con el respeto que merece, esa distonia de los fenómenos vitales da lugar a la instalación de la dolencia. Solamente cuando el campo vibratorio del ser humano está en desarmonia, en razón de los referidos factores profundos, la fauna y la flora microbiana se instalan, produciendo la degeneración.

La vida avanza para la plenitud.

Todo contribuye para el crecimiento y la sublimación del ser.

A una persona optimista, un fracaso no lo hunde, por el contrario lo lleva a buscar y a superar aquello que se puede mejorar, para la próxima vez conseguir alcanzar su objetivo.

La persona pesimista, por su forma particular de ver la vida, se hunde y considera que con sus habilidades y capacidades no es capaz de superar ese obstáculo, lo que lo lleva a no intentarlo y a que su desesperación vaya en aumento y por supuesto en su contra.

La capacidad humana para ser felices entre mucho sufrimiento es inmensa, y lo mismo ocurre a la inversa, ya que a mucha gente le resulta imposible conseguir dicha felicidad a pesar de estar rodeado de ella. Así mismo, nuestra capacidad de aguante aumenta si esperamos que ese sufrimiento termine pronto, es decir si logramos mantener la esperanza.

Aspirar el alcanzar las cumbres de la evolución es impulso del pensamiento; conseguirlo es resultado del esfuerzo por la acción.

Teniéndose en vista las admirables dadivas de Dios al ser humano, se descubre que los limites y las dificultades que surgen por el camino son también desafíos que deben ser vencidos  por el esfuerzo personal y con satisfacción.

Es importante saber reírse de uno mismo. Exceptuando la muerte todo lo demás es superable en esta vida, lo que nos permite cometer fallos y aprender de ellos. Hay que saber medir adecuadamente la repercusión de todas las cosas sin concederles una importancia excesiva.

Hay que saber buscar el lado positivo de las cosas (aunque muchas veces nos resulte prácticamente imposible) para contagiar de optimismo a aquellas personas que nos rodean. Se trata de conseguir la felicidad sin olvidarnos de que la tristeza y el dolor siempre estarán ahí.

La queja complica el cuadro de la realización, y el pesimismo es toxico que termina por victimar a aquel que lo cultiva.

Es difícil liberarse del pesimismo, pero con perseverancia y paciencia puede lograrse. Si te encuentras con cierto grado de pesimismo, prueba las siguientes recomendaciones:

1º Reconoce en primer lugar que el pesimismo es perjudicial para ti mismo, ya que provoca tristeza y sufrimiento; deteriora además tu salud y tu relación con los demás.
2. Revisa tu salud física. Cuida de no tener alguna enfermedad: procura también aprender relajación y practicarla para evitar el exceso de estrés.
3. Intenta por todos los medios estar alegre y sonriente. No importa que al principio te cueste un esfuerzo hacerlo. La mente seguirá a la acción. Si actúas como si estuvieras feliz, pronto lo estarás realmente.
4. Reconoce que las ideas perturbadoras generadas en el pasado por situaciones de fracaso o de baja autoestima son el origen del pesimismo. Considera que lo ocurrido antes en tu vida no tiene por qué seguir sucediendo.
5. Busca realizar actividades que sean de tu agrado y para las cuales te sientas especialmente capacitado.
 Favorecido por la gloria estelar, el Espíritu asciende etapa a etapa, trabajándose, a través de las conquistas intelecto morales, otras veces vivenciando las experiencias de los sufrimientos, que fijan las lecciones de la vida indeleblemente, contribuyendo para diligencias más nobles y elevados.

Confía en Dios, optimismo y alegría de vivir, deben ser los recursos valiosos que se pueden utilizar para liberarse de los atávicos comportamientos pesimistas, que deben ser abandonados a favor del auto realización, del auto planificación…

PESIMISMO OPTIMISMO

“Erase una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Era una buena persona, pero tenía un problema: era un rey con dos personalidades.

Había días en que se levantaba optimista, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas.

En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos. Esos eran días en que el rey bajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a todos los pedidos de sus súbditos y amigos.

Eran grandes días en los que se sentía capaz de grandes proyectos y confiaba en sí mismo.

Sin embargo, había también días pesimistas…

Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta de que hubiera preferido dormir un rato más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo había abandonado.
Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol le molestaba aún más que las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. No lo apetecía recibir a nadie. No confiaba en sí mismo ni en el futuro.

Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran los días en que el rey aumentaba los impuestos, incautaba tierras, apresaba opositores…

Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO.

Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.

—Señores –les dijo— todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo. Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecido mis enojos. Pero el que más padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra manera. Necesito de ustedes, señores, que trabajen juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero.

Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso.

Esa noche el rey lloró. A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia…

Era un misterioso hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.

—Majestad –dijo el hombre con una reverencia—, del lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio.

Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero.
El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.

—Gracias –dijo el rey entusiasmado— ¿es un anillo mágico?

—Por cierto lo es –respondió el viajero—, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo…

Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo.

El rey tomó el anillo y leyó en voz alta:

Debes saber que ESTO TAMBIÉN PASARÁ.”

 ¿Quién no se ha sentido alguna vez como nuestro buen rey?

Es curioso, sobre todo, durante y después de tanta fiesta y tanta celebración, a veces nos levantamos sin reconocernos a nosotros mismos.

. Si pesimismo es juzgar las cosas es sus aspectos más desfavorables y esperar siempre lo peor, optimismo es juzgarlas desde su aspecto favorable y esperar lo mejor en el futuro.

Depende en gran parte de componentes que heredamos, pero eso no significa que no se pueda aprender. Martin Seligman, fundador de la Psicología Positiva, nos decía que todo el mundo es capaz de aprender optimismo y mejorar con ello sus vidas.

Es posible que las malas experiencias nos hayan llevado a ser pesimistas, es necesario tomar conciencia de ese  ancla que arrastramos (el pesimismo) y empezar a trabajar para elevarla y poder seguir navegando. Los pensamientos pesimistas y derrotistas nos anclan y el optimismo nos da velas para poder navegar. Es importante aumentar nuestra autoestima y fijarnos en nuestros esfuerzos más que en nuestros logros.

“El optimista tiene siempre un proyecto, el pesimista una excusa”. Anónimo
El optimismo es como el pan en una mesa, si no lo tenemos hay que salir corriendo a comprarlo. Si vemos que empieza a faltarnos hay que intentar poner remedio.

“Si lloras porque has perdido el sol,  las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. R. Tagore

El optimismo nos ayuda a ser perseverantes, no es el antónimo de realismo, el optimista no es un ingenuo, es entusiasta y positivo pero sin vivir en una falsa realidad.

Enviado por Merchita

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