Entradas populares

sábado, 26 de marzo de 2011

Amar a Dios


Si alguien dice que ama a Dios, pero no ama a su  semejante, es mentiroso. Eso fue escrito por el Apóstol Juan y nos invita a una profunda reflexión. 

¿Por qué el amor a Dios pasa inevitablemente por el amor al prójimo? ¿Por qué no basta amar a Dios en el aislamiento de las criaturas, o en la indiferencia al semejante?

Dios, al crearnos, no nos crea perfectos, pero ofrece oportunidades y posibilidades de llegar a la perfección.

Y, por la grandiosidad de Su justicia,  esa perfección se alcanza por esfuerzo propio, por dedicación y jamás por gratitud o don divino, escogiendo a unos u otros como más o menos amados por Él y, consecuentemente, con más o menos virtudes y dones.

Cuando leemos la biografía de grandes figuras del amor al prójimo, como la Madre Teresa de Calcuta, Chico Xavier o Hermana Dulce,  vemos la ejemplificación del ejercicio en el amor al prójimo.
         
Y es natural que preguntemos ¿de donde sacaban ellos fuerzas para amar incondicional e intensamente, a lo largo de toda una vida?
         
Aprendieron a amar al prójimo en el ejercicio del amor al que se propusieron, saliendo de sí mismos, yendo en dirección al otro, encontrando a Dios.
         

 El amor a Dios no se construye de forma mística, trascendental o aisladamente.

Entendiendo eso, Jesús, personificación mayor de amor a Dios, nos enseña que cada vez que auxiliamos, que damos de comer, que calmamos la sed de nuestro hermano, es a Él mismo que estaremos haciendo eso.

Nos invita Jesús a experimentar el ejercicio del amor a Dios aprendiendo a amar al prójimo.

Lo mismo afirma el Maestro Galileo que el mayor mandamiento de la Ley de Dios es amar al Padre, seguido del ejercicio de amarse para amar al prójimo.
Si usted busca el entendimiento de las Leyes de Dios, de instaurarLo en su intimidad, un buen comienzo será el de orar para el prójimo, en el ejercicio del amor.

Siempre tenemos recursos y medios para auxiliar, de demostrar el amor en la forma de desvelo, de cariño, de solidaridad o de compasión.

Ofrezcamos la palabra edificante para incentivar a los desvalidos, la presencia fraterna para aquellos abandonados a la soledad, oídos pacientes para un corazón afligido con necesidad de desahogarse.

Somos invitados al ejercicio del amor al prójimo construido en la comprensión frente aquel en desatino, en benevolencia para el hermano en desequilibrio o indulgencia en la acción precipitada.

           Son pequeños gestos que se hacen ejercicios de amor al prójimo, con el objetivo de amar a Dios. Al final, como nos alerta el Apóstol Juan, si no conseguimos comprender a nuestro hermano, jamás tendremos condiciones de amar y comprender a Dios.

                           Redacción de Momento Espírita.

Recomiendo la visita al blog:  inquietudesespiritas.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario