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sábado, 2 de abril de 2011

En el nombre de Dios


Gracias al sentimiento de fraternidad muchas personas se han movilizado para amenizar el fardo de las personas financieramente carentes.

Son creadas asociaciones de barrio, con la intención de sumar esfuerzos para aminorar las luchas de los necesitados.

Existen también las Instituciones filantrópicas de cuño religioso, las organizaciones no gubernamentales y otras tantas que se movilizan  en pro de los semejantes.

Eso demuestra que el ser humano está más sensibilizado con los sufrimientos  ajenos, y esto es una buena señal.

Todavía, seria importante reflexionáramos un poco sobre como estamos ejerciendo la caridad.

Sabemos que el necesitado  es nuestro hermano en el camino. ¿Más, será que lo estamos tratando como tal?

¿Será que  estamos dando cosas como quien alimenta a puercos ?

Cristo, ejemplo máximo de caridad, jamás hizo exigencias  a las personas  que atendía en nombre de Dios, ni quedaba a distancia como si no quisiese contaminarse.

Hay personas que, sin embargo revestidas  de buenas intenciones, tornan aun más penoso  el sufrimiento  de aquellos a quien se proponen ayudar.

Dan limosna con tanta soberbia que ella quema la mano del necesitado como si fuese  brasa incandescente.

Si ofrecen alimento al “necesitado”, no se sientan con ellos a la mesa, no comparten los mismos platos y manteles, como si la pobreza fuese contagiosa.

Esto se torna más grave cuando aquellos que buscan hacer la caridad la hacen en nombre de Dios.

Lamentablemente, en algunas instituciones religiosas la ayuda tiene un gusto amargo para aquellos que lo necesitan.

Se exige que la persona profese la misma religión del “donante”, olvidándose de los ejemplos del Hombre de Nazaret, que prescribió hacer el bien sin mirar a quien.

Jesús no preguntaba a las personas que Le buscaban el auxilio, sobre cual era su creencia, sus objetivos en la vida, su condición moral. El simplemente ayudaba.

Es importante que  meditemos lo que hemos hecho en nombre de la asistencia social.

Es importante que nuestra caridad sea, antes de todo, la caridad moral, como la enseñó Cristo.
                           ……………

Si usted se propone ayudar a alguien en nombre de Dios, hágalo con cariño y fraternidad.

Y, dentro de lo posible, busque convertir la limosna en empleo, dando oportunidad de crecimiento a aquellos que están en situación menos favorable.

Mantener a los hermanos necesitados  dependiendo de nuestra limosna, es falta de caridad y demostración de egoísmo.

Hacer exigencias desproporcionadas a quien nos pide amparo, es un acto de prepotencia que Dios desaprueba.

La caridad, para ser efectiva, debe tener la contribución del corazón. Un abrazo cariñoso, un apretón de manos, un gesto de cariño, un minuto de conversación.

Lo que Dios espera que hagamos en Su nombre, es promover al ser humano y darle condiciones de vivir con dignidad.

Hacer caridad en nombre de Dios, por tanto, es cosa muy seria pues si no tomamos los debidos cuidados, apartaremos a las criaturas del Creador en vez de aproximarlas a El.

                                       ( Momento Espírita)

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