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jueves, 21 de abril de 2011

Singularidad, tiempo e inmortalidad





LA SINGURALIDAD Y EL TIEMPO


El concepto de singularidad valoriza la individualidad, la construcción   y el desenvolvimiento de  la sabiduría del ser en cuanto al ser, dentro de una visión solidaria. Este concepto puede ser explicado en la asertiva: “toda decisión es solitaria, más su realización es solidaria”, que es la base del proceso evolutivo.

    El crecimiento del ser espiritual es temporal. La noción del tiempo es colocada en la dinámica del proceso, sin parámetros cronológicos o comparativos.

    Cada individuo, en su singularidad, describe la curva de su tiempo, tomándola compatible con su disponibilidad de crecimiento,   reflexión, y la estratificación y dinamismo, dando sentido a la adversidad de caracteres y opciones vivencias visibles en la existencia humana.

En ese entendimiento, existe un eje coordinador del proceso de progreso de las individualidades, que es la Ley natural o divina, propuesta por Allan Kardec.

Ese eje establece la reciprocidad del acto  y de la reacción como forma  de conflicto positivo o negativo, generando reacciones  adecuadas  y aprendizaje gradual, por la infinita repetición de procesos, en los cuales  la encarnación, la vida, la muerte y la reencarnación son instrumentos básicos para desencadenar el crecimiento.

EL ESPÍRITU Y LA INMORTALIDAD

La inmortalidad es una característica natural del principio espiritual y, por consecuencia, del espíritu. Es de su naturaleza ser inmortal. Esa afirmación estructural es la que da soporte a la Ley de Evolución.
Siendo inmortal  y potencial, el ser espiritual necesita de instrumentos de  aprensión de los factores externos, de modo a crear condiciones de permanencia de si mismo.  La noción de un alma inmortal, creada junto con el cuerpo  y manteniendo la llama   de la vida  después de la muerte,  sin posibilidades de reciclaje y crecimiento, es comparada a la muerte  total, nada tiene que ver con la inmortalidad  dinámica que el Espiritismo enseña.

La encarnación  y la reencarnación del espíritu hacen parte de los mecanismos de la evolución.

Ella es necesaria para llevar al ser espiritual a la perfección (Le, cuestión 132). La reencarnación es un corolario de ese proceso: “…las encarnaciones sucesivas son siempre muy numerosas, porque el progreso es infinito.” (Ídem, cuestión 169.

El ser espiritual, para su desenvolvimiento integral en relación con los organismos, en la encarnación y reencarnación, se somete a una acción existencial repetitiva: nacer, vivir, morir, renacer. En este círculo completo  se inserta el “estado errante”, el tiempo vivido entre dos encarnaciones, en el plano extra físico.
Ahí está delineado, en líneas sencillas, el proyecto de la evolución de los espíritus.

Jaci Regis

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