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lunes, 18 de julio de 2011

Morir es volver a casa



Cuando la muerte llega con su equipaje de misterios, trae consigo divergencias e indagaciones.

Por fin, cuando los ojos se cierran para la luz, el corazón se silencia y la respiración cesa, ¿ habrá muerto con ellos la esencia humana?.

Los materialistas niegan la continuación de la vida, pero los espiritualistas dicen que sí, que la vida prosigue más allá de la sepultura.

Y tienen razón, hay vida después de la muerte. Vida plena, pujante, encantadora.

¿Prueba de eso?. Las evidencias están al alcance de quienes quieran verlas.

Basta mirar el rostro de un ser querido que murió, y vemos que le falta algo: el alma ya no está allí.

El Espíritu dejó el cuerpo, hecho de carne, sangre, huesos y músculos. Se elevó para regiones  diferentes y misteriosas, donde las leyes que prevalecen son las creadas por Dios.

¿ Cómo creer que somos un amontonado de células, si dentro de nosotros se agita un universo de pensamientos y sensaciones ?.

No, nosotros no moriremos junto al cuerpo. El organismo volverá a la Naturaleza, restituyendo a la tierra los elementos que recibimos, pero el Espíritu jamás tendrá fin.

Viviremos para siempre,en regiones diferentes a esta. Somos inmortales. El soplo que nos anima no se apaga al toque de la muerte.

Prueba de esto está en los mensajes de renovación que vemos por todas partes.

¿ O nunca notaste las flores delicadas que nacen sobre las sepulturas?. Es el mensaje silencioso de la Naturaleza, anunciando la continuidad de la vida.

Para aquel que vivió con ética y amor, la muerte es solamente el final de un ciclo, la vuelta a casa.

Con la conciencia pacificada y el corazón en fiesta, el hombre de bien cierra los ojos al mundo físico y abre las ventanas del alma.

Del  otro lado de la vida, una multitud de seres amados lo espera. Padres, hermanos, hijos o abuelos, no importa.
 Los parientes y amigos que murieron antes estarán allí con sus abrazos cariñosos, besos de nostalgia y sonrisas de reencuentro.

En ese día las lágrimas podrán regar el suelo de los túmulos y hasta regar las flores, pero habrá felicidad para el que se ha ido en paz.

Él va a descubrir un mundo nuevo, hace tiempo olvidado. Descubrirá que es amado y experimentará un amor poderoso y contagiante: el Amor de Dios.

Después de aquel momento en que los ojos se cierran en el cuerpo material, una voz sonará en el alma que acaba de dejar la Tierra. Y le dirá suavemente: Ven, se bien venido de vuelta a tu casa.

La muerte ha merecido consideraciones de todo orden a lo largo de la presencia del hombre sobre la Tierra.

Es fenómeno orgánico inevitable porque la Ley Divina prescribe  que todo lo que nace muere.

La muerte, por tanto, no es el final, pero sí es el momento de recomenzar.

Pensemos en eso.

Redacción de Momento espírita.


( Ver blog  inquietudesespiritas.blogspot.com )

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