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miércoles, 31 de agosto de 2011

Depresión en la infancia


Se está volviendo frecuente la discusión en torno de la problemática de la depresión en
 la infancia. 
 

Es asustador el número de niños que entran en ese estado del alma, preocupante.
 
Pero, aunque se intente descubrir las causas generadoras de ese mal, y se levanten
 varias cuestiones sobre el asunto, o problema continúa. 
.
Para un observador atento, talvez no sea difícil detectar las posibles raíces del problema.
.
Es que, involucrados en la agitación de la sociedad actual, los padres y demás 
familiares han olvidado de dar la debida atención a los pequeñitos. 
 

De forma general, ellos son relegados a un segundo plano en el orden de las prioridades.
 
 

En primer lugar, viene la ocupación con los recursos financieros que garantizan la 
sustentación física de la  familia. Y esa preocupación absorbe a tal punto a los padres, 
que muchas veces los infantes son atropellados en vez de conducidos con amor y cariño. 
 Es común que observemos a los pequeños en el banco de atrás del automóvil o en la
 ventana del bus escolarde caritas melancólicas mirando para la nada, como si estuviesen 
absorbidos por profundos cuestionamientos. 
 

Si pudiésemos oír sus devanecimientos, talvez escuchásemos sus angústias íntimas:


¿Por qué tengo que salir de mi hogar acogedor para ir a ver a esas personas que no 
conozco?  

¿Por qué debo dejar mis juguetes para tener que ir a jugar con aquellos otros niños
 que quieren tomar los míos y no dejan que yo juegue con los de ellos? 
  

¿Será que la tía no va a jugar conmigo? ¿Será que algún niño mayor que yo no me
 va a golpear? ¿Será que va entrar un asaltante en la escuela y me va a robar? 
 

¿Y qué tal si, cuando yo vuelva para la casa, toda mi familia haya desaparecido, 
se haya ido? O entonces, ¿será que mi madre se va a acordar de irme a buscar al
 final de la clase? 
Para el adulto, que vive una realidad diferente de la de los niños, todo eso parece
 pueril, pero para él es motivo de inquietud y angustia.
 
 

Hoy en día, movidos por el deseo sincero de prevenir a los niños contra los males
 de las drogas y de la violencia, tal vez hayamos lanzado una carga demasiado 
grande de pavores sobre esas almas aún frágiles. 
 

En el hogar, muchos de ellos conviven diariamente con la brutalidad y la violencia
 de los juegos electrónicos, sin madurez para separar lo que es ficción de lo que 
es realidad. 
Y, un día, ellos salen del hogar y parten para un mundo diferente del suyo, llenos 
de miedos e inseguridades.
 


A parte de eso, cargan, en las profundidades del alma, traumas y conflictos de 
otras existencias, pues no podemos olvidar de que nuestros niños son espíritus 
reencarnados. 
 Considerando todo eso, si realmente deseamos ayudar a nuestros hijos,
 busquemos entenderlos mejor. 
Procuremos penetrar en su mundo y ofrecerle el amparo y la protección de que
 tanto necesitan.  
Socorramos a nuestros pequeños que ruegan, muchas veces a través de la 
rebeldía, nuestra atención y cariño, para que puedan caminar con seguridad 
en este mundo turbulento y asustador para muchos de ellos. 
  

¡Piense en eso!


 No espere a que su hijo muestre síntomas de depresión, obsérvelo y amparelo
 siempre.
 


    Repiense las actividades que le son impuestas y verifique si no están 
sobrecargando, sometiendo sus estructuras psicológicas todavía frágiles. 
Muchas veces, con el intuito de preparar nuestros hijos para el mundo 
competitivo de hoy, olvidamos de considerar aspectos importantes de su 
 psiquismo, principalmente sus tendencias y aptitudes. 
 

Es importante que nos cuestionemos sobre lo que es más importante: 
instruir muy bien el hombre, o formar el hombre de bien. 


¡Pensemos en eso!
 
.
Redacción del Momento Espírita

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